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HISTORIA CRÍTICA
DE LA LITERATURA URUGUAYA
Desde Í885 hasta Í898
CARLOS ROXLO
HISTORIA CRÍTICA
DE LA
LITERATURA URUGUAYA
EL ARTE DE LA FORMA
TOMO III
MONTEVIDEO
A BARREIRO Y RAMOS, Editor
Librería Nacional
Í9Í3
fQ
S5I0
R7
/•3
Montevideo. — Talleres A. BARREÍRO y RAMOS: Bartolomé Mitre, 1467
CAPITULO PRIMERO
Puntos de s xi t u r a
SUMARIO:
I. — Lo que dice Remy de Gourmont. — Mí fe de erratas, — La
historia del general Díaz. — Razones de mí aserto. — De
nuestra prensa periódica y de nuestros diarios desde 1834
hasta Í895. — El Carso del Derecho de Gentes del Dr. Grego-
rio Pérez Gomar. — Lo que pensaron Agustín de Vedía y
Alejandro Magariños Cervantes. — La guerra internacional y
el corso. — La guerra civil y la beligerancia. — El derecho
contemporáneo y las revoluciones. — Si la rebelión puede venir
del poder. — Una triste verdad. — Falta de citas americanas
en el texto que estudio. — Excelencia de sus propósitos. —
Hacia el porvenir.
IL — José Pedro Várela. — La ley hereditaria. — Sus primeros
estudios y labores. — Sus versos. — Algo sobre la edad román-
tica*— Las dudas de Várela. — Algunos trozos de su obra
rimada. — Su viaje á los Estados Unidos. — Lo que de allí
nos trajo. — Várela y la política. — Estado del país en 1869.
— Várela y la paz. — Várela y la educación del pueblo. —
Sucinta reseña de la obra fecundísima de Várela. — Várela y
las madres. — El error y la gloría de Várela.
in. — El romanticismo y la defensa de Montevideo. — El yerro
de todos. — El espíritu de lo pretérito está en las rimas. —
El lenguaje rítmico es la característica de la edad romántica.
— Deficiencia de las labores antológícas que conocemos. — Di-
ficultad para el estudio verídico del carácter y la vida de los
autores. — La revista de Tavolara. — La literatura nacional
en su sentido amplio. — Lo que debiera ser. — La forma y la
idea. — El genio y el estilo. — Lo que dice Ingegnieros. — El
HISTORIA CRITICA
poeta de lo porvenir. — Un consejo á Frugoní. — Una crítica
á Papini y Zas. — La poesía debe ser clara, sincera, popalar
y no artificiosa. — Las capillas pasan y lo espontáneo queda.
— El arte natural es el arte eterno. — Melchor Pacheco. — La-
puente. — Antonino Lanafaerti. — Conclusión.
Remy de Gourmont dice que casi no conoce libro sin
erratas, y cita algunas de las contenidas en las obras
de Gustavo Flaubert. No podía escaparse mi labor
humilde á la ley general, lo que se explica teniendo en
cuenta mi saber escasísimo y la mucha rapidez con
que hilvano lo que doy al público, convencido de que mi
vida, por larga que sea, no ha de alcanzarme para rea-
lizar todos los proyectos que acaricia mi espíritu. Para
mi descrédito, no para mi gloria, los fantasmas se van
convirtiendo en volúmenes de primorosa y elegante
impresión, que más que á mi ingenio, honran á los ta-
lleres editoriales que los producen con hidalga ama-
bilidad. No es, pues, extraño, que en los dos prime-
ros tomos de esta historia, que zurzo con hilo grueso
y á grandes puntadas, la crítica halle más de un des-
liz de monta, digno de ser puesto en pregones públi-
cos por calles y por campos á son de corneta. No han
de escaparse, no, los hijos de mi numen á la ley común
de todo lo nacido en pañales humanos, ni es tanta mi
soberbia que me presuma exento de imperfecciones,
desde que las hallo, aunque no con gozo ni por mucho
hurgar, en la labor de aquellos de que me ocupo y va-
len más que yo. Así dije que Carlos María Ramírez,
al dejar la secretaría del general Suárez en 1871, se
desterró á sí mismo, lo que no es verdad, pues del
ejército de Suárez volvió como en volantas á Monte-
video, fundando La Bandera Radical. Así olvidé igual-
é
DE LA LITERATURA URUGUAYA
mente que Julio Herrera y Obes, cuyo talento paré-
cerne digno de palio y altares, vivió en tierra argen-
tina desde 1875 á 1881. Y así, por último, puse la car-
tera del ministerio de lo belicoso, erróneamente y en
horas de Quinteros, entre las manos del general patri-
cio don Antonio Díaz.
Si esto no es verdad, y lo reconozco sin rubor ni
pena, lo que sí es verdad, y en ello insisto con arago-
nesa testarudez, es que al general Díaz pertenece la
obra que se titula Historia política y militar de las Re-
públicas del Río de la Plata. Tengo motivos firmes y
bien pesados para insistir en lo que afirmé cuando le
devolvía la paternidad de aquella labor magna, que
otro publicó como cosecha propia, y no me parece cri-
men vituperable cumplir con el precepto de aquel que
dijo que diéramos al César lo que es del César y á Dios
lo que es de Dios. Erró, pues, el colaborador del Dia-
rio del Plata en su áspero retruque, y se me antoja que
si aquel órgano prohijó el yerro, debióse á que no
paró mientes en el asunto de que se trataba la ciencia
crítica y la notoria mentalidad de su director, el pe-
riodista de largas mentas que lleva el nombre de An-
tonio Bachini. Éste debió saber, pues de las cosas
nuestras se le alcanza mucho, que la verdad estaba de
parte mía, como paso á probarlo, aunque no con todas
las razones de que dispongo y que pude aducir, porque
el tiempo me apura y el espacio me falta para otros
menesteres. Y conste que no condeno lo sucedido, que
antes lo aplaudo, y que á mieles me supo, á pesar
de lo irónico del responder, pues me favorece el que
me corrige y depura mi obra quien me enseña sus
máculas, haciendo uso del mismo derecho de que yo
me valgo en las páginas que anteceden y en las que
siguen. Desmenuzad, siempre que alumbréis, como
yo escrudiño y como yo refuto sin que por eso crea
HISTORIA CRITICA
parecerme á Zoilo. Si la crítica es el arte de aplicar
el juicio á las distintas materias de que es susceptible ;
si la crítica ejerce una misión docente y educadora;
si la crítica es fecunda y es saludable porque nos da
é infunde nuevos impulsos y direcciones ; si la crítica,
cuando procede con gusto y ciencia, es un bien y un
regalo para el mismo que la soporta; si yo la ejerzo
con libertad y solicitud, mal podría volverme contra
la crítica que han enaltecido en la historia Feuerbach,
en el arte Taine y en las españolas costumbres de
nuestra estirpe Mesonero Romanos.
Así insisto en mi aserto no por vindicta, sino para
probar que si hay lagunas de detalle en los dos prime-
ros tomos de esta obra humilde, — lagunas que no
alcanzan á media docena y que celosamente se salva-
rán no bien se me señalen, — no hay en aquellos li-
bros error trascendental y que los afee con mancha in^
destructible, como algunos dijeron con precipitación
cuando á la bondad pública los entregué.
Yo considero que la probidad literaria debe ser
algo más que un eufemismo aristocrático y de buen
tono. Tuve, desde muy niño, veneración por ella, y
todavía, al bajar las pendientes de la edad madura,
sigo considerando á la honradez literaria, al respeto
por la labor estética de los otros, como una meritoria
y noble virtud. De muchos modos se delinque contra
las leyes de esa probidad. Acudiendo á las citas de se-
gunda mano, sin publicar la fuente en que bebimos, —
y dando á conocer, como si fuera producto de nuestra
pluma, lo que al numen ajeno debe la vida. Claro está
que si la primera de estas infracciones es leve falta,
la segunda es crimen de mayor cuantía, crimen im-
perdonable en todos los países y en todos los tiempos.
Y conste que, cuando castigo algún feo desmán de esta
naturaleza, no me mueve la baja pasión de la envidia.
DE LA LITERATURA URUGUAYA
Job afirmaba, si no me engaño, que el áspid de la en-
vidia mata á los pequeños. El áspid hasta ahora no
penetró en mi casa ni mordió en mis carnes, lo que
demuestra que se puede ser, sin ser envidioso, muy
pequeñito intelectual y físicamente. No es, pues, igno-
rancia ni malevolencia mi afirmación de que la Histo-
ria política y militar de las Repúblicas del Río de la
Plata pertenece, de toda razón y de todo derecho, á la
pluma incansable del general don Antonio Díaz.
Éste, al morir, dejó depositaria de sus papeles á su
hermana mayor, la buena señora y respetable dama
Micaela Díaz. Aquellos papeles se hallaban encerrados
en dos viejos cofres, y de aquellos papeles se hablaba
en el testamento del general, quien dispuso, en sus
últimas voluntades, que no se publicara la referida
historia sino á los cuatro lustros después de su muerte.
Misia Micaela casóse, medio entrada en años, con
un señor Suárez, muerto en la sangrienta batalla del
Sauce, y á los campos del Sauce fué doña Micaela
en busca de los restos de su valiente esposo, contra-
3/endo, por esa causa, una tifoidea que la llevó al se-
pulcro. Don Antonio Díaz, hijo del general, visitaba
la casa de la señora viuda de Suárez antes y después
de las bodas de ésta, con la que tuvo más de una pelo-
tera y más de un quebranto, porque el hijo solía inva-
dir á lo godo los papeles del muerto, que se convirtie-
ron en botín suyo una vez que la depositaria de los
dos cofres se perdió en la sombra. Parte de estos pa-
peles, algunos de los muchos cuadernos de la historia
inédita, pasaron á poder de don Eduardo Acevedo
Díaz, que nunca los dio á luz sino como fragmentos
de la labor escrita por su ilustre abuelo. Yo he tenido
en mis manos, por incidencia, algunos de los mismos,
que guardaba en bolsones de tela azul, hacia 1897,
nuestro actual ministro diplomático en el Brasil.
HISTORIA CRITICA
Don Tomás García de Zúñiga, casado con otra de
las hijas del genera^, habló muchas veces con fran-
queza ruda á su señor yerno, al político y al legisla-
dor de la provincia argentina donde resido, al noble
caballero Antonio J. Márquez, del branderismo de que
fué víctima el muerto laborioso, ocupándose también
de aquella improbidad, con claridades duras, un ar-
tículo bibliográfico que vio la luz, hace más de una
década, en La Ilustración Sud - Americana.
Ni incurrí en yerros ni me cegó, pues, ninguna pa-
sión baja, cuando de eso traté en uno de los tomos que
de esta obra llevo publicados, siendo, por otra parte,
clara prueba moral de lo que aseguro el hecho de que
don Antonio Díaz, aquél que imprimió la historia bajo
su nombre, no volviera á escribir de nuestras hazañas
y nuestras desventuras, cuando pudo completar fácil-
mente su valioso trabajo, convirtiéndolo en obra defi-
nitiva y monumental.
No insistiré, rogando á mis lectores que adviertan
la discreción con que hice justicia cuando le devolví
á un autor despojado lo que por suyo tengo y lo que
legítimamente me reclamaba. Amo á la verdad, la
quiero por hermosa, me place por buena, y no creo
que sea un delito decirles á los jóvenes : — El general
don Antonio Díaz es, para mí, el verdadero autor de
la Historia Política y Militar de las Repúblicas del
Río de la Plata.
Tampoco faltó quien me escribiera para manifes-
tarme que el doctor Carlos María Ramírez había sido
partidario y glorificador de la guerra del Paraguay.
Lo fué en sus comienzos, como lo fué, en sus comien-
zos, el doctor Juan Carlos Gómez. El doctor Carlos
María Ramírez tenía, entonces, diez y siete años, aca-
baba de recibirse de bachiller y creyó que los ejér-
[
DE LA LITERATURA URUGUAYA
citos aliados iban únicamente á derrocar á López, en
beneficio de la cultura y de las libertades del Para-
guay. Pronunció discursos y escribió alejandrinos
alabando el propósito y estimulando el denuedo de
los cruzados. Si era grande el valor de las tropas
republicanas, de los tercios platenses, era pobre y de
lucro el propósito perseguido por el Brasil. El imperio
no iba á combatir á López, sino al Paraguay. No im-
porta. Los términos del tratado aun no se conocían,
•y Ramírez le arrancó estas estrofas á la musa viril
de su adolescencia.
El bosque espera el surco del leñador honrado,
Los solitarios campos el surco del arado,
Los inviolados ríos el surco del bajel ;
Y la abatida frente del pueblo paraguayo
Espera joh sol divino! la radiación de Mayo;
¡Oh, libertad! espera tu fúlgido dosel.
Marchad, los elegidos al paraguayo suelo.
Para llevar al campo, para llevar al cielo
El surco del progreso y el astro libertad!
Decid á los Atilas de América orgullosos:
- — "Allí donde campean nuestros caballos briosos
Germina la justicia, la vida, la igualdad." —
También merecen un recuerdo estos bordones de
la misma lira y de la misma composición:
Ayer nuestros abuelos de inmarcesible gloria.
Llenaron con los fastos de nuestra grande historia.
Las hojas de granito del Andes colosal;
Alzad el viejo acero de la montaña helada.
Para escribir la historia de la última jornada
En el palacio mismo del déspota infernal.
HISTORIA CRITICA
¡Salud! nobles campeones de la cruzada santa!
Al pie de los esclavos ya el hierro se quebranta
La madre paraguaya sonríe en el dintel
¡ Salud ! Ya la montaña retiembla en sus cimientos,
El río vuestro nombre murmura en sus acentos,
Los árboles desprenden guirnaldas de laurel!
Ramírez, más tarde, reaccionó. Los términos del
tratado le abrieron los ojos. Ya no encontraba buena
aquella interminable carnicería. Así, cuando en 1867
Juan Carlos Gómez sostuvo que no podíamos que-
brar el pacto que nos ligaba con el Brasil, Carlos Ma-
ría Ramírez respondió á su maestro que el pacto era
odioso y que no era moral sustentarle, en una epís-
tola comentada, noble y retórica que se publicó en
Buenos Aires y en Montevideo. No contento con esto,
que no era poco, el mismo Carlos María Ramírez de-
cía en El Siglo, al empezar Agosto de 1868, "que el
tratado de la triple alianza constituiría, en todo tiempo,
una acusación tremenda contra los poderes que
lo celebraron". Es indudable, pues, que el doctor Car-
los María Ramírez no fué partidario de la guerra del
Paraguay. Cantó á otra guerra, guerra de otros mó-
viles y con otros fines, que, á pesar de todo, siempre
hubiese sido guerra de intervención y de futuras ani-
mosidades. Era mucho hombre Carlos María Ramírez
para dejarse engañar ó seducir por su propio error.
Era muy alto y era muy sincero Carlos María Ramí-
rez para sacrificar el dogma de las patrias y las hon-
radeces de la república á un puñado de rimas sono-
rosas, á la cadencia arrullante y acompasada de sus
alejandrinos. Se refutó á sí mismo, porque no podían
hacer otra cosa su sapiencia y su probidad. Se refutó
á sí mismo, diciendo textualmente que los que habían
caído en Paysandú, habían caído teniendo por mor-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 13
taja la túnica de Artigas. Se refutó á sí mismo, al
atacar los términos del tratado y al pedir que rom-
piésemos nuestra férrea alianza con el Brasil. Y Car-
los María Ramírez procedió noblemente. La guerra
ya no podía engañarle con lo mésenlo de su heroísmo.
Para darse cuenta de la desolación en que quedó el
país invadido, basta recordar que Gonzalo Bulnes, en
el libro que escribió sobre Alberdi, nos refiere que
el general Campero, ministro de Bolivia en París ha-
cia 1872, tenía un sirviente de catorce años que pudo
adquirir, finalizado el drama, en su rápido pasaje por
el Paraguay. Un día Alberdi se rió de la corta esta-
tura del chiquillo adusto, y Campero le dijo en pre-
sencia de Bulnes, "con una sencillez que nos horrorizó :
— Le escogí entre los más grandes que quedaban en
el Paraguay". — Y Campero explicó á Bulnes "que
efectivamente era así, porque el general López, para
defender su territorio, echó en la hoguera primero
á los hombres, después á los ancianos, más tarde á
los niños, luego á las mujeres, y después se echó él
mismo coronando con su muerte la inmensa hecatombe
de su pueblo." La guerra hizo más, pues creó una si-
tuación de desconfianzas y serias inquietudes entre
los aliados. Cuando en 1872, desentendiéndose de la
alianza, el barón de Cotegipe celebró un tratado de
acercamiento con el gobierno del Paraguay, el gene-
ral Mitre le escribía al vizconde de Río Branco:
"No sólo el señor barón de Cotegipe al tratar por
sí solo, no ha buscado ventajas comunes para los alia-
dos, según me lo aseguró el señor consejero Córrela,
sino que ha tratado con cierto modo en contra de ellos,
olvidando los deberes, los derechos y los sacrificios
comunes."
Y agregaba en aquella histórica epístola:
"Triste y doloroso es que en el día de la victoria
14 HISTORIA CRÍTICA
esos sacrificios se malogren, y que el esfuerzo que
hemos hecho los hombres públicos del Río de la
Plata y del Brasil, para consolidar la amistad per-
petua de estos países sobre intereses recíprocos y ge-
nerales, se esterilice por errores de la diplomacia, cu-
yas consecuencias nadie puede prever, y cuya gra-
vedad presente á nadie se puede ocultar,
"En efecto, ¿cómo puede sostenerse el manteni-
miento de una fuerza brasilera en el Paraguay, es
decir, un estado de guerra después de la paz, sin el
acuerdo de los aliados, que constituye un verdadero
protectorado armado, y esto después de lo que en
contrario se estipuló en los protocolos definitivos fir-
mados por V. E.? ¿Cómo puede concillarse con el
compromiso solemne ante el mundo del tratado de
I. o de Mayo, que el Brasil se presente hoy solo, ga-
rantiendo la independencia y soberanía del Paraguay,
compromiso que por su contexto, por su naturaleza y
por su objeto, era colectivo?
"Esto, más que la ruptura del tratado de alianza, es
la reacción hacia una política que creíamos muerta,
y que haciendo perder al Brasil todo lo que había
ganado en el Río de la Plata, no le da en cambio, ma-
yores ventajas,
"Además, debe llamar mucho mi atención que ha-
biendo manifestádome tanto V, E. como el señor con-
sejero Córrela y el señor vizconde de San Vicente,
que los motivos de urgencia por parte del Brasil para
tratar separadamente, eran la necesidad y la conve-
niencia de retirar las fuezas que tenía en el Para-
guay, sea precisamente la conservación ilimitada de
esas fuerzas lo que se pacte en el tratado de paz, lo
que importa una alianza de hecho con el vencido, en
menoscabo de los aliados, cuyos intereses y derechos
son olvidados por el diplomático brasilero."
DE LA LITERATURA URUGUAYA 15
Nosotros colocados entre dos vecinos de mayor po-
der, como se halla el jamón en el emparedado, tuvi-
mos que hacer política de balancín para que no nos
estrujasen con sus antagonismos y sus recelos. Así, en
Mayo de 1872, don Jacinto Villegas, cónsul argentino
en Montevideo, le notificaba confidencialmente á don
Carlos Tejedor acerca de nuestra actitud ante el tra-
tado de Cotegipe:
" Está acordada la contestación á la nota del Minis-
terio sobre la cuestión de la alianza, con motivo de
los tratados entre el Brasil y el Paraguay. Redúcese
á acusar recibo y á expresar en términos generales
el deseo de que la dificultad surgida se arregle amis-
tosamente entre los poderes divergentes. El doctor
Velazco reconoce el derecho que sustenta el gobierno
argentino contra la conducta de su otro aliado. Más
todavía: reconoce la conveniencia que el oriental apo-
yase moralmente, siquiera con su opinión, la justicia
del reclamo deducido. En su concepto el tratado de
I. o de Mayo subsiste en toda su fuerza, y en todas y
cada una de sus cláusulas, siendo la ley única que re-
gla los derechos y deberes de las naciones aliadas. Y
esa ley la considera violada por la interpretación ar-
bitraria que le da el Brasil al negociar separadamente
los tratados Cotegipe, desertando la solidaridad para
con los ajustes de los otros aliados con el Para-
guay."
"Y sin embargo, sea por no ser la misma la opinión
del presidente, sea por exagerarse demasiado las di-
ficultades internas con que lucha este gobierno, sobre
las que hace presión el ministro Goudin con motivo
de la deuda brasilera y de la indemnización Mauá, el
hecho es que no se atreve á aventurar frase que pueda
traerle compromisos de presente con el Brasil, y la
contestación no saldrá de los términos comunes que
i6 HISTORIA CRÍTICA
usaría quien no fuese parte en la cuestión, y no tu-
viese por lo mismo derechos y deberes propios.
"El ministro Goudin, á la vez que estrecha á este
gobierno con sus reclamos, lo insta para que mande
nuevamente al Paraguay á su plenipotenciario doctor
Rodríguez, para negociar sus ajustes, prometiéndole
ser ayudado cerca del gobierno del Paraguay con la
influencia del del Brasil. Parece que esto no está
por ahora dispuesto á consentirlo este gobierno."
Y así fué, como puede leerse en la nota que, en
ese mismo año de 1872, el doctor Julio Herrera y
Obes le pasaba al ministro Goudin, declarando que
la República nada tenía que hacer en el litigio del
Brasil y de la Argentina sobre el Paraguay. Nosotros
habíamos ido al Paraguay porque así lo quisieron el
Brasil y el general Flores. Derrochamos cuanto pu-
dimos la sangre y el oro; pero, una vez terminado el
drama, no teníamos intereses legítimos que defender
ni teníamos actitudes jurídicas que asumir en el
pleito de nuestros vecinos con el Paraguay. Es in-
dudable, pues, que por lógica, por sentimiento y por
sus escritos Carlos María Ramírez no fué ni pudo
ser partidario de aquella guerra, como no fué ni pudo
ser partidario de aquella guerra, la romántica contex-
tura de Juan Carlos Gómez. No insisto, puesto que
he de volver sobre todo esto al ocuparme de la va-
liosa labor intelectual del doctor Luis Alberto de
Herrera.
Quiero aprovechar la ocasión, que se me presenta
y con que me convidan, para unir con algunos ligeros
puntos de sutura este volumen á los anteriores, ocu-
pándome muy sumariamente de las publicaciones pe-
riódicas más antiguas que han aparecido en nuestro
país.
Comenzaré por La Revista de 1834, que principió á
DE LA LITERATURA URUGUAYA 17
salir, por la Imprenta de los Amigos, el 2 de Enero
del año aquel, alcanzando á sostenerse y á divulgarse
hasta el 15 de Agosto del mismo año. Su colección
se compone de sesenta y seis números, iniciándola sus
editores con estas palabras: "La imparcialidad, que
queremos que dirija nuestros juicios, exige que, mi-
rando lo pasado como un sueño, nos ocupemos de nada
más que de lo presente. El drama que se ha represen-
tado en el año 33 pertenece ya á la historia, y sería
entrometerse en su sagrado ministerio agregar re-
flexiones á lo que tanto se ha dicho y al fallo que ha
pronunciado la opinión. Afanémonos de consuno en
apuntalar el edificio conmovido por el rayo de las pa-
siones, miremos hacia adelante, pensemos en el por-
venir, y dejemos los recuerdos para cuando no sea
expuesto ocuparse de ellos".
La Revista de 1834 viene á ser como una gaceta ofi-
cial, como un registro en que se consignan las reso-
luciones de la administración, hallándose en ella más
de una página de historia diplomática que mueve á
curiosidad y pudiendo citarse, por su interés, los do-
cumentos relacionados con las maniobras del gobierno
español para restablecer la monarquía en las patrias
americanas. En sus números encontramos, también, al-
gunas interesantes notas sobre teatro, por las que sa-
bemos que Manuel Araucho, soldado y orador y poeta,
gustaba de representar, en días de días, las labores de
otros ingenios no más grandes que el suyo y de estirpe
platense, aunque un ligero defecto de pronunciación
afease y obscureciese su enfática manera de decir.
Los acontecimientos de Marzo, la revolución ven-
cida en el choque de Cuareim, hacen que La Revista
se olvide de su programa, manifestándose clara y
abiertamente enemiga de Lavalleja; pero no es eso
lo que me preocupa y lo que me importa, pues lo que
2. — III.
i8 HISTORIA CRITICA
me importa y me preocupa es que no se ignore que
aquella tentativa de prensa contribuyó al desenvolvi-
miento intelectual y artístico del país, disertando á
su modo y de reflejo sobre las tragedias de Corneille,
las ideas políticas de Morris, y el modo como Isotta,
Vacani y la Elisa Piacentini cantaron con deleite de
nuestro público La Cenerentola y el Barbero de Se-
villa.
A La Revista de 1834 siguió, el 20 de Agosto de
aquel año mismo, La Revista de Montevideo, publi-
cada también por la Imprenta de los Amigos. Es como
el apéndice y el mejoramiento de la anterior, sin que
la impidan proseguir su marcha regular el descenso
de Rivera y el interinato de don Carlos Anaya. La Re-
vista de Montevideo interesa é ilustra, pues transcribe
lo que sobre ornitología halla en El Monitor, se ocupa
de las memorias de lord Byron y de Chateaubriand,
publica los versos mesenianos de Casimiro Delavigne
y da á luz una traducción horaciana de Figueroa.
Tengo, para mí, que el doctor Lucas Obes manejaba
y dirigía el mecanismo de La Revista de 1834 Y ^^ ^^
La Revista de Montevideo.
Después de éstas, en Mayo de 1839, aparece La Re-
vista del Plata, que no es revista, sino diario y que se
imprime por la Imprenta de la Caridad. También pu-
blica versos, correspondencias del exterior, y como
folletín una crónica dramática en cuatro partes, bas-
tante bien hecha, muy animada y que se titula La re-
volución de Mayo. Dedícase con asiduidad á la reseña
de las funciones teatrales de aquel entonces, tratando
sin muchas ceremonias á Bretón de los Herreros, au-
tor que no le place en Un novio para la niña, y á quien
ensalza en A Madrid me vuelvo, por lo que opino que
el gacetillero de la revista no careció de gusto. Ocú-
pase, también, aunque muy de pasada de Catalina Ho-
DE LA LITERATURA URUGUAYA ig
ward y La Torre de Nesle, dramas históricos de los
más populares de Alejandro Dumas, y pégale fuerte,
sin que me duela ni lo censure, á El Mendigo de
Bruselas de Ducange, complaciéndose en darles hos-
pitalidad á los sonorosos versos de Balcarce y á las
rimas, casi nunca buenas, del general Mitre.
Años después aparece el semanario La Mariposa..
Este nace el 2 de Marzo de 185 1 y muere el 11 de
Enero de 1852. Cuarenta y cuatro números forman su
colección, que teje y manipula nuestro Fermín Fe-
rreira y Artigas. El semanario no vale mucho. Colabo-
ran en él, de un modo irregular y sin grandes acier-
tos, José Mármol y Juan Carlos Gómez, Gregorio
Pérez y Juan A. Vázquez, Enrique de Arrascaeta y
José María Cantilo.
No diré lo mismo, en lo tocante al mérito y al in-
flujo, de La Revista Literaria, que empezó á publicarse-
en Mayo de 1865 y que alcanzó á vivir sin intermiten-
cias hasta mediados de 1866. Tuvo por directores á utt
mal autor dramático, á don José Antonio Tavolara,
y por redactores á Julio Herrera y Obes, á Gonzalo
Ramírez, á Elíseo F. Outes, á José Pedro Várela y á
José María Castellanos. El penúltimo fué el que más
escribió en la revista. Los otros aparecen, cuando apa-
recen, muy de tarde en tarde. Colaboran también en
aquellas brillantes páginas, aunque no asiduamente,
Alejandro Magariños Cervantes, Heraclio C. Fajardo,
Laurindo Lapuente, Pastor L. Obligado, Dermidio
De - María, Gregorio Pérez Gomar, Vicente Fidel Ló-
pez y José Cándido Bustamante. Bueno es decir que
lo más sobresaliente que hallo en el periódico dirigido
por Tavolara, es un estudio de Carlos María Ramírez
sobre los líricos de nuestra América y un estudio de
don Luis L. Destéffanis sobre el segundo de los libros
rimados de Laurindo Lapuente. Tampoco puedo olvi-
HISTORIA CRÍTICA
dar ni pasar en silencio que La Revista Literaria pu-
blicó todas las románticas composiciones á que dieron
vida el numen y el laúd del ardoroso y bien celebrado
Melchor Pacheco y Obes.
Con el andar del tiempo las revistas se suceden di-
ferenciándose en formato, propósitos é influjo. Recor-
demos, prescindiendo de La Revista Oficial, nacida en
1838 y muerta en 1839, los zumbos satíricos de El
Mosquito de 1855 y los apasionamientos constitucio-
nales del Artigas de 1864, Recordemos también la ja-
carandosa y no siempre pulcra libertad de La Ortiga
de 1871, y recordemos también, porque se lo merecen,
á El Panorama y á La Revista científico - literaria de
1877. Recordemos El Molinillo, el periódico burlesco
con que Francisco Xavier de Acha entretuvo al pú-
blico desde 1868 hasta 1870, sin olvidar á La Revista
Americana de Eduardo Flores y de Anacleto Dufort
y Álvarez, que empezó á publicarse en el período lato-
rrista y casi al aparecer El Negro Timoteo de Was-
hington Bermúdez. Recordemos á La Revista enciclo-
pédica de educación, nacida en 1878 y concluida en
1880, así como á La Revista del Plata, que surge de
nuevo en 1880 y que dura hasta 1882, honrándose con
las firmas y con el apoyo de Justino Jiménez de Aré-
chaga y de Manuel Herrero y Espinosa. Recordemos
que en ese mismo año de 1882 se fundó El Indiscreto,
al que siguieron El Plata Ilustrado y La Ilustración
del Plata. Recordemos á la Revista de la Sociedad
Universitaria de 1880; y á la Revista de Derecho y Ju-
risprudencia que va desde 1887 hasta 1891, y á La Ilus-
tración Sud - Americana de 1894; y á la Revista de la
Liga Patriótica de Enseñanza de 1899. Recordemos, en
fin, que en el decenio de 1890 á 1900 se publicaron
La Alborada de Constancio Vigil, el Rojo y Blanco
de Samuel Blixen, la Vida Moderna de Palomeque, —
DE LA LITERATURA URUGUAYA
que surge en el último de los años aquellos para fina-
lizar, si no me equivoco, en 1903, — y La Revista Na-
cional de Literatura y Ciencias Sociales, á la que
unen su nombre y en la que ejercitan su pluma pri-
morosa, Víctor Pérez Petit, José Enrique Rodó y los
talentosos Carlos y Daniel Martínez Vigil.
Creo haber dicho ya que la prensa política del país
nació en 1829 con El Universal del coronel Díaz, al
que siguieron, tras algunas empresas olvidadas y poco
felices, El Nacional, redactado en 1835 por don An-
drés Lamas y El Iniciador fundado en 1838 por Mi-
guel Cañé. Vino después, siendo importantísimo por
su influjo y su historia, El Nacional que Lamas y
Cañé resucitaron en 1838 y en que Rivera Indarte ver-
tió sus iras desde 1838 hasta 1845, época en que apa-
rece El Comercio del Plata que fué, hasta 1848, la tri-
buna pontifical del sesudo Florencio Várela. Siguie-
ron á éstos La Fusión, La Constitución y El Orden,
muralla en que clavó las banderas de su brillante prosa
Juan Carlos Gómez. Creo que en 1850 nació El Telé-
grafo Marítimo de don Juan Buela, que supo más de
números que de doctrinas, y creo que en pos de éste,
á quien la política no apasionaba, entraron en la brega
de las tradiciones La Nación de Barbosa y La Repú-
blica de José María Rósete. Tras El País, redactado
por Acha en 1862, aparece El Siglo, que funda don
Adolfo Vaillant, diario que vive aún, que goza de un
renombre bien conquistado, que va á la vanguardia de
nuestra prensa y en el que escribieron desde Elbio
Fernández hasta Julio Herrera, desde Dermidio De-
María hasta Ángel Floro Costa, desde el cachazudo é
inolvidable Jacinto Albistur hasta el economista y
más que talentoso Martín C. Martínez. Dos años des-
pués, en 1865, nace La Tribuna de José Cándido Bus-
tamante, y en 1869 surge mentiroso, pero entretenidí-
I
HISTORIA CRITICA
simo y popular, El Ferrocarril, iniciando la era del
grito callejero y del comentario con escasez de salsa.
Carlos María Ramírez tremola La Bandera Radical en
1871, y en el mismo año Francisco Bauza, funda Los
Debates. José Pedro Várela, que ya es mucha cosa,
publica La Paz en 1872, y Agustín de Vedia, que ya es
un prestigio resplandeciente, hace que surja La De-
mocracia en el mismo año. En 1874 Isaac de Teza-
nos se desata en El Uruguay, hasta que La Razón
y El Bien Público aparecen, para querellarse, en
1878. La Razón no es católica. El Bien sí. En La
Hazón satiriza Daniel Muñoz. En El Bien filosofa,
y también satiriza, Francisco Dura. La Razón lleva
la mejor parte, porque el tiempo no es tiempo de
maitines y letanías. En 1879 la industria de Lecot,
que no es mala industria, engendra La Tribuna Po-
pular, que es una mina de oro en las manos inteli-
gentes de los Lapido. El Plata formula su credo
constitucionalista en 1880, y la juventud universi-
taria le loa con transporte por la buena nueva del
credo que apacigua las tempestades de nuestra his-
toria. En 1881 sale El Heraldo, escrito á lo francés
y con francés ingenio, en tanto que en 1882 Strauss
inaugura el servicio telegráfico universal en El Hilo
Eléctrico. En 1885, José Batlle y Ordóñez, mus-
culoso y fuerte, da á conocer El Día, rivalizando desde
«1 primer momento con La Tribuna y recordándonos
por la popularidad, pero sólo por la popularidad, á
El Ferrocarril. El Día no amó los militarismos. El
Día no fué afecto á las dictaduras. El Día se vanaglo-
riaba de no ser un diario oficial. El Día alardeó de in-
dómito y valiente en la época de Santos y en las lúgu-
bres horas de Puntas de Soto. En 1887 Ángel Floro
Costa cincela todos los mejores y todos los más raros
donaires de su estilo en las prédicas políticas y finan-
*
DE LA LITERATURA URUGUAYA 23
cieras de El Progreso, y en 1887 aparece también La
Época de Acevedo Díaz, creando un nuevo cisma en el
siempre cismático cónclave de mi belicoso y desgracia-
dísimo partido nacional. Alberto Palom.eque, al que ya
conocéis y del que ya he tratado, se deshace en activi-
dades en La Opinión Pública de 1889 y Acevedo Díaz,
que se fué al destierro dejando La Época en las manos
inhábiles de Ventura Gotusso, vuelve al país y funda
El Nacional en 1895, preparando con sus vigores la
revolución de 1896, porque no en vano Acevedo Díaz,
en aquel período batallador, se lee noche á noche
los anales de Tácito. Por fin, en 1899, nace y se afirma
la "Asociación de la Prensa", cuya cuna preside y cu-
yos primeros pasos sostiene la docta y magna probi-
dad de don Carlos María Ramírez.
Al hablar de La Revista Literaria de 1865 cité, por
incidencia y sin detenerme, los nombres de José Pedro
Várela y de Gregorio Pérez Gomar. ¿Qué hizo el pri-
mero? ¿Qué le debe al segundo nuestra juventud?
El doctor Gregorio Pérez Gomar, — que fué juriscon-
sulto, publicista, catedrático, juez y fiscal de Estado,
— nos enseñó que el ideal es la brújula y el fin del
derecho, siendo partidario del arte para el bien en
literatura. Escribió y dio á luz una serie de Conferen-
cias sobre el Derecho Natural, una Idea de la perfec-
ción humana y un Curso Elemental de Derecho de
Gentes. Esta es la única de sus obras en que nos deten-
dremos, por ser la única que conoce nuestra ignorancia.
De las otras apenas tenemos noticias, y no nos place
zaherir ó elogiar siguiendo lo que otros han pragma-
tizado. El Curso Elemental de Derecho de Gentes,
que se compone de 248 páginas, se divide en tres par-
tes, dos apéndices y un resumen histórico. Trata la
primera de aquellas partes de la guerra y de sus efec-
tos, se refiere la segunda á las hostilidades en gene-
24 HISTORIA CRITICA
ral y ocúpase la tercera de las hostilidades marítimas.
El primer apéndice se relaciona con los medios de
concluir con la guerra exterior, el segundo está dedi-
cado á la guerra civil y el resumen histórico va desde
la antigüedad á Grocio, desde Grocio hasta 1780 y
desde 1780 hasta 1866. Don Agustín de Vedia nos dijo
que esta obra de Pérez Gomar contenía menos errores
y más lógica trabazón que la obra que sobre el mismo
asunto escribió el múltiple cerebralismo de don An-
drés Bello, agregando que "el autor ha consultado mi-
nuciosamente á todos los autores en la materia, com-
batiendo principios erróneos, aclarando otros y esta-
bleciendo nuevos para llenar la deficiencia de aquéllos
y responder á los progresos de la ciencia y á las exi-
gencias especiales de las sociedades americanas". —
A este juicio podemos añadir el de don Alejandro
Magariños Cervantes, cuya indiscutible sapiencia se
expresaba así : "En esta obra resalta la convicción más
sincera, y se ve en cada página la meditación y el es-
tudio del que ha bebido en buenas y saludables fuen-
tes, del que ha procurado formar su conciencia con
la lectura y examen comparativo de los mejores textos,
no aceptando sino aquellas doctrinas que estaban con-
formes con los principios de la ley eterna, con el
destino providencial del hombre y de la humanidad,
y con el severo cumplimiento de las instituciones re-
publicanas. Por el método, por la lucidez, por la ener-
gía de los conceptos, por la profundidad con que á ve-
ces condensa en breves palabras los puntos culminan-
tes de una cuestión, el doctor Pérez Gomar se eleva á
menudo á la altura de los primeros escritores que se
han ocupado de estas difíciles materias. La espon-
taneidad de su talento, la facultad sintética con que
abarca el conjunto de una doctrina y deduce conse-
cuencias generales, campean sobre todo en las aplica-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 25
ciones que hace á nuestro modo de ser, á nuestras
cuestiones internacionales, á las necesidades y conve-
niencias de los pueblos americanos. Bajo este punto
de vista, si otras dotes no las recomendaran, sus obras
están destinadas á ocupar un lugar distinguido en la
biblioteca de todo hombre ilustrado, que no sólo en
América, sino también en Europa, siga el movimiento
intelectual y desee conocer los esfuerzos que se ha-
cen en estas regiones por reformar los malos hábitos,
por apagar el fuego destructor de los cañones con la
luz vivificante de la idea, y arrojar en el suelo empa-
pado con la sangre de sus hijos, la simiente fecunda
del porvenir".
Estos elogios son merecidos. Los justifica el caudal
de lecturas del escritor, caudal poco común en los
años inquietos de su florecer, y los justifica el amor al
derecho, á la justicia, á la concordia humana, que
centellea esplendorosamente sobre todas las páginas
de su libro. Para aquel idealista generoso, aunque
pobre en estilo, el derecho ofendido no puede acudir
á la guerra sin tentar antes el uso humanitario de la
mediación ó del arbitraje, cosa que hoy sostienen y
en que hoy insisten Revon y Mérignhac. El doctor Pé-
lez Gomar se ocupa después de la notificación, de la
neutralidad, de los modos de garantirla y de los de-
beres de los beligerantes, condenando las guerras de
botín y de asesinato. Trata, á renglón seguido, de los
neutrales y de los efectos que el estado de guerra pro-
duce en las personas, en las propiedades, en las tran-
sacciones mercantiles y en los contratos hechos antes
del estallido de la acción armada. Insiste en que al
derecho de gentes le importa mucho saber si se han lle-
nado las formalidades que deben proceder á la ruptura
de la concordia, y saber si los que pelean cumplen
con los deberes que les impone la humanidad. El beli-
26 HISTORIA CRITICA
garante que desprecia esas formalidades y esos debe-
res, trastornando los principios de la civilización, no
puede quejarse si su independencia es poco respetada
por las otras naciones, á las que ofende y pone en pe-
ligro con sus violencias y con sus injusticias. No se le
ocultan, no pueden ocultarse al autor, las contradic-
ciones que siempre existieron entre el principio
y la práctica del principio; pero esas contradiccio-
nes no sólo no afectan á la santidad del principio,
sino que hacen más necesaria su difusión evange-
lizadora. Las crueldades de Austria en Hungría y
los crímenes de Rusia en Polonia, nada suponen
ante el derecho y poco significan ante la verdad.
Los hechos pasan. El principio queda. Los tiem-
pos mudan. El ideal humano permanece y se im-
pone como la luz del sol después de un eclipse. Oid:
"Semejantes contradicciones con el derecho no nos
arredran, y seguiremos consignando sus rígidas con-
secuencias. — Para las hostilidades de la guerra, de-
bemos considerar las naciones divididas en dos cam-
pos, uno donde la necesidad, sólo la necesidad justi-
fica los medios coactivos, otro donde la paz con sus
garantías se refugia como en un santuario; en éste,
la mano de la civilización ha colocado á las mujeres,
los niños, los sacerdotes, los magistrados, los sabios,
los comerciantes, los labradores y toda la multitud de
ciudadanos pacíficos y desarmados, aun aquellos que
lo estaban y pagaron ya á su patria el tributo de su
sangre; la necesidad deja sólo en el campo de la gue-
rra á los ciudadanos armados; el Estado en cuanto
hace la guerra se resume y personifica en el ejército.
Esto no quiere decir que los demás ciudadanos y ha-
bitantes no sufran como miembros de la nación las
consecuencias de la guerra; ellos soportan las cargas
y no son ajenos á los males que traen, pero si no to-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 27
man las armas ó se mezclan directamente en las hosti-
lidades, su honra, su vida y su libertad deben quedar
á cubierto de todo ataque, aun á pocos pasos del lu-
gar en que se haya dado el más sangriento combate.
Al mismo enemigo, no se reconoce hoy el derecho de
matarle, aun en la resistencia, sino como medio ex-
tremo de vencerlo, y hay más gloria en hacer lo pri-
mero — porque hoy el valor es un mérito vulgar y
sólo descuella la inteligencia y el arte. Respecto á
los prisioneros nos parece excusado poner en cues-
tión si se les puede matar, ofender, reducir á esclavi-
tud, porque á este respecto todos los autores están
de acuerdo y se mira como un axioma en derecho de
gentes, que al prisionero no se le puede hacer otra
cosa que asegurarlo y detenerlo mientras sea nece-
sario, y que si no se le puede guardar ó alimentar, se
le ponga en libertad bajo condiciones ó bajo palabra
de honor de que no volverá á tomar las armas. Del
mismo principio de que las hostilidades sólo se justi-
fican en cuanto son necesarias á la coacción, se deduce
que los ejércitos deben batirse en los lugares donde
menos destrucción ocasionen, y que hostilizar una
plaza donde existen tantas personas inocentes, sólo
debe hacerse cuando de ello resulta un progreso hacia
la conclusión de la guerra ó cuando esto puede deci-
dirla. No trepidamos, pues, en condenar el bombardeo
de las plazas, como medida innecesaria y destructora;
los fuegos no pueden dirigirse sino contra los ene-
migos y las casas y sus desolados habitantes no lo son;
y no se alegue la necesidad, porque ella también tiene
un límite, y si no puede vencerse á un enemigo com-
batiéndole, no se arguya que pueda vencérsele desen-
cadenando sobre él todos los medios de destrucción,
caigan ó no caigan sobre inocentes".
Así, guiado por su sed de ideal, nuestro tratadista,
28 HISTORIA CRÍTICA
escoge y entresaca lo más clemente y lo menos duro
que encuentra en Wattel, Martens, Cussy, Wheaton,
Pinheiro - Ferreira y Pradier - Foderé. Firme en su
tesis, agrega al ocuparse de las hostilidades contra
la propiedad: "El beligerante que ocupa un territorio
enemigo, por más segura que tenga su ocupación, no
puede adquirir otro derecho que el derecho de impe-
rar en él ; esto es, el dominio eminente : entonces, pues,
las propiedades de los particulares tienen que respe-
tarse, la expropiación con todos sus requisitos será el
medio lícito de adquirir aquellas que sean necesarias
al servicio, y las contribuciones las únicas cargas que
pueden imponerse á las cosas de los particulares. Res-
pecto de las armas y municiones de guerra, á todo ar-
tículo destinado á las hostilidades, la captura es una
consecuencia natural, es el acto que responde al in-
tento de no volver al agresor el arma con que puso en
peligro nuestra existencia; pero las demás cosas des-
tinadas al público no pueden capturarse, porque no hay
una razón para hacerla justa; sino se puede tomar la
propiedad particular, ¿por qué se han de poder tomar
las cosas que responden á las necesidades de todo el
vecindario pacífico? — La razón por la cual no es
lícito quitar la propiedad ajena es doble, porque se
refiere á no privar á otro de lo que tiene derecho á
poseer y á no enriquecernos por medios reprobados,
luego poco importa que al enemigo se le despoje para
enriquecerse el despojante, ó simplemente para ha-
cerle daño; por consiguiente es un corolario de los
principios arriba expuestos y demostrados, que la
tala y destrucción de campos y ciudades es una hosti-
lidad ilícita, por más que Wheaton crea lo contrario
por vía de tallón, consecuente con el absurdo de que
el código internacional no se basa sino en la recipro-
cidad de las naciones."
DE LA LITERATURA URUGUAYA 29
No seguiré á mi autor en los capítulos que consa-
gra á las hostilidades marítimas, pues mi objeto no
es otro que dar á conocer el piadoso idealismo de sus
ideas y las líneas generales de su enseñanza. Básteme
decir que es enemigo del embargo bélico de los bu-
ques de la nación que está próxima á ser nuestra ene-
miga, mientras no se declaren oficialmente las hos-
tilidades y no se agoten todos los recursos pacíficos,
como es enemigo del corso, llamando defensores del
derecho de robar á los que le prohijan como Giraud
Dupin y Hautefeuille. Si el corso no es justo, menos
puede ser favorable á las potencias débiles, aunque
así lo dijeran, en beneficio propio, contradiciendo las
máximas de Franklin, los Estados Unidos en 1856. —
"Es un error creer que el corso sea conveniente á los
débiles. Nada conseguirían éstos con agriar más al
enemigo con los apresamientos de los corsarios, pues
por esta razón no dejará el fuerte de aprovecharse
de su superioridad; resultará que su marina será au-
mentada para proteger mejor su comercio, y el débil
quedará con el doble despecho de haber recurrido á
un medio ilícito y al mismo tiempo ineficaz. Además
el gobierno débil, responsable de los actos de sus cor-
sarios, se ve á cada instante expuesto á reclamaciones
de los neutrales, tanto porque la avaricia de estos cor-
sarios los lleva á cometer depredaciones inicuas,
cuanto porque no tendría ese gobierno, en razón de su
misma debilidad, con qué hacerse obedecer del corsa-
rio al cual haya autorizado."
En nada difieren estas opiniones de las opiniones
sostenidas por Rossi en el último de los tomos de su
Tratado de Derecho Internacional. Este nos dice que
el corso, con sus violencias y depredaciones, es con-
trario al derecho, de acuerdo con lo sustentado por
Monroe en 1823 y por lord Clarendon poco antes de
30 HISTORIA CRITICA
estallar la guerra de Crimea. Su abolición definitiva
quedó decretada, por las potencias más fuertes de Eu-
ropa, á mediados de Abril de 1856, negándose sólo
á suscribir la declaración de su ilegalidad los Esta-
dos Unidos, España y Méjico. Según Rossi, el corso
no ha sido utilizado en las guerras posteriores y bien
conocidas de 1859, de 1864, de 1866, de 1870 y de 1877.
El corso ha demostrado patentemente, según el mismo
Rossi, todas las desventajas de su inutilidad en la gue-
rra separatista, cruel y dolorosa, que ensangrentó el
norte de nuestro continente desde 1860 hasta 1865. Y
nuestro autor concluye:
"Nosotros, aceptamos todo progreso, y no creemos
que debe nadie resistir á dar un paso hacia adelante,
porque otros resistan dar dos. Haciendo votos por que
algún día se acepte, como debe aceptarse, la enmienda
propuesta sobre la libertad completa de la propiedad
pacífica, nos felicitamos de que hayan adherido á las
declaraciones del congreso de París la mayor parte
de las naciones civilizadas. Por consiguiente, las úni-
cas naciones que desconocen esta doctrina y se han
reservado el derecho de hacer el corso, son: Costa
Rica, España, Estados Unidos, Honduras, Islas Sand-
wich, Méjico, Nicaragua, Nueva Granada, Paraguay y
Venezuela. La República Oriental, aunque no ha ad-
herido por la voluntad del legislador, único que puede
constitucionalmente hacerlo, ha emitido un voto de
simpatía por el conducto del Poder Ejecutivo, y tiene
el compromiso de pronunciarse de un modo termi-
nante. Si nos fijamos en que los Estados Unidos,
han reconocido la justicia de abolir el corso en su po-
lítica interior y en sus tratados, consignando en ellos
la efectividad de la abolición, veremos que sólo por
circunstancias de actualidad la desconoce en general.
é
DE LA LITERATURA URUGUAYA 31
y que no quedan sino muy pocas naciones que despre-
cian el principio."
Habla más tarde de los bloqueos, que no son obli-
gatorios si no son efectivos, ocupando bélicamente el
que los declara la parte del territorio fluvial ó marí-
timo que se quiere aislar, y habla también del derecho
de visita que, como el de captura y presas, es un dere-
cho consuetudinario más que otra cosa, por cuanto
no podemos reconocer como aceptable y justa ninguna
hostilidad que se practique contra la propiedad par-
ticular y en territorio neutro, siendo bien sabido que
el buque mercante es como la continuación del terri-
torio de su bandera. Después de condenar la guerra de
conquista, nuestro autor se ocupa de los modos de ce-
lebrar la paz y de los efectos producidos por los tra-
tados pacificadores, deteniéndose en la cesión forzosa
para el vencido de los territorios conquistados por el
vencedor. Si la cesión pacífica es injustificable, más
injustificable es aún la cesión obligada que impone á
los débiles la ley de los sucesos, porque si bien se mira
la cesión de un territorio no es valedera mientras sus
habitantes no expresen su voluntad de separarse del
cuerpo político á que pertenecen, pudiendo decirse que
esa cesión, "más propiamente que una cesión, es reco-
nocer la pérdida de un derecho, pues los habitantes
de esos territorios conservan sus derechos para eman-
ciparse, si pueden conseguirlo".
Claro está, ahora, que la importancia del libro de que
me ocupo es relativa y variable. Poco significa si se
le compara con las obras de Rossi ó de Calvo. Signi-
fica mucho si se atiende á la época y al país en que se
publicó, recordando lo que éramos y representába-
mos en 1860. Cuando menos el libro demuestra, de un
modo irrefutable, que jamás nos faltó la visión del de-
32 HISTORIA CRÍTICA
recho, la luz del porvenir, y que tuvimos sed de jus-
ticia hasta en nuestra infancia de pueblo libre. Dulci-
ficar la guerra y ennoblecer sus usos será siempre un
propósito digno de loa, aunque ese propósito resulte
difícil de realizar hasta en nuestro tiempo civilizador,
que no sabe impedir los abusos del fuerte y tolera que
el búlgaro, que no es sino un bárbaro, se entregue al
pillaje y ponga el signo de su fe mística sobre la
frente mahometana del turco de Salónica. Es hon-
roso para nuestra cátedra que en ella condenasen la
guerra por la guerra, que en ella hablasen de un modo
despectivo de la guerra de religión y de conquista,
que en ella se opusiesen á la ley del más fuerte, pri-
mero nuestro Gregorio Pérez Gomar y después nues-
tro Alejandro Magariños Cervantes.
Esos nombres, entre otros de linaje no menos alto,
dan brillo y enaltecen á la facultad de jurisprudencia
de la república en que hemos nacido y en la que ado-
ramos por ley de amor y por ley de caballerosidad.
Creo inútil decir que el doctor Pérez Gomar nos
habla también de las divisiones de la guerra que, se-
gún los antiguos, puede ser pública y civil, justa é in-
justa, ofensiva y defensiva, de conquista y de inter-
vención. Creo, igualmente, haber manifestado de un
modo categórico que nuestro autor entiende que la
guerra es un mal, aunque en ocasiones sea un mal
necesario, no pensando como Haller, para quien la
paz prolongada es á modo de veneno que consume y
enerva á las naciones más varoniles. Mucho más mo-
derno y mucho más clemente en su filosofía, nuestro
compatriota no entiende ni preconiza que las artes,
las ciencias y aun las virtudes brotan de la guerra
como el agua pura del manantial montes, apartándose
del modo de pensar y decir de José de Maistre. Y creo
haber expuesto, de un modo categórico, que para núes-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 33
tro autor no hay guerra legítima si el amor al derecho
no la sanciona ó si no se agotaron, antes de declararla,
todos los medios pacificadores que el estado ofendido
tiene á su alcance, adivinando lo que en nuestros días
dijo Riquelme, quien nos enseña que el estado, que
prescinde de intentar una justa conciliación, ó no
cree en la bondad de su causa, ó busca en la guerra
un pretexto para fines poco gloriosos y poco respe-
tables. Y como es natural, como ya esperábamos, el
tratadista consagra los últimos capítulos de su obra
á la guerra civil.
¿La condena? No siempre ni en todos los casos.
Cuando el poder utiliza la autoridad y los recursos
de que dispone para imponerle al pueblo principios y
leyes que no concuerdan con el bien colectivo, el sen-
timiento público puede y debe apelar al recurso su-
premo de la revolución. Por regla general, los partidos
han de ser evolucionistas y reformadores, no revolu-
cionarios ; pero, bajo las dictaduras aplastadoras, el
derecho á la rebeldía es un derecho que no desconoce
ni la misma rigidez constitucional y monárquica del
célebre Bruntschli. La evolución no es posible ni prac-
ticable cuando están cegadas las fuentes del voto,
cuando el poder arruina y oprime y prostituye, en
cuyo caso sólo puede evolucionarse con la ayuda de la
violencia, respondiendo entonces la revolución al ver-
dadero sentido de su etimología, que no es sino el de
pasar el estado político de un cuerpo á otro. Hay oca-
siones excepcionales en que sólo las armas pueden
cambiar ó remover el ambiente de una sociedad agó-
nica ó desesperanzada. La guerra civil, que la sacude,
la templa y resucita. Recordad lo sucedido en Roma.
Recordad igualmente, lo sucedido en Inglaterra. Re-
cordad, después, lo sucedido en Francia. Recordad,
por último, el erigen histórico de los Estados Unidos.
3. — m.
34 HISTORIA CRÍTICA
¿ Qué leyes rigen, en la edad contemporánea, en esta
maravillosa centuria nuestra, á la guerra civil? Expon-
gámoslas de un modo sumario, antes de saber lo que
pensó en su tiempo nuestro Pérez Gomar, para decir
más tarde que poco difieren en substancia nuestras
ideas de las ideas contenidas en el libro de que me
ocupo y que publicó don Alejandro Magariños Cer-
vantes en 1866.
Es bien sabido que las revoluciones son considera-
das como delictuosas por la fracción que ocupa el po-
der, siendo los revolucionarios héroes si triunfan y
criminales si son vencidos.
Es ridículo llamar traidores á la patria á los adver-
sarios del orden establecido, porque, según las consti-
tuciones americanas, sólo traiciona al país de su cuna
aquel que milita bajo las banderas del enemigo. El al-
zamiento público, la abierta hostilidad contra los que
gobiernan, no es acto de traición, como lo es, por
ejemplo, suministrar armas y reclutar gentes para los
extraños, facilitando la entrada de nuestro territorio
á la ambición ajena.
Los delitos contra la seguridad interior y el orden
público no son considerados como traiciones por la
ley penal, y nuestro código diferencia con claridad
suma, graduándolos con acierto lógico, todos los ac-
tos de traición, rebeldía y motín.
La guerra civil, con las subsiguientes alteraciones
del orden público, no surge efectos internacionales,
mientras la acción armada no se ejerce por los revo-
lucionarios de un modo regular, es decir, mientras
éstos no se apoderan de lugares y plazas que les per-
mitan oponer una acción gubernamental á la acción
gubernamental del grupo ó del partido dominador.
Sólo cuando el gobierno del estado en armas, ó cuando
los gobiernos de los demás estados, reconocen la beli-
DE LA LITERATURA URUGUAYA
gerancia de la revolución, los insurrectos dejan de ser
considerados como criminales por la ley punidora,
tratándose los daños producidos por la guerra civil
con el mismo criterio con que se tratan los daños pro-
ducidos por la guerra internacional.
En el último congreso de jurisconsultos celebrado
en Río de Janeiro, el doctor Epifanio Pessoa propuso
que se estatuyera y reglamentara que ningún estado
tiene la obligación de tratar á los insurgentes como be-
ligerantes, aunque ese carácter les sea reconocido por
el gobierno con que batallan. Eso sería establecer,
contra la opinión de los propios partidos en choque,
injustas diferencias y arbitrarias desigualdades, con-
virtiéndose los extraños en jueces del ideal tal vez
apasionadísimo, pero siempre noble y sin duda sin-
cero, porque aquéllos litigan. Aun no reconocida la be-
ligerancia de la revolución, la humanidad y la cos-
tumbre quieren que sus prisioneros sean tratados
como prisioneros de guerra, sin someterlos á las acri-
tudes del derecho penal ordinario y sin considerarlos
como piratas en los trances de la guerra civil marí-
tima. El pirata y el bárbaro son aquellos que depre-
dan lo mismo en las horas de paz que en las horas de
guerra, según el principio preconizado por Ortolán y
al que se ciñen los más célebres tratadistas modernos
de Europa.
El derecho internacional, de acuerdo con el insti-
tuto que en igoo se reunió en Neuchatel, quiere que
las terceras potencias, las que se hallan en paz, apoyen
y no obstaculicen las medidas tomadas por las nacio-
nes independientes para restablecer su tranquilidad
interior, prohibiendo que aquéllas permitan que se
organicen en sus dominios expediciones militares con-
trarias á los gobiernos establecidos en las patrias re-
vueltas. El derecho internacional quiere también que
36 HISTORIA CRITICA
se trate con humanidad y consideración, aunque des-
armándolos é internándolos, á los insurrectos que se
refugien en un país que no sea el suyo, agregando
que el reconocimiento de la beligerancia produce to-
dos los efectos ordinarios de la neutralidad.
¿Qué se requiere para que la beligerancia pueda ser
reconocida y declarada por las otras naciones? Se re-
quiere que la revolución conquiste una existencia te-
rritorial y se adueñe de una parte del país sacudido,
reuniendo allí los elementos de gobierno necesarios
para ejercer los derechos aparentes de soberanía. Las
terceras potencias pueden retractarse, aunque la situa-
ción de los partidos en lucha no se modifique, de ese
reconocimiento y de esa declaración de beligerancia;
pero este acto no tiene efecto retroactivo alguno ni
contraría ninguna de las prescripciones de humanidad
antes consignadas. Ha querido agregarse que el reco-
nocimiento de la beligerancia no es obligatorio para
país alguno ajeno á la lucha, si ese reconocimiento
es perjudicial á sus intereses, puesto que en toda cues-
tión de derecho hay una parte jurídica y otra práctica,
según dicen los norteamericanos Sulzer y Summer.
Esto es erróneo, porque es injusto. Contra el derecho
visible no hay interés legítimo. Cuando un movimiento
armado se coloca en las condiciones pedidas por el
capítulo de Neuchatel, negarse al reconocimiento de
esas condiciones, es buscar una argucia para no cum-
plir con la neutralidad que nace de la beligerancia. Es
un arma inicua en contra del ideal que persiguen los
pueblos de los estados débiles y es un arma peligrosí-
sima contra el ideal que persiguen los pueblos de las
patrias grandes, porque en el primer caso se ofende al
derecho y en el segundo caso, si triunfa y se impone
la revolución, se crea un recelo y una animosidad en-
tre los vencedores y el estado que pospuso la razón
DE LA LITERATURA URUGUAYA 37
del derecho á la sinrazón de sus intereses. Si el reco-
nocimiento de la beligerancia, no justificado por la
justicia y las necesidades que ésta nos impone, es una
gratuita manifestación de apoyo moral á los sedicio-
sos, el no reconocimiento de esa beligerancia, por
razones de interés de alianza ó de armonía de princi-
pios é instituciones, es un error contra lo porvenir y
contra la misma independencia de los estados, que son
los únicos jueces de la hermosura de su ideal y de la
excelsitud de los móviles por que batallan. Por las
mismas razones transitorias de amistad ó de conve-
niencia, un estado podría intervenir, sin motivo al-
guno, en las querellas familiares del estado vecino,
aceptando el criterio de Williams Sulzer, para el que
los Estados Unidos debían intervenir ó no interve-
nir, según les resultase beneficioso ó perjudicial, en
los pleitos interiores de Méjico.
Para Pérez Gomar, y también para nosotros, la re-
belión, que no es la guerra civil, puede ser un crimen
de los gobiernos y puede ser un crimen de. los partidos.
"No es necesario que la rebelión se dirija contra el
director de la sociedad, este mismo director puede ser
un rebelde, si al frente de un círculo cualquiera, pre-
tende imponer una constitución ó una ley que la na-
ción entera rechaza". Nuestros partidos gubernamen-
tales viven, casi siempre, en estado de rebelión per-
petua. Son, por lo común, asociaciones de incidente y
de casualidad, sin credo y sin miras, sin arraigo en las
masas ni historia en nuestra historia. Están formados
por un número de hombres ansiosos de puestos y de
categorías, que intervienen en todos los asuntos y que
disfrutan de todas las ventajas, sin otra obligación
que la de obedecer al jefe, al caudillo, al abanderado,
al ídolo del grupo, que unas veces es Tajes, y otras es
Julio Herrera, y otras es don Juan Idiarte Borda. Bo-
38 HISTORIA CRÍTICA
rrosos y pálidos, esos hombres dejan pasar los gobier-
nos y las revoluciones, quedándose de pie en medio
de las ruinas, para usufructuar los triunfos y los pro-
vechos que el orden reparte á los que lo mantienen,
aunque el orden sea la rebelión de lo arbitrario contra
la libertad. Esos hombres son, para el que gobierna,
lo que eran los clientes para los patricios de la anti-
gua Roma. Son el elemento defensivo del que los pro-
tege, su elemento defensivo contra la sociedad y con-
tra la ley, aunque el que los protege claudique de lo
que predicó y se alce, sirviéndose de las armas del
país, contra las aspiraciones y los ideales del país en-
tero. Son conciliadores si lo es el gobierno y hablan
en contra de la tolerancia si la tolerancia disgusta al
poder. ¿Qué piensa César? Si lo sabéis, ya sabéis lo
que piensan los amigos de César. ¡Y así se corrompe,
mercantilizándola, á la juventud ! ¡ Y así vivimos en
perpetuo estado de rebelión, siendo el poder el que le-
vanta la banderola, el sofisma y la argucia y el pre-
texto y el mostrador y la masónica seña de alianza de
familia del grupo, contra la bandera que para todos
abre y extiende, hacia lo azul divino, sus pliegues
crujidores y asoleados!
¡ Esta es la verdad ! ¡ La verdad dolorosa y terrible !
¡ Esa es la verdad, y esa verdad explica la tolerancia
con que nuestros teóricos de más probidades conside-
raron siempre á la guerra civil, tratando de levantarla
hasta la altura del derecho de gentes ! ¡ Esa es la ver-
dad, y contra la verdad, como contra la ley, es inútil,
completamente inútil, cerrar los ojos ! ¡ Ni la sangre ni
las ruinas nos pueden ser odiosas, porque si la aso-
ciación política no existe sino para el bien, en tanto
el gobierno de la asociación política pospone el bien á
sus intereses de dominio ó de secta, la asociación polí-
tica no está organizada y tiene forzosamente que de-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 39
batirse en una larga lucha, en una serie de convulsi-
vos sacudimientos, que la empujan, como al navio sin
piloto las olas del estuario, hacia las playas de la tie-
rra prometida del Ideal!
No debe, pues, confundirse la rebelión con la guerra
civil. La rebelión, sea del gobierno ó de la llanura, es
una guerra civil descaracterizada, que no deslinda de
un modo claro la responsabilidad de los beligerantes
ni de los neutros. En cuanto á la guerra civil, á la que
promueve una parte considerable de la nación contra
el poder que la esquilma ó la oprime, cae dentro de
las leyes internacionales á que hemos aludido al hablar
del congreso de Neuchatel, leyes que no pudo conocer
ni pudo apenas adivinar el erudito autor del Curso
Elemental de Derecho de Gentes.
El doctor Pérez Gomar entiende que para que los
principios internacionales puedan aplicarse á la gue-
rra civil es necesario que los intereses y los dominios
de la revolución formen como un estado independiente,
por más que, con el restablecimiento de la paz, vuelva
á constituirse la nacionalidad antigua. Es substan-
cialmente lo mismo que para el reconocimiento de la
beligerancia estatuyó el capítulo del año 1900. Es cosa
corriente que no hay beligerantes en la rebelión ni en
la guerra civil hasta que la lucha intestina no se trans-
forma en pleito estadual, como es cosa corriente que
el deber de los neutrales se opone al reconocimiento
de la beligerancia en tanto ese reconocimiento no se
halla encuadrado en las condiciones que exige el de-
recho internacional. Digamos, sin embargo, que, fuera
de estos principios generales y de la médula idealista
de sus páginas, poca novedad y poca amplitud halla-
mos en el texto del uruguayo autor, á pesar de que
en aquellos días ya el derecho consuetudinario euro-
peo empezaba á ser resistido por los hombres de Amé-
40 HISTORIA CRITICA
rica. Así Lastarria, en 1864, entendía que los pactos
de protectorado y la intervención de los monarcas ul-
tramarinos en las luchas civiles continentales, eran
de muy dudosa legitimidad y significan un serio peli-
gro para la independencia de las repúblicas colomt-
bianas, diferenciándose del modo de sentir de don
Cándido Juanicó, que quiso neutralizar nuestro terri-
torio en 1859, colocándolo en las mismas condiciones
en que se encuentran los territorios de Bélgica y Suiza.
Un derecho especial se imponía, dado lo especial de
su situación, á los pueblos americanos, derecho que
emanaba lógicamente de las vicisitudes de su historia,
de las necesidades de su equilibrio y de lo democrá-
tico de sus instituciones. La intervención de Francia
en las luchas de Méjico, la intervención de España en
Santo Domingo, el proyecto de protectorado de la pri-
mera de estas naciones en el Ecuador, el debate en que
se midieron Juanicó y Cavia, las experiencias que re-
cogíamos en la guerra del Paraguay, las ocultas pre-
tensiones de España sobre Las Chinchas y la valiente
declaración de guerra de Chile á España, bien mere-
cieron ser atendidas por el mucho saber de don Gre-
gorio Pérez Gomar. La idea de justicia, en pugna con
los precedentes históricos, germina y centellea en el
manual de que nos ocupamos, lo que ya es muchísimo;
pero échase de menos el comentario que ilustra y que
se basa en el hecho reciente, en el hecho vecino á nos-
otros, en el hecho sugestionador, en el hecho que co-
rrobora la doctrina engendrada por una larga serie de
hechos anteriores. Teóricamente nada de novedoso
podíamos ofrecer á la ciencia; pero podíamos dar á la
ciencia aire de novedad relacionándola con el modo
cómo Europa trató al Perú y desentrañando la índole
de la diplomacia imperialista en el Río de la Plata. No
se necesitaban menfíticas hermenéuticas para encon-
*
DE LA LITERATURA URUGUAYA 41
trar en el choque de los egoísmos económicos y terri-
toriales, más que en el derecho y en la razón, el por
qué de las batallas á que asistíamos, pues la alianza de
dos repúblicas con un imperio nos demostraba que el
equilibrio y el buen acuerdo entre las naciones no se
derivan de la identidad orgánica de sus creencias, sino
del transitorio connubio de sus intereses bien ó mal
entendidos. Necesitábamos un derecho nuevo, un de-
recho humano, un derecho propio, un derecho que
afianzara y que garantiera la soberanía de las naciones
más suspicaces, que suelen ser las naciones menos
expertas y menos poderosas. Su suspicacia nace de su
misma debilidad. Necesitábamos un derecho que no
tratara á los débiles, para civilizarlos y compelerlos á
la armonía, como Europa trataba á la Persia, á la China,
al Japón, á Méjico y al Perú. Necesitamos crear un
derecho nuevo, un derecho humano, un derecho pa-
ciente, un derecho luminoso y culto, como el derecho
que entreabría sus alas en el fondo de la obra del doc-
tor Gregorio Pérez Gomar.
¿Por qué no explayó aquel noble espíritu todas las
consecuencias de su doctrina desde lo alto de la tri-
buna universitaria? Es que aquellas cuestiones eran
muy espinosas y los tiempos muy duros. Es que en-
tonces no fué posible evangelizar como lo hacemos
hoy. Harto el maestro nos dijo al decir, melancólica-
mente, que aún no existía la escuela filosófica que
hiciese de la idea de la justicia la base única é invaria-
ble del derecho internacional. Han pasado cincuenta
años, más de medio siglo, y ese derecho es todavía,
más que una ciencia, un producto de la costumbre,
algo anacrónico con mucho de cruel. Hemos comen-
zado á reaccionar, las conclusiones de los textos son
más humanas y más precisas, el porvenir avanza y las
universidades desbrozan su sendero de malas hierbas;
42 HISTORIA CRITICA
pero, de cuando en cuando, el ruido del cañón y el
culto de la fuerza retardan el advenimiento del ideal,
robusteciendo los timbres y los vigores del derecho
consuetudinario de la extraviada Europa.
II
Ya dije que el más asiduo de los redactores de La
Revista Literaria de 1866, fué el inolvidable José Pe-
dro Várela, eminente educacionista, á cuyo vivir y á
cuyas labores dedicó un libro entero la flexible y
amable mentalidad del doctor Manuel Herrero y Es-
pinosa. ;,
José Pedro Várela nació el 19 de Marzo de 1845 en la
ciudad de Montevideo. Su padre, don Jacobo Várela,
tradujo del francés el primer libro de pedagogía pu-
blicado en el Plata, lo que explica las aficiones con
que más tarde nos honró su hijo. Su madre, doña Be-
nita Berro, fué hermana de don Bernardo Prudencio
Berro, el más probo de los presidentes de que se ocupa
la historia del país. Esto explica, también, sus aficio-
nes á la vida pública, como sus amores hacia el verso
quedan justificados con recordar que á las familias
de sus padres pertenecieron Adolfo Berro, el román-
tico autor de La expósita, y Juan Cruz Várela, el ro-
mántico autor de La expiación.
El niño, destinado á ser célebre, estudió las prime-
ras letras en un colegio de sacerdotes, y entró en el
comercio al cumplir tres lustros; pero dedicando sus
ocios y sus vigilias al cultivo de la literatura y de los
idiomas de más frecuente empleo. En 1866, al compás
de las mortíferas salvas de Tuyutí y de Estero Be-
llaco, escribió en la prensa en contra del gobierno de
don Venancio Flores, dándose á conocer como ero-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 43
nista y versificador en el periódico dirigido por Ta-
volara.
En 1867 viajó por Europa y los Estados Unidos, edi-
tando en la gran república un libro de rimas que á
mí no me parece lo mejor de su ingenio. Florecido en
el plenilunio de la escuela romántica olvidó, como to-
dos, que el clasicismo, en lo que atañe á la forma de la
expresión, se funda en principios que el buen gusto
no siempre puede desconocer. La gran dificultad del
arte, como dice Cañete, consiste en hermanar el fondo
con la forma, de suerte que la idea quede calcada en el
molde que mejor y con más hermosura la determine.
Cada ingenio tiene su índole peculiar, cosa que nues-
tro romanticismo desconoció, pareciéndose, como go-
tas de agua, todos sus cultores por el modo como des-
lustran lo que producen con la llaneza de su lenguaje
ó con lo duro de los pies de sus glosas. Lo prosaico de
su amaneramiento en ocasiones, y en ocasiones la vi-
ciosa contracción de sus diptongos; las imágenes zur-
das en muchos casos, y en muchos casos la carencia de
imágenes iluminadoras; los versos sin substancia no
pocas veces, y no pocas veces la enfermiza exacerba-
ción de un sentimentalismo que no es sentimiento,
son defectos comunes á todas las liras de los nativos
que idolatraron en la escuela literaria que inició
Klopstock, que enalteció el maravillante numen de
Schiller, y que redujeron á fórmula preceptiva los dos
Schlegel, Bueno fué el libertarse de la crítica siste-
mática en busca de nuevas formas y nuevas creacio-
nes, bueno y laudable ; pero no fué laudable ni pudo
ser bueno lanzarse todos por el mismo camino, mu-
ñirse todos en el mismo vocabulario, desatender tor-
pemente y con el mismo ahinco la corrección, y gas-
tar todos en los mismos asuntos, sin brillantez y ya
sin novedad, su vena abundantísima de poetas. Núes-
44 HISTORIA CRÍTICA
tro romanticismo no supo que, como nos enseña José
Ingegnieros, el genio es una enorme sinceridad, que
dice lo que siente como lo siente. La imitación le da á
lo charrúa, á lo nuestro, á la nativo, á lo de la tierra,
el sabor agradable, pero industrial y exótico, de lo
importado. Lo genial es único y tiene sello propio.
Recordad á Cervantes, recordad á Shakespeare, recor-
dad á Sarmiento, recordad á Walt Whitman. Nuestro
romanticismo parece un fabricante falsificador. Aquel
estilo es siempre desigual y no siempre es claro, aque-
llas pasiones no son siempre puras ni siempre son sin-
ceras, y el drama terrible de aquellos espíritus no es
siempre un drama y casi siempre nos sabe á parodia,
porque si el correr de un mismo arroyo ó de un mismo
río produce en ciertas partes flores y frutas, en otras
partes el correr cancionero nada produce y se pierde
entre arenas. Fué un gran error del romanticismo el
error en que el romanticismo cayó al pensar que todas
las almas deben ver á la belleza del mismo modo. Si
fuera así, si la belleza dependiese de una ley inmuta-
ble y omnipotente, la belleza no variaría con las cos-
tumbres de cada edad y con el gusto de cada ser. La
hermosura de las cosas y de las pasiones está en nos-
otros más que en las pasiones y en las cosas mismas.
La belleza de la noche estrellada no estriba en sus as-
tros, sino en la emoción de quietud y misterio que la
luz de sus astros produce en mi espíritu. Si una rosa
es bella débese á que en el mundo interior de mis ojos
resalta la hermosura de sus colores, que si á mí me place
cuando en sus pétalos sonríe el nácar, á otro le pla-
cerá cuando en sus pétalos lo purpúreo sonría. La be-
lleza es un producto psíquico, como la imagen es un
producto mental, y cada alma produce á su modo,
como imagina á su modo cada cerebro, siendo vitupe-
rable que nuestros románticos desconociesen que cada
DE LA LITERATURA URUGUAYA 45
musa es un reflector que envuelve en la lumínica red
de sus haces, — modificando sus apariencias con arre-
glo á su propia índole y á sus propios gustos, — las
nubes y los golfos y las montañas y los bosques y los
llanos y las honduras del universo íntimo de cada ar-
tífice. Ranz Romanillos nos arguye bien, cuando nos
arguye, "que las bellezas las ha de sacar cada uno de
su propio fondo", lo que explica perfectamente el por
qué son tan desemejantes en el género lírico, á pesar
de su común y romántica modalidad, Wieland y Leis-
sing, Lamartine y Hugo, Byron y Swinburne, Espron-
ceda y Zorrilla.
José Pedro Várela fué romántico, fué melancólico,
y sintió en sus carnes los dientes de la duda y la des-
esperanza, buscando en los recuerdos de sus preces de
niño el bálsamo á la byroniana enfermedad de que su-
fría su generación ; pero el verso, la música, la forma,
el numen brillante y original, permanecieron sordos
al ruego de su lira como permanecieron casi siempre
sordos al ruego de las liras, no peor encordadas, de
Gonzalo Ramírez y de Lucio Vicente López. El grito
que levanta, el tropo que deslumhra, el acorde que he-
chiza, el verso que se queda vibrando en la memoria,
la audacia que sorprende, la claridad de la idea que
se ve en lo puro y corriente de la dicción como se ven
la claridad del cielo y el verdor del paisaje en lo
puro y corriente del arroyo azul, no los encontramos,
por más que queremos, en las rítmicas páginas de
Ecos perdidos. Aquel libro es un libro de juventud,
es un libro que se parece á todos los libros de su
tiempo, es un libro de técnica poco sabia y de ins-
piración poco sostenida. El autor ama y duda, el au-
tor sufre porque vacila y quiere; pero ni en sus sil-
vas, ni en sus sextetos, ni en sus octavas, ni en sus
cuartetas, hallaréis el sollozo, la imprecación, el mal-
46 HISTORIA CRÍTICA
estar, las nerviosidades, el sentir profundísimo que
dan eterna vida á la frase incendiada é incendiadora.
El versificador se atrae vuestra simpatía, pero sólo
y únicamente vuestra simpatía, porque la luna triste
de sus amantes duelos y de sus ansias de lo más allá,
no tiene el brillo particular de las noches de tormenta
y de desolación. Lo mejor, lo único, lo más caracte-
rístico se encuentra en sus dudas ávidas de creer. Oid:
"Como el pampero que al mar agita,
Y que en los bosques al árbol quita
Todas sus hojas y su frescor;
Así en mi pecho se alza la duda.
Que roe lenta, que roe muda.
Mis esperanzas, mi corazón.
Y como el ave vuelve á su nido ;
Como al recuerdo de un bien perdido
Se vuelve el hombre lleno de amor;
Así mi alma, cuando suspira
Lejos del mundo, de su mentira,
Se vuelve al cielo, se vuelve á Dios!"
Oid aún:
"Pero ¿es un beneficio el que nos hace
Ese Dios, que impasible
Contempla el sufrimiento de este mundo,
Cuando nos da el amor? No será acaso
Para hacer más horrible la existencia
Que nos presta esa luz, que si un momento
Ilumina la vida,
Desaparece luego
Y nos deja en el alma eterna herida?
¿Pero existe el amor? Y aun existiendo
¿Es puro, es sacrosanto, como dice
é
DE LA LITERATURA URUGUAYA 47
El corazón cuando de amor palpita?
Si es un recuerdo que en el alma queda
Del cielo que perdimos, ¿por qué, entonces,
Es imposible amar, sin que encontremos,
Una mujer en quien se fije el alma,
Y si es tan inocente
Como el hombre en sus sueños lo imagina,
¿Por qué siempre va unido
A ese cariño que de Dios llamamos,
El deseo continuo
De poseer á la mujer que amamos?
Perdóname, Señor, si un solo rayo
De esa impiedad fatal que al hombre agita
Se abrigara en mi pecho! Es que perdido,
Al cruzar los senderos de la vida.
He sentido mi alma hecha pedazos,
Y me acobarda mi dolor profundo!
¿Qué pie no ha resbalado,
Y quién. Señor, no tropezó en el mundo?
Perdóname, Señor, si el fuego santo
Que pusiste en mi pecho un solo instante.
Loco desconocí. — Mi amor y mi alma
Son tan puros. Señor, como ese cielo
Do tu grandeza y tu poder revelas;
Pero ni un eco encuentra mi cariño
En la mujer que adoro:
Por eso me anonado,
Y de dolor y de tristeza lloro!
¿En qué noche, por lóbrega que sea,
No brilla entre las sombras una estrella?
Así en mi alma que el dolor abate,
Entre las sombras del pesar, intensas.
48 HISTORIA CRITICA
Con una luz que próxima á extinguirse,
Lanza apenas un pálido destello,
Brilla de la esperanza el faro hermoso
Que nos presta el Señor, como un consuelo."
No nos fijemos en lo trivial del motivo en que el
poeta basa la razón de sus dudas. Es como si un ave
negara que existe la primavera por no encontrar un
modo de tejer el nido. No nos fijemos en el prosaismo
de algunas voces, y en el uso inconveniente de algunas
asonancias entre los consonantes de la composición.
Este es un defecto de todos los artífices de la misma
época. Fijemos, sí, en que la duda existe y en que es
sincera, como existe y como es sincero indudablemente
el afán de creer. En sus inquietudes de lo absoluto,
no era el catolicismo lo que le hechizaba. Era la fe en
sí, era la fe en su esencia, lo que le atraía. Era la ne-
cesidad de buscar un punto de apoyo fuera de lo sen-
sible para remontarse hasta lo perfecto de lo infinito.
Quería creer, creer de verdad, creer con intensión y
de un modo firme, convencido de que por no creer fra-
casan en la dura tarea del vivir los héroes á lo Man-
fredo y á lo Childe - Harold. ¿Estranguló á sus du-
das, como Alcides á las serpientes? Juraría que no á
juzgar por sus versos más populares, más escépticos,
menos retóricos, más bien sentidos y que se titulan
índice del hombre:
Introducción. — El pabellón dorado
De un misterioso lecho nupcial,
¡El porvenir naciendo del pasado!
¡Qué profundo misterio, humanidad!
DE LA LITERATURA URUGUAYA 49
II
Capítulo primero. — El nacimiento...
Un gemido, una lágrima, un pañal. . .
j Qué bonito! ¡qué lindo! Es un portento,
¡ Un indecible abrazo maternal !
III
Capítulo segundo. — La inocencia. . .
Las risas y el colegio y la lección. . .
¿Por qué lloras? ¡Estoy en penitencia!
¡Seguid! ¡es la cartilla del dolor!
IV
Capítulo tercero. — Los veinte años . . .
¡Alma mía te quiero más que á Dios!. . .
¡Y la infame me vende! ¡ Nó, me engaño \
Me duele horriblemente el corazón.
Y capítulo cuarto. — ¡ El egoísmo !
¡ Magnífico ! ¡ Se aumenta mi caudal ! . . .
¿Un mendigo? mi casa no es asilo. . .
¿Un enfermo? Que aquí no es hospital.
VI
Y capítulo último. — La muerte.
Un momento de llanto funeral...
Un nombre que se graba en una piedra.
Unos meses de luto y . . . nada más !"
4. — m.
50 HISTORIA CRÍTICA
La composición, como forma poética, no vale mu-
cho. Faltan imágenes. En sus agudos no hay exacti-
tud, ni hay riqueza en sus voces. Estamos de acuerdo ;
pero ese nada más dice muchas cosas. La causa pri-
mera, la que explica la relación que existe entre los
hechos particulares, parece que sigue siendo un mis-
terio para aquel numen desasosegado. Al fin de su
camino encuentra un nada más, que no debió saberle á
esperanzada consolación. No era en la poesía, que se
mostró rebelde á sus esfuerzos, donde debía hallarla.
Siempre y á su hora se manifiesta la eficacia del po-
derío de las facultades ingénitas de cada uno. Estas
surgen y estas se imponen aunque la educación, el
hábito y el ambiente procuren desnaturalizarlas ó
confundirlas. Ello es fatal en la historia del genio. El
paso de Várela por las ciudades norteamericanas le
marcó otros rumbos y amplió el horizonte de sus
ideas. Estudió el desarrollo alcanzado allí por la edu-
cación pública, echando de ver que todos los progre-
sos parten de la escuela y que el porvenir de todas
las naciones depende del niño. Cultivar asidua y amo-
rosamente la flor de la infancia, sirviéndose de la luz
del silabario en el colegio y del riego de las virtudes
en el hogar, le pareció al viajero la salvación de las
anarquizadas y entenebrecidas repúblicas nuestras. La
niñez es la vanguardia de lo futuro, es el ejército de
lo futuro en marcha hacia la acción, y hay que enseñar
á esa vanguardia la disciplina de la voluntad, la cien-
cia del bien, el decálogo de lo justo y de lo verda-
dero, para que lo que viene triunfe en las batallas
contra el error y el crimen. El salvaje, decía nuestro
Várela, sea negro ó gaucho, huaso ó guaraní, no cabe
dentro de la asociación política en que quieren con-
vertirse estas patrias jóvenes; pero el salvaje, guaraní
ó huaso, gaucho ó mestizo, sólo desaparecerá por las
DE LA LITERATURA URUGUAYA 51
milagrosas virtudes de la escuela primaria, de la es-
cuela estadual, de la escuela pública. Con estas ideas
regresó á su país, á mi vaso de plata de Montevideo,^
hacia fines de 1868. Había hablado con Hugo en Guer-
nesey y con Sarmiento en Washington.
El país no estaba para ideales de tan excelsa alcur-
nia. Los caudillos predominaban. Los odios de bando
eran odios feroces. Nos batíamos con ensañamiento
por lujo de coraje. Los diarios políticos se extremecían
como un volcán. Flores cayó alevosamente apuñaleado.
Berro cayó, también, para no levantarse en el vértigo
caínico que nos ofuscaba. En tanto que el cólera nos
vestía de luto, en tanto que el bueno de don Joaquín
Suárez entraba en la noche de la eternidad, en tanto
que sólo volvían dos centenas de hombres de las veinte
centenas con que recorrimos los bosques virginales
del Paraguay, y ya muy próximos á la terrible crisis
bancaria de 1869, el departamento de Soriano se alzaba
en armas respondiendo con júbilo al toque de clarín
de Máximo Pérez. Era la historia siempre repetida
de nuestra historia. El presidente Batlle fué un hom-
bre bueno, pero sin fibra, que quiso gobernar con lo
mejor y para lo mejor del partido suyo. Donde digo
partido léase grupo, porque, entre nosotros, en grupo
se convierte y como grupo actúa el partido que logra
subir al poder. Batlle fué hombre de círculo y de fac-
ción, aunque no lo quisiera y aunque fuese honrado,
sacrificando la tranquilidad pública á la insana codicia
de sus amigos, sin echar de ver lo que hay de servil y
de vituperable en la familia de los Peces y de los Pi-
paones de que nos hablan las novelas históricas de
don Benito Pérez Galdós. Y que Batlle fué un hombre
de camarilla lo demuestra el hecho de haberse divi-
dido los colorados de aquel entonces en principistas y
candomberos, siendo colorada la rebeldía de Máximo
52 HISTORIA CRITICA
Pérez y colorada la revolución de Francisco Caraba-
lio. Blanca fué, en cambio, la guerra que después pro-
movió Timoteo Aparicio, la terrible guerra de los s.an-
grientos choques de Severino, el Sauce y Manantiales.
José Pedro Várela fué opositor y figuró en el bando
de los principistas, lo que le valió la gloria del des-
tierro. Várela, aunque afirme lo contrario Herrero y
Espinosa, no sobresalía como orador ni sobresalió
tampoco como periodista, por exceso de dilución y de
frigidez; pero se impuso en cambio, no bien tornó al
país, por su amor á la paz y por lo recto de su con-
ducta en aquellas horas de rencoroso desequilibrio.
Tuvo fe en las ideas, una fe tan grande, que ya en
1869, cuando eran mayores nuestras penurias y nues-
tras financieras dificultades, se transformó en sesudo
conferencista, logrando que naciese propiciada por
todos nuestros hombres de pensamiento la benemérita
y muy patriótica Sociedad de Amigos de la Educa-
ción Popular. Tuvo fe en las ideas, una fe tan grande,
que en lo más álgido de la guerra civil, á fines de
1871, sembró en los espíritus el germen de la paz,
convirtiéndose aquel germen en flor y en fruto el 6 de
Abril de 1872.
Pero dejemos al hombre político con sus desengaños
y con sus batallas, sacerdote sin dicha de un culto
muerto, para ocuparnos sólo del educador, á cuya obra
contribuyeron poderosamente con su eficaz ayuda
Carlos María Ramírez y Elbio Fernández. ¿Qué po-
dríamos deciros de la política que siguió á aquel pasa-
jero minuto de concordia? Lo único que podríamos de-
ciros es que los errores se repitieron y se agrandaron.
El presidente Batlle había desterrado; el presidente
Batlle amordazó á la prensa y el presidente Batlle
abusó del peligroso recurso de los empréstitos; pero
Batlle bajó pobre y sin faustos de la presidencia, y
DE LA LITERATURA URUGUAYA 53
esto le honra, aunque esto no le disculpe ni le justifi-
que. Otros más tarde bajaron ricos, sin gobernar me-
jor. Bástenos decir que en La Paz, en el diario que di-
rigía nuestro Várela, se congregaron y se fundieron
en el amor al bien, después de la lucha de 1871, las dos
golillas tradicionales y siempre ensangrentadas, pues
allí escribieron, evocando al mañana libre y conci-
liador, Miguel Herrera y Obes y Aureliano Rodríguez
Larreta, Carlos María Ramírez y don Eduardo Brito
del Pino.
Digámoslo de una vez por todas. Si no concebimos
el poder por el poder, tampoco concebimos la revolu-
ción por la revolución. Si no aceptamos las candidatu-
ras oficiales y la presión administrativa en el acto del
voto, tampoco simpatizamos con los partidos que no
sufragan, porque el deber de los partidos consiste en
asistir con sus banderas á todas las elecciones, edu-
cando á las muchedumbres para lo venidero, y con-
siste en actuar en todas las legislaturas, para comba-
tir con tenacidad todas las ideas contrarias á sus dog-
mas. Las asociaciones políticas deben servirse princi-
palmente de la evolución lo mismo en el llano que en
la montaña, no pudiendo tener á la revolución por fin
necesario y único ni en la montaña ni en la llanura,
aunque los partidos políticos puedan alzarse en armas
contra el país lo mismo en el poder que en la planicie.
¿Qué somos? Una democracia. Las democracias son
una idea. La idea necesita el verbo, por intérprete. La
abstención no es un verbo. La abstención es un título
de incapacidad, y el partido ó el hombre que sustitu-
yen en la muralla al partido que se aleja quejoso, al
partido que no sabe qué hacerse ante la ley dictada
por el vencedor, al partido que no es revolucionario
ni sufragista, refrendan con su actitud el título de
incapacidad del partido desorientado y que se contenta
54 HISTORIA CRÍTICA
con gritar desde lejos: "¡Aquí estamos nosotros! ¡No
vayáis á olvidaros de que nosotros estamos aquí!" Así
L-uis Melián Laf inur hace más en mi patria por la edu-
cación de la voluntad, por el público bien, que los
abstencionistas de mi partido, como más que las abs-
tenciones radicales, que ya se van curando de su do-
lencia, han hecho por la educación de la voluntad, por
«1 público bien, Justo y Palacios en la grandiosa y
hospitalaria República Argentina!
Como otros lo hacen al emprender el camino que
conduce al destierro, sin renunciar á su historia de
combatientes ni á sus convicciones de partidarios, Vá-
rela se separó para siempre de la política al morir La
Paz, el 15 de Marzo de 1873. Un año después, bajo los
auspicios de la sociedad educacionista que su esfuerzo
creó; dio á luz los dos tomos de su importante estudio
La Educación del Pueblo. Estaba convencido de que
las naciones sudamericanas sólo se transformarían en
naciones poderosas, en grandes naciones, cuando la
educación difundida en todas las clases sociales, ras-
gase los velos de la conciencia de la muchedumbre,
''preparando al niño para ser hombre y al hombre para
ser ciudadano". Várela, en La Educación del Pueblo,
estudiaba y discutía los sistemas de enseñanza más
recomendados, inclinándose á favor de los puestos en
uso por la patria de Jefferson y Jay. La enseñanza
obligatoria, la escuela mixta, los beneficios que de la
escuela podían esperar nuestras altas clases y nues-
tras clases bajas, el influjo de la educación en el ca-
rácter y en los progresos de los Estados Unidos, cons-
tituían el fondo de aquella obra de importancia suma,
obra recibida con aplauso por la prensa de Buenos
Aires y premiada por el jurado de la Exposición In-
ternacional que Chile realizó en 1876. Incansable y
fuerte, el propagandista de la buena causa, el amigo y
DE LA LITERATURA URUGUAYA 55
el émulo de Sarmiento, agrupó en torno suyo y com-
plicó en su empresa á las intelectualidades de Fran-
cisco A. Berra, Domingo Aramburú, Emilio Romero,
José Arechavaleta, Carlos María de Pena, Alfredo
Vázquez Acevedo, Juan M. de Vedia y Alberto Palo-
meque. Al poco tiempo de iniciados los trabajos de la
cruzada civilizadora, murió Elbio Fernández, que fué
uno de sus paladines más entusiastas y de más brillo,
perpetuándose su memoria con el nombre dado á la
primera de las escuelas fundadas por los Amigos de
la Educación Popular.
Cuando Latorre subió al poder, nuestra instrucción
pública fué encomendada á la dirección sapiente de
Várela. El político, desengañado de las rigideces del
ideal, se había hecho evolucionista. Quería aprovechar
lo malo para el triunfo del bien. Publicó un libro de
resonancia, La legislación escolar. Carlos María Ra-
mírez le salió al encuentro, iniciándose un debate lu-
minoso y aleccionador. Várela sostenía, en el libro
aquel, que el estado de las sociedades no depende de
los gobiernos que las regentean, sino que esos gobier-
nos son el producto lógico y natural del estado de las
sociedades en que fructifican. Según Várela, la acción
de los gobiernos sobre las naciones es una acción re-
lativa, una acción secundaria, una acción transitoria,
una acción instable, debiendo buscarse en el pasado,
en la constitución, en las costumbres, en la ignorancia
ó en el saber de las sociedades, las causas verdaderas
de su felicidad ó de su infortunio. Mejorar las condi-
ciones de los pueblos, dirigirlos por la ruta del evolu-
cionismo hacia la luz mental, hacer que lo adquirido
anule ó seleccione lo heredado, es levantar sobre már-
moles, y no sobre arena, el edificio de la sociedad fu-
tura. El nivel máximo no se alcanzará nunca en el te-
rreno de la política militante. Los malos gobiernos
56 HISTORIA CRÍTICA
no desaparecerán en tanto no desaparezcan las co-
lectividades humanas atrasadas y pobres, sin luz en el
espíritu ni fuego en el hogar. La educación común y
el trabajo eficiente son el punto de apoyo de lo por-
venir.
Várela, en su libro, no atacaba sólo á la ignorancia
de las muchedumbres. Atacaba también al doctrina-
rismo vacío de la enseñanza universitaria. El saber
aparente de esa enseñanza engendra á los caudillos de
toga y birrete, como lo ignaro de las muchedumbres
engendra á los caudillos de bota y facón. Várela se
volvía contra el espíritu de casta, contra los privile-
gios, contra las preocupaciones que lo poco práctico
de nuestra enseñanza universitaria engendra, siendo
muy duro con razón unas veces y otras con injusticia.
Ramírez no le trató con amabilidad. El evolucionismo,
predicado por Várela, enconaba á Ramírez. Éste sabía
bien, sabía perfectamente, que la educación corrige
lo ancestral, que la educación es el proceso de la forma
definitiva de la conciencia, que la educación desarro-
lla nuestras fuerzas mentales hasta el máximum ex-
tremo de su plenitud. Este no ignoraba que la educa-
ción perfecciona los reflejos hereditarios, agregándo-
les reflejos nuevos, menos inflexibles y de brillo más
puro. Este sabía, en fin, que la educación hace al hom-
bre apto para la vida de la sociedad en la patria y en
la familia. Ramírez, en esto, no se diferenciaba de
Várela. En cambio no entendía, como Várela, que la
acción de los gobiernos fuese secundaria para la vida
de las sociedades, y que éstas debieran mirar como
producto de sus errores Jas dictaduras que las manci-
llan. Aun dentro de la causa educacional, Ramírez
sabía, aunque no lo dijera, que los gobiernos, por su
intervención inevitable en la enseñanza, producen cier-
tas educaciones que los benefician é inspeccionan las
DE LA LITERATURA URUGUAYA 57
educaciones que les son contrarias. Los gobiernos re-
tardan ó favorecen, según el modo y la amplitud con
que tutelan lo educativo, la transformación de la hte-
rencia psicológica. La educación no puede organizarse
sino por medio del Estado, y entre nosotros el Estado
es el Poder, y el Poder, antes que nada, es un poder de
Partido Político. Atacar nuestra enseñanza universita-
ria, que era enemiga de la dictadura en aquel enton-
ces; atenuar lo nocivo de la dictadura, achacando al
país los crímenes de ésta, y predicar la evolución, es
decir, el desarme de las públicas resistencias, el odio
ciego á las reivindicaciones del derecho armado, era
un error, era casi un delito para Ramírez. En el libro
de Várela no faltaban aciertos ni verdades. Habíamos
confiado mucho en la revolución y hacíamos de los
títulos académicos una aristocracia; Várela, al decirlo,
no se engañó; pero se engañó en la oportunidad de
manifestarlo y en las exageraciones que daba á la doc-
trina de preferir lo práctico á las clasicidades de lo
teórico. El choque fué violento, por ser antagónicas é
irreconciliables las dos ideas políticas que batallaban
en aquel duelo de nuestro Ramírez con nuestro Vá-
rela. Várela no podía salvar á Latorre y Latorre, en
cambio, amenguaba á Várela.
Várela, á pesar de eso, fué un benefactor luminosí-
simo de su país, haciendo por éste lo que éste nunca
le pagará á su memoria altísima. A su solicitud y por
su intermedio, se constituyó la primera comisión de
instrucción pública, ó si se quiere, el primer consejo
general de educación con que hemos contado. Bajo su
égida las escuelas mixtas fueron creadas de un modo
pleno, el cuerpo docente se organizó de buena manera,
y todos nuestros sistemas de enseñanza se rejuvene-
cieron y se modernizaron. Ni aún fué inútil el golpe
que asentó á la enseñanza universitaria, que instintiva-
58 HISTORIA CRÍTICA
mente reaccionó, eligiendo otros rumbos y encuadrán-
dose en otros procederes. Era enemigo de la memoria.
Nosotros no opinamos como él pensó. Creía en los
programas amplios y múltiples. Nosotros creemos en
los programas breves y más elementales. Introdujo en
nuestras escuelas, lo que nunca será bastante loado,
las lecciones prácticas sobre objetos. Se preocupó, y
no se engañaba al preocuparse, en recoger y en difun-
dir los datos de la estadística escolar, fundándola y
manteniéndola con solícito empeño. Los ciclos esco-
lares, las inspecciones, la higiene, los principios en que
se fundan el arte y la práctica de enseñar, todo lo
abarca, y todo lo discute, y todo lo selecciona, y todo
lo reglamenta, aquel incansable y enérgico propagan-
dista. Fué un hombre de ciencia, un hombre de bien, un
hombre de trabajo y un hombre de ideal, aquel hombre
grave, de estilo ampuloso, de cerebro fuerte y de ade-
mán severo que entró en los fríos de la noche sin fin
el 24 de Octubre de 1879.
José Pedro Várela buscó un consuelo para las des-
ilusiones políticas de su juventud en la construcción
del edificio de lo mañana, y justo es decir que el edi-
ficio, de que echó las bases, ha resistido á todos los
embates del tiempo. Honrado, perseverante, talentoso,
crédulo en la eficacia de su misión, sacrificó su vida
y también sus escrúpulos á la más honrosa y á la más
benéfica de todas las causas. Fué la luz del mañana
laborioso y feliz cerniéndose sobre las brumas del
ayer vacilante y sombrío. El mañana saldrá de la es-
cuela. El abecedario es el gran pacificador. Enseñad
al niño los deberes del hombre. El maestro y el hogar
son los que hacen ó deshacen la vida. Cread hábitos
típicos y morales desde muy temprano. Enderezad al
árbol antes de que endurezca. Labrad hondo, muy
hondo, en las tierras vírgenes de la mente humana.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 59
Azulad la aurora. Dorad los campos del amanecer. La
educación redime, endulza, renueva, conforta, da vo-
luntad, cristaliza el carácter, hace alegre el sacrificio
y hace ligero el fardo del deber. Por haber predicado
y esparcido este evangelio de verdad luminosa, este
evangelio de redención, la memoria de Várela debe
perpetuarse en nuestro país como la memoria de Pes-
talozzi perdura al pie de los heléchos verdes de los
Alpes y como el nombre de Horacio Mann suena en
los himnos que los ríos cantan en su lira azul al cruzar
la grandiosa república de Hámilton.
La obra de Várela nos parece más grande si recor-
damos que la realizó en medio de la pública indiferen-
cia y el público desdén. Navegaba en el buque de la
dictadura, y la dictadura le inspiraba al país una có-
lera santa. El político empequeñecía, ennegreciéndolo
y ocultándolo, al educador. Éste impasible y grave
continuó su camino; pero ya ensangrentado por la
pedrea con que le hirieron los adversarios del yugo
latorrista. Bajo la pedrea, dignificó al maestro y abrió
á la mujer el santuario de la enseñanza. Bajo la pe-
drea, trató de urdir la red de nuestras beneficiosas
escuelas rurales, que lo serían más si más aplicasen á
los productos de la región en que están ubicadas sus
instructivas lecciones sobre objetos y si preparasen
más prácticamente á sus educandos para las labores
ganaderas ó agrícolas en que vive y se desenvuelve
cada zona nuestra. ¡Oh, la escuela rural! ¡La escuela
que adoctrina para sus derechos y sus deberes de ciu-
dadano y de hombre al hijo del gaucho de la campaña!
¡La escuela que en los distritos agrícolas enseña los
procedimientos del buen cultivo con la misma solici-
tud que la escuela de las ciudades manufactureras!
debe enseñar los procedimientos de que la industria se
sirve y vale ! ¡ La escuela rural, que aparta al campesino
6o HISTORIA CRITICA
de los centros urbanos y que aparta á las hijas del
campesino del taller oprobioso, encariñándolos con la
naturaleza que enflora en torno suyo, al hacer que re-
salte su hermosura feliz, y enseñándolos á enrique-
cerse con probidad, instruyéndoles en la explotación
sabia de los productos que pródiga le brinda esa adora-
ble naturaleza! ¡Oh, la escuela rural, la que más civi-
liza, la inmensamente útil en estas tierras casi sin po-
blación y casi sin arados, la escuela del mañana en es-
tas planicies de la res mugidora y de la mansa oveja,
la que subdividirá el latifundio casi señoril con el
metraje democrático de la agricultura, la caracterizada
por el carácter industrial de cada distrito, y la que
sella el sello de las necesidades de cada pago, ese fué
el sueño último y el sueño más hermoso de nuestro
Várela !
Várela sabía y proclamaba que el hogar debe ser el
que inspecciona las acciones del niño, porque el hogar
educa al niño para la escuela, cuya función no es otra,
como dice Currie, que la de sostener y complementar
lo que el hogar hace por la salud del cuerpo, de la
mente y del alma del hombre futuro. El hogar y la
escuela, apoyándose y protegiéndose, enseñan al niño
las virtudes republicanas del trabajo y de la abnega-
ción, que son las virtudes más altas de la vida, y como
el que dice hogar dice mujer, y como el que dice mu-
jer siempre dice madre, á las madres concierne recor-
dar á sus hijos que luchó por la escuela y por el ho-
gar, es decir por la cultura de la patria y por el mejor
cimiento de la familia, hasta el sacrificio y hasta la
muerte José Pedro Várela.
Es verdad que éste sirvió á Latorre. Es verdad que
éste no tuvo las cívicas firmezas de Catón. ¿Hizo mal
en ceder y en amoldarse al medio? ¡Que otros lo digan?
¡ Cuando pienso en Várela, me parece que veo á un
DE LA LITERATURA URUGUAYA 6i
hombre, triste y melancólico, sonriendo á un niño que
inclina su cabeza de aurora sobre un silabario ! ¡ Aque-
lla aurora me impide ver á la dictadura y aquella
aurora, aquella dulce aurora, santifica y redime á Vá-
rela!
Várela, con su fe de vidente, con su fe indestruc-
tible, adivinó que la enseñanza pública pronto sería
la aspiración más honda de todas las clases, y muy
especialmente, la aspiración de las clases deshereda-
das. Ese tiempo ha llegado. Juan B. Justo dice, y
dice bien, hablando de la educación común: "Ninguna
función del estado es más importante para la demo-
cracia obrera que la educación común. Con su técnica
cambiante, con su economía cada vez más vasta y
compleja, con su difusión de la actividad política, no
cabe en la sociedad moderna el desarrollo normal
del más modesto individuo sin la instrucción que lo
habilite para adaptarse á la evolución técnico - econó~
mica y para entenderse con otros hombres mediante la
palabra escrita". Y agrega: "Mili propuso que el es-
tado indemnizara á los obreros desalojados por un
nuevo invento. Más seguro é inteligente es preparar-
los mediante la disciplina manual y mental para pre-
ver los nuevos inventos y poder siempre desempeñar
en la producción una función útil". Y concluye: "Ni
la técnica ni la democracia moderna son concebibles
en un país de analfabetos. Para los economistas la edu-
cación pública es una buena inversión nacional de
fondos. Para el pueblo trabajador es el primero de los
deberes de un estado que no le permite ignorar las
leyes escritas, más aún si deja presumir que el pueblo
interviene en su confección". Várela sabía que este
grito, más ó menos tarde, se haría sentir. Comprendió
que los pueblos, más ó menos tarde, les reclamarían á
sus repúblicos el cumplimiento de este deber. Y echó
62 HISTORIA CRITICA
las bases de la escuela futura, convencido de que to-
dos los problemas de la democracia no son sino pro-
blemas educacionales, problemas de instrucción moral
é intelectiva. Yo pienso lo mismo que pensó Várela.
El que ilumina con la luz de la ciencia y la luz del
deber el cerebro y el corazón del hombre, endulza lo
ascendral que en el hombre bulle y metamorfosea al
hombre en ciudadano, facilitándole la misión de ser
útil á sí mismo y á los demás. El hombre sólo es libre
y el hombre sólo puede vencer racionalmente al media
en que actúa, cuando el hombre está armado para los
combates de la existencia práctica y cuando puede me-
dir la relación que existe entre sus derechos y sus de-
beres para defenderlos y para cumplirlos con digni-
dad serena. Educar é instruir al obrero es salvar su
mañana, independizándole de los caprichos del amo
sórdido é independizándole de las argucias del agita-
dor vil, Al extender la ]uz del alfabeto sobre los hi-
jos de la muchedumbre, nuestro Várela los redimía de
dos tiranos: el que explota sus hambres y el que ex-
plota sus odios. Por eso es santa y será bendita la
obra de Várela.
III
Insistamos aún sobre lo que fué, ocupándonos nue-
vamente de los poetas que florecieron en la edad ro-
mancesca y batalladora en que se publicó La Revista
Literaria. Como ya dijimos en uno de nuestros volú-
menes anteriores, la expansión de nuestro romanti-
cismo coincide con la Defensa de Montevideo. Nues-
tras musas se desprenden del coturno clásico al com-
pás del redoble de los tambores y del estruendo de la
fusilería de la Guerra Grande. Montevideo era, ert
DE LA LITERATURA URUGUAYA 63
aquel entonces, una ciudad eminentemente cosmopo-
lita, refugiándose tras sus muros de ladrillo y piedra,
— demolidos por orden de nuestro primer gobierno
presidencial y reedificados bajo la dirección del gene-
ral Paz, — casi todos los contendores intelectuales del
poder de Rosas. Oribe sabía que no era fácil tomar la
plaza, limitándose á bloquearla de acuerdo con Brown,
á pesar de los obstáculos y de las limitaciones que
puso al bloqueo la británica tenacidad del comodoro
Purvis.
Si Montevideo se ilustra, en aquel período muy aza-
roso de nuestra historia, por la diplomática habilidad
del doctor don Manuel Herrera, que distancia del
dictador supremo al general Urquiza, y por la diplo-
mática habilidad de don Andrés Lamas, que distancia
del dictador supremo al cálido Brasil; si Montevideo
se ilustra, en aquel entonces, por la constancia y por
el valor con que resiste á todos los azares de una ho-
mérica lucha que duró nueve años, de un enconoso y
bélico litigio que se mantuvo desde 1843 hasta 1852,
haciendo que se volviesen hacia Montevideo, ocupán-
dose de su pleito y de su actitud, no sólo la Ingla-
terra de Pálmerston, sino la Francia de Guizot y de
Thiers; — Montevideo se ilustra, del mismo modo,
con el nombre y las luces de los que escriben en su
prensa diaria, como fácilmente se echa de ver recor-
dando que entonces en Montevideo viven, meditan,
sufren, batallan y proyectan Echeverría, Mitre, Pa-
checo y Obes, Cañé, Várela y Rivera Indarte.
No es el pleito en sí lo que me interesa. Es bien sa-
bido lo que opinamos sobre las angustias de aquellas
horas. Ninguna intervención extraña, por potente que
sea, nos regocija. Si Rosas nos disgusta, no nos dis-
gustan menos Howden y Garibaldi. Cada cual en su
pago, ó muy quieto en el pago de los demás: Rosas en
64 HISTORIA CRÍTICA
la Argentina, Howden en Inglaterra, Garibaldi en
Italia. Yo desconfío siempre de los mediadores, por-
que siempre se me antojan interesados, llámense Ara-
na, llámense Deffaudis, llámense Hood, ó llámense
Limpo. Yo no creo, como Oribe, en que Rosas nos
sirva sin cálculo ulterior, ni creo, como Lamas, que del
Brasil pudiera esperarse todo. El Uruguay sólo debe
poner sus esperanzas, para no engañarse y no arrepen-
tirse, en el Uruguay. Lo indisculpable es, en aquel
triste y delictuoso pleito, que Oribe, por reconquistas
de dominación, apelara á Rosas, siendo también indis-
culpable y lamentabilísimo que el general Rivera, con
la improbidad de sus rebeliones, hiciera que Oribe
buscara la ayuda del dictador que defendía los fue-
ros de América.
Eso no me atañe, no entra en mi libro y me interesa
poco. Lo que sí me interesa es dejar constancia del
desenvolvimiento del romanticismo bajo el estruendo
de la lucha de los colores. Tengo dos razones para in-
sistir sobre aquellos poetas. La primera de ellas es el
desgano con que lo presente mira la obra de lo que
fué. La segunda de ellas es mi seguridad de que el
espíritu de lo pretérito, más que en su prosa, bulle y
se expande en sus rimas románticas, pues, como ya
os dije, en los comienzos de nuestra literatura domina
el verso y el numen reina como príncipe caprichoso.
Se le atribuían grandes virtudes civilizadoras á la ins-
piración. Víctor Hugo decía que el poeta debe prece-
der á su pueblo, como una antorcha que le muestra el
camino. Víctor Hugo agregaba que el poeta debe con-
gregar á su pueblo bajo los estandartes del orden, la
moral y el honor. Víctor Hugo añadía que el poeta
debe cantar incesantemente la fe, las glorias y los in-
fortunios de su país, siendo indispensable, para que
este dominio de las musas nos parezca dulce, que to-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 65
das las fibras del corazón humano vibren bajo sus de-
dos como las cuerdas de una lira. Y nuestros román-
ticos se creyeron todo lo que Víctor Hugo les dijo
en el prólogo que en 1824 escribió para sus célebres
Odas y baladas. Versificadores, cuando no poetas, fue-
ron nuestros jurisconsultos, nuestros estadistas y
nuestros políticos hasta el último tercio de la centu-
ria décimanona, teniendo el público de aquellas eda-
des en alta estima lo que las musas dictaban á los
ocios de Melchor Pacheco y de Juan Carlos Gómez.
Ellos mismos contribuían al gusto reinante en la
multitud, encareciendo y alzando con orgullo su dei-
fico laurel, habiéndome sido posible apreciar el alto
concepto que la lengua rimada mereció á aquella ge-
neración, valiente y soñadora, en los coloquios con que
me honraron don Agustín de Vedia y el doctor Ale-
jandro Magariños Cervantes.
Cada edad tiene su característica diferencial. La
estrofa que gime y el himno que vuela caracterizan,
más que el romance y más que el discurso, á los tiem-
pos románticos de todas las patrias. En los tiempos
románticos de la nuestra fué forzoso versificar para
imponerse y sobresalir, siendo justo no echar en ol-
vido que todos los versificadores de aquella edad
creían sinceramente que el estro páthsmico los sa-
cudía y los inflamaba. Yo no sé por qué hechizo ni
por qué razón todos los que escriben en verso presu-
men de poetas, aunque anden á hisopazos con las mu-
sas coronadas de rosas por Anacreonte.
Aquel mal de entonces también lo sufrimos ahora,
aunque en menos escala, pues hoy se puede aspirar á
hombre público sin pasar por las horcas candínas del
decir en ritmos aconsonantados. Sea por lo que fuere,
lo cierto es que nuestra edad romántica se desenvolvió
en series de períodos musicales, y que el que quiera
5. — III.
66 HISTORIA CRITICA
conocer el alma de dicha edad, no puede prescindir
del simpático estudio de aquella serie encadenada de
sinfonías. Así el mismo Gregorio Pérez Gomar doc-
trinó de estética estudiando los versos de Laurindo
Lapuente, y así José Pedro Várela dio en escribir
dísticos, que no me cautivan, obediente á los usos y á
los cánones de una edad en que se mezclaron los mo-
chuelos con los ruiseñores bajo los boscajes de nues-
tra Tesalia.
Bueno es, entonces, insistir en lo escrito sobre los
númenes que florecieron en la edad romancesca de la
revista de Tavolara, ya concluido el rápido bosquejo
de la labor fecunda y beneficiosa de nuestro célebre
José Pedro Várela. No me satisface, por escaso y por
conocido, lo que suelen publicar las antologías, como
tampoco me satisface, por las mismas razones, lo que
yo publiqué en los primeros tomos de esta obra suma-
ria. Es claro que no seré tan extenso como pudiera y
desearía, pues no acabaría nunca si les dejase á mis
deseos y á mi sed de justicia la rienda libre. Es claro
que siempre de deficiencias podrá zaherírseme, como
siempre ha de haber quien me acuse de parcialidad,
pues ni puedo en estas páginas decirlo todo ni mi
gusto es la pauta de todos los criterios. Estamos aún
en demasía próximos á aquellos hombres y á sus lu-
chas ardientes, aun viven sus deudos y sus amigos,
aun pesan sobre la censura embarazos sociales que un
espíritu cuerdo no puede romper sin perjuicio de los
propósitos de divulgación que tiene por norte, y esto
me ata los puntos de la pluma, aunque no me cohiba
para insinuar mucho de lo que otros menos ligados y
más valientes dirán después. Hago lo que puedo por
ser verídico y ser novedoso y ser detallista, pues el
morirse no es para mí patente de impunidad augusta
ri de virtud cierta, por entender, como siempre en-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 67
tendí, que aquel que busque respetos para su memo-
ria, debe tratar de que su vida sea laudable y sin man-
cha. Está bien que piense de otra manera, fiado en
los hechizos de la absolución, que se da á los agóni-
cos, el cura de que Bazin nos habla en Mi tía Girón.
Yo no tengo el poder de redimir almas, y soy muy
de mi tiempo, muy de la época de Hipólito Taine y
de Julio Lamaitre.
No se me oculta, no, que es mucho el fardo que eché
sobre mis hombros, y cuanto más camino, más lleno
de zarzales me parece el sendero. ¿Cómo decir que al-
gunos, en el rebaño de la notoriedad ó de la inspira-
ción, se me antojan filósofos que han convertido en
veras las burlas del celebérrimo Rabelais? Tout pour
la tripe, nos enseñó éste, y tout pour la tripe es la di-
visa que ha enarbolado más de un ingenio de nuestra
patria, antes y después de haber salido á luz las origi-
nalísimas menipeas de Ángel Floro Costa. Ya lo dirán
otros, aunque yo lo calle por prudente decoro al his-
toriar lo nuestro, pues se me ocurre que el porvenir
se irá cada vez apartando más de las piedades evan-
gélicas, pero no educadoras, del cura campesino de
Mi tía Girón.
Conste, para ponerme á cubierto de la malicia, que
no fueron filósofos gargantuélicos nuestros románti-
cos de mayor fuste, pues todos ellos creían en el ideal
y por él batallaban. El mal vino después, con el mate-
rialismo de las costumbres y de los pensares, que poco
á poco hicieron menos cultos á los sentires, de modo
que no fué tan beneficiosa para los hábitos como para
las letras la influencia realista de que voy á ocuparme
en los capítulos que seguirán á este capítulo de su-
tura. Y al decir que me mantendré dentro de los nom-
bres con que se honra la revista de Tavolara, me re-
fiero á la edad y no á la revista, pues no es en ella, sino
68 HISTORIA CRITICA
en las obras originales y de primera mano, que busco
los elementos de que hago uso en mi labor humilde.
Es claro que á veces recurro á ella, por ser ella la que
puede conducirme á puerto seguro, como en el caso de
la labor poética de Melchor Pacheco, que yo no sé
que pueda leerse sin lunares y casi completa fuera de
la revista de Tavolara. En cuanto á Lapuente, á Fa-
jardo, á Lamberti, y á otros de la misma escuela ó bri-
llantez, poco ó nada hallará fen la revista el curioso
lector, por mucho que busque, fuera de un estudio
sobre una parte del numen del primero que en aquellas
páginas escribió Destéffanis. Es, sin embargo, mucho
lo forjado en rimas por Lamberti y Lapuente, cuyos
antologistas no pecan de pródigos ni hacen incapié
en la diversidad de su producción, que si no es impe-
cable, porque no hay ninguna que á serlo llegue, es
merecedora de ser considerada con detenimiento, más
tal vez que la labor poética de Juan Carlos Gómez,
que la labor poética de Fermín Ferreira, y que la
labor poética de Heraclio Fajardo.
Esto es lo que me mueve á retroceder, deteniendo al
lector en el prólogo de mi tomo tercero, á trueque de
que me trate de desabrido y poco habilidoso, sin parar
mientes en la novedad de lo que le ofrezco. Lo cierto
es que Melchor Pacheco cantó algo más, con no can-
tar mucho, de lo que creen sus admiradores, siendo
grande la influencia de sus cantatas sobre el romántico
desarrollo de nuestra soñadora literatura de los pri-
meros lustros del siglo pasado. Y lo cierto es que An-
tonino Lamberti ha cantado y canta más de lo que
presume la crítica nuestra, que gasta largos párrafos
sobre lo que produce el ingenio de los ultramarinos,
y apenas gasta un párrafo de cincuenta líneas para
hablar de lo producido por la pluma vigorosa de
Reyles.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 69
Sinceramente lamentaría que disgustase al público
lo que le llevo dado y lo mucho que aun me queda por
hacer, y no lo lamentaría por el descrédito en que
caer pudiera mi nombre humildísimo, que sabe de de-
rrumbes más que de victorias. Lo lamentaría, lo que
no es decible, por aquellos de quienes procuro honrar
la labor, pues á medida que el público se acostumbre
á lo nuestro, se ablandarán las duras resistencias que
á lo nativo opone el medio ambiente.
No me refiero sólo, al decir lo nuestro, á lo que se
perfuma con el perfume de las flores del pago. Lite-
ratura nacional es, según mis pobres entendederas, lo
que en el suelo artístico del pago brota, lo que el pago
produce, aunque las musas del pago lo barnicen con
barniz europeo. Claro está, dadas mis predilecciones,
que antepongo lo que del terruño idolatrado trata á
lo que trata de pasiones y cosas que no son nuestras,
aunque aquí se escriban. Claro está también que, se-
gún mi criterio, lo que perdurará, aunque fuese más
ínfimo por su confección, es lo que vive con nuestra
vida, piensa con nuestra mente y habla con los voca-
blos armoniosísimos del lenguaje nuestro. Ello no
obsta para que admire, cuando son buenas, las produc-
ciones alardeantes de parisinas que en el pago encuen-
tro, aunque lamente que este mundo joven, este mara-
villoso mundo americano, este mundo con una fauna
y con una flora que sólo esperan que la varilla del
genio las toque para convertirse en cascadas de imá-
genes novedosísimas, pida á la imitación, al arte de
hacer de los ultramarinos, lo que pedir debiera á los
santos amores del hogar y la patria.
Los románticos, en su odio al clasicismo, descuida-
ron la forma sacrificando la forma á la idea. Cuidaron
poco de enriquecer y pulir el lenguaje, pareciéndose
todos ellos en la métrica y en la dicción hasta el hastío
70 HISTORIA CRITICA
y la monotonía. Los de ahora han caído en el abuso
de darle á la forma más papel del papel á que tiene
derecho, imaginándose que enriquecen y pulen la parla
nativa transformándola en el vehículo de lo abstruso
y de lo artificioso. Aquéllos se engañaron y éstos
se engañan. A casi todos los romancescos númenes
les faltó la forma característica, la forma personal.
Ignoraban que nada puede hacerse de perdurable sin
estilo propio. No hay nada más estéril, nada más in-
fecundo que la imitación. La imitación, que sabe que
imita, es la enemiga de la sinceridad absoluta y va-
liente. Por eso el genio habla un lenguaje suyo y no
confundible con ningún lenguaje. Oid lo que nos dice
José Ingegnieros: — "Todo hombre genial tiene una
manera en la órbita de su genio; su lenguaje es siem-
pre un estilo. Enseñando ó demoliendo, amenazando ó
acariciando, profetizando ó razonando, en la invectiva
y en la ironía, contra un hombre ó contra una época,
glorificando ó conmoviendo, siempre pone algo de sí
mismo y dirá su pensamiento como sabe decirlo. En
cada palabra se le reconoce." — Aprended á escribir, y
después lanzaos. No necesitáis andadores ni chicho-
neras. Tened fe en vosotros. La fe, como dice el mismo
Ingegnieros, es una dignidad, cuando la fe es la afir-
mación de nuestro espíritu puesto al servicio de una
idea ó de una hermosura. Para mí no hay hermosura
donde no hay ideas, porque, para mí, el estilo sólo se
forja y sólo se enrojece en las hornallas purpúreas del
pensamiento culto. La imitación romántica mató á sus
númenes, como el verlainismo mató á los decadentes
y á los simbolistas.
¿Cuándo vendrá el que despierte á la virgen de la
hermosura que está dormida, desde hace siglos, en el
fondo de nuestros bosques? No vendrá, amigos míos,
mientras imitemos. Juro que no vendrá hasta que al-
t
DE LA LITERATURA URUGUAYA 71
gún adolescente, cuya cuna se mezca sobre el verdor
atrebolado de nuestras llanadas y cuyos niñez pase co-
rriendo por las laderas de nuestras cuchillas, se acer-
que á la virgen y le ponga en los ojos un beso de amor.
Sabemos mucho, leemos mucho, estudiamos mucho,
imitamos fnucho, para ser espontáneos y para ser nue-
vos. El niño de que hablo, aunque se asombren los que
no meditan, ignorará el francés, no entenderá ni una
palabra del italiano, no pedirá andadores á ninguna es-
cuela, versificará con el mismo amor que los pájaros
cantan y no tendrá otros propósitos que el propósito
de deshacerse en rimas lo mismo que el iris del ma-
nantial se deshace en gotas. Será un alma virgen ;
pero un alma abierta á todos los rumores' que bajan de
las cumbres en que el ombú se mece al soplo de la
tarde; á todos los suspiros que salen de las frondas en
que se balancean los nidos del churrinche y del carde-
nal; á todos los arpegios que la luna inspira á las azu-
les náyades de nuestros arroyos ; á todos los zumbos,
casi imperceptibles, que oculta en sus entrañas la to-
tora que crían los bordes de la ciénaga. Cantará sen-
cilla, ingenua, afinada, pasional, impecable, compren-
sible y novedosamente. Será un alma virgen; pero un
alma abrasada por el divino amor de lo nuestro. Sín-
tesis del espíritu y la naturaleza de una raza fuerte,
será un alma virgen; pero un alma persuasiva, pro-
fética, adivinatoria, que cristalizará, en lo múltiple de
su concepción, las dudas y los sueños, las dichas y las
penas, el pretérito y el futuro del ser de su raza. Su
ignorancia feliz, en pugna con sus irresistibles impul-
sos de crear, proporcionaránle una métrica y un vo-
cabulario que no serán la métrica y el vocabulario del
romanticismo español ni del moderno modo de decir
francés, porque aquel sincero, aquel vidente, aquel
mesiánico, aquel genialísimo, escapará de lo artificioso
72 HISTORIA CRÍTICA
para hundirse en su vida de plenitud, en su vida de
arte y de verdad, encontrando, en la música de su oído
interno y en los matices de sus visiones reveladoras,
todos los útiles y todos los recursos de coloración y
de sinfonía necesarios al triunfo, al triunfo clamoroso,
de su arte perfecto y de su verdad santa.
Será Orfeo. Apolo, nuestro sol, le dará su lira. Las
musas le enseñarán á pulsarla. Los árboles, las rocas,
los feroces brutos, las almas esquivas, los corazones
buenos, toda la tierra de mi niñez obedecerá á la irre-
sistible y dulce seducción de las armonías de su laúd.
Con su música adormirá al dragón que custodia el ve-
llocino de oro de nuestro porvenir, y con su música
nos enardecerá para la conquista del vellocino que cus-
todia el dragón alado, el de fauces de fuego, el de ga-
rras de tigre, el de los cuádruples ojos de ardiente
rubí. Bendecirá á los niños, bendecirá á las madres,
bendecirá á los viejos, bendecirá á los débiles, bende-
cirá al dolor, lo bendecirá todo, azulándolo todo con
las oleadas abrigadoras y acariciantes del éter de su
espíritu misericordioso, y cuando muera, cuando las
euménides de la vida le hagan pedazos, con la armo-
nía de sus cantos de patriotismo y de originalidad se
adiestrarán los zorzales y las calandrias de los montes
nuestros, como es sabido que trinaban mejor que to-
dos los pájaros, los ruiseñores que se mecían en el
boscaje que sombreaba el sepulcro del místico poeta
tracio, del hijo de Calíope, del que habló con Apolo
sobre las cumbres esmeraldadas del monte Pangeo.
Lejos de mí, muy lejos, está la idea de que el que
anuncio necesite leer nada de lo que escribo al bos-
quejar la historia de la literatura de mi nación. Lejos
de mí, muy lejos, está también la idea de que todo lo
hecho por nuestras musas corra al olvido, pues reco-
p
DE LA LITERATURA URUGUAYA 73
nozco que merecedores de larga loa son los ingenios
que por el arte nacional batallan y han batallado, imi-
tando á los godos ó á los franceses con maestría. No
faltan, no, notas originales y muy levantadas en el
concierto de lo que es y de lo que fué; pero ningún
crítico me negará que estamos en espera del genio en.
que se funde plásmicamente todo un país, á pesar de
que aun el suspiro de Tabaré vaga por los ceibales
en que llora el dolor de la inocente Blanca y á pesar de
que aún la sombra del potro de Ismael Velarde arras-
tra por las pendientes de nuestras cuchillas el cuerpo
enrojecido de Jorge Almagro. El cantor que os anun-
cio será otro cantor, pues en su lira cabrán todos los
ciclos que ya pasaron y todos los ciclos que alborean
ya, cantor que apenas entreveo de un modo confuso
cuando lo evoco para que apresure su marcha de es-
pontáneo luminosísimo, y aunque, como aseguro y
como antes dije, no pretendo que nada me deba de lo
que ingénitamente palpitará en su ser, aspiro, sí, á:
prepararle un público que le rodee no bien asome, un
público capaz de comprender lo nuestro y de sentir lo
nuestro y de apreciar lo nuestro sobre todas las cosas
que no son del pago, por más que hablen del pago y en
el pago se escriban.
No ignoro, no, que para que llegue aquel que os
auguro falta que la nacionalidad se afirme y se desta-
que con caracteres propios; pero juro y perjuro que se
necesita, para que esto suceda, que todos nos empeñe-
mos con valentía en que se afirmen y se destaquen
esos caracteres, abandonando el infecundo empeño, —
que consume lo mejor de la savia de nuestras musas,
— de buscar lo novísimo y lo perdurable fuera de
nosotros, en ritmos y añoranzas que nunca llegarán á
la muchedumibre, porque lo artificioso, lo que huele á
74 HISTORIA CRITICA
aceite, lo que sabe á vejez, jamás es sincero y á la mul-
titud sólo la deslumbra, sólo la enamora y sólo la con-
vence la sinceridad.
¿Me atreveré á decirlo? Frugoni, que canta los pro-
blemas sociales, y quiere que el gaucho se socialice
como el obrero europeizado, canta para los retóricos
de escuela y gabinete, en versos que no placen sino al
profesional de cultura refinadísima. ¿Es que espera
que los profesionales se dejen convencer por sus me-
lodías? No me lo parece; pero sí me parece que no
serán sus bellísimas trovas, de ritmo ampuloso y de
académica confección, las que seducirán para la buena
nueva del socialismo á los acostumbrados á cantar en
décimas, claras en su armonía y claras en sus voces, las
pesadumbres y los ensueños del campo probo. Papini
y Zas, que le debe á la naturaleza la más centelleante
de las fantasías, se va en palabreo, en filigranas arpe-
giadoras, en grandilocuencias que son más de artífice
que de artista, porque, aunque ninguno quiera creerme,
la masa y yo dudamos de lo ingenuo de los sentires y
de los pensares que necesitan de tantos abalorios y de
tan estrambótica manera de decir para dejarse ver.
Se me dirá que Papini no busca el beneplácito de las
muchedumbres y que Frugoni cree que la masa es
capaz de descubrir lo deleitoso de la música de sus
trovas; pero, si así fuera, Frugoni se engaña y Papini
codicia un pobre laurel, porque lo campesino rechaza
lo afeminado de lo artificioso, que le suena á griego,
y porque la poesía, la poesía excelsa, á semejanza del
sol y de la libertad, vive desde que nace en la calle
pública, igual que el hombre de las multitudes que
pintó Edgardo Poe.
Prescindid un poco de la excelsitud, del aplauso de
las capillas liliputienses y sed más humanos, los que
tenéis ingenio. No son las capillas las que enaltecen.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 75
Es la masa grande la que consagra. Reíos de los elo-
gios con que Rubén Darío turba la cabeza de sus se-
cuaces, pensando en su gloria más que en la gloria
efímera de sus imitadores. Sed vosotros, y hablad de
manera que os entendamos no sólo aquellos que vivi-
mos entre técnicos dogmas y rimas extrañas. Haced
que os entienda la multitud, á fin de que vuestro arte,
sin dejar de ser arte, sea un arte social, un arte edu-
cativo, un arte generoso, un arte redentor, un arte para
todos los hombres y todas las épocas. Sed luz y no re-
flejo; pero sed luz que alumbre lo que os rodea y no
fulgor que flote, en busca de otro ambiente, sobre los
mares. Huid, pues tenéis numen, del arte enclaustrado,
del arte monjil, del arte de oráculo y camaradería, del
arte que se cuece y se sazona para los escogidos, por-
que ese arte vive lo que vive la moda que lo crea y el
lustro que lo incuba, en tanto que el otro, el arte al
aire libre, el arte en pleno sol, el arte que se expone
á la lluvia y al viento, el arte que habla y que siente
lo mismo que siente y habla la multitud, es el arte hu-
mano, y por ser muy humano, es el arte divino que
jamás hastía, que jamás se muda, que jamás anochece
y que jamás concluye.
No quiere decir esto que no puedan perfeccionarse
la teoría y la práctica del rimar ó del escribir. Cada
artista puede y debe perfeccionar sus útiles, como los
perfeccionará cuidadosamente el genio de que antes
anuncié la llegada. De no ser así, el arte no progre-
saría como la ciencia, como la industria, como las le-
yes y como las costumbres. Lo que antecede quiere de-
cir que debe buscarse la perfección, no fuera de lo
propio y lo humano, sino dentro de lo humano y lo
propio, sin que yo sepa el modo de conseguirlo, aun
cuando estoy seguro de que el modo existe, pues si
yo lo supiese predicaría con el ejemplo y no con la
76 HISTORIA CRÍTICA
advertencia. No es, pues, en beneficio de ninguna mo-
dalidad retórica de las conocidas por lo que batallo,
porque todas me saben á cosa anticuada ó me parecen
cosa antinatural ; pero sí batallo por que cada uno bus-
que ya sus ritmos y sus pensares en el fondo del fondo
de su propio ser, hasta dar con la música no aristo-
crática y con los pensares civilizadores que, por ser
de aquí, en algo deben diferenciarse de los que son ga-
los ó suenan á godos. En un país de igualdad, de re-
pública, de democracia, donde no hay señoríos, ¿qué
porvenir le aguarda al arte que se aisle, al arte entre
rejas, al arte de invernáculo, al arte con plumas en el
birrete, al arte linajudo y de sangre azul, al arte que
no quiera que le codeen las almas sencillas de que se
constituye el alma popular, el alma soñadora y apa-
sionada del pueblo mío? Pensadlo bien: lo que con-
fiesa que su reino es una capilla y un grupo su audi-
torio, confiesa su impotencia, su esterilidad, su sinra-
zón y su muerte próxima. ¡ Haced lo mismo que la ca-
landria, que no gorjea cuando no la escuchan, porque
la calandria es el arte vivo, el arte eterno, el arte na-
tural, el arte que ilumina las cumbres y los llanos del
espíritu, como ilumina las cumbres y los llanos de la
tierra la deifica claridad de Apolo, el que habló con
Orfeo cuando la alondra ascendía bañándose en lo
puro y lo azul de los cielos de Tracia!
Perdonadme el paréntesis. Era necesario. Volvamos
ya á la literatura de 1860.
Fué la señora viuda del general Pacheco la que
entregó á la dirección de La Revista Literaria las
poesías de su célebre esposo. Aquellas composiciones
eran muy pocas, eran de muy mediano valor y eran
inéditas en su mayor parte aun en 1865. La Revista
empezó á publicarlas en ese mismo año. Ya conocemos
las tituladas Oriental y El Cementerio de Alégrete.
No hablaré de Las tres Marías, por ser muy grandes
DE LA LITERATURA URUGUAYA 77
el descuido y la impericia con que está forjada, como
tampoco hablaré, por las mismas razones, de los ver-
sos mezclados de La libertad ó de las infantiles es-
tancias A Ella. Citaré sólo, pues no merecen loa ni
estudio, las sextillas octosilábicas de Revolución y
las octavas en versos de diez pies de Emilia, transcri-
biendo en cambio, para que se vea que no exagero
sobre lo muy precario de aquel modo de componer,
los siguientes bordones de El Mendigo:
Rico que elevas tu plegaria al cielo
Mendigo tú también de su perdón,
¿Por qué castigas al que humilde pide
Una limosna por amor de Dios?
Vírgenes puras, cuyo santo ruego
Al cielo eleva férvida oración,
Porque eterna conserve en vuestras almas
La primer dicha del primer amor,
Piedad del pobre mísero mendigo
Inspire á vuestras almas su dolor.
El que sólo demanda en su amargura
Una limosna por amor de Dios.
Madres cristianas, que enseñáis al niño
La divina misión del Redentor,
Que dando ejemplo de humildad al hombre
Fué del mendigo el ángel velador.
De su inocencia, santa consejera
Inspirad á sus almas compasión ;
Por el mendigo, eterno desvalido,
Al cielo eleve el niño su oración.
Leed este fragmento que entresaco y que copio de
la silva Recuerdos en el mar:
Va decayendo ya del sol la llama,
Y la esfera del mundo
78 HISTORIA CRITICA
Como una rosa de coral se inflama,
Su pompa pierde, y se marchita á grados
Hasta que de la noche en lo profundo
Cae entre mil luceros argentados.
Sí! la noche está allí; lujosa, bella,
La sien del dios del día coronando
Con el precioso bando
De oscilantes estrellas,
A que responden luces á millares
Fosfóricas vagando
Por el inmenso campo de los mares,
¡ Cual viene al pensamiento
Con el nocturno manto, la memoria
De nuestras horas de fugaz contento,
De nuestros días de dichosa gloria!
Blanda melancolía
De ternura sin fin el alma llena
Y en el pasado la conduce y guía....
Allí la aurora está, dulce y serena,
De nuestra vida en inocencia pura;
El tierno arrullo de la madre amada.
Su lágrima de amor y de ternura
Bañando nuestra risa inanimada!
El mismo desmanejo y la misma sensibilidad que
se observan en los versos anteriores, se observan en
las cuartetas graves de Elegía, en el metro de canción
de La amante ausente, y en las octavas A una cruz
en medio del campo, que don Alejandro Magariños
Cervantes insertó, más tarde, en su Álbum de poesías
uruguayas:
Cruz que yaces solitaria
Sobre la verde cuchilla;
DE LA LITERATURA URUGUAYA 79
Donde lámpara no brilla
Ni rezos se oyen sonar!
De tormentas en el medio,
Por los vientos combatida,
Me apareces cual la vida
En espacios de pesar.
Toscamente construida,
Eres la obra de pobreza;
Sin respeto en ti tropieza
El alígero avestruz.
Pero fueras el refugio
Que á ese mísero quedara;
Cuando todo le dejara,
Tú le guardas ¡santa cruz!
Oid aún las últimas estrofas de Mi barca:
A tu lado, dueño mío,
Mi vida dulce corría,
Como barca que sentía
Fresco ambiente y cielo azul,
Y de flámulas vistosas
Ostentaba los colores,
Llena la popa de flores
Y el rumbo puesto en la luz.
De tí ausente, mi adorada.
Soy la barca conducida
Por la furia reunida
De la mar y del turbión;
Sin timón ni mastelero.
Con el flanco entreabierto.
Da la popa al claro puerto
Y el rumbo á la destrucción.
El piloto que la salve
Es, mi vida, tu hermosura;
8o HISTORIA CRITICA
Al claror de tu luz pura
No es posible tempestad.
Un instante me aparece,
Y verás al desterrado
Que no teme al mar airado
Ni al furioso vendabal.
Y así está escrita también La Tormenta, y así están
escritas la mayor parte de las composiciones de Mel-
chor Pacheco. Si bastaran el sentimiento y la imagi-
nación para convertir en poetas á los hombres, casi
todos nuestros románticos hubiesen sido poetas exi-
mios. Pero la poesía requiere más, puesto que requiere
prosodia, técnica, rico lenguaje, gusto afinado y labor
continuada, condiciones de que carecieron casi todos
los paladines de nuestro sollozante romanticismo. Di-
gamos de paso, sólo de paso, que Espronceda ha he-
cho tantas víctimas como Verlaine.
Ya verá el lector, que desconozca el arte de escribir
en verso, el por qué acuso de faltas de corrección á
las musas apasionadas de la edad que fué, si se de-
tiene algunos instantes en los capítulos que siguen
á este capítulo. Ya verá el lector, si no me abandona
y tiene paciencia, que no le engaño cuando le afirmo
que sin estudio, sin reglas, sin laboriosidad, sin el
conocimiento de los clásicos y de los retóricos, no
hay numen que se afirme y que sobresalga por bri-
llador y refulgente que el numen sea. Y lo mismo que
digo de los poetas, digo de los prosistas. No son dos
ignorancias, no son dos instintos, no son dos ilumi-
nados : ¡ son dos artistas, son dos estudiosos, son dos
obreros que saben perfectamente su pragmática pro-
fesional, nuestro Samuel Blixen y nuestro Carlos
Keyles!
Continuemos con Melchor Pacheco y Obes. Cite-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 8i
mos un fragmento, hermoso y musical, del melancó-
lico deliquio de La tarde:
Sombra de mi vida.
Nube de mi sol !
Era una esperanza,
Corrí de ella en pos,
Y al ir á gozarla
Humo se volvió,
Cual sombra en el día,
Cual nube en el sol.
Sombra de mi vida.
Nube de mi sol!
Figura velada
De triste crespón;
Malhechora maga,
¿Por qué obscureció
Tu sombra mi día,
Tu nube mi sol?
Sombra de mi vida,
Nube de mi sol;
Imagen que pasas
Diciéndome adiós;
¿Por qué, despiadada,
Tu aliento sembró
De sombras mi día,
De nubes mi sol?
También me parecen dignas de ser citadas estas
estrofas de La rosa del cielo:
Salud, virgen de amor! mística rosa
Que del jardín del cielo has descendido,
Trayendo entre la copa deliciosa
Ámbar desconocido.
6. — III.
83 HISTORIA CRÍTICA
Eras, sobre el rosal, allá mecida
Al hálito de un ángel delicado;
Sobre el ala de un ángel conducida
El rosal has dejado.
Abriste tu capullo, y ya la vida
Se vio en beldad celeste iluminada;
Una risa del cielo allí escondida
Fué luego columbrada.
Cada uno de tus pétalos lucía
Un regalo de Dios, un don precioso^
Exhalando raudales de ambrosía
El cáliz misterioso.
¿Qué vienes á buscar sobre este suelo
Donde sólo hallarás terrenas flores,
Que al sol estivo y al acerbo hielo
Les deben sus dolores?
¿Qué dan su cáliz al dorado beso
Del picaflor, como la luz gracioso,
Y no le cierran al babear espeso
Del gusano velloso?
Aquí la negra corrupción germina
Mezclada con la sangre de las venas;
Aquí la voz más blanda y peregrina
Acaso es de sirenas!
Aquí es el ay continua melodía;
Aquí es sublime solamente el oro;
Aquí acatar se ve la tiranía
Y se maldice el lloro!
DE LA LITERATURA URUGUAYA 83
¿Qué vienes á buscar al suelo ingrato
Que blasfemando de la eterna luz.
Espléndido sitial le dio á Pilato
Y espinas á Jesús?
A juzgar por sus versos, nuestros padres no fueron
mucho más felices que nosotros. Encontraréis la mis-
ma queja, la misma amargura, el mismo son áspero,
las mismas desesperanzas, el mismo treno, en casi to-
dos los rimadores de aquella edad. Oid esta seguidilla
de Laurindo Lapuente, que publicó un gran número
de sus civiles y belicosas composiciones en las co-
lumnas de la célebre Revista Literaria:
De la igualdad proclaman
El dogma santo,
Y gigante es el rico
Y el pobre enano;
Y ante las leyes
La inocencia agoniza
Y el crimen vence.
Oid esta otra seguidilla del mismo ingenio:
Esa nave preciosa
Que llaman patria.
Va cargada de vicios
Y de ignorancia;
Pues las virtudes
Y la ciencia en las garras
Del mal sucimiben.
Laurindo Lapuente, en 1865, es el bardo de Amé-
rica. Laurindo Lapuente, en 1865, es el bardo de la
libertad y de la democracia. Laurindo Lapuente, en
1865, bendice á los pueblos y maldice á los tronos.
84 HISTORIA CRITICA
rechazando todas las intervenciones, porque ve, en
todas ellas, al enemigo de las nacionalidades, al ad-
versario de las repúblicas. Francia en Méjico, España
en Chile, el Brasil en el Paraguay, encolerizan á Lau-
rindo Lapuente:
Le dice al Brasil:
¡La república, el sol de este hemisferio.
Es enemiga eterna del Imperio!
La factura de Lapuente, como la de casi todos nues-
tros románticos, es defectuosa; pero la lira de La-
puente se diferencia de todas aquellas liras en que,
con menos ambiciones ó con más ojos, no sacrifica la
libertad de las patrias á ningún interés ni repite la
queja de carácter individual que acaba por cansaros
en las estrofas de Melchor Pacheco ó de Juan Carlos
Gómez. Lapuente se olvida de Lapuente pensando en
la libertad y en la república, que son los númenes y
el destino de América. América agredida hace san-
grar al laúd de Lapuente. Es incorrecto, pero exaltado
y noble, en demasía marcial y exaltado. Y así Fran-
cisco Balbao escribe, hablando de las canciones de
Lapuente: — "Esa es la poesía de América con la
conciencia de su derecho, y del momento histórico que
representa en la evolución de los siglos. Esa es, pues,
la poesía viril del Nuevo Mundo." —
Oíd al poeta:
Patria de la esperanza era la América
Para el género humano. En sus entrañas
Puso Dios un tesoro, más precioso
Que el metal de sus minas que hurtó España.
Ese tesoro era la libertad. Mientras los reyes, ver-
dugos de los pueblos, ensangrentaban al mundo an-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 85
tiguo con SUS ambiciones, la libertad nacía y emplu-
maba en América.
En el seno de América inocente
Guarecida del mal, se inoculaba
La idea peregrina que, más tarde
En San Martín el ínclito encarnada
Y elevada á las nubes por el Cóndor,
Debía vencer á la legión tiránica
Desde las Rocallosas á los Andes
Y desde el Golfo Mejicano al Plata.
Oídle en otra de sus composiciones, en la que sc
titula San Martín y Bolívar:
Hijos del Amazona y de los Andes,
Más heroicos y grandes
A la luz de la historia
Que Alejandro y Aníbal — de la cumbre
De la inmortalidad y de la gloria
Descended, — y á la lumbre
Del astro del futuro,
Contemplad el obscuro
Firmamento del áureo continente
Que vuestro fuerte brazo
Quiso libre, feliz é independiente
Desde el Cerro Oriental al Chimborazo.
sigue:
América peligra! Sus entrañas
Inflamad con el fuego sacrosanto
Que os abrasó en las bélicas campañas
Contra el pendón invicto de Lepanto.
Inspirad á los pueblos el sublime
Amor de libertad, el heroísmo
86 HISTORIA CRITICA
Con que los defendisteis en la guerra,
Cuando hasta el hondo abismo
Donde el esclavo gime
Se conmovió, y con él, toda la tierra!
Presidan vuestros manes
Los triunfos y derrotas
De la nueva cruzada; y cuando rotas
Contempléis las cadenas
Que el despotismo impávido escalona,
Ceñida vuestra frente
De la inmortal corona
Regresad al olimpo refulgente,
Do ascendisteis el día
Que á vuestros pies murió la tiranía!
Lapuente es el adorador de las patrias con gorro
frigio, y las estimula en todos sus combates con los
pueblos coronados de Europa, pues presume, y acaso
no presume mal, que el principio borbónico de la
intervención hace peligrar y pone en apuros, hacia
1865, la causa de las democráticas nacionalidades de
nuestra América.
Testigo es el Atlántico!
Treinta mil bayonetas extranjeras
De un pueblo independiente
Pretenden altaneras
Los derechos hollar, y desde luego
¡ Someterlo á su ley á sangre y fuego !
Y sigue:
¡Valor, dominicanos!
Heroico el corazón, el brazo fuertCj
Que á la vida sin honra
Preferible es la muerte!
DE LA LITERATURA URUGUAYA 87
Con esfuerzo y constancia
Vencer supisteis á la altiva Francia;
Hoy de la España triunfaréis, hermanos.
Que la Justicia Eterna es invencible
Y sabrá castigar á los tiranos!
Y le dice á la tierra que cantó Ercilla:
¡ Salud, pueblo chileno,
De los libres hermano,
Que de entusiasmo y de justicia lleno
El guante arrojas al pirata hispano!
Y después:
Venganza ó muerte sea,
Chilenos denodados.
El grito que se lance en la pelea
Y el grito que resuene en los collados.
Que el agresor aleve
Encuentre una muralla
En cada pecho que á ofender se atreve
Y que vomite el bronce la metralla.
Imitad el ejemplo
De nuestros héroes grandes,
Y antes que al crimen erigir un templo.
Precipitaos de los erguidos Andes.
Temed las asechanzas
De las falsas coronas,
Y despreciad las pérfidas alianzas
Que busca el Plata y brinda el Amazonas.
Con vínculos estrechos
Hermanos con hermanos.
Defended vuestra patria y sus derechos
Ó sucumbid odiando á los tiranos.
88
HISTORIA CRÍTICA
Y le dice al Perú:
La táctica del fuerte ya está bien conocida,
Los déspotas enseñan la ciencia del dolor;
La flota de la España, la manda un descendiente
Del criminal famoso que traicionó á Colón!
Pirata de los Reyes, invade el territorio
De un pueblo democrático, con bélica actitud,
Y en nombre de sus amos, cual nuevo Don Quijote
Embiste con la prora las Islas del Perú.
¡República peruana! defiende tus derechos,
Que triunfen ó perezcan tus hijos en la lid;
Que arrasen tus ciudades las llamas del incendio^
Primero que los Reyes dobleguen tu cerviz!
¡Repúblicas de América! la monarquía avanza,
Y avanza por los flancos de la discordia vil;
Unidas seréis fuertes, pero en el aislamiento.
El despotismo os bate y os vencerá por fin!
Abajo los Gobiernos que á realizar se opongan
La alianza entre los pueblos del mundo de Colón;
Perjuros y traidores, reciban por castigo,
Las iras de la patria, la maldición de Dios!
La tregua ha terminado. — La fiera Monarquía
Con nuevos atentados, provoca á nueva lid;
¡De pie está la República! sus héroes son los hijos
De Washington, Bolívar, Belgrano y San Martín!
Lapuente pensaba, pues, como don Alejandro Ma-
gariños Cervantes, "que conviene mantener siempre
vivo en el corazón de nuestros pueblos, el sentimiento
de su independencia y del amor incontrastable á sus
libres instituciones, ante la amenaza ó la imposición
DE LA LITERATURA URUGUAYA 89
de la fuerza contra el derecho, vengan de donde ven-
gan, y con doble razón si se trata del extranjero."
Destéffanis, después de haber censurado duramente
al poeta por las incorrecciones de su factura, por sus
faltas de sintaxis y de prosodia, por el empleo inde-
bido de algunas palabras, por sus graves descuidos
de ritmo y de rima, decía, y decía bien, que el apodo
de "poeta cívico es el generoso apodo que el histo-
riador imparcial de las letras hispano - americanas
agregará al nombre de Laurindo Lapuente." Es .que
Lapuente merecía respeto por su desinterés, por su
gallardo empuje, por la firmeza de sus convicciones,
por su amor á la causa de las nacionalidades, y por
el continuado tesón con que supo decirle á su lira:
No quemarás inciensos al poder,
Y antes de sonreír á los tiranos
¡Yo te sabré romper!
Vale más que los anteriores, por su técnica y por
su factura, Antonino Lamberti. Éste parece un poeta
de nuestro tiempo, de nuestra edad, porque siente 7
escribe como nuestra edad, poniendo en sus estrofas
el acíbar de sus desengaños y la miel de sus ensoña-
res, hombre antes que patricio y hombre á quien no
se oculta la dolorosa verdad de la vida.
Antonino Lamberti merece bien que insista en sus
cantares, pues une la armonía á la gracia y la diver-
sidad á lo espontáneo de la producción. Es cierto
que su numen se desarrolla y echa raíces en tierra
argentina, más que entre los verdores de nuestras
pendientes atreboladas. Es cierto que es el sol ar-
gentino el astro de oro que caldea su numen, más
que el sol que apurpura nuestros ceibales y ríe en
nuestras ondas ; pero uruguayo le hizo nacer la suerte.
90 HISTORIA CRITICA
que nunca nos trató como madre mala en cosas de
ingenio, y él no niega su origen, aunque no niegue
y mire con cariño los lazos que le unen á la tierra
extranjera, pero generosa y hospitalitaria, que coma
á hijo le quiere, que justa le encomia y que recogerá
con solicitud su última canción y su último suspira.
Lamberti siente, colora y musicaliza con gusto apa-
sionado y arte exquisito, entreteniéndose, entre dos al-
tas expansiones métricas, en forjar acrósticos á la
Figueroa y redondillas á lo Bretón de los Herreros*
Es más poeta que empleado público, como eran máa
poetas que oficinistas Coppee y Verlaine. En su es-
critorio, bajo dos notas, duerme un soneto, y sobre
su escritorio, entre dos expedientes, requiebra un
madrigal ó ríe un epigrama. Su cabeza es canosa;
pero su cuerpo es fuerte y joven su espíritu, mucha
más joven que el espíritu de otros que surgieron más
tarde. Alto, anguloso, esmeradamente afeitado, ves-
tido siempre con pulcritud, cortés en todas las cir-
cunstancias, de suave decir en todas las ocasiones,
artista por instinto y no por profesión, nuestro poeta
es un caballero de la corte de los Valois. Lamberti
ha nacido para vivir á lo dadivoso y siempre soñando»
como si las musas le bañasen en el raudal de la ju-
ventud eterna y alborozada. Rubén Darío nos dice
que Lamberti es un maestro eximio en cuestiones de
gula. Yo sé que es un maestro en cuestiones de do-
naire y de chiste. Parece, en sus charlas, como un
niño travieso contando anécdotas; pero ese niña
grande puntea de un modo maravilloso cuando pun-
tea amorosamente en la guitarra en que vive enjau-
lado el zorzal vocinglero de sus estrofas, Lamberti
lo mismo os vulgariza en décimas un asunto histó-
rico que os regala una égloga ante un nido encontrada
en el verdor de un sauce. Lo fácil en sus composi-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 91
ciones festivas, y el modo de ser que tuvieron las
musas de su juventud, algo desordenadas y apara-
tosas, perjudican á su múltiple labor de alto vuelo,
que merece ser conocida y ponderada por todos los
críticos y todos los públicos. En la imposibilidad de
ocuparme de toda esa labor abundante y noble, quiero,
sin embargo, señalar sus características fundamenta-
les y más salientes, uniendo á lo transcrito en el tomo
segundo de esta obra humilde, otras muestras de la
universalidad de ese numen flexible, rítmico, inge-
nioso, fácil, apasionado é idealizador.
Oid el cincelado soneto que sigue:
"Me gusta ver el viejo que cultiva
Las flores de este sitio de recreo.
El viejo extraño, de perfil hebreo,
Y con mirada de águila cautiva;
Que siempre que la fija pensativa
En la tierra contraria á su deseo.
Más que las rosas cultivar le creo
El odio de su raza vengativa.
Me gusta contemplar esa fiereza
Del hombre maldecido en la pobreza.
La herencia del delito mal borrada.
El rastro de la hiél que lleva mudo.
Como bote de lanza en un escudo.
Como herrumbe de sangre en una espada.''
Ved el modo como desenvuelve en una sola décima
el mismo asunto, dándole matiz académico ó sabores
americanos :
"A la encina que es asiento
De los cuervos y los grajos.
92 HISTORIA CRÍTICA
Desde el día que sus gajos
Desnudó la edad y el viento,
Con su dulce y alto acento,
Como en época lejana,
Que era joven y lozana
Y el asilo de su amor,
Ha venido el ruiseñor
Á cantar esta mañana."
Ó sea, en nuestro modo de decir corriente:
"A este ceibo que es asiento
De lechuzas y chimangos,
Desde el día que miñangos
De sus ramas hizo el viento,
Con más dulce sentimiento
Que en aquella edad lejana,
Que su joven flor de grana
Fué el rubí de los raudales,
Han venido los zorzales
A cantar esta mañana."
Escuchad este otro soneto, que le inspiró un sui-
cida:
¿Es fuerte, como creo, el ser humano,
El hombre que prosigue la jornada.
Sin saber en qué arena, en qué celada.
Irá á morir de siervo ó de tirano?
¿Y es débil, ó más fuerte, soberano,
El que deja la vida despreciada.
Acostando la frente destrozada
En el sepulcro abierto por su mano?
Siempre la duda ¡oh Dios! ¿Qué es el suicida?
¿Un alma desdeñosa sin cabida
En esta lucha? ¿Un héroe sin bandera?
DE LA LITERATURA URUGUAYA 93
¿Es digno de alabanza ó de reproche?
Sólo contesta el viento de la noche,
Y el rumor de la mar en la ribera.
Oid, en fin, esta letrilla que bien pudiera figurar
con ventaja en las obras de Plácido:
Cuando el tala de las selvas
Está viejo y por secarse.
Cuando ya no tiene ramas
Donde hacer su nido el ave.
Cuando todo de él se aleja
Porque ya muy poco va^e,
Se ve entonces una flor
Empeñada en no dejarle,
Blanca á veces como nieve
Y otras roja como sangre.
Que si es pena, amor ó gloria,
Todavía no se sabe.
La más pura de las flores,
Flor del aire.
Y es entonces que se prende
Esa flor incomparable,
' ' Que se prende como nunca
Más hermosa y más brillante
Del bravio tala viejo
Que al golpe del tiempo cae,
Cuando más sus galas luce.
Cuando más aroma esparce
Contra todas las injurias
De la existencia salvaje ;
Blanca á veces como nieve
Y otras roja como sangre,
Lra más pura de las flores,
Flor del aire.
94 HISTORIA CRÍTICA
Y es de verlo al tala viejo
Que aun muriendo sobresale,
Á la luz del sol naciente
Y al resplandor de la tarde,
Bajo el ancho azul del cielo
En las selvas seculares.
Ostentando la hermosura
De la flor incomparable.
Es de verlo con su prenda
' De finuras ideales,
Con su flor, que ni los rayos
Han podido arrebatarle.
La más pura de las flores,
Flor del aire.
Ninguna revista que merezca citarse, después de
La Revista Literaria, aparece y dura en nuestro país,
hasta que en 1880, los señores Arturo y Duvimioso
Terra, Justino Jiménez de Aréchaga, Agustín de Ve-
dia y Manuel Herrero y Espinosa fundaron la Re-
vista del Plata. Tuvo ésta por administrador á don
Antonio Barreiro y Ramos, durando hasta 1882 y di-
vidiéndose en tres volúmenes que suman como 1467
páginas. La meritoria publicación contiene parte de
las lecciones que sobre derecho constitucional dio en
la cátedra universitaria el doctor Aréchaga, y parte
de las lecciones que sobre derecho civil dio en la cá-
tedra universitaria el indiscutible talento del doctor
Duvimioso Terra. Contiene también un ensayo sobre
ciencia política del doctor Arturo Terra, amén de un
estudio sobre sistemas penitenciarios de don Jacobo
A. Berra, algunos artículos sobre historia de Luis D.
Destéffanis, un trabajo sobre Tennyson del doctor Ju-
lio Herrera y Obes, varias páginas de índole jurídica
DE LA LITERATURA URUGUAYA 95
de don Agustín de Vedia y algunos esbozos literarios
del doctor Manuel Herrero y Espinosa.
No hablaré de los Anales del Ateneo, á que en otro
tomo me referí, ni de la Revista de la Asociación
Universitaria, en que hicieron sus primeras armas los
hombres de mi edad, porque de todos los que se ini-
ciaron en aquellas publicaciones, me ocupo exten-
samente en las mal hilvanadas líneas de este libro.
Basta lo que antecede para que el lector se diga con
orgullo que nuestra intelectualidad romántica puede
medirse sin desprestigio, por el número y por la ca-
lidad de sus cultores, con las intelectualidades ro-
mánticas más puras que florecieron bajo el sol de
América. Hemos sido viriles en el pensar, despreocu-
pados en el hacer, nobles en el propósito, fecundos
como los más fecundos, y si no hemos sido perfectos
en factura artística, es porque idolatrábamos en el
pensamiento y porque el pensamiento nos hizo m^i-
rar con desdén á la forma, á pesar de las enseñanzas
del clásico italiano que escribió este borden:
Odio il verso che crea e che non suona.
Dicho lo que antecede, entremos á espigar por los
valles donde los últimos trigos del romanticismo se
doran y se mecen á la fúlgida luz de nuestro sol. En
el fondo de esos valles existía un pozo cercado de
zarzas en floración, y de ese pozo salió la verdad her-
mosa, la verdad excelsa, la verdad augusta, hiriendo
con los resplandores que nuestro sol hilaba en la luna
limpidísima de su espejo, á todos los númenes y á
todas las liras de nuestra tierra. Desde entonces el
Arte estudia la gracia de sus actitudes y arregla los
lujos de su atavío mirándose, unas veces de frente y
96 HISTORIA CRITICA
Otras de soslayo, en el espejo esplendoroso, fiel y sin
máculas de la Verdad. ¡ Paso á la Incorruptible ! ¡ Paso
á la que trae en sus ojos el brillo de la eterna Vida
y la eterna Hermosura!
CAPITULO II
De la versiíica.cióx\ romántica
SUMARIO :
I. — La variedad sinfónica. — La educación práctica. — De los
problemas rítmicos. — El verso. — El arte métrico. — La me-
trificación. — Cómo se miden los bordones. — Las sílabas. —
La cantidad. — El acento. — Lo que dicen Eduardo Benot y
Eduardo de la Barra. — Nuestro acento prosódico y la sílaba
larga de los antiguos. — La variedad ritmial constituye el fondo
de nuestra versificación. — Influencia del acento tónico. — El
acento en las series bisilábicas y trisílábicas. — Hasta qué punto
el acento sustituye á la cantidad métrica. — Modificaciones y
variedades posibles y comunes en los versos castellanos. —
Pruebas y ejemplos.
II. — El acento y las sílabas son la base de nuestra metrificación.
— Constitución de las sílabas. — La unidad de tiempo y el nú-
mero de letras de las silabas. — Cómo se dividen y cuentan las
sílabas en los vocablos. — Diptongos y triptongos. — Las vo-
cales fuertes. — Unión de las débiles. — Los puntos diacríticos.
— El ritmo y la acentuación. — Del acento grave y el acento
agudo. — La música y la idea. — Cómo se formaron nuestras
voces agudas de origen latino. — Cómo se miden las sílabas
en el verso. — Las vocales aisladas yin y griega. — Valor silá-
bico de los diptongos y los triptongos en el bordón. — La es-
tructura métrica y la estructura gramatical. — El número de
letras en los vocablos y el número de sílabas en el bordón ó
pie. — El hía.to y la sinéresis. — Licencias inarmónicas y des-
agradables. — Pruebas de ello. — La sinalefa. — Sus casos más
comunes. ^ Ejemplos que ofrece nuestro romanticismo.
III. — El acento filológicamente considerado, — De las voces
agudas, graves y esdrújulas al final del verso. — Práctica de
7. - III.
93 HISTORIA CRITICA
su medición. — Reglas que se deducen de ella. — El acento de
los finales se combina en bien de la cadencia y de la varie-
dad. — El acento escrito y el acento prosódico. — Metros bisi-
lábicos y trisílábícos. — ¿ Por qué romper y dividir las palabras ?
— Los monosílabos sin significación propia. — La gramática y
la música métrica. — Inexistencia real de las series iguales. —
Saltos á que éstas obligan al acento. — La variedad no rompe
el ritmo. — Lo que nos dicen los versos de diez y de doce sí-
labas. — De la cadencia rítmica obligada. — De los pies ó bor-
dones compuestos. — Ejemplos y resumen.
Detengámonos un instante sobre la versificación
preferida por nuestros románticos. Éstos carecen de
la variedad métrica á que son tan afectos los númenes
españoles del pasado siglo. Nuestros románticos, por
lo común, sólo cultivan el verso de ocho, de once y
de catorce sílabas. Aun pudiéramos añadir, sjn exa-
gerar, que lo cultivan en sus más vulgares y en sus
más modestas combinaciones. No ignoro, no, que po-
drán indicárseme algunas excepciones; pero ellas no
desvirtúan lo universal del fenómeno que señalo. Es
sólo más tarde, cuando el romanticismo toca á su fin
y la cultura estética se hace más amplia, que el ro-
manticismo de nuestros mayores pulsa todas las te-
clas del órgano rítmico; pero, por falta de costumbre
y de virtuosidad, las pulsa generalmente de novicia
manera y sin aciertos grandes. Aun los más retóricos
de aquellos retóricos se despreocupan de averiguar el
origen de nuestras formas métricas y el cómo se han
labrado los compuestos sinfónicos de la musa his-
pana, por entender que la historia y la teoría de la
versificación eran futilidades propias de la clasicidad.
Su modo de componer fué virtud y fué hallazgo del
oído, más que virtud y hallazgo de su ciencia prosó-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 99
dica; pero aquel oído carece con frecuencia de la
educación práctica, que consiste en la constante lec-
tura y en el constante recitado de los modelos. Nada
sabían, á juzgar por el silencio que sobre ello guar-
daron, de las tentativas hechas por Luzán y por Mu-
narriz, para asimilar los ritmos castellanos á los la-
tinos, las sílabas largas y breves del idioma del Lacio
con las sílabas agudas y graves del idioma de España.
Pasó inadvertida, para todos ellos, la batalla aquella^
el litigio que sostenían los defensores del acento
silábico con los defensores de la cantidad silábica, y
aunque es verdad que se inclinaron á los primeros,
se inclinaron por instinto y no por comprender que
el acento da más vigor á las sílabas sobre que recae,
pero no modifica substancialmente su unidad de
tiempo, como nos dice con sobra de razones José
CoU y Vehí. Así nuestros románticos jamás doctri-
nan, ni en el prólogo de sus obras ni en la crítica de
las obras ajenas, sobre los problemas métricos de que
ya en 1835 se ocupaba doctoralmente don Andrés
Bello, iniciando los estudios á que más tarde consa-
grarán lo mejor de sus desvelos y de sus libros
Eduardo Benot y Eduardo de la Barra.
Escribo estas líneas en un día de sol, en un día
sin nubes interpuestas que me priven de ver sus ra-
yos de oro. Hay flores en los árboles y hay alas en
la atmósfera. En mi patio, los jazmines inciensan y
los pájaros cantan. El cielo está azul, el bochorno
no abruma y la labor me parece ligera. Tratemos,
pues, del verso y de la poesía, desmenuzando el útil
de que los románticos se sirvieron para traducir el
lenguaje con que habló á sus espíritus la hechizadora
maga de lo ideal. Lo que llamamos verso, bordón ó
pie, no es otra cosa que una frase sujeta á una me-
dida y á una cadencia determinada. El arte métrico
HISTORIA CRITICA
trata de analizar el mecanismo material del verso,
ocupándose de su estructura, de sus varias especies
y de las distintas combinaciones que con los versos
pueden formarse. La versificación, el acto y el efecto
de versificar, es el modo sistemático de traducir, sir-
viéndose del lenguaje métrico, lo que se piensa, se
imagina ó se siente. El metro es la medida peculiar
á que está sujeta la clase de versos que componemos
ó analizamos. Medir un verso es examinar si tiene ó
no la extensión reclamada por su estructura. En cas-
tellano la única medida métrica es la silaba, la letra
ó el conjunto de letras que se pronuncian en una
sola emisión de voz, debiendo advertirse que la colo-
cación del acento en los vocablos de las frases rima-
das influye substancialmente sobre su sonoridad y
sobre el número de sílabas de que el verso consta.
Se basa, pues, nuestro lenguaje rítmico, nuestro len-
guaje metrificado ó versificado, en el acento y en el
número de las sílabas, engañándose los que quieren
aplicar á nuestro idioma la doctrina de las sílabas
largas y breves de que se servían los poetas helenos
y latinos. Es verdad que en castellano existen algu-
nas vocales más largas que otras, algunas sílabas que
tardan más tiempo que otras sílabas en pronunciarse ;
pero también es verdad, y verdad palmaria, que nin-
guna de nuestras vocales, por largas que sean, ocupa
dos tiempos, y que ninguna de nuestras sílabas, por
largas que sean, traspasa la unidad de tiempo que le
corresponde. No acontece otro tanto en los idiomas
griego y latino, donde cada sílaba larga debió con-
tarse por dos sílabas breves, desde que se invertía
en la pronunciación de las segundas la mitad del
tiempo que se invertía en la pronunciación de la pri-
mera. En nuestro idioma no existe la ley de la can-
tidad, que afecta á las sílabas como emisiones aisladas
DE LA LITERATURA URUGUAYA
de voz ; pero existe, en cambio, la ley del acento, que
afecta á las sílabas en las relaciones que éstas sos-
tienen con las demás sílabas que forman el vocablo.
La cantidad silábica es independiente del acento pro-
sódico. Así, en el término sohriétas, obsérvase que
la primera sílaba es larga, de tiempo doble, en tanto
que en la voz castellana que la traduce, en la voz
sobriedad, el acento carga y se apoya sobre la última
sílaba. En la palabra thálámus, la primera sílaba es
breve, de tiempo sencillo, en tanto que en la palabra
traductora tálamo, expresión esdrújula, la primera sí-
laba es la escogida y reforzada por el acento. Del
mismo modo la palabra deni, — que en latín alarga
su sílaba primera, — apoya el acento sobre su final
en la voz traductora, en el término castellano, en el
agudo diez. Puede advertirse, de la misma suejte, que
la voz hmator, cuyas primeras sílabas son largas en la-
tín, carga el acento en la última sílaba de la voz caste-
llana limador, y de la misma suerte puede advertirse
que censitus, censado, es breve en su segunda sílaba
latina y hállase con acento en su segunda sílaba cas-
tellana. Mcecenas, en latín, es una voz formada por
tres sílabas largas, una voz que requiere seis unida-
des de tiempo para emitirse, á pesar de que el acento
tan sólo se apoya é influye sobre la sílaba segunda
de la voz Mecenas. La cantidad silábica no tiene,
pues, influencia ninguna sobre el acento metrificante,
aunque á veces concuerden el acento y la cantidad,
como ocurre en las voces centenum y gannitus, cen-
teno y gañido, cuya segunda sílaba es larga en latín
y se halla reforzada por el acento en la lengua espa-
ñola. No sucede lo mismo en castellano, donde el
papel del acento es de un poder enorme. La palabra
fragancia, á pesar de componerse de tres sílabas, que
tardan el mismo tiempo en medirse y en pronunciarse.
HISTORIA CRITICA
modifica imperceptiblemente su cantidad silábica por
el acento, alargándose la segunda sílaba, la sílaba
tónica, y abreviándose algún tanto las otras dos por
la virtud endulzadora de su atonismo ó de su atonía.
Así, en nuestra métrica, el uso del acento es de im-
portancia suma, en tanto que la evaluación de la can-
tidad de las sílabas no tiene importancia de trascen-
dencia, sucediendo lo contrario en los idiomas griego
y latino, en los que el acento poco significaba métri-
camente y en los que tenía, sobre el artificio versifi-
cante, un poderoso influjo la evaluación perfecta de
la cantidad de las sílabas. Podrá pues, como quiere
Eduardo de la Barra, hallarse en castellano algún
verso tejido á la moda latina; pero es indudable,
como nos dice Eduardo Benot, que esos versos casua-
les no son hijos intencionados de un sistema retórico,
porque nunca por pies métricos versificaron metódi-
camente los españoles númenes. Estos versificaron
siempre, sin preocuparse de la cantidad, contando el
número de las sílabas y la colocación del acento en
las palabras, aunque el movimiento del octosílabo
pueda transformarse en un movimiento trocaico con
sólo acentuar las sílabas impares de cada pie, y aun-
que el movimiento del decasílabo pueda transformarse
en un movimiento anapéstico con sólo acentuar las
terceras sílabas de cada bordón, como bien nos enseña
la retórica sabiduría de Milá y Fontanals.
Pronunciándose, como Benot dice, todas nuestras
sílabas en tiempos iguales, la sílaba es nuestra sola
unidad de tiempo, componiéndose los metros iguales
de igual número de sílabas y explicándose el ritmo
por la sistemática distribución de las cesuras ó por
la distribución sistemática del acento prosódico. No
hay equivalencia entre la sílaba larga de los antiguos
y la sílaba acentuada de los españoles, porque la sí-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 103
laba larga de los antiguos, en virtud de su cantidad,
les permitía medir los versos por el número de sus
pies, en tanto que en la sílaba de los españoles, acen-
tuada ó no, la cantidad no tiene influencia atendible
y recomendable. En nuestro modo de metrificar,
la influencia la ejerce el número de las sílabas, pero
ese mismo número se modifica obedeciendo sumisa-
mente á la acentuación de la palabra en que concluye
el verso. Así nuestro octosílabo, el octosílabo vulgar,
debiera acentuarse sólo en las sílabas impares ó pares,
para que fuera típicamente troqueo ó típicamente
yambo y aunque responde al primero de estos dos ti-
pos, puesto que siempre se acentúa, para ser sonoroso,
en la sílaba última ó penúltima, lo hallamos también,
sin que suene mal, acentuado en su sílaba cuarta, —
movimiento yambo, — y acentuado en su sílaba sép-
tima, — movimiento troqueo, — como puede obser-
varse en estos versos de Víctor Arreguine:
Patria! es el grito del ave.
Patria! el vibrar de las ondas.
Patria! el ensueño que mana
En el breñal de las horas.
La variedad es gala y orgullo de nuestra rica y ar-
moniosa versificación, que no aceptaría que todos
nuestros endecasílabos se formasen de yambos y que
todos nuestros octasílabos se cambiasen en troqueos.
¿Declamaban sus versos los latinos como nosotros de-
clamamos nuestras estrofas? Como dice Camus, nos
es difícil conjeturarlo, porque nosotros no hacemos
diferencia en la pronunciación siguiendo las leyes
de la cantidad. La antigua pronunciación romana des-
apareció al corromperse la clásica lengua por las erup-
ciones de los pueblos nórticos, uniéndose á esto que
104 HISTORIA CRÍTICA
aun en los tiempos ciceronianos les era trabajoso dis-
tinguir y diferenciar acabadamente las cantidades á
los nacidos en las frondosas huertas de Tívoli. Pri-
vada nuestra lengua de la cantidad, mide sus versos
por el número de las sílabas de que éstos se compo-
nen, valiéndose, además, de los acentos, que son im-
prescindibles y de la rima perfecta ó imperfecta, que
es accidental, arbitraria y variable. Nuestros endeca-
sílabos no pueden ser yámbicos, porque el yambo obe-
dece á la cantidad, puesto que se compone de una
sílaba breve y otra sílaba larga. Sería más que monó-
tona una composición en endecasílabos cuyos versos
tuviesen acentuadas todas y cada una de sus sílabas
pares, en tanto que nuestros endecasílabos, acentua-
dos unas veces sólo en la sílaba sexta, y otras veces
acentuados sólo al mismo tiempo en las sílabas cuarta
y octava, — en ambos casos tienen sonoridad perfecta
y elegancia grande. Es indiscutible que el endecasílabo
es yámbico en su movimiento, pero no que lo sea en
su estructura, desde que sus bordones pueden acen-
tuarse, sin perder majestad ni perder armonía, en las
sílabas séptima y primera — movimiento troqueo —
cosa que el yambo antiguo rechaza y prohibe. Ved
este verso de José G. del Busto:
¡Á la cumbre! ¡volad á conquistarla!
Es perfecta y muy perceptible la armonía del en-
decasílabo anterior, que tiene, sin embargo, acentua-
das sus sílabas primera, tercera y séptima, aunque el
acento obligado de la sexta quite vigores á estos tres
apoyos, — y que tampoco puede dividirse en series
bisilábicas sin descoyuntarle con artificio extremo.
En verdad de verdades no es fija la ley que quiere
que nuestros versos de ocho y de once sílabas, por
lo bisilábico de su cadencia, sigan el movimiento del
DE LA LITERATURA URUGUAYA 105
troqueo y del yambo, siendo más fija, aunque no in-
variable, la ley que quiere que nuestros versos de
diez y de doce sílabas, por lo trisilábico de su caden-
cia, sigan el movimiento del anfíbraco y del anapesto,
desde que contamos por sílabas, y no por series de
sílabas, en la práctica y en la teoría de la versifica-
ción nuestra. Claro está que encontrándose cada uno
de nuestros octosílabos constituido por dos versos de
cuatro sílabas, — es decir por cuatro versos de dos,
— y que encontrándose nuestro dodecasílabos cons-
tituidos por dos versos de seis sílabas, — es decir, por
cuatro versos de tres. — el primero es más rítmico
cuanto más predomina en su factura la serie bisilá-
bica, como es más armonioso el segundo, cuanto_más
se nota la serie trisilábica á que obedece su movi-
miento regulador. Ya volveré sobre esto más deteni-
damente y á su hora debida. Lo único que en este ins-
tante me interesa decir es que los versos españoles
no se miden por los compases de los pies latinos,
no existiendo en nuestro idioma, sino por accidente
y casualidad, versos que sean troqueos ó yámbicos,
anfíbracos y anapestos en su factura. Ni aun por ra-
reza puede citarse una serie continuada de endeca-
sílabos que tengan todos ellos las sílabas pares acen-
tuadas y las sílabas impares sin acentuar, como ni
aun por rareza puede citarse una serie continuada
de estrofas de octasílabos que tengan acentuadas todas
sus sílabas impares y todas sus sílabas pares inacen-
tuadas. Como ya dijo y demostró Benot, en sus epís-
tolas á Eduardo de la Barra, en la métrica española
no hay ninguna ley rítmica perfecta y absoluta, desde
que no existe la cantidad silábica, siendo de la colo-
cación del acento, y muy especialmente de la colo-
cación del acento en la última palabra de cada bordón,
que nace el ritmo de las series y el de las estrofas.
io6 HISTORIA CRITICA
Yo ya sé y ya dije que la cantidad es el tiempo
que se invierte en la pronunciación de una sílaba, en
tanto que el acento es la intensidad con que herimos
una sílaba dada en la dicción poética. Yo ya sé esto;
pero sé también y también he dicho, que en nuestro
idioma la cantidad es imperceptible y el acento mar-
cado, por lo que, en buena lógica, es al acento al que
debe atender el que aplica á nuestra metrificación
las leyes de la cantidad latina, calculando los pies
castellanos por las acentuaciones silábicas de las vo-
ces para que se armonicen, á pesar suyo, con las le-
yes musicales de la poética de la antigüedad. Al
acento, pues, y sólo al acento atiendo y acudo, ope-
rando sobre las palabras completas y no fraccionán-
dolas como suelen hacer algunos humanistas de mu-
cho fuste, resultando de mis observaciones sobre el
acento que nuestra ley rítmica no tiene las sonori-
dades y las rigidices que la antigua tuvo. Analicemos,
sobre esta base, la estructura latina de nuestros rit-
mos. ¿El acento prosódico sustituye á la cantidad
métrica? ¿Hasta qué punto? ¿Sirve la ley de la can-
tidad clásica, en la española versificación, para espe-
cificar la índole y la cadencia de nuestros versos?
¿Es tan verdad como se supone que el movimiento
del octasílabo es un movimiento troqueo? El troqueo
se compuso, en la métrica latina, de una sílaba larga
y una sílaba breve, siendo troqueo y muy troqueo el
octosílabo
Blanca perla, limpia joya.
Ved, en cambio, el verso siguiente:
Vivaz — fulgor, vivaz — lumbre.
¿Será también troqueo? No me lo parece y antes
me parece que tira á yambo, desde que el yambo se
DE LA LITERATURA URUGUAYA 107
componía de una sílaba breve y una sílaba larga. Ha-
ced, ahora, una nueva combinación y decid:
Vivaz — fulgor, roja — lumbre.
¿Será yámbica ó troquea esta mixtura corriente y
regular? Ni troquea ni yámbica, porque sé y aseguro
que es un compuesto de yambo y troqueo, de dos
pies latinos diferenciales é inconfundibles.
¿Queréis, por ventura, que nuestro octosílabo, en
virtud del acento se parezca al dáctilo de los griegos,
es decir, al pie métrico que se formó con una sílaba
larga y dos breves? Es fácil y os bastará escribir, para
realizarlo, el siguiente bordón:
Cálmate, — cálmate, — rápida;
Cálmate, cívica cólera.
¿Es siempre, en substancia y para concluir, bisi-
lábico el movimiento del octosílabo? Según se mire
y según se lea, pues para mí, — á pesar de la conjun-
ción ó del ayuntamiento del ta de levanta con el a
de alondra y del la de tranquila con el artículo deter-
minante el, — es más bien trisilábica que bisilábica
la cadencia que hallo en los versos siguientes:
Levanta, — alondra, — levanta
Serena, — tranquila, — el vuelo.
¿Queréis convenceros? Haced una pausa, una li-
gera pausa, una pausa de tiempo, entre levanta y
alondra, entre tranquila y las dos voces que siguen
á esa voz, — y el verso, á pesar de las sinalefas, no
perderá nada de su armonía, nada de su ritmo, nada
de su cadencia, nada de su expresión, y aún estoy
por decir que ganará con ello el primero de sus pies
ó bordones.
¿Qué sucede, ahora, con el endecasílabo? Sucede
io8 HISTORIA CRITICA
que podéis, al componerle, mezclar sin muchas difi-
cultades los pies del yambo con los pies del troqueo,
como en
Triste — visión, triste — visión, no vuelvas!
Sucede también que podéis imprimirle sin dificulta-
des un movimiento yámbico puro y perfecto, como en
Cantando vuela desde el valle al río.
Sucede igualmente que podéis hacer, sin afán ni
trabajo, que predomine en sus pies ó bordones el
ritmo dactilico, mezclando á tres voces constituidas
de una sílaba larga y dos breves, una voz que tenga
el ritmo anapéstico, es decir, que conste de dos síla-
bas breves y una sílaba larga como en
Órfica, divinal, célica música.
Podéis, por último, imprimirle en parte y armo-
niosamente un giro contrario al giro anterior, un giro
anapéstico, es decir, un giro en que abunden las vo-
ces compuestas de dos sílabas breves y una larga,
como en
Voluntad, — ardidez, — corazón míos.
Todo podéis hacerlo, modificando á cada instante
la ubicación de la cantidad clásica, siempre que no
olvidéis que el acento debe cargar en la sílaba sexta,
ó bien conjuntamente en las sílabas cuarta y octava
del endecasílabo. Se engañaría, pues, quien quisiera
medir los versos que usó la musa romántica con arre-
glo á las leyes de la cantidad antigua, pues más que
al ritmo musical ó sinfónico, la musa romántica aten-
dió siempre y en todos los casos al acento imperante
en sus pies y al número de sílabas de sus bordones.
No soñemos, pues, con la resurrección de la cantidad.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 109
Ella sirve tan sólo para confundirnos, sin aumentar
la hermosura y el arte de nuestras trovas. Dejémosla
dormir junto á los mares griegos y bajo el fronderío
de las quintas romanas. Lo que sí puede y debe de-
cirse es que los movimientos fundamentales de nues-
tra parla métrica proceden del latín, que los puso en
la cuna del lenguaje vulgar en los lustros crueles
de la invasión bárbara; pero de igual manera puede
y debe decirse que, lo mismo en el octosílabo de es-
pañola progenie que en el endecasílabo de itálico
linaje, los ritmos clásicos se asocian y se combinan
incesantemente en beneficio de lo flexible, vario y so-
noroso de la versificación usada y admitida por nues-
tros ingenios, desde Figueroa hasta Juan Carlos Gó-
mez, desde Melchor Pacheco hasta Washington P.
Bermúdez, desde Alejandro Magariños Cervantes
hasta Juan Zorrilla de San Martín.
II
En nuestro idioma, muy rico en matices y muy
enamorado de su sonoridad, el arte de hacer trovas
se basa principalmente en el número de las sílabas,
en la colocación de los acentos y en el uso accesorio
de la rima más ó menos perfecta. Las sílabas, término
derivado de una voz griega que significa compresión,
pueden estar formadas por una vocal sola, siempre
que esa vocal tenga algún oficio ó significación en
su soledad, como acontece con las vocales de que nos
servimos á modo y manera de preposiciones y con-
junciones en Juan é Inés, Camila ó Teresa, Lucas ú
Osvaldo. También las sílabas se constituyen, y es lo
más frecuente, por una vocal que no se liga con nin-
guna otra en el vocablo de que forma parte, como
HISTORIA CRITICA
en a-mor, e-briedad, /-ló-gi-co, o-rí-fi-ce y ú-ni-co, ó
bien se constituyen por la trabazón de dos ó más
letras que se pronuncian de un solo golpe, en un
solo tiempo, con una sola emisión de voz, como en
ar-te, clá-si-co, rui-nas, he-dion-dez y trans-fi-gura-
ción. En nuestro idioma, como ya dijimos, es inapre-
ciable la cantidad silábica, el tiempo que empleamos
para la emisión de las sílabas largas y breves, porque
la cantidad no está sujeta á ley determinativa alguna,
pudiendo variar, sin que la unidad de tiempo se mo-
difique de perceptible modo, el número de las letras
de que constan las sílabas, desde que las sílabas pue-
den componerse, sin variación notable de tiempo,
desde una á cinco letras de sonido diferencial. Agre-
guemos ahora, para la mejor comprensión de la divi-
sibilidad de las sílabas que forman las palabras, que
una consonante, puesta entre dos vocales, se une con
la vocal que la sigue y apoya, desvinculándose de la
vocal que la guía y precede, como en u-so, en a-fir-
mar, en a-pero, en ta-pe-ra, y en á-to-mo. Digamos
igualmente que cuando se trata de dos consonantes,
ó de una consonante duplicada, las consonantes se
descomponen, uniéndose de ordinario la una á la vocal
que la precede y la otra á la vocal de que va seguida,
como en ap-to, dúc-til, om-bú, lám-pa-ra y ac-ce-so-rio.
Agreguemos que si las consonantes alcanzan á tres,
las dos primeras se juntan con la vocal de que van
precedidas, enlazándose la tercera con la vocal si-
guiente, como en obs-cu-ro, en aZ)s-fe-ner-se y en
trans - po - ner. Digamos, en fin, que cuando las conso-
nantes llegan á cuatro, se divorcian también, unién-
dose dos con una vocal y dos con la otra, como en
abs-trac-to y en cons-íruir. Cuando en una sílaba hay
dos vocales que se pronuncian de un solo golpe, en
una sola emisión de voz, decimos que esas vocales
DE LA LITERATURA URUGUAYA
forman diptongo, como decimos que forman triptongo,
cuando las vocales, que se pronuncian de un sólo
golpe, alcanzan á tres. La ley diptongadora es general
y fija, aunque á esa ley escapen algunos tiempos de
verbo, como es general y fija la ley que prescribe
que las vocales fuertes, — a, e, o, — están imposibili-
tadas de formar diptongo uniéndose entre sí, como
forman diptongo entre sí vinculándose las vocales dé-
biles, — la 7 y la u, — que también pueden formar dip-
tongo cuando se combinan con las vocales fuertes,
como en los términos cielo, aire, criollo, sauce, ceiba
y suavidad. Así, pues, nuestros diptongos no consti-
tuyen ni representan sino una sílaba; pero esta sílaba
puede disolverse, transformándose en dos, poniendo
sobre una de las vocales puntos diacríticos, salvo
cuando la vocal señalada es la ü, porque entonces los
puntos diacríticos no significan la disolución silábica
del diptongo, sino que significan que la ü se debe
pronunciar por no ser muda, por no ser silenciosa,
como en las veces halagüeño y vergüenza.
El ritmo, que ya no depende de la cantidad, de-
pende y se basa en lo acertado de la acentuación.
Esta, que es varia en los versos y fija en las series,
es la verdadera creadora de la armonía que nace del
buen combinar de las cláusulas, de los vocablos, y de
los cortes que utiliza el artífice para seducir ó para
conmover. El ritmo, — término derivado de una voz
griega que significa manar con fluidez, — no es sino
el modo de variar, amable y armoniosamente, la ca-
dencia de nuestros versos. En el ritmo influyen el
acento prosódico, así como también la acertada colo-
cación de las pausas y de los cortes en los períodos
versificados. El acento, según su etimología, equivale
á canto y dirección, como el ritmo, en lenguaje poé-
tico y musical, equivale á número y medida. El acento
HISTORIA CRITICA
indica la tonalidad en la pronunciación de las síla-
bas, influyendo en la belleza armónica del discurso ó
la endecha, porque en todas las frases de nuestro
idioma existe siempre un dejo de frase cantada. El
acento puede ser tónico y átono. El acento tónico, el
acento agudo, es el que se aplica á la vocal ó á la
sílaba acentuada, vigorizándola y dándole tensión. El
acento átono, el acento grave, es el que corresponde
á las sílabas sin acentuación prosódica, sirviendo en
métrica para hacer que resalten las sílabas de acento
agudo, de acento tónico. El adecuado uso de los dos
acentos, el saber cómo y cuándo deben emplearse, la
ciencia de mezclarlos unas veces en beneficio de la
virilidad ó de la alteza de la dicción, y otras veces
en beneficio de la dulzura ó de la gracia del período
métrico, influyen en gran parte sobre la virtud suges-
tionadora de lo que cantamos. Diríase que en los ver-
sos que presiden la ternura, la melancolía ó la langui-
dez, el acento átono debe lógicamente predominar,
porque el acento agudo indica siempre elevación de
tono, como diríase que en los versos que traducen
más viriles y apasionados instantes del espíritu,
el acento tónico debe lógicamente ser el prefe-
rido, porque el acento grave traduce siempre una
tonalidad disminuida y poco levantada. La ley es
cierta; pero no de aplicación imperiosa é impres-
cindible. En primer lugar, el acento átono influye
sobre el tónico, dándole más ó menos vigor, aumen-
tando ó disminuyendo la tonalidad de su agudez, se-
gún la naturaleza rítmica de las sílabas ó las palabras
graves á que se vincule la sílaba ó la voz acentuada.
En segundo lugar están de tal manera combinados
en nuestro idioma el acento átono y el acento tónico,
que de su sabia mezcla, más que de su divorcio ó de
su aislamiento, dependen su influjo y su armonía, su
DE LA LITERATURA URUGUAYA 113
poder y su música. Y en tercer lugar, teniendo las
palabras un empleo de significado y otro de métrica,
sólo deben utilizarse, aun con sacrificio de la tona-
lidad mayor, aquellas palabras cuya tonalidad no nos
obligue á forzar erróneamente su significado, atribu-
yéndoles un significado artificioso y que no es el
suyo. Si la ineptitud en el enlace de los sonidos afea
no pocas veces la labor romántica, la claridad sacri-
ficada al ritmo, el culto idolátrico de la música, y
el rebusque del término exótico, á fin de que suene
mejor que el natural, acusan de pueril y de poco es-
pontánea á la labor en que se complacen los númenes
novísimos. La música es mucho; pero la idea es más
que la música, y cuando es preciso escoger una víc-
tima, la víctima debe ser la música y no el pensa-
miento. Digamos, de paso, que cada pensamiento tiene
en nuestro idioma su vestido propio, y que cuando
la idea necesita sacrificar la música á su claridad, á
su alteza, á su brillantez, los culpables del crimen
no son la música ni el pensamiento. El único delin-
cuente es el artífice, el poeta, el trovero, el ver-
sificador, reo de ineptitud lo mismo cuando acude
á lo anómalo para agrandar la música que cuando
peca de incorrección para salvar la idea. Agre-
guemos, volviendo á lo que decíamos, que el acento
tónico sirvió de base fundamental, en las épocas me-
dioevales, para la transformación de las voces latinas
en voces castellanas. Al caer en desuso el acento es-
crito por el latín clásico, las voces neolatinas, las
derivadas del idioma aquél, conservaron el acento
tónico en las mismas sílabas en que solió emplearlo
la antigüedad, y como en el latín jamás el acento
cargó sobre la última sílaba de las palabras, las
voces de latina progenie fueron perdiendo las le-
tras finales al incorporarse á la parla plebeya ó vul-
8. — III.
114 HISTORIA CRITICA
gar, naciendo de ahí, por la influencia innovadora
del acento tónico, más de uno de los agudos de que
nos servimos, como se observa en mortal, mortalis,
absorber, absorbere, oprimir, oprimere y curul, curu-
lis. En la metrificación, que los románticos utiliza-
ban, los versos pueden ser de tres hasta de catorce
sílabas. ¿En qué sílaba cargaban el acento los versos
usados por nuestros bebedores del néctar de lo ideal?
Los de tres sílabas, en la segunda; — los de cuatro,
en la primera y tercera; — los de cinco, en la cuarta;
— los de seis, obligadamente en la quinta y caprichosa-
mente en la primera ó en la segunda;— los de siete
no obedecieron á regla fija, como tampoco obede-
cieron á regla fija los octosílabos, aunque suenan me-
jor los de siete acentuados en las sílabas pares y los
de ocho cuando imprimen á sus impares el brío del
acento. El verso de once sílabas á veces acentuábase
sólo en la sexta, y á veces acentuábase al mismo
tiempo en la cuarta y octava, debiendo advertirse que
como los versos de diez, de doce y de catorce sílabas
no son sino compuestos de dos bordones de cinco,
de seis y de siete sílabas, rige para cada una de sus
mitades la misma ley acentuadora á que están suje-
tos los pies que los constituyen y de que dimanan.
El número de las sílabas, en los versos, se cuenta
por el número de sus vocales. Hagámoslo así con
este verso de Eduardo Cordón:
Obreros al trabajo.
1 2 3 4-507
Tiene, pues, siete sílabas, como tiene ocho el si-
guiente verso de Figueroa:
De su vastago marchito.
12345 G78
DE LA LITERATURA URUGUAYA 115
¿Dada la regla, cuántas sílabas tendrá este cono-
cido verso de la canción bendita, de la canción patria?
De las leyes al numen juremos.
12 345 67 89 10
Tiene diez, del mismo modo que tiene once el verso
siguiente, que hallo en la clásica Epístola á Doricio,
de don Bernardo Prudencio Berro:
Revestida de flores y verdura.
1234 5 67 8 9 10 11
La y griega, colocada entre consonantes y en ais-
lamiento, equivale á una sílaba, lo mismo que acon-
tece con las cinco vocales, cuando las colocamos entre
consonantes y en aislamiento. Se compone de diez
sílabas, por lo tanto, este armonioso verso de Fra-
gueiro :
Hojas y ramas, brotos y flores.
123 45 678 9 10
Once tiene en cambio el siguiente bordón de Lau-
findo Lapuente:
Y le lanzó sobre la roca dura.
1234 567 89 10 11
Lo mismo acontece, como ya dijimos, con las vo-
cales.
¿Das ó no papel á Flora?
12 3 45G 78
Octosílabo y regular nos resulta el verso anterior,
como regular y heptasílabo nos resulta el siguiente
verso del coronel Bermúdez:
A las dormidas gentes.
12 345 67
Tenemos prácticamente, pues, que las vocales ais-
ladas ó la y griega en soledad, colocadas al principio
ii6 HISTORIA CRITICA
del bordón y seguidas de un vocablo que empieza en
consonante, constituyen sílaba métrica, como también
tenemos que la constituyen prácticamente, la y griega
aislada ó las vocales en soledad, cuando, puestas en el
resto del pie, una consonante las precede y otra con-
sonante las sigue.
Esperad á que tornen los cruzados.
12345 67 8 9 10 11
Otro caso:
Ó morid ó venced — firmes y probos.
1 2 3 4 T) i; 7 8 9 10 11
Otro caso
A las torres y pronto, compañeros.
12 3 4 .ó 6 7 8 9 10 11
Otro caso :
Y la luz gris ó parda desfallece.
12 3 4 5 i; 7 8 9 10 11
El verso de doce sílabas se mide lo mismo que los
anteriores por el número de sus vocales.
El color de los prados en primavera.
1 2 3 4 5 0 7 8 9 10 11 12
Lo mismo acontece con el verso de catorce sílabas,
como puede observarse en este alejandrino de Hera-
dio C. Fajardo:
Levanta, sí, levanta tu poderoso canto.
12 3 4 5 () 7 8 9 10 U 12 13 14
Y con el mismo resultado tropezaréis si medís este
alejandrino de Juan Carlos Gómez:
Huyeron de su paso dejando por despojos
12 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14
En el último de estos bordones, la y griega de hu-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 117
yeron no se cuenta ya como una sílaba aislada. La
vocal que la sigue y se junta á ella, le devuelve su
oficio de consonante, siendo esa vocal, no la conjun-
ción, lo que contamos al medir el verso.
La ley de que el número de las sílabas del verso
se cuente siempre por el de sus vocales, ¿es una ley
fija, invariable, imperiosa, sin excepciones? De nin-
gún modo. Los diptongos y los triptongos, que la
diéresis no señala con puntos diacríticos, valen 7
constituyen tan sólo una sílaba. Como ya sabemos,
como ya dije, las vocales fuertes, — la a, la e y la o, —
no forman diptongo reuniéndose entre sí, y sólo la
forman cuando se juntan con las vocales débiles, con
la i y la u. En cambio, cuando las vocales débiles se
asocian y enlazan, forman diptongo. En los diptongos
verdaderos, en los diptongos que se pronuncian como
una sola sílaba, la vocal acentuada nunca es la débil,
acentuándose generalmente la segunda vocal en los
diptongos originados por el enlace de la / y la u. Así
en viento, en cielo, en duende, en deuda, la acentuada
es la letra fuerte, la letra é, en tanto que en los dip-
tongos fluido y viuda, la acentuada es la segunda vo-
cal, la / en el primer caso y la u en el segundo. Esto
tiene importancia, importancia extrema para la rima^
desde que, como ya veremos, el eje de la rima se en-
cuentra y reside en la última sílaba acentuada de los
vocablos en que termina el verso. Ya hablaremos luego
de las licencias, pues bástanos por ahora lo que ante-
cede para la claridad y la sencillez de lo que sigue.
Digamos, sí, que entre esas licencias es inaceptable,
aunque Camus la apruebe y Garcilaso haya hecho uso
de ella, la que tranforma en diptongos, en sílabas que
se pronuncian en una sola emisión de voz, las jun-
ciones de dos vocales que en ningún caso forman dip-
tongo en prosa, como ea, éo, ía, ío, úa, úo, transfor-
ii8 HISTORIA CRITICA
mando en disílabas las palabras trisílabas, y muy tri-
sílabas métricamente, idea, deseo, hastío y charrúa.
Úsela quien la use y apruébela quien la apruebe, esa
licencia es un delito contra la música del verso y de
la estrofa, delito indisculpable en quien sabe rimar
con corrección y primorosamente. Atendiendo á es-
tas últimas advertencias, ya nos es fácil medir los
versos siguientes, en que los números señalarán las
sílabas :
De Juan Carlos Gómez:
La flor de los recuerdos.
1 2 3 4 5 6 7
De Enrique de Arrazcaeta:
Por el cierzo combatida.
12 3 4 5 6 7 8
De Pacheco y Obes:
Cruz que yaces solitaria.
1 2 3 4 5 r, 7 8 .
De Ricardo Sánchez:
A varias instituciones.
1 2 3 4 5 6 7 8
De Zorrilla de San Martín:
Cadenas ! pobres charrú - as !
12 3 4 o 6 7 8
De Francisco Acuña de Figueroa:
Largo tiempo, con varia fortuna.
12 3 4 5 67 89 10
De Luis Melián Lafinur:
Con él tu gloria perenne ve -o.
1 23 45 6789 10
DE LA LITERATURA URUGUAYA iig
De Rafael Fragueiro:
Unos tras otros se van los di - as.
12 345 6 7 S 9 10
De Juan Cruz Várela:
Tu vida fué cual huracán de gloria.
1 2 3 4 5 (5 7 8 9 10 11
De Bernardo P. Berro:
Cuanto vario placer, cuanto recre - o.
1234 56 7 89 10 11
De Lucio Vicente López:
Vagas planicies, escarpados montes.
12 345 6789 10 11
De Sienra y Carranza:
Hay un misterio funeral, sombrí - o.
1 2 345 678 9 10 11
De Alejandro Magariños Cervantes:
Del hombre más audaz la fibra doma.
1 2 3 4 5 (5 7 8 9 10 11
De Gonzalo Ramírez:
Tus hijos le negaron la lumbre de tu cielo.
1 2 3 4 5 0 7 8 9 10 11 12 13 14
Y de Juan Carlos Gómez:
No sonarán, no, cantos después de la pele - a.
1 2 3 4 5 (5 7 8 9 10 11 12 13 14
¿Qué acontece con los triptongos? Acontece lo mis-
mo que con el diptongo, es decir, que se cuenta por
una sola sílaba cuando ninguna de sus vocales débiles
lleva acento y cuando se pronuncian como una sola
HISTORIA CRITICA
emisión de voz. Medid, atendiendo esta observación,
el verso que dice:
El buey con lento paso se pierde tras los talas.
1 2 3 4 ó i; 7 8 í> 10 11 12 13 14
Es de catorce sílabas, como son de catorce sílabas
los dos bordones siguientes:
Suena, pampero rudo, tu cántico más fuerte
12 3 4 5 i; 7 8 9 10 H 12 13 14
Del Uruguay braví - o sobre las turbias olas.
12 3 4 .') •; 7 8 9 10 11 12 13 14
Tenemos, pues, que las sílabas en la métrica caste-
llana son elementos musicales de precio altísimo, que
se juntan ó se divorcian de acuerdo con su fonética
finalidad. Generalmente concurren y coinciden la
forma silábica ideológica, es decir, las sílabas que se
agrupan para formar vocablos, y la forma silábica
musical, es decir, las sílabas que se agrupan formando
compases métricos. Cuando se asocian y se armoni-
zan, la estructura gramatical y la estructura métrica,
les satisfacen á la vez al cerebro y al oído; pero
cuando ese consorcio no se consigue, el verso ante-
pone la estructura silábica métrica á la estructura si-
lábica gramatical. La cadencia de las versos se basa,
especialmente, en la simetría, en el orden, en el gusto,
en el arte con que combinamos las sílabas acentua-
das y no acentuadas. Poco nos importa que una sílaba
tenga cinco letras ó una letra sola, puesto que em-
pleamos el mismo tiempo en su pronunciación sen-
sible y puesto que cada sílaba constituye una sola
emisión de voz. Con el mismo número de sílabas,
aunque las sílabas no tengan el mismo número de
letras, formaremos siempre versos iguales. Así son
octosílabos, y tienen casi el mismo número de letras
DE LA LITERATURA URUGUAYA
en cada bordón, los conocidos versos de Pedro P.
Bermúdez:
Siempre respirando brí - os (22 letras)
1 2 345 tj 7 8
Siempre vomitando saña, (20 letras)
1 2 3 1 5 (3 ~7 i"
Siempre blandiendo su pica, (23 letras)
1 2 3 ~^¡ 5 ~ 7 8
Siempre soñando venganza. (22 letras)
1 2 3 4 5 (j 7 8
En cambio tienen doce sílabas, á pesar de la dife-
rencia que notaréis en el número de sus letras, los
versos que siguen:
Venid, apúremeos el cálido vino: (25 letras)
12 345 6 7 8 9 10 11 12
El Jerez las tristes sombras transfigura. (35 letras)
1 2 3 4 ó I', 7 8 ít 10 11 12
El número de letras no influye, pues, en el número
de las sílabas, aunque influye en el verso, dándole
en ocasiones dulce lentitud ó impetuoso brío. Las
letras y las sílabas, en el verso, se someten á la tiranía
del ritmo y del numen, que están á su vez sometidos
á reglas. Esa tiranía se apoya en el hiato y se apoya
también en la sinalefa, siendo preferible el uso de
la segunda al uso del primero, que no me place, como
tampoco plugo á los cultores de la poesía del siglo
de oro de la española literatura. El hiato, inarmónico
y desconcertador, es el sonido que resulta de la dis-
yunción de dos palabras seguidas, cuando la primera
acaba en vocal y la segunda empieza también con vo-
cal ó con aspiración. En cambio la sinalefa consiste
en la trabazón ó enlace de la última sílaba de una
palabra que termina en vocal con la primera sílaba
HISTORIA CRÍTICA
de Otra palabra que empieza con una letra de igual
clase, vocal también, precedida ó no de hache muda.
Las sílabas, que destruye ó divorcia el hiato, se cuen-
tan en el verso separadamente, y las que une ó enlaza
la sinalefa se cuentan en el verso como si formasen
una sílaba sola. En los casos de sinalefa, la segunda
sílaba vinculada se pronuncia mentalmente con tanta
rapidez que casi se confunde con la primera, en tanto
que en las sílabas que divorcia el hiato, lo mismo la
primera que la segunda sílaba se pronuncian dándo-
les un valor diferencial de tiempo y de sonido, lo que
nos permite, en el primer caso, hacer de dos sílabas
una sola medida métrica, mientras que, en el segundo
caso, haremos dos unidades métricas, de lo que de-
biéramos apreciar musicalmente como una unidad
sola. Ya dije que el hiato es una licencia desagradable
y la que nunca, ó casi nunca se debe aprobar, como
ya dije que la sinéresis, ó transformación en diptongo
de dos vocales que no constituyen diptongo en prosa,
es también una licencia más que desagradable y á la
que nunca, en ningún caso, se debe preferir. — Veo y
sonrío, con sinéresis ó sin sinéresis, siempre tendrán
para mi oído interno, para la acústica de mi métrica,
dos y tres sílabas respectivamente, como, con hiato
ó sin hiato, no hallaré jamás que sea de once sílabas
el siguiente verso del divino Herrera, que nos cita,
como ejemplo de hiato, Eduardo de la Barra:
Que entre una y otra espesa rama.
El hiato, que es un vicio de pronunciación por el
que la sinalefa queda anulada, me interesa poco, como
poco me interesa, por la misma causa, el uso de la
diéresis, que permite disolver y dividir en dos sílabas
métricas á los diptongos como viuda, suave, glorioso
y laüd. Jovellanos tiene razón cuando nos dice que
DE LA LITERATURA URUGUAYA 123
el verso castellano es resistente al hiato, como yo la
tengo cuando os afirmo que las diéresis sólo deben
utilizarse con parsimonia extrema, es decir, cuando
la amplitud del verso, la factura silábica del bordón,
las corrige y las salva. Ved, como ejemplos de hiato
y de diéresis, los pies que siguen.
De Adolfo Berro:
Que me dice á toda hora.
1 2 3 4 5 6 7 8
De Alejandro Magariños Cervantes:
De un vértigo febril al ver que ella.
i 234 56 7 8 9 10 U
De don Bernardo P. Berro:
Empapada mi alma en un completo.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
De Magariños Cervantes :
Celeste criatura.
12 3 4 j' 5 Ü 7
Del mismo Bernardo P. Berro:
A otra miro soberbios torreones.
T~' 2 34 5 6 7 8 9yl0 11
Si el uso del hiato y de la diéresis me interesa poco,
me interesa y mucho la sinalefa que, como ya indiqué,
es el estrecho enlace, la junción, el desposorio, el
ayuntamiento de una sílaba que concluye en vocal con
otra sílaba que empieza con vocal ó con hache muda.
El uso de la sinalefa es frecuentísimo y regular en
las composiciones españolas y americanas que cono-
cemos, tan frecuente como poco frecuente es, en las
mismas composiciones, el uso de la diéresis y el uso
124 HISTORIA CRÍTICA
del hiato. Son versos libres de sinalefa los de Adolfo
Berro:
Celebran tu justicia
12 3 4 5 (5 7
En coros reverentes.
1 2 3 4 5 6 7
Está libre también de sinalefa este pie de Hidalgo:
Y dicen los hombres viejos.
12 3 1 5 t; 7 8
Se hallan en el mismo caso estos bordones de Fi-
gueroa:
Con blanca banda ceñida
1 2 3 4 5 Ci 7 8
La caridad le rodé - a.
1 2 3 4 5 (5 7 8
Y está, por último, libre de sinalefa este pie de
una estrofa de Magariños Cervantes:
Modelo de piedad y de ternura.
123 4 56 7 8 9 10 11
Hay en cambio, sinalefas en estos versos de Adolfo
Berro:
Reservas al que ofende
12 3 4 5 6 7
La vida de tu hechura.
1 2 3 4 5 6 7
Y en este de Bartolomé Hidalgo :
Ramón se largó al rodé - o.
12 3 4 ó 6 7 8
Y en estos de Figueroa:
Silencio! ya se aproxima
12 3 4 5 6 7 8
El triste acompañamiento.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 125
Y en este de la inmortal canción del mismo Fi-
gueroa :
Ni enemigos le humillan la frente.
i 23 4 5 67 8 9 10
Y en estos de Manuel de Araucho:
El sagrado estandarte
1 Ü 3 4 5 6 7
A cuyo aspecto tiemblan los tiranos.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Y en estos de Melchor Pacheco y Obes:
Volved la espalda á la suntuosa sala
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
De orgullo y oro y corrupción vestida.
1 2 ~ ~l 5~ 6 7 8 9 10 11
Y en estos de Juan Carlos Gómez :
Mi espíritu adormece con voluptuosos sueños.
í 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14
Ven, al sediento labio tu copa de oro alcanza.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14
La hache aspirada no impide ni modifica la sina-
lefa. Medid estos dos versos de Adolfo Berro:
En vano hermosa te ostentas,
1 2 3 4 5 Ü 7 8
En vano en gozo te bañas.
1 2 3 4 5 0 7 8
A pesar de la hache de la palabra hermosa y en vir-
tud de la sinalefa, son octosílabos los dos precedentes
bordones de aquel dulce y malogrado ingenio, de
aquel ingenio de nuestra edad romántica, de aquel
ingenio caído para siempre cuando apenas empezaba
á enflorar.
126 HISTORIA CRITICA
La sinalefa puede estar formada por más de dos
letras. Medid el segundo de estos octosílabos de Fi-
gueroa:
Bien puede con faz serena
1 234 5 G78
Marchar al suplicio infausto.
1 -J 3 4 5 6 7 8
No es rara, sino habitual y común, la sinalefa á que
da lugar esta junción ó amalgamiento de tres voca-
les. Recordad el conocido y doloroso bordón de
Adolfo Berro:
Sin que un ángel de gracia en mi agoní - a.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Y el también conocido endecasílabo de Juan Carlos
Gómez :
Que el mismo seno que nutrió á su padre.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
No faltan casos en que la sinalefa puede romperse
sin perjuicio grande de la armonía, como en el pie
siguiente de la canción patria:
Con vislumbres de púrpura y oro.
1 2 3 4 5 6 7 8 9~ 10
Es claro que el bordón quedaría más exacto así:
Con vislumbres de púrpura y de oro.
12 3 4 5 6 7 8 9 10
En el mismo caso que el verso anterior de Figueroa
se halla el verso siguiente de Bernardo P. Berro:
Entre rústica burla y algazara.
12 3 4 5 6 7 8 9 10 11
¿Es fácil darle mayor exactitud á este endecasí-
labo? Basta, para ello, escribir y leer:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 127
Entre rústicas burlas y algazara.
12 345 t". 7 8 9 10 11
Jovellanos, lo mismo que Camus, nos dicen que la
sinalefa ó elisión debe omitirse cuando de ella re-
sultan dureza ó dificultad para leer ó declamar el
verso, suprimiéndola algunos, como hacían los latinos,
cuando empieza con vocal acentuada ó la sílaba hue
la segunda de las palabras que se asocian ó se com-
binan. Fragueiro escribe:
La esquila de mi alma.
i 2 3 4 5 6 7
Medid este verso:
En el helado seno de tu huesa.
1 2 3 4 0 0 7 8 9 10 11
Si en el primer caso pronunciamos, erróneamente,
la sílaba al con una fuerza y una lentitud que no le
son propias, en el segundo caso sacrificamos, con al-
guna justicia, la medida exacta del bordón á la ca-
dencia que nos exigen el arte declamatorio y el oído
métrico. Mila y Fontanals dice, y no se equivoca, que
casi todas las veces que notamos una falta de elisión,
una falta de sinalefa, ésta se debe, más á las incorrec-
ciones del artífice descuidado, que á las licencias to-
leradas por el decir poético.
A once, pues, podemos reducir, para terminar, los
casos más comunes y regulares de sinalefa.
i.° Cuando se asocian ó se mixturan la última sí-
laba de una palabra, terminada en vocal, con la pri-
mera sílaba de una palabra que con vocal empieza,
como acontece en este verso de Orosmán Mora-
torio:
3
Mi dicha entera cifraba.
12 4 5 (i 7 8
128 HISTORIA CRITICA
Ó en este de Joaquín de Salterain:
ó
De tu nombre se olvidaron.
12 3 4 O 7 8
2.° Cuando se asocian ó se combinan la última sí-
laba de una palabra que concluye en vocal y la pri-
mera sílaba de una palabra que empieza con hache
muda, como en este verso de Carlos María Ramírez:
Es la venda piadosa de la herida.
12 3 4 5 6 7 8 10 11
O en este verso de Ramón de Santiago:
Pero en un di - a de leyenda hermosa.
12 345 GTS 10 11
3.° Cuando á una palabra que termina en diptongo,
sigue una palabra que principia en vocal, como en este
bordón del mismo Carlos María Ramírez :
Estudia al sacerdote, al inspirado.
12 45 C. 7 8 9 10 11
4.° Cuando á una palabra que termina en diptongo
sigue una palabra que en diptongo empieza, como
puede notarse en el verso:
La lluvia airada de fuego.
12 4 5 6 T~ 8
5.° Cuando á una palabra que termina en vocal si-
gue una palabra que en diptongo se inicia, como en
este bordón de Pedro P. Bermúdez:
Mires partir mi flecha, augurio cierto.
12 345 6 sTIo
6.° Cuando una vocal aislada sigue á una palabra
que termina en vocal, ó cuando una vocal aislada pre-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 129
cede á una palabra que con vocal empieza, como en
el pie siguiente de Juan Carlos Gómez:
5
Arrebatado á tus primeros años.
1234 6 789 10 11
Ó en este de Ramón de Santiago:
7
El sol de libertad é independencia.
123450 89 10 11
7.° Cuando sigue la conjunción y á una palabra que
termina en vocal, como en este verso de Pedro P.
Bermúdez:
3
Sublime y misterioso.
12 4 5 G 7
Ó en este de Figueroa:
3
Se arroja y da un lamento.
12 4 5 G 7
O en este de Zorrilla de San Martín:
7
Sin rumores el mundo y los espacios.
1 2345 G 89 10 11
8.° Cuando la conjunción y sigue á una palabra que
termina en diptongo, como en este ejemplo:
4
Por la gloria y la doncella.
12 3 5 0 7 8
Ó en este otro:
El anuncio y la proclama.
12 3 5 G 7 8
9.° Cuando colocamos la conjunción y entre una
<9. — 111.
130 HISTORIA CRÍTICA
palabra que termina en consonante y una palabra que
empieza en diptongo, como en el verso
No os precipitéis y oigamos.
1 2 3 4 5 7 8
10. Cuando la y se halla entre una palabra que em-
pieza en diptongo y una palabra que termina en dip-
tongo, la sinalefa tiene lugar entre la conjunción y
la sílaba primera de la palabra que en diptongo prin-
cipia, como en
Eres óleo y aurora, siendo célica rima.
12 3 T" 6 7 "i" 9 10 11 12 13 U
Ó en los versos siguientes:
El sabia modula
1 2 " 4 5 6
Su rezo en los sauces
1 2 ~3~ 4 "s" 6
5
Bajo el limpio y áureo
1 ~2~ 3 T" T
Dosel de la tarde.
1 2 3 4 5 G
II. Puede, por último, formarse una sinalefa ó eli-
sión de cinco letras cuando una vocal aislada se co-
loca entre una palabra que concluye en diptongo y
otra palabra que en diptongo se inicia, como en estos
bordones:
Burlándose de su orgullo
12 3 4 5 tí 7 8
3
Antonio á Eufemia le dijo;
12 4 5 6 7 8
No vencerás en el duelo
1 2 3 4 5 6 T" 8
Que sostienes con Cupido.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 131
Bueno es, sin embargo, tener presente que no son
estas reglas las que enseñarán al curioso lector el
modo y la forma como utilizaban la sinalefa nuestros
románticos. Todo lo que nosotros pudiéramos decir,
siempre valdría menos que la práctica que adquirirá
el lector midiendo y analizando las estrofas de Juan.
Carlos Gómez y Alejandro Magariños Cervantes, Was-
hington P. Bermúdez y José G. del Busto.
III
El acento, filológicamente considerado, indica el
tono que dá la voz, elevándose ó deprimiéndose, á las
sílabas que pronuncia. En cada término hay una sí-
laba predominante, una sílaba cuyo tono elevado re-
baja ó atenúa el tono de la sílaba ó sílabas que la
preceden y que la siguen. En virtud de la colocación
de esa sílaba, cuyo acento influye sobre la tonalidad
de las restantes sílabas del vocablo, las voces espa-
ñolas y americanas se dividen en agudas, graves y
esdrújulas. Todas las voces monosilábicas son agudas,
como paz, fé, lid, sol y luz, siendo agudas también
las voces compuestas de más de una sílaba cuando
cargan ó apoyan el acento en su sílaba última, como
amar, querer, guaraní, enardecedór y esclavitud. Siem-
pre que la palabra con que el verso finaliza es una
voz aguda, la última sílaba del verso se aprecia como
doble y se cuenta por dos, aumentándose en una las
sílabas regulares de que el verso consta.
De Adolfo Berro:
Que le lleva por el mal.
"T'234 567 y 8
»3j2 HISTORIA CRÍTICA
-t
Del mismo:
El abismo del no ser.
1234 5 ü7y8
J>el mismo:
En sus labios de ru - bí.
1234 567 J' 8
IDel mismo:
Veré luego con la flor.
12 ~3~4 5 6 7y8
l>cl mismo:
Santa madre de Je - sus.
12 34 3 6 7y8
No influye en esta regla la amplitud y el número
ide sílabas del verso ó bordón.
De Juan Carlos Gómez:
Con mi sangre bañadas es - tan.
1 2 3 4 5 0 7 8 9 y 10
l^él mismo:
Redimirme de tanto do - lor.
1234 5 67 89yl0
3Die¡l mismo:
Si todos la contemplan, unidos los ve - ré.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 y 14
IDel mismo:
Ivos sueños realizados verás del porve - nir.
1 23 4567 89 10 11 12 ISy 14
S>el mismo:
Tu brazo levantado mostrabas en Mai - pú.
^ -2 3 4 5 6 7 S 9 10 11 12 13 y 14
DE LA LITERATURA URUGUAYA i»
Son graves las voces españolas y americanas que-
cargan ó apoyan el acento en la sílaba penúltima, ea
la sílaba anterior á su sílaba postrera, como garza,
cuchilla, espjníllo y resplandeciente. Las voces gra-
ves se cuentan métricamente por el número exacto
de sus sílabas, — fuera de los casos de diéresis, siné-^
resis, hiato y sinalefa de que ya me ocupé:
De Alejandro Magariños Cervantes:
Tal vez su blanca mano.
1 2 3 4 5 fi 7
De Adolfo Berro:
Se despiertan blandamente,
1 2 34 5 1) 78
Mil recuerdos de pía - cer.
1 23 4 5 tí 1 yS
De Figueroa:
Libertad, libertad adorada,
123 45tí 789 10
Mucho cuestas tesoro sin par.
1 2 T i 567 89 y 10
De Melchor Pacheco:
En el mástil un pabellón onde - a.
1 2 34 5 tí 78 9 10 11
Y el desterrado con dolor le mira.
1 2345 tí 789 10 11
De Bernardo P. Berro:
Ya ves si son de precio bien subido
12 3 4 5 tí 7 8 e 10 11
Los gustos de que hacerte referencia.
1 2 3 4 5 tí 7 8 9 10 li
En tan breves razones he querido.
1 2 34 567 8 "7r,n.i
134 HISTORIA CRÍTICA
De Juan Carlos Gómez:
Encantadora maga que del terrestre yermo
12 3 4 5 6 7 ~8~ 9 10 11 12 13 14
Puedes hacer morada de celestial Edén.
~1~ 2 3 4 5 0 7 8 9 10 TT 12 13yl4
Son esdrújulas las voces españolas ó americanas que
cargan su acento en la sílaba antepenúltima, como
lóbrego, tétrico, magnánimo y sapientísimo. El verso,
ó bordón, que concluye con una voz ó palabra esdrú-
jula, pierde una de sus sílabas regulares, contándose,
cuando tiene ocho, como si tuviera siete, y cuando
tiene once, como si tuviera diez.
De Juan Carlos Gómez:
Virgen cristiana, póstrate.
12 3 4 5 G 7
Del mismo:
Bella de tantos éxtasis.
12 3 4 5 6 7
Del mismo :
Privado de las lágrimas.
12 3 4 5 6 7
De Figueroa:
Dice un rival : No es pacífica,
12 3 4 5 tí 7 8
Bullanguera ni científica.
12 ~3~ 4 5 "e" 7 8
Otro ejemplo:
En el obscuro záfiro
12 3 4 5 6 7
De tus pupilas lánguidas.
Otro
Otro;
DE LA LITERATURA URUGUAYA 135
Pasa suspirando, céfiro,
123456 78
De los sauces por las flébiles.
12 "3*4 5 C 78
Tus ojos vierten lumbre seráfica.
Otro:
En lo más rudo de la lid homérica.
12 3 45Ü78 9 10 11
Otro:
El guitarrero cubre con su canción armónica
1 "i" 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14
El lloro de las aguas del arroyuelo límpido.
1 2 3 4 5 6 "t" 8 9 10 11 12 13 14
Dados los ejemplos, concretemos las prescripciones
poéticas que anteceden:
I. o — Los versos que terminan en una voz aguda,
sea la que fuere, aumentan una sílaba á sus sílabas
gramaticales.
2.0 — Los versos que terminan en una voz grave,
sea la que fuere, se cuentan métricamente como se
contarían sujetándose á lo preceptuado por la gra-
mática.
Y 3.° — Los versos que terminan con una voz
esdrújula, sea la que fuere, pierden una sílaba en su
avaluación métrica. Se concibe una larga serie ó ti-
rada de versos que tenga todas sus últimas palabras
graves; pero resultaría poco grata al oído una com-
posición de muchos pies que tuviera aguda ó esdrú-
jula la voz final de todos sus bordones. En este caso
el buen gusto aconseja que los agudos y los esdrú-
julos, con que el verso concluye y finaliza, se sepa-
136 HISTORIA CRÍTICA
ren sistemáticamente en la estrofa ó serie, interca-
lando entre los pies esdrújulos ó agudos, uno ó más
bordones que terminen y concluyan con palabras
graves.
Ved como ejemplos de la combinación de agudos y
esdrújulos :
Armonizaba la canturia célica
Del guitarro campestre y español.
Con el reflejo que en tu faz angélica
Puso la luz del moribundo sol.
Véase, ahora, como se separan, habitualmente, los
graves y los agudos en esta estrofa de Anacleto Du-
fort y Alvarez:
Llévente al alma dulce desmayo
Consolador,
Como esa espuma, como ese rayo,
Como esa flor.
Ó en esta de Estanislao Pérez Nieto:
Sigue, sigue, mariposa,
Y volando sin cesar.
Por la mano primorosa
De la niña candorosa
No te dejes apresar.
Ó en esta de Juan Carlos Gómez:
De un arroyo sin nombre en las orillas
La palma con el cedro se enlazó;
El viento que juntara sus semillas
Los ramos de los ramos separó.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 137
Ó en esta de Washington P. Bermúdez:
Los que piden el yugo, los que quieren
Hacer de un hombre, un ídolo sagrado.
No son tus hijos, no! Te han renegado
Abjurando sus dogmas y su fe.
Son tus hijos aquellos que veneran
La libertad, la ley, la democracia,
Los que doblan su sien á la desgracia,
Y no se po-stran de un mandón al pié !
Ó en esta de Carlos María Ramírez:
Ya á mi mansión no viene la musa prestigiosa,
Brindando á manos llenas de la ilusión hermosa
La flor primaveral ;
Si acaso, en el silencio de alguna noche helada,
Como á un sepulcro antiguo, acércase, y callada
Se posa en el umbral!
El acento que se toma en cuenta, en la versifica-
ción, no es el acento escrito, el acento ortográfico,
sino el acento pronunciado ó prosódico. Tan acen-
tuada está para el poeta la e de vuelo como la e de
intrépido y tan acentuada está para el rimador la i
de amiga como la / de víveres ó de lactífero. Eduardo
de la Barra ha observado, y ha observado bien, que
el acento se entona bajo la influencia del ritmo ó
cuando una pausa musical le sigue, debilitándose
cuando, siendo poco fuerte el acento de la palabra,
ésta va precedida de un monosílabo ó de un vocablo
de acento firme. Por lo común nuestros metros son
bisilábicos ó trisilábicos, lo que quiere decir que sus
compases rítmicos van de dos en dos ó de tres en tres
sílabas. Los acentos rítmicos, á ser posible, deben co-
138 HISTORIA CRITICA
locarse de modo que marquen la cadencia del verso,
sus series silábicas, conteniendo necesariamente un
acento rítmico cada cláusula rítmica, es decir, cada
una de las porciones silábicas en que el verso se di-
vide. Estudiemos estos cuatro bordones de cadencia
clara de Ricardo Passano:
] Fueron - visiones, - fueron - delirios, - fueron - antojos
De ún al - ma loca!
¡ Mártir - humilde - de mis - amores - luz de - mis ojos.
Pan de - mi boca.
Combinemos en estos cuatro pies, como las separa-
ciones indican, los ritmos bisilábicos con los trisilá-
bicos, marcando el acento métrico en la primera sí-
laba de las series bisilábicas y marcando el acento
métrico en la sílaba segunda de las series de tres sí-
labas. En el pie segundo el acento de ún no se anula
ni desaparece, á pesar de carecer los monosílabos que
lo constituyen de verdadera significación propia, de-
bilitándose y desapareciendo el acento de la primera
sílaba de alma, porque así lo requieren la justeza y
la música del compás métrico. En este caso, como
acontece por lo general, el un no se desprende de su
acento, para adherirse á la palabra de más valor, por-
que, si así lo hiciera, desaparecería la armoniosa com-
binación de ritmos. En cambio en el cuarto bordón,
el acento de mi se anula y diluye, en primer lugar
por carecer el monosílabo mi de significación propia
y en segundo lugar porque el compás rítmico reclama
y exige que el acento cargue sobre la primera sílaba
de boca.
El acento, que nace del ritmo é influye en el
ritmo, es de suma importancia en nuestra métrica.
En virtud del ritmo, las sílabas de las palabras de
DE LA LITERATURA URUGUAYA 139
nuestro lenguaje se agrupan en el verso, no como
quiere y exige la gramática, sino como quiere y exige
la música del bordón. En ocasiones dividimos una voz
polisilábica, una voz compuesta, para devolver á cada
una de sus partes el acento prosódico que les corres-
ponde, como en ocasiones enlazamos dos ó tres mo-
nosílabos para formar con ellos una sola palabra de
acento agudo en una de sus sílabas, dando á las otras
un acento grave distinto del suyo. En métrica, en
verso, en rima, no sólo consideramos á los vocablos
como traductores y vehículos de nuestras ideas, sino
que los consideramos también á modo de notas que
producen sonidos musicales cuando se ordenan con
maestría en el pentagrama de la dicción. Las cláu-
sulas, compases ó pies métricos pueden ser disilábi-
cos 6 trisilábicos, cargando el acento, en el primer
caso, en su primera ó en su segunda sílaba, como el
troqueo y el yambo, y cargando el acento, en el caso
segundo, en su primera, en su segunda ó en su ter-
cera sílaba, como el dáctilo, el anfíbraco y el ana-
pesto. Son cláusulas ó compases métricos disilábicos
y troqueos zarza, trébol y trigo. Son cláusulas ó com-
pases métricos disilábicos y yambos, canción, ombú
y sauzal. Son cláusulas ó compases métricos trisilá-
bicos y dáctilos vinculo, cóncava y próspero. Son cláu-
sulas ó compases métricos trisilábicos y anfíbracos
llanura, campero y divisa. Son cláusulas ó compases
métricos trisilábicos y anapestos tajamar, colibrí y
rondaré. El verso tendrá, pues, un ritmo bisílabo ó
trisílabo, troqueo ó yámbico, dactilico ó anapéstico,
según la modalidad de los compases métricos que pre-
dominen en nuestras estrofas.
Yo no creo, como cree Eduardo de la Barra, que
siempre los ritmos de nuestros bordones puedan di-
vidirse sistemáticamente en series trisilábícas ó bisi-
140 HISTORIA CRÍTICA
lábicas. Yo no creo que los ritmos de nuestros bor-
dones sean sólo yámbicos, ó sólo anfíbracos, ó sólo
anapésticos, ó sólo troqueos. Únicamente por excep-
ción, aun en los más perfectos de nuestros ritmos
bordónicos, el oído tropieza con esa exactitud ideal.
Tomad los metros de cadencia más clara, el decasílabo
y el dodecasílabo, los formados por series de cinco
y de seis sílabas regulares y métricas. Dividid los
bordones con arreglo á la ley de la cantidad latina,
transformada en acento prosódico, y el resultado con
dificultades os satisfará. Esa división paréceme que
sólo sirve para confundirnos, porque si responde á
la ley de las sílabas en series armónicas y en series
iguales, no responde á la ley de los acentos castella-
nos, desde que la mayoría de los bordones no cargan
siempre y con la misma fuerza el peso de la altitud
acentuadora sobre las sílabas pares ó impares. Mida-
mos, con arreglo á lo que antecede y en series bisilá-
bicas, estos dodecasílabos de Santiago Maciel:
Eran - los ca - malo - tés y - las gra - millas
Un mon - ton de - déspo - jos en - las cu - chillas.
Ved los saltos que ha tenido que hacer el acento
usual, violentando las costumbres y ofendiendo al
oído. En camalotes, el acento de lotes ha saltado á
la sílaba tés, y en el segundo verso ocurre otro tanto.
El ritmo métrico nos obliga á colocar dos acentos
fuertes sobre despojos, que no tiene en realidad sino
un acento suave en la sílaba pó, como nos obliga á
que acentuemos el monosílabo las, que de su acento
se ha desprendido, para adherirse á la palabra de ma-
yor valor, cuando entró á componer la dicción caste-
llana de acuerdo con las reglas gramaticales.
¿La confusión se disipará si dividimos en series de
DE LA LITERATURA URUGUAYA 141
tres sílabas los dodecasílabos de Maciel? No se disi-
pará, como podéis verlo con facilidad suma:
Eran los — camálo — tes y las — gramíllas
Un montón — de déspo — jos én las — cuchillas.
Acentuemos de otra manera; á manera de dáctilo:
Eran los — cámalo — tes y las — grámillas
Ún montón — dé despo — jos en las — cuchillas.
Acentuemos de otra manera, á modo de anapesto:
Eran los — camaló — tes y las — grámillas
Un montón — de despó — jos en las — cuchillas.
Este sería el modo más aceptable y más regular.
Pero ¿qué necesidad tenemos de violar, en ningún
caso, nuestra ley acentuadora usual, divorciando la
silabación de sentido, continua é ilógicamente, de la
silabación rítmica? Yo creo y digo que todos nues-
tros ritmos están formados por series irregulares de
dos y tres sílabas, cuyo acento puede variar de colo-
cación, pero siempre y en todos los casos respondiendo
al uso gramatical y á la ley reguladora de su serie
métrica. No hay en castellano cláusulas troqueas, dác-
tilas, ó anapésticas; pero sí hay combinaciones, en
el mismo bordón, de pies anfíbracos, dactilicos, ana-
pésticos, yámbicos ó troqueos.
¿Por qué es preferible la irregularidad de mi sis-
tema á la regularidad del sistema que impugno? Por-
que para mí el verso de diez sílabas que es un com-
puesto de dos versos de cinco, es también un com-
puesto de cuatro pies ó bordones, en los que se al-
ternan los pies métricos bisilábicos y trisilábicos.
Quiero — besarte, — niña — preciosa,
En los — risueños — labios — de rosa.
142 HISTORIA CRÍTICA
Otro ejemplo:
Por más — que llores, — por más — que digas
Sois dos — rivales, — no dos — amigas.
Otro ejemplo:
Es la — bandera — cítara — santa
En que — la gloria — sus himnos — canta.
Por otra parte, el verso de doce sílabas, el dodeca-
sílabo, no se presenta siempre en forma de compuesto
de dos versos de seis, como en los clásicos
Canonjes é poetas — que son sabidores.
Vos parlen en f abla — de Tulio ó Marón.
Claro está que, en este caso, el verso se compone
de series trisilábicas regulares, que, por lo común,
suelen ser anfíbracas. Esto no se discute ni puede
discutirse; pero también es cierto que el verso de
doce sílabas se presenta, muy generalmente, en forma
de una cláusula de siete sílabas, á la que sigue una
cláusula de cinco sílabas diferenciales. Ved sino e&
así en los versos siguientes de Santiago Maciel :
Sus cabellos tendidos — sobre la espalda
Deshojaban las flores — de su guirnalda.
En este caso el verso de doce sílabas, el dodecasí-
labo, — formado por un bordón de siete y otro de
cinco, — se compondrá, en la esencia de la primera
de sus cláusulas rítmicas, de dos bordones bisilábicos
y otro trisílabo, componiéndose, en el conjunto de
su mitad segunda, de un doble bordón de dos sílabas,
y otro de tres. Todos estos bordones, para ser armó-
nicos, deberán responder á la ley usual y á la ley pro-
sódica de los acentos en las series bisilábicas y trisi-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 143
lábicas. Es cuestión de arte, cuestión de paciencia,
cuestión de habitud, cuestión de oído y hasta cuestión
de numen ; pero ello es, ó debe ser así, lo que demues-
tra, y es lo que buscábamos, la importancia suma que
el acento tiene en la castellana versificación, en la
versificación de que se sirvieron las románticas musas
de nuestros mayores en virtud y en edad.
Concretemos ya todo lo que antecede sobre la
acentuación y el ritmo, marcando, en lo hacedero y
en lo posible, las características métricas y diferen-
ciales de nuestros bordones de dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete y ocho sílabas. Por el momento y á cuenta
de mayor cantidad, bastaranos saber que los pies mé-
tricos de dos sílabas serán troqueos ó yámbicos, se-
gún se acentúen en su sílaba primera ó segunda. Los
versos de tres sílabas se componen, por lo regular,
de un pie métrico anfíbraco, es decir, de un pie que
consta de una sílaba larga puesta entre dos breves.
El verso de cuatro sílabas es un doble troqueo, acen-
tuándose en sus sílabas primera y tercera. Los versos
de cinco sílabas se acentúan en su sílaba cuarta, lo
que quiere decir que están formados por un troquea
ó un yambo, al que sigue un anfíbraco, ó por un anfí-
braco al que sigue un troqueo. Los versos de seis sí-
labas se acentúan en la primera y quinta, cuando es-
tán formados por un troqueo, un yambo y un troqueo,
ó por un troqueo, una partícula monosilábica y un
anapesto, acentuándose otras veces en su sílaba se-
gunda y quinta, cuando están formados por dos vo-
ces anapésticas puras. Los versos de siete sílabas más
regulares y de mejor son, se componen de dos yam-
bos y una voz dactilica, acentuándose por lo tanto en
sus sílabas dos, cuatro y seis, salvo en el caso de que
terminen con una palabra aguda y se compongan, por
consiguiente, de dos yambos y de un anapesto. Los
144 HISTORIA CRITICA
versos de ocho sílabas, los octasílabos, están formados
por troqueos y yambos alternados ó no, y también,
que es lo más métrico, por cuatro voces trocaicas, lo
que hará que el acento prosódico caiga sistemática-
mente en sus sílabas primera, tercera, quinta y sép-
tima. Creo inútil decir, por último, que los versos de
cuatro, cinco, seis, siete y ocho sílabas, son versos
compuestos ó dobles, interviniendo sólo en su forma-
ción los versos primordiales de dos y de tres sílabas,
es decir, las cláusulas métricas bisilábicas ó trisilábi-
cas de que ya hemos hablado.
Sabido esto, ¿qué sucederá con los versos de diez,
de doce y de catorce sílabas? Sucederá que, — como
estos versos son versos divisibles en partes iguales
de cinco, seis y siete sílabas respectivamente, — el
verso de diez sílabas deberá acentuarse, para que su
ritmo no adolezca de imperfecciones de género al-
guno, en sus sílabas cuatro y nueve, como los versos
dodecasílabos, para que su ritmo sea musical del todo,
deberán acentuarse en sus sílabas uno, cinco, siete y
once, siguiendo la ley acentuadora á que sus partes
componentes y divisibles están sometidas. Del mismo
modo, y por la misma causa, el verso alejandrino, el
de catorce sílabas, el formado por dos pies de siete,
deberá acentuarse, con arreglo á la métrica absoluta,
en sus sílabas dos, cuatro, seis, nueve, once y trece,
porque así lo exige y así lo reclama su composición de
dos heptasílabos regulares. En cuanto al dodecasílabo
formado por una cláusula de siete sílabas y otra de
cinco pies, ¿cómo se acentuará? Se acentuará en sus
sílabas dos, cuatro, seis y once, correspondiendo las
tres primeras de estas acentuaciones á su verso hepta-
sílabo y la cuarta de ellas á su verso de cinco sílabas.
Ya veremos, después, que no son necesarios todos es-
tos acentos para que el ritmo reine en el bordón,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 145
manteniéndose, sin embargo, invariablemente los más
esenciales y característicos. Digamos ahora, por inci-
dencia, que la última de las combinaciones dodecasí-
labas, de que hablé, es muy común entre nuestros
poetas del crepúsculo de la edad romántica. No me
es lícito investigar quién la introdujo en nuestro país,
incorporándola á la uruguaya métrica; pero sí afir-
maré que nuestras musas no la rechazaron, utilizán-
dola hasta el pulcro y académico Guillermo P. Rodrí-
guez en sus Pretéritas:
El color de las hojas — de tu abanico
Es el color simbólico — de la esperanza;
El que lucen los prados — en primavera:
El color de tu alma.
Sobre las hojas verdes — de tu abanico
Quedan los versos míos — como una mancha,
Con el color simbólico — de los que mueren:
El color de mi alma.
Cierra las hojas verdes — de tu abanico.
Cierra tu alma;
Que sólo pueden darte — los versos míos
Sombras y manchas!
Digamos algo más, sobre la cadencia rítmica obli-
gada, en este capítulo. Digamos que si el verso de
dos sílabas es siempre un yambo ó un troqueo, y que
si el verso de tres sílabas debe ser siempre un anfí-
braco, el verso de siete sílabas se compone de dos
pies yámbicos ó troqueos y un pie dactilico, anapesto
ó anfíbraco. Poco me importa la colocación que estos
tengan en los bordones de la estrofa ó romance. Lo
que sé es que existen siempre y en todas las circuns-
10. — III.
146 HISTORIA CRÍTICA
tancias, como se observa con facilidad en estos versos
de Luis Melián Lafinur:
Dolores — dé la — tierra,
Sarcasmos — dé la — vida,
Truncadas — éspe - ránzas
En una noche de dolor maldita.
Digamos, por fin, y del mismo modo que si el verso
de cinco pies está formado por uno de dos y otro de
tres sílabas, el verso de seis pies está formado nece-
sariamente por tres voces de dos sílabas ó por dos
términos trisilábicos, todo lo cual demuestra y paten-
tiza que nuestros ritmos se desenvuelven y desarro-
llan en sones musicales de dos ó tres sílabas, á los
que rige y guía, con más ó menos regularidad y se-
gún los casos, un movimiento troqueo, yámbico, dac-
tilico, anfíbraco ó anapéstico. Al decir que los bor-
dones están regidos por una ley acentuadora, no que-
remos decir que todos los bordones bisilábicos deben
acentuarse sistemáticamente en la primera ó segunda
de sus sílabas, como no queremos decir que todos
los bordones trisilábicos deben estar acentuados sis-
temáticamente en sus sílabas pares. No es necesario,
no, que todas y cada una de las sílabas del bordón ó
pie lleven acento métrico y caracterizante. Lo que sí
queremos decir es que tiene que respetarse por el
poeta el acento fundamental y específico de cada se-
rie armónica, advirtiendo que ese acento específico
y fundamental sólo es imperioso en la segunda sílaba
de los versos trisílabos, en la cuarta de los de cinco
sílabas y en la quinta de los de seis, ganando en ar-
monía los versos heptasílabos cuya sílaba sexta está
acentuada. Si unís los pies de ocho y de once sílabas,
— de que pienso ocuparme con solicitud en otro capí-
tulo, — á los pies que anteceden, sencillos ó dobles,.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 147
tendréis todos los bordones ó metros utilizados por
la enfermiza musa de Adolfo Berro, el instinto dra-
mático de Pedro P. Bermúdez, la melancólica imagi-
nación de Juan Carlos Gómez y la inagotable fecun-
didad de don Alejandro Magariños Cervantes.
Aclaremos, con algunos ejemplos, lo manifestado.
El verso de cuatro sílabas lleva los acentos armónicos
en las sílabas primera y tercera:
Las escalas
1 A
Dé tu quena,
1 3
Musa mía,
1 3
Cesen yá,
1 3 j- 4
Que en los talas
1 3
Yá resuena
1 o
La armonía
1 3
Del sabia.
1 3y4
Los bordones de cinco sílabas llevan el único acento,
que su cadencia castellana exige, en su sílaba penúl-
tima. Ved como todos los acentos, menos el cuarto,
cambian y se trasmudan en los bordones de estas es-
trofas de Magariños:
Y de repente
2 4
De rabia llena
:; 4
La noble frente
2 4
Pura y serena
1 4
148 HISTORIA CRÍTICA
Con un ¡áy! ronco
1 4
Del polvo alzó;
2 4y5
Y al verse atada
2 4
Con torpes lazos,
2 4
Abriendo airada
L' 4
Sus fuertes brazos
2 4
— Venid, mis hijos,
2 4
Venid, — gritó.
2 4 y 5
Y ellos vinieron
1 4
De honor radiantes,
2 4
Y sostuvieron
2 4
Cómo gigantes
1 4
La patria exhausta
2 4
Que iba á caer;
2 4y5
Y al imponente
2 4
Grito que espanto
1 4
Dio al más valiente,
~ 4
Cuál por encanto
1 4
Vióse á los seídes,
1 4
Retroceder.
1 4y5
Los versos que anteceden, acentuados todos en su
silaba cuarta, se hallan unas veces acentuados en su
DE LA LITERATURA URUGUAYA 149
sílaba primera y otras veces en su segunda sílaba. En
el primer caso se componen de un troqueo y un an-
fíbraco, y en el segundo caso se componen de un
yambo y una voz anfibraica.
El verso de seis sílabas no tiene el acento obligado
y característico sino en la quinta de las sílabas que
lo forman :
Al ver cómo libres,
2 3 o
Por la tarde clara,
1 3 5
Cómo dos canciones,
Suben dos calandrias,
1 n 5
— Yó también quisiera,
1 o 5
Dejando mis ramas.
Subir por los aires,
Cómo esas dos harpas, —
1 5
Murmura una rosa
De color de grana.
3 5
Tampoco los heptasílabos tienen otro acento obli-
gado y diferencial que el acento que se apoya en su
sílaba sexta.
Mírame, con tus ojos
1 r,
Cantando tu secreto,
2 c
Para que al fin consiga
1 4 6
Saber lo que sospecho!
150 HISTORIA CRITICA
¡ Con el fulgor sin sombras
1 4 6
Dé tu mirar hebreo,
1 4 (i
Díme todas las rabias
1 ;> 4 (i
Ocultas en tu seno!
Los versos de diez sílabas, los de cadencia corriente
y regular, deben acentuarse en sus sílabas cuarta y
novena, desde que están compuestos y formados por
dos bordones de cinco sílabas:
¿Por qué tu canto — triste suspira,
•¿ 4 (i 9
Musa que sólo — quietud deseas?
14 7 '.)
¿Por qué te cansa — la dócil lira,
-'4 7 9
Nido y palacio — de tus ideas?
14 9
El verso de doce sílabas, que se presenta en forma
de compuesto de dos versos de seis, para ser perfecto,
debe estar acentuado en sus sílabas cinco, ocho y once,
como puede verse en esta musical estrofa de Naón:
Elegante y rubia, — pueril y mimosa.
Capricho insinuante, — rondel, mariposa.
Cendal de armonía — raso, estrella y flor,
Ya tienes primores — y encantos ducales.
Ya enconos de leona, — ya insidias venales,
Ya ingenuas caricias — de férvido amor.
No es siempre indispensable, en los dodecasílabos,
el acento que se apoya en la sílaba octava, como la
acentuación regular de los versos de diez sílabas puede
metrificarse, sin detrimento de la cadencia, trasla-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 151
dándola á sus sílabas primera y sexta, como acontece
en los clásicos bordones que dicen:
Ocho veces — la candida luna
;í g
Renovó — de su faz — los albores,
.'i c
Cada vez — contra riesgos menores,
Ocho veces, — los vio combatir.
'á ti
En este caso, el verso de diez sílabas se convierte
en una mixtura ó combinación, muy marcada, de cinco
versos de dos sílabas, ó de un verso de tres sílabas
con otro de siete, ó de un verso de cuatro sílabas con
otro de seis. En cuanto al acento octavo del dodeca-
sílabo, fácil nos parece demostrar que no es impe-
rioso, aunque gane, cuando se le mantiene, la caden-
cia del verso ó bordón.
Con rítmico vuelo, — gráciles y airosas
2 5 7 11
El jardín recorren, — cuatro mariposas
Que del lirio pasan — al rojo clavel,
3 5 8 11 y 12
Y zumba que zumba — liban de las rosas
1 5 7 11
El tinte, el perfume, — la luz y la miel.
¿Cómo se acentúan los dodecasílabos formados por
un verso de siete y otro de cinco sílabas? Por lo ge-
neral en las sílabas seis y once, como puede verse en
estos pareados de Santiago Maciel :
Tras los meses de invierno, cuándo veía
13 ♦> 8 11
Qué el viento las totoras no sacudía,
152 HISTORIA CRÍTICA
Y én las frondosas islas que habita Flora
4 6 11
Cargarse los ramajes de zarza mora,
2 *; 9 11
Al soplo de ese hermoso rénachtiiénto,
2 ti 8 11
Cobraba alas de fuego mi pensamiento,
2 i; 11
Sintiendo en los recuerdos, cómo fragancia
2 6 8 11
Dé un vergel ya distante, volver mi infancia.
'n~ '3 '1 9 11
La acentuación puede cambiar caprichosamente en
la primera ó en la segunda sílaba, como no es impe-
rioso, aunque sea frecuente y musical, el acento de
la sílaba octava, que no existe en este bordón de San-
tiago Maciel:
Cuándo observando al hombre, conoce el mundo.
Ó en este otro:
Los insectos acuden formando estambres.
2 6 9 U
Ó en este otro:
Los celestes ensueños también son aves.
3 <) O 11
Como el verso de siete sílabas sólo se acentúa ne-
cesariamente en su sílaba sexta y como el verso de
cinco sílabas sólo se acentúa necesariamente en su
sílaba cuatro, claro está que los versos dodecasílabos,
constituidos por un verso de siete y otro de cinco
sílabas, no tienen más acentos imperiosos que los que
se apoyan sobre sus sílabas sexta y undécima, siendo
libre el poeta de acentuar ó no acentuar las sílabas
segunda, cuarta y octava del bordón ó pie. Y digamos
DE LA LITERATURA URUGUAYA 153
ya como conclusión, como resumen de todo lo que
antecede, que en los versos de cinco, seis y siete síla-
bas el ritmo es variable, según sea la colocación de
las series bisilábicas ó trisilábicas en los bordones. El
de cinco sílabas puede estar constituido por dos yam-
bos, por un yambo y una voz anfíbraca, por un tro-
queo y un anfíbraco, ó por un anfíbraco y un troqueo,
pues cuando está formado por dos anfíbracos, la sina-
lefa convierte y transmuda en troquea á la voz se-
gunda, robándole su primera sílaba de acento imper-
ceptible, de acento débil.
Dulce reflejo, (troqueo y anfíbraco)
Reflejo santo, (anfíbraco y troqueo)
Gentil fulgor. (dos yambos).
Este metro, el metro de cinco sílabas, — como todos
los metros menores, — es, para dicha nuestra, tan ri-
quísimo y vario, que también admite á las voces dac-
tilicas en su orquestral compuesto, combinándolas á
capricho con voces yámbicas, troqueas y anfibraicas.
¡ Fúlgida lumbre (dáctilo y troqueo)
Baja radiante! (troqueo y anfíbraco)
Rutila espléndida (anfíbraco y dáctilo)
Baja radiante ! (troqueo y anfíbraco)
El verso de seis sílabas, de ritmo también capri-
choso y variable, puede estar formado, según sea la
colocación de sus voces bisilábicas ó trisilábicas, por
tres troqueos, por dos troqueos y un dáctilo, por un
anfíbraco y un yambo, por un dáctilo y una voz yám-
bica, por dos anfíbracos, ó por dos troqueos y una
voz dactilica, ó por un troqueo, — que también puede
ser un yambo, — y un anapesto.
154 HISTORIA CRITICA
Suena, lento, dulce, (tres troqueos)
Cántico sublime, (dáctilo y anfíbraco)
Celeste zorzal! (anfíbraco y yambo)
¡ Guitarra resuena (dos anfíbracos)
Suave, dulce, rítmica, (dos troqueos y un dáctilo)
tjentíl, triste, llena, (un yambo y dos troqueos)
Siempre musical ! (un troqueo y un anapesto).
Sólo por excepción, por inútil alarde de exactitud
armónica ó de cadencia, se someten á un solo ritmo,
bisilábico ó trisilábico, todos los bordones de una
estrofa de cinco, seis ó siete sílabas. Por eso creo
ocioso demostrar que con los versos de siete sílabas
sucede lo mismo que con los de seis, influyendo este
modo de ser de los bordones de cinco, seis y siete
sílabas sobre la naturaleza de los pies compuestos de
diez, doce y catorce sílabas, de lo que se deduce que
un verso decasílabo formado por una palabra trisilá-
bica, otra bisílaba, otra de tres sílabas y una que
conste de una sílaba sola, deberá cargar su acento
en las sílabas segunda, cuarta, séptima y novena, res-'
pondiendo á la ley rimial del anfíbraco y el troqueo,
pues el monosílabo, con que el verso concluye, se
cuenta en castellano á modo y manera de voz bisilá-
bica que tiene acentuada su primera sílaba y muda,
enteramente muda, su segunda sílaba, como cuando
decimos:
Flexible, puro, doliente son.
El mismo decasílabo, en ocasiones, sonará como una
combinación formada por un dáctilo, un troqueo, una
voz anfibraica y otra voz troquea con su segunda
sílaba muda, como en
Célico y suave, divino son.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 155
Y el mismo decasílabo, sin gran esfuerzo, se con-
vertirá en una doble combinación de dáctilos y tro-
queos, como en
Cándida rima, místico son.
Es, pues, cierto y notorio que el verso castellano
se constituye por una infinita y muy caprichosa com-
binación de ritmos, como es cierto y notorio que no
necesitamos descoyuntar las sílabas, con violencia del
sentido de las palabras, para descubrir el ritmo que
prevalece en la factura de los pies ó bordones de las
estrofas. Todo esto, en verdad de verdades, paréceme
infantil, pues nada de todo esto sirve al poeta, á quien
la costumbre y los modelos, más que la retórica, edu-
can el oído ; pero no es malo hablar algunas veces
de todo esto, para que no se ignore que las leyes de
la acentuación, por movibles que sean, son un pro-
ducto lógico de las necesidades creadas por el res-
peto á la belleza y á la virtud del ritmo musical.
Cuanto más perfecta sea la música, más brillará la
idea, como resaltan más las virtudes del alma cuando
las avalora la hermosura del cuerpo que les sirve de
nido, j Cuidad la forma, sin descuidar el fondo! ¡Cui-
dad la forma, sin ofender á la augusta majestad de la
idea! ¡Sed profundos y austeros en el pensar, siendo
armoniosos y sin pecados en el decir!
CAPÍTULO III
De la ritmopea de los románticos
SUMARIO:
I. — Las sílabas como componentes rítmicos del verso. — El ritmo
y las ideas. — El ritmo y la emoción. — Qué se entiende por
ritmo. — Del movimiento ritmial. — De la onomatopeya. — El
ritmo y la armonía imitativa. — Clases de ésta. — El corte y la
cesura. — De las pausas y la sinalefa. — Licencias que permite
el lenguaje poético. — De los ritmos castellanos. — Estructura
de los bordones á que dan lugar. — El Poema del Cid.
n. — Del alejandrino. — Berceo. — Asuntos que trata. — Naci-
miento de la poesía retórica ó erudita. — Muestras de su ma-
nera de metrizar. — Juan Lorenzo Segura. — Un probable error
de Fiztmauríce. — Razones en contra de su opinión. — Algunos
ejemplos del Libro de Alexandre. — Juan Ruiz y hópez de
Ayala. — El alejandrino de nuestros románticos.
in. — Del verso de once sílabas. — Su origen latino. — Del faleuco
y del sálico. — Importancia del endecasílabo. — De sus dos
estructuras acentuales — Falta de ley para sus acentos acceso-
rios ó incaracterísticos. — Muestras de la variedad acentuadora
del endecasílabo. — De los acentos rítmicos y los gramaticales.
IV. ^ — Del verso octosílabo. — Algo sobre el romance. — Opiniones
sobre su cuna. — Lo que dice Conde. — Lo que dice Duran. —
El romiance fué monorrimo en su origen. — Pruebas que nos
ofrecen los romances antiguos. — El verso octosílabo tiene un
solo acento natural y obligado. — Algunos bordones de Figue-
foa. — Estructuras típicas del octosílabo. — Ejemplos de la
estructura trcquea y la dactilica. — Gran variedad acentuadora
del verso de ocho silabas. — Testimonios que nos ofrecen sus
bordones y sus estrofas. — Ventajas de la variedad rítmica del
bordón. — Lo uniforme es monótono. — El arte es sencillez y
sinceridad. — Resumen.
158 HISTORIA CRITICA
Hasta ahora hemos considerado á las palabras en
su totalidad, sin descoyuntarlas ni dividirlas, por res-
peto al sentido de los vocablos y para que el lector
se familiarizase insensiblemente con las dificultades
de la métrica castellana. Ya hemos dicho, sin embargo,
que el arte métrico no considera las sílabas como com-
ponentes de la voz á que corresponden, sino como
componentes rítmicos ó notas musicales del bordón
ó pie, constituyéndose el ritmo yámbico ó anapesto
no con series de palabras acentuadas en sus sílabas
segunda y tercera, sino con series de sílabas acentua-
das de dos en dos ó de tres en tres. Así los buenos
versificadores de la latinidad no formaban los pies
con vocablos espondeos ó dactilicos, sino que los for-
maban enlazando las sílabas de las diferentes voces
del bordón, para imprimir á este el movimiento rít-
mico de que iban en busca. Mídase este célebre verso
de las odas de Horacio :
Bea — tus il — le qui — procul — negó — tiis.
El ritmo no es sino el arte de traducir nuestras
ideas en signos sonoros. El ritmo cristaliza en musi-
cales sones los gestos que nuestras almas hacen
cuando una emoción las turba ó las seduce. En el
mundo interior del poeta tiene lugar un fenómeno
doble y simultáneo, pues al mismo tiempo que se fija
en su espíritu la idea engendrada por la emoción, su
espíritu anota los movimientos acompasados de ese
florecer. La obra del numen es tanto más durable y
tanto más hermosa, cuanto más fiel y acabadamente
I
DE LA LITERATURA URUGUAYA 159
traduce el numen los compases que presidieron la
marcha de la idea durante el proceso de su floración.
En virtud del ritmo, la idea, al traducirse, nace de
nuevo, reproduciéndose todos los movimientos que
le imprimió su voluntad de ver, de convertirse en
vida. Gracias al ritmo, sentimos el palpitar del ger-
men de la idea en el claustro materno del numen. EL
ritmo nos sugiere, también, la imagen plástica de la
idea, desde que las formas no son sino cristaliza-
ciones de gestos y actitudes. En el ritmo cuaja
y se combina toda la serie de movimientos trazados
por la idea al nacer y por la idea al desenvolverse.
Como el ritmo, en la serie de movimientos engendra-
dores de la flor de la idea, sigue el impulso genésico
que le imprimió la emoción de que la idea nace, claro
está que el ritmo que traduce los movimientos de la
idea en marcha, resucita en nosotros una emoción
igual ó semejante á la emoción de que nació la idea.
Ésta, por el ritmo, vuelve á su punto inicial, es decir,
á la emoción origen de su ser. La semejanza entre la
emoción originadora y la emoción que el ritmo nos
sugiere, será más ó menos perfecta, según sea más ó
menos fiel, más ó menos verídico, el ritmo reproduc-
tor de los movimientos engendradores de la idea. De-
ahí se deduce que si la idea está en el encadenamiento
de las palabras, como las palabras se componen de sí-
labas y como las sílabas son las que forman el ritmo,
el poeta debe atender, de un modo simultáneo y de
un modo instintivo, al encadenamiento de las sílabas
y al encadenamiento de las palabras. Si con estas úl-
timas cristaliza el ser de la idea, con las primeras
cristaliza el ritmo propio y especial de ese ser de
emoción. Moverse es vivir. Son ritmos, compases, on-
dulaciones, el fulgir de los astros, el correr de las
fuentes, el volar de las garzas, los balanceos que la
i6o HISTORIA CRITICA
brisa imprime á las rosas, el galope del potro y el
paso de la sangre por el corazón. Todo es ritmo,
acorde, música, armonía en la naturaleza. Para que
vivan la idea y la emoción de que la idea nace, es
preciso que vibren la emoción y la idea, cosa que sólo
puede conseguirse por la virtud del ritmo, que tra-
duce y cristaliza los movimientos que la emoción im-
prime á la idea. Dedúcese de esto que cuanto más
variado sea el ritmo, con más facilidades podrá re-
producir el nacimiento y la marcha de la emoción,
como acontece con la métrica de que nuestros román-
ticos hicieron uso y que perdura aún, métrica que
permite al verso de diez sílabas ser anapesto ó tro-
queo, al de catorce sílabas ser dactilico ó j'^ámbico, y
al verso de once sílabas un sin número de variantes
en que se mezclan todas y cada una de las cláusulas
armónicas que conocemos.
El ritmo es, pues, uno de los elementos más impor-
tantes de la obra versificada, entendiéndose por ritmo,
en poesía, el armonioso modo de variar la cadencia
de los bordones. Esa cadencia es grata á nuestro oído
cuando los acentos y las pausas del pie obedecen á
cierta proporción musical, apellidándose ritmopea el
código formado por todas las leyes del ritmo y la
medida. En cada verso, como en la música armónica
moderna, las voces deben ofrecer una afinidad apre-
ciable en lo polisonoro de su mosaico rítmico, con
uno ó más acentos tónicos señalados que son el punto
de partida y el eje orquestral del conjunto entero
de los sonidos que constituyen el pie ó bordón. Di-
gamos aún que el movimiento cadencioso ó ritmial
puede ser acelerado, uniforme y tardío dentro de la
estrofa ó el mosaico poético, lo que permite á nues-
tros bordones traducir ó representar la rapidez con
que las ideas apasionadas cruzan por el cielo de núes-
DE LA LITERATURA URUGU'AYA i6i
tro espíritu. Léase este bordón de don Bernardo Pru-
dencio Berro:
Lágrimas dulces derramar me hiciste.
Ó este otro de Zorrilla:
Tardo el corcel y perezoso el plomo.
Ó este otro de Lapuente:
Se revuelven, se chocan, se atropellan.
Ó este otro de Magariños:
Rompe, tumba, destroza y arrebata.
Teniendo presente que la sílaba es nuestra única
oinidad de tiempo, el movimiento del pie ó bordón se
hará más rápido ó se retardará según el número y el
ajuste de voces monosilábicas ó polisilábicas de que
nos valgamos, manteniéndose en cambio uniforme y
fijo el movimiento ritmial de nuestras estrofas cuando
los acentos se distribuyen de un modo regular y
melódico en cada serie de sílabas ó unidades de
tiempo. La acentuación es la que establece el tono,
la acentuación es la que lo rige, y como el tono debe
variar á medida que cambian los sentimientos, modi-
ficándose según el carácter de las emociones, claro
está que las cláusulas rítmicas que traducen el hastío
ó la duda no pueden acentuarse del mismo modo, re-
vistiendo la misma tonalidad, que las cláusulas mé-
tricas que traducen la armonía imitativa, la armonía
que nace de la disposición particular que hallamos en
las sílabas ó en las palabras que imitan algún sonido
de la naturaleza. Roque Barcia dice, y dice perfec-
tamente, que esa armonía más que en los sonidos arti-
ficiales ó exteriores, se halla en la constitución del
tt. — in.
i62 HISTORIA CRÍTICA
lenguaje humano, como un gran resorte del idioma
y como un gran principio de filosofía. — "Así vemos,
agrega, que las palabras serpiente y silbar correspon-
den á la misma serie etimológica, porque correspon-
den á la misma serie de modulaciones, de articula-
ciones y de ideas." — Hay más todavía, porque exis-
ten, en el engranaje silábico de que nos servimos,
voces que imitan, al combinarse, los movimientos de
los seres y de las cosas del mundo corpóreo. Se avie-
nen bien con la lentitud de esos movimientos las pa-
labras graves y muy aconsonantadas, como se avienen
bien, con la rapidez de esos movimientos, las sílabas
cortas, los sones esdrújulos, las palabras compuestas,
de vocales simples y consonancias líquidas. Para pin-
tar la actitud de un león en paciente acecho, del
mismo modo que para pintar el paso perezoso del
buey uncido á la carreta clásica, las voces largas, las
voces luengas, las voces en que las consonantes abun-
dan dilatando el sonido, nos serán tan útiles como nos
lo serán las voces de contraria silabación y acento
para pintar la huida del venado que persigue la jau-
ría ladrante y mordedora. Del mismo modo no nos,
serviremos de cláusulas que tengan la misma estruc-
tura silábica y el mismo acento tónico, para pintar
un paisaje marino con un buque en calma, en un mar
inmóvil, en el mar de la línea, y para pintar un pai-
saje marino crespo y furioso, donde un buque ba-
talla con el oleaje y con el vendabal.
La onomatopeya es, pues, la imitación del sonido
de una cosa en el vocablo de que nos servimos para
significarla. Cuando queremos hablar de un sonido,
cuyo nombre ignoramos, hacemos lo posible porque
nuestra voz imite el sonido que nos preocupa. El
órgano auditivo, impresionado por un son que le?
deleita ó le atemoriza, reproduce el sonido que le:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 163
impresionó en un término breve, pero que copia ó tra-
duce eufónicamente el son deleitoso ó amedrentante.
Los primeros sones onomatópicos de que el hombre
hizo uso, reproducían la voz de los animales ó de los
fenómenos atmosféricos, como sucede con mugir y
tronar. La onomatopeya constituye, pues, el primer
período del lenguaje humano. El vocabulario onoma-
topéyico no es un vocabulario retórico, sino que es
el vocabulario del universo, como bien nos dice la
mucha ciencia filológica de Roque Barcia. Así son
onomatopéyicos, en las lenguas matrices, los nom-
bres de los animales y los nombres de los fenómenos
primarios de la creación. Agreguemos que los bor-
dones onomatópicos no sólo imitan los sonidos que
los seres ó las cosas hacen, sino que también imitan
ó retratan las formas y virtudes que los cuerpos tie-
nen, pudiéndose unir, en el mismo pie, onomatopeyas
que imiten sonidos y onomatopeyas que copien pro-
piedades. Véase este ejemplo:
Relumbra el rayo, en la enriscada sierra.
Ó este otro:
El clamor del clarín repercutía
Por los cóncavos huecos de la roca.
Ó este otro, menos aliterado, de don Alejandro Ma-
gariños Cervantes:
Del cañoneo la estridente nota.
La armonía rimial trata, por lo tanto, de repro-
ducir unas veces los sonidos de la naturaleza, otras
veces el movimiento de los seres ó de las cosas, y
otras veces las emociones que nos sacuden el corazón.
En el primer caso la armonía se llama onomatopéyica
i64 HISTORIA CRÍTICA
Ó imitativa, siendo onomatopéyicos ó imitativos los
bordones en que la musa virgiliana copia lo áspero
del roce de la lima sobre el hierro duro y el fragor
con que la tempestad se anuncia en las montañas.
La onomatopeya nace del uso y del concierto de los
vocablos cuya pronunciación se asemeja al sonido que
queremos copiar ó reproducir. Como las sílabas y el
acento son la base de la pronunciación, claro es que
las sílabas y el acento son los que crean la semejanza
entre el sonido natural y la voz imitadora Las voces
onomatopéyicas ó imitativas se hallan ya en la cuna
del lenguaje humano, fueron sus nutrices más efica-
ces, porque el hombre de los siglos primeros de la
tierra, como el niño de hoy, trató de articular los
sonidos que oía en la quietud de su medio salvaje, re-
produciendo el caer de la lluvia en las hojas, el zumbo
de la abeja y el rugir de los tigres en el matorral.
Todas las lenguas han sido monosilábicas en sus
orígenes, como lo son aún la mayor parte de las len-
guas mongólicas. Monosilábicos fueron, al empezar,
el sánscrito y el egipciaco, porque el grito y la ono-
matopeya son las únicas manifestaciones vocales que
hallan la lógica y la lingüística en el caos genésico
de los idiomas. La evolución los trasmuda en agluti-
nantes, yuxtaponiendo sus monosílabos infantiles;
pero quedan siempre la armonía imitativa y el grito
expresivo en el fondo del fondo del vaso ascentral.
Digamos igualmente, al tratar del ritmo, que com-
prendemos bajo el nombre de cesura, en la castellana
versificación, á los cortes y á las pausas que pueden
hacerse después de los acentos tónicos y caracterís-
ticos de cada pie ó bordón. Es claro que mucho con-
tribuyen á que resalten la armonía, la idea ó el sen-
timiento, — la pausa, que no es, en métrica, sino la mo-
mentánea interrupción del movimiento rítmico, y el
DE LA LITERATURA URUGUAYA 165
corte, que no es, en métrica, sino el acto de dividir
con arte las porciones rítmicas del pie de la estrofa.
Citemos, como ejemplo de pausa, corte y cesura estos
dos versos del hispano Hartzenbusch:
Ya lo sé, llegué tarde, vi la dicha,
Tendí las manos y voló al tocarla.
Ó el conocido exordio de nuestro Zorrilla:
Es la voz de la patria. . . . pide gloria. . . .
Yo respondo á esa voz,
Ó estos dos pies del mismo:
¿Amaré á mi verdugo? Tengo miedo....
Odiar á mi ilusión.... Ah ! no, no puedo!
Ó estos bordones del clásico Manuel Araucho:
El corazón que late turbulento
Con impulso feroz ; el pavoroso
Sentir que me aniquila el pensamiento ;
El frío hielo que mi cuerpo cubre;
El súbito temblor que por mis miembros
Circulando se esparce ; todo anuncia
Que estoy cercano de encontrar los restos
De mi padre infeliz. . . .
Los cortes y las pausas no suprimen ni anulan la
sinalefa. En el antiguo teatro español los versos se
quiebran para dar entrada á nuevos personajes ó para
intercalar entre sus fracturas tumulto de soldados y
ruido de atambores. Leo en La Niña de Gómez Arias
de Calderón:
Gente (dentro). — ¡Guerra, guerra! (cajas).
Dorotea. — Al cielo gracias.
i66 HISTORIA CRÍTICA
Leo también en La vida de Herodes, de Tirso de
Molina:
Faselo. — ¿Qué es esto?
Voces (dentro). — Emperador de Roma Augusto.
Otros ejemplos pudiera citar tomándolos del acto
tercero de La Estrella de Sevilla de Lope de Vega
y del acto tercero de El Tejedor de Segovia de Alar-
cón. Leo en éste:
Don Fernando. — Esto es hecho. — (Quítase de la
[ventana).
El Conde. — ¡ Ay dueño mío !
Debo advertir que con cada una de las primeras
porciones de los versos citados concluye una escena,
comertzando la escena siguiente con la otra porción.
Una vez principiamos á percibir la armonía del verso,
nuestro espíritu la sigue escuchando á pesar de los
cortes y de las pausas que interrumpen el engranaje
musical de la sinalefa. Es cuestión de oído, de cos-
tumbre, de tendencia instintiva á rehacer el verso que
quedó trunco y que quedó insonoro. Los ejemplos
pueden multiplicarse y siempre el lector volverá fá-
cilmente á encontrar la cadencia interrumpida por
el corte ó la pausa. Leo en los Solaces de un prisio-
nero del duque de Rivas:
Fierres. — Pues yo con un canto .... (busca una pie-
[dra en el suelo).
Rey. — Aguarda
Que hacia aquí una luz camina.
Leo igualmente en el acto quinto de Honoria de
Hartzenbusch :
Jimen. — La puerta resiste en vano.
La forzaré. La abre de una patada y aparece
Un embozado. — ¡ Atrás, profano !
DE LA LITERATURA URUGUAYA 167
Leo, por último, en Doña María la Brava de Mar-
quina:
Don Alvaro. — ¡Mi palabra! (Murmullos entre los
[caballeros).
El Rey.— ¡Oh Condestable,
Vuestra terquedad me cansa!
El lenguaje poético nos concede licencias que el
uso de la prosa no nos permite. En poesía podemos
invertir con cierta libertad el orden gramatical y ló-
gico de las palabras, como podemos utilizar un buen
número de arcaísmos que en prosa revelarían afecta-
ción, como luengo, crinado, hórrido y flamígero. Po-
demos también, en el acto de metrizar, valemos pro-
fusamente de los epítetos metafóricos y de las proso-
popeyas aparatosas, porque la poesía vive de las imá-
genes, que le dan brillantez y hermosura, como po-
demos quitar y añadir letras á algunas palabras de
uso corriente, sin que por ello se nos acuse de imper-
fección, como do por donde, crueza por crudeza, des-
parecer por desaparecer, felice por feliz, veloce por
veloz y gavilane por gavilán. Yo no considero im-
prescindibles todas estas licencias últimas, y claro
está que entiendo que, aun aceptándolas, deben usarse
con parsimonia extrema, con infinito tacto, con mu-
cha habilidad y sólo cuando beneficien evidentemente
á la elegancia ó la nobleza de la expresión. El len-
guaje poético debe ser sencillo y natural, lo que no
le impide ser tierno ó ardoroso, porque los afectos
fluyen de la vida, las metáforas nacen de los afectos
y el artificio no es, como algunos creen, el lenguaje
de que se sirve la pasión verdadera. ¡ Sentid hondo y
bien, seguros de que el sentimiento os dará un len-
guaje bullente y sonador como agua de raudal!
i68 HISTORIA CRITICA
De Adolfo Berro: ' f
In felice! vuelve al cielo.
De Pedro P. Bermúdez:
Trajo el ave vorace su graznido.
De Magariños Cervantes:
¿Dónde acaba la vida? ¿Dó la muerte?
De Bernardo P. Berro:
De sus húmidas cuevas atraídos.
¿Qué origen tienen y como se desarrollan los rit-
mos más comunes en nuestros románticos?
El Poema del Cid, de autor desconocido, es la pri-
mera de las obras escritas que hallamos en España.
Compúsose por algún trovador ó juglar de la mitad
segunda del siglo doce, perteneciendo á la centuria
décimacuarta el único manuscrito que se conserva
de los Cantares del Cid Campeador.
La obra está trunca, pues perdióse el principio,
fáltanle dos páginas en su parte media y sus versos
finales no son los versos que en su origen tuvo, sino
otros pergeñados torcidamente por una musa de inhá-
bil vuelo. Obra de imitación, aunque alumbrada por
frecuentes destellos de numen propio, son aquellos
cantares, ó aquel poema, en que el Cid aparece des-
terrado por Alfonso VI, en que se mide el Cid con
el conde de Barcelona, en que el Cid conquista la
ciudad de Valencia, y en que el Cid repara sangrien-
tamente el insulto que infirieron á sus dos hijas los
osados infantes de Carrión, dejándolas á modo de
barraganas, feridas de espuelas y á merced de los
brutos, en las soledades asustadoras del robledo de
Córpes.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 169
El Poema del Cid, de candido heroísmo y de ruda
energía, se halla modelado sobre otro poema que el
siglo once escribió en francés y que se titula la Chan-
son de Roland. Su patriótico asunto nos ofrece un
ejemplo de las modificaciones que suelen sufrir los
hechos reales, cuando la fantasía po{)ular los abulta
y trabaja; pero no es del asunto del poema hispano,
sino de su métrica, de lo que voy á ocuparme muy
rápidamente, para señalar el tiempo y el modo cómo
aparecieron y se desarrollaron las formas versifica-
das más populares y mejor conocidas del idioma
nuestro. El Poema del Cid, — de lenguaje vetusto,
sencillo y fuerte, — tiene al alejandrino de catorce
sílabas, al alejandrino que tanto plugo á nuestros ro-
mánticos, por metro substancial y predominante, aun-
que se hallen en él bordones que van desde ocho
hasta veinte sílabas bien contadas. Informe el idioma,
la construcción con vicios, dura la armonía, la bri-
llantez ausente y abundosos los pleonasmos, el Poem^
del Cid es un noble esfuerzo de la musa en pañales,
como es un noble esfuerzo de la musa en pañales la
Chanson de Roland.
Allí, sin embargo, ya campea y reluce el alejandrino
armado con todas sus armas, — el bordón que el oído
divide y raya en dos mitades de siete sílabas, para
que nos abrume, aunque nos deleite, con lo monótono
de su sonoridad. Allí el hemistiquio, cortando en dos
los pentámetros, ya fija los rumbos que el verso de
catorce seguirá más tarde, cuando se ciña á las leyes
del metro y adquiera la costumbre de la regularidad.
Si el poema, por el asunto, tiene importancia histó-
rica, el poema tiene, por su estructura, un gran valor
ritmial y esclareciente, pues nos dice y enseña que
con el combinado de los pies menores, — desde el
dos al cinco y desde el cinco al ocho, — pugnó por
170 HISTORIA CRÍTICA
adquirir literaria naturaleza la poesía en que ríen ó
lloran las aves del espíritu de nuestra raza. En el
Poema del Cid, como bien arguye Florencio Janer,
hállanse los cimientos literarios y filológicos del es-
pañol idioma, pues durante los calamitosos siglos
que sucedieron á la decadencia hispano-latina, ama-
san y reúnen los ladrillos más hondos del musical
palacio de nuestro decir los cantares de gesta y los
poemas populares de índole histórica, que incuban
y producen, utilizando las voces que les suministran
el galaico y el lemosín y el árabe, el ardor religioso
y las guerreras actividades del pueblo español. Ruda
y marcial, más que dulce y enternecida, es la lengua
en pañales, la lengua naciente, la lengua infantil, la
lengua montaraz de aquellos días de rezos fervorosos
y batallas sangrientas, como lengua engendrada en
medio de las convulsiones y de los huracanes á que
dieron lugar los largos torneos y los reñidos choques
de la cruz con la media luna, de la espada con el al-
fanje. El metro se parece al idioma. Incipiente y rudo,
utiliza y mezcla todos los bordones, desde el de ocho
sílabas hasta el de diez y seis, como podréis notarlo
en los ejemplos que siguen y que son facilísimos de
encontrar en el Poema del Cid.
De ocho sílabas:
1 — Para toda mi companna.
2 — Que las otras tierras parte.
3 — El Cid siempre valdrá más.
De diez sílabas ó decasílabos:
1 — Esso con esto sea aiuntado.
2 — Besad las manos, ca los pies no.
3 — Estas archas prendámoslas amas.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 171
De doce sílabas:
1 — Todos eran ricos cuantos allí ha.
2 — Digades al conde no lo tenga a mal.
3 — Delant de los amos sennora e sennor.
Alejandrinos ó de catorce:
1 — En medio del palacio tendiendo un almofalla.
2 — Los moros e las moras vender non los podremos.
3 — La cara del caballo tornó á Santa María.
De diez y seis sílabas:
1 — Dando grandes alaridos los que están en la celada.
2 — Pues que tales mal-calgados me vencieron de
[batalla,
3 — Buena fué la de Valencia quando ganaron la casa.
El Poema del Cid carece de las dotes propias de
la poesía popular. Es, sin embargo, el monumento
escrito más remoto que nos puede mostrar el habla
castellana. Indudablemente, como nos dice don Agus-
tín Duran, sería absurdo creer que el pueblo careció
de cantos místicos, amatorios y batallantes desde el
siglo octavo hasta las horas últimas del siglo doce.
Debió tenerlos en el dialecto rústico de los astures,
sobre cuyas montañas se refugió la cruz cuando la
invasión árabe. Es de suponer, pues, que los cantos
primitivos se compusieran en dialecto bable y en ver-
sos cortos, de los que salieron el romance tradicional
y los poemas caballerescos. Duran afirma, no sin ra-
zón: "El desaliño y rudeza en la frase, la falta de
consecuencia gramatical y de enlace entre las ideas,
y la versificación embarazada que se observa en el
Poema del Cid, me inducen á considerarle como un
172 HISTORIA CRITICA
escalón intermedio entre el dialecto rústico de los
asturianos y la lengua castellana del siglo trece. No
dudaré, pues, en tenerle por obra compuesta en el
doce por un erudito del tiempo, que intentó, aunque
infelizmente, como se deja ver, imitar los versos la-
tinos ó los provenzales, intercalando el redondillo y
la rima, combinados como en los romances vulgares:
pero queriendo disfrazarlos con las formas aparentes
de los versos largos." — Lo que Duran presume, de-
muestra la razón con que yo sostengo que las prime-
ras formas de la métrica castellana se encuentran
todas ellas, en germen caótico, dentro del mosaico
rítmico y rimial del Poema del Cid.
II
Más perfectas hállanse ya la mesura y la rima en
lo que trova Gonzalo de Berceo, nacido á fines del
siglo doce y que pasa los años de su niñez en el mo-
nasterio de San Millán de Suso. Dedicóse á la vida
eclesiástica, llegando á ser presbítero y párroco del
lugar de su nacimiento, distinguiéndose mucho como
teólogo y como poeta, según los decires de fray Pru-
dencio de Sandoval. Berceo no ps ni fino ni elegante,
adoleciendo de fantasía escasa y de pobreza en el
inventar; pero es melodioso y de buen medir, aunque
sus versos no siempre sean la acabada mixtura de dos
heptasílabos. Dio á sus bordones el son de los pentá-
metros de la latinidad, de la que mucho supo, como
todos los clérigos de aquel entonces, utilizando la
liturgia y las crónicas místicas como materia substan-
cial de lo que trovaba. La fe sencilla, el respeto al
culto, la virtud modesta, las tradiciones religiosas más
DE LA LITERATURA URUGUAYA 173
infantiles y más populares, forman la trama de los
asuntos que pone en verso y que siempre armoniza
con la decorosa santidad de su estado. Tiene á or-
gullo el arte de metrizar y da importancia á lo que
produce, pues no quiere que le confundan con los
juglares que merodeaban por las cabanas y los casti-
llos, encarnando en sus trovas los sentires hespéricos
de aquel siglo lejano que batallaba por la unidad del
suelo y la creencia con tesonero empuje y fervoroso
ardor. Los héroes de sus cantos, que no acuchillan
moros ni ganan tierras como el heroico Cid, ganan
almas y acuchillan pecados capitales como la virgen
Oria y el buen San Millán, gozándose su musa
en narrar y acrecer los milagros ya hechos por la
Sancta María y por el confesor Domingo de Silos.
Aquella musa, olvidando latines y erudiciones, goza
y nos entretiene contándonos el modo cómo San Mi-
llán deshace los hechizos del endemoniado que sirve
á Tuelcio ó el modo cómo el mismo San Millán cura
la ceguera de la dócil criada del buen Sicorio.
Nacido en 1198 y muerto hacia 1267, Berceo fué
abundoso y escribió siempre sobre cosas sagradas, so-
bre las niñerías de que dan cuenta los santorales, re-
pitiendo y vulgarizando los episodios milagreros que
en estos abundan y que rimaba el párroco con flojo
desaliño, pero con música amable y cancionera. Así
nos versifica, sin tedio ni descanso, con unción ver-
dadera y en parla vulgar, unas veces la Estoria de
Sant Millán, otras veces el Martirio de Sant Lauren-
gio, otras veces los Milagros ó los Loores de Nues-
tra Sennora. Con él avanzan prodigiosamente el
idioma y la métrica, pues mide mejor y habla con
voces menos agrestes que el cancionero anónimo del
Poema del Cid, debiendo observarse que mientras las
asonancias y las consonancias se entrecruzan y con-
174 HISTORIA CRÍTICA
trarian en el poema, Berceo divide regular y metódi-
camente sus estrofas cantantes en cuatro monorrí-
micos pies ó bordones, sin que falte á este modo de
componer en ninguna de sus trovadas, pues de este
su característico modo de rimar se sirve cuando nos
habla Del Sacrifigio de la Missa y cuando nos refiere
lo puro de la Vida de Sancta Oria.
En los cánticos de Berceo, como dice Revilla, la
poesía vulgar comienza á revestirse con las galas de
la erudita, pues si bien, por falta de cultura ó por
sed de público, aquel numen se expresa en el len-
guaje de la multitud, lo cierto es que aquel numen
impone á ese lenguaje las leyes del latín, por el que
siempre tuvieron los eclesiásticos profunda adoración.
Era lógico, puesto que del latín dimana nuestra len-
gua, como era lógico que la poesía de Berceo fuese
heroica ó épica, pues el numen de Berceo sólo con
lo narrativo se aviene y amolda, respondiendo al es-
píritu de las muchedumbres de aquel entonces que
se placían enormemente en saber las leyendas de sus
imágenes y en abultar los hechos de sus paladines.
Fué pues Berceo, como nos dice Fitzmaurice-Kelly,
el jefe de una escuela que se hizo gloriosa, el pre-
cursor triunfal de los poetas místicos castellanos de
la escuela clásica, el que señala el camino y el rumbo
á las ardentías de Santa Teresa y á las placideces de
Fray Luis de León.
Citemos, como nuestras de su arte y de su numen,
las cuaternas siguientes que hallo al principio de los
Milagros de Nuestra Sennora:
Yo maestro Gonzalvo de Bergeo nomnado
lendo en romería caeci en un prado
Verde e bien sengido, de flores bien poblado»
Logar cobdigiaduero pora omne cansado.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 175-
Daban olor sobeio las flores bien olientes,
Refrescaban en omne las caras e las mientes,
Manaban cada canto fuentes claras corrientes.
En verano bien frías, en yvierno calientes.
Avie hy grant abondo de buenas arboledas,
Milgranos é figueras, peros é mazanedas,
E muchas otras fructas de diversas monedas;
Mas non avie ningunas podridas nin agedas.
La verdura del prado, la olor de las flores.
Las sombras de los arbores de temprados sabores.
Refrescáronme todo, e perdí los sudores:
Podrie vevir el omne con aquellos olores.
Nunca trobé en sieglo logar tan deleitoso,
Nin sombra tan temprada, nin olor tan sabroso.
Descargué mi ropiella por iacer mas vicioso.
Póseme á la sombra de un arbor fermoso.
Yaciendo á la sombra perdí todos cuidados,
Odi sonos de aves dulces e modulados:
Nunqua odieron omnes órganos mas temprados,
Nin que formar pudiessen sones mas acordados.
Pocas veces hallaréis en Berceo este sabor egló-
gico. Por lo común se entretiene y goza narrando
hechos de una sencillez extrema. Véanse, como ejem-
plo, los bordones siguientes de los mismos Milagros
de Nuestra Sennora, cuyas leyendas es casi seguro
que Berceo tomó de una obra semejante á la suya,
anterior á la suya y que fué compuesta por el juglar
ó trovero francés Gautier de Coinci :
Era un omne pobre que vivie de ragiones.
Non avie otras rendas nin otras furciones.
Fuera quanto labraba, esto poccas sazones,
Tenie en su alzado bien póceos pepiones.
Por ganar la Gloriosa que él mucho amaba,.
Partielo con los pobres todo quanto ganaba,.
176 HISTORIA CRITICA
En esto contendía e en esto punnaba,
Por aver la su gragia su mengua oblidaba.
Quando ovo est pobre dest mondo a passar
La madre gloriosa vínolo combídar,
Fablolí muy sabroso, querido falagar,
Udieron la palabra todos los del logar.
— Tu mucho cobdicíest la nuestra compannia,
Sopist pora ganarla bien buena maestría,
Ca partíes tus almosnas, dígíes Ave María:
Porque lo fagies todo yo bien lo entendía.
Sepas que es tu cosa toda bien acabada,
Esta es en que somos la cabeza íornada.
El íte missa est conta que es cantada,
Venida es la hora de prender la soldada.
lo so aquí venida por levarte comígo
Al regno de mi fijo que es bien tu amigo,
Do se geban los angeles del buen candial trigo
A las sanctas virtudes placerlís a contigo. —
Quando ovo la Gloriosa el sermón acabado,
Desamparó la alma al cuerpo venturado,
Prísíeronla de angeles un convento onrrado.
Leváronla al cíelo, Dios sea end laudado.
Los omnes que avíen la voz ante oída,
Tan aína vidieron la promessa complida;
A la madre gloríossa que es tan comedida.
Todos lí rendíen gracias, quisque de su partida.
Qui tal cosa udíesse, serie mal venturado,
Sí de Sancta María non fuesse muy pagado;
Sí mas non la onrrasse serie desmesurado:
Qui de ella se parte, es muy mal engannado.
Aun mas adelante queremos aguijar,
Tal razón commo esta non es de destaiar,
Ca estos son los arbores do debemos folgar.
En cuya sombra suelen las aves organar.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 177
Berceo responde al espíritu de su época. Todas sus
glosas están escritas monacalmente, siendo fanático
y supersticioso como el vulgo ignorante de aquellos
días. Plácenle, como al vulgo, los milagros y los en-
cantamientos, y, como al vulgo, le place el malhechor
que ayuda á los pobres con lo que roba al rico, el
malhechor que muere á lo santo con arrepentimientos
moralizantes y visiones angélicas. La más original y
la más celebrada de todas sus obras, que suman tres
mil doscientas sesenta y siete coplas ó sea unos trece
mil bordones bien contados, es la que se titula La
vida del glorioso confesor Sancto Domingo de Silos.
En el nomne del Padre, que fizo toda cosa,
Et de don Ihesuchristo, fijo de la Gloriosa,
Et del Spiritu Sancto, que egual dellos posa.
De un confesor sancto quiero fer una prosa.
Quiero fer una prosa en román paladino.
En qual suele el pueblo fablar á su vegino,
Ca non so tan letrado por fer otro latino.
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
Es en este poema donde Berceo metrizó con mayor
fantasía y con mayor piedad. Prueba de lo primero
nos la ofrece la visión de las tres coronas, que dice
así:
Vediame en suennos en un fiero logar,
Oriella de un flumen tan fiero commo mar,
Quiquiere avrie miedo por á el se plegar,
Ca era pavoroso, e bravo de passar.
Ixien delli dos rios, dos aguas bien cabdales.
Ríos eran muy fondos, non pocos regálales,
Blanco era el uno commo piedras de cristales
El otro plus vérmelo que vino de parrales.
t2. — III.
i7S HISTORIA CRÍTICA
Vedia una puente enna madre primera,
Avie palmo e medio, ca mas ancha non era,
De vidrio era toda, non da otra madera,
Era por non mentirvos, pavorosa carrera.
Con almátigas blancas de finos esclatones
En cabo de la puente estaban dos varones.
Los pechos ofresados, mangas, e cabezones,
Non dizrien el adobo, loquele, nec sermones.
La una destas ambas tan onrradas personas
Tenia enna su mano dos preciosas coronas
De oro bien obradas, omne non vio tan bonas,
Nin un omne a otro non dio tan ricas donas.
El otro tenie una seis tantos mas fermosa,
Que tenie en su cerco mucha piedra preciosa,
Mas lugie que el sol, tant era de lumnosa,
Nunqua omne de carne vio tan bella cosa.
Clamóme el primero, que tenie las dobladas,
Que passasse a ellos, entrasse por las gradas:
Dixele yo que eran aviessas las passadas:
Dixo el que sin dubda entrasse á osadas.
Metime por la puente, maguer estrecha era,
Passé tan sin embargo commo por grant carrera:
Recibiéronme ellos de fermosa manera,
Veniendo contra mi por media la carrera.
Fraire, plaznos contigo, dixo el blanqueado,
Tu seas bien venido, e de nos bien trovado:
Veniemos por degirte un sabroso recado,
Quando te lo dixieremos terraste por pagado.
Estas que tú vedes coronas tan onrradas,
Nuestro Sennor las tiene pora ti condesadas,
Cata que non las pierdas quando las has ganadas.
Ca quiere el diablo avertelas furtada^.
Dixeles yo : sennores, por Dios que me oyades.
Porque viene aquesto, que vos me lo digades:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 179
Yo no so de tal vida, nin fiz tales bondades,
La razón de la cosa vos me la descubrades.
Bona razón demandas, dixo el mensajero,
La una porque fuste casto e buen claustrero:
En la obediencia non fuste refertero,
A esso te daremos responso bien certero.
La otra te ganno mienna Sancta Maria,
Porque la su eglesia consagró la tu guia.
En el su monesterio fecist grant meioria.
Es mucho tu pagada, ende te la embia.
Esta otra tergera de tanta fagienda,
Por este monesterio, que es en tu comienda,
Que andaba en yerro commo bestia sin rienda,
Tu has sacado ende pobreza, e contienda.
Si tu perseverares en las mannas usadas,
Tuyas son las coronas, ten que las as ganadas.
Abran por ti repaire muchas gentes lazradas,
Que vernán sin conseio, irán aconseiadas.
Luego que me ovieron esta razón contada,
Tullieronseme doios, no pódi veer nada:
Desperté, e sígneme con mi mano alzada.
Tenia, Dios lo sabe, la voluntad cambiada.
Pensemos de las almas, fraires y companneros:
A Dios, e a los omnes seamos verdaderos:
Si fuéremos a Dios leales, e derecheros.
Gañéremos coronas, que val mas que dineros.
Si el buen maestro Gonzalo de Berceo no careció
de imaginación, aunque en muy pocos casos se sir-
viese de ella por escrúpulos religiosos, bueno es decir
que hizo gala y derroche de piedad grande, lo que
también es prueba de fantasía desarreglada Para que
no se me acuse de sordidez, quiero unir á las citas
que llevo hechas la cita siguiente, que se halla casi
HISTORIA CRITICA
al fin de las cuaternas de la Vida de Sancto Do-
mingo :
Padre, que los cativos sacas de las presiones,
A qui todos los pueblos dan grandes bendigiones,
Sennor, tu nos ayuda que seamos varones.
Que vencer non nos puedan las malas temptagiones.
Padre lleno de gragia, que por a Dios servir,
Salisti del poblado, al yermo fuisti vivir,
A los tuyos clamantes tu los quieras oir,
Et tu quieras por ellos a Dios merged pedir.
Demás porque podiesses vevir mas apremiado,
De fablar sin ligencia, que non fuesses ossado,
Feciste obediencia, fuisti monge engerrado,
Era del tu servigio el Criador pagado.
Padre, tu nos ayuda las almas salvar,
Que non pueda el demon de nos nada levar:
Sennor, commo sopiste la tuya aguardar,
Rogamoste que quieras de las nuestras pensar.
Padre, qui por la alma el cuerpo aborriste,
Quando en otra mano tu voluntad pusiste,
Et tornar la cabeza atrás nunqua quesiste,
Ruega por nos ad Dominum á qui tanto serviste.
No se ría el lector de estas antiguallas Merecen
respeto. Son las primeras flores del idioma y la musa.
Recuérdese que fueron escritas en el amanecer gri-
sáceo del siglo trece. Hay calor en ellas, como en
ellas hay trabajo y pulcritud. Lo que hoy nos parece
incorrecto y trivial, debió sonar entonces con músicos
sonidos de campanillas de oro y de plata. En el harpa
grosera del juglar religioso duermen los zorzales del
compás perfecto. El verso es guacamayo de perezosa
lengua y de plumas azules antes de ser calandria tri-
nadora y ruiseñor canoro. Ya evolucionará la larva del
DE LA LITERATURA URUGUAYA i8i
estanque hasta que se convierta en alguacil finísimo
de alas de tornasol. El alejandrino necesita crecer y
educarse para convertirse en el pie bipartito que tanto
plugo á la generación de Juan Carlos Gómez.
Hacia la misma época que Berceo floreció Juan
Lorenzo Segura de Astorga, clérigo también, cuyo
lenguaje en ocasiones nos parece algo más puro y
algo más castizo que el lenguaje del autor de la
Estoria de Sant Millán. Segura es el artífice de El
libro de Alexandre, que consta de más de dos mil
quinientas estrofas de cuatro pies, hallándose en sus
versos las mismas fallas de medida y soltura de que
ya hablé al tratar de la labor poética de su famoso
contemporáneo. Nótase también en lo hecho por Se-
gura, como nos dice la erudición de Sánchez, que el
habla castellana de aquel entonces, el habla castellana
de la mitad de la centuria décimatercia, era como un
gran río que se iba formando con voces del latín, del
itálico, del francés y de los dialectos ó modos espa-
ñoles en uso aún, ya porque nuestra lengua tomase
muchas voces del decir extranjero ó ya porque el de-
cir de los extranjeros tomase muchas voces de nues-
tro rudo é incipiente hablar. Segura midió y ordenó
sus bordones como midió y ordenó los suyos Gon-
zalo de Berceo, siendo monorrimas las estrofas de
ambos, en que se hallan las fuentes de nuestro ale-
jandrino cantador y ampuloso, debiendo advertirse
que este metro ó modo de versificar sólo dejó de
usarse hacia los comienzos del siglo XV ó casi al
concluir el siglo XIV. Así, pues, tienen cuatro bor-
dones aconsonantados, todos graves ó agudos, lo
mismo la Vida de Sancta Oria del buen Berceo, que
El libro de Alexandre del buen Segura.
Fitzmaurice, separándose de Quintana, Revilla y
Amador de los Ríos, nos afirma que El libro de
i82 HISTORIA CRÍTICA
Alejandro pertenece á Berceo, siguiendo lo dicho,
sin datos ni pruebas, por Pellicer y Nicolás An-
tonio. Entiende Fitzmaurice que Segura no es el
autor, sino el copista de obra tan vasta, olvidando
que, como asegura Tomás Antonio Sánchez, las
tres últimas coplas del poema heroico no nos con-
sienten dudas sobre el autor verdadero del mismo.
Hay, además, otras razones no despreciables para
creer que Fitzmaurice no está en lo cierto, pues
el lenguaje que usó Segura es más comprensible,
por más castellano y menos lemosín, que el que
empleó Berceo, lo que se explica teniendo en cuenta
que Berceo nació en la Rioja, provincia confinante
del reino de Navarra, en tanto que Segura se dice
á sí mismo nacido en Astorga, donde casi se jun-
tan el reino de León con el de Galicia. Quiero
agregar, por cuenta mía, á lo que afirmó Sánchez,
que hay en la obra de Juan Lorenzo menos sencillez
y más artificio, menos espontaneidad y más voca-
bulario que en las místicas leyendas de Berceo, mos-
trándose el primero como ganoso de erudiciones que
el segundo dijérase que menospreciaba en las purezas
casi infantiles de su fe religiosa. Añádase á esto que
no es de creer, dado el orgullo de don Gonzalo, que
no citase con gozo su nombre en algunas de las cua-
ternas de una labor cuya importancia no podía igno-
rar, como citó su nombre, con solicitud, en dos de
las coplas de su Vida de Sancto Domingo y en la
copla última de su Vida de Sant Millán. En cuanto
á la paridad del metro y la rima, poco me importan
y nada prueban, pues en estrofas de cuatro versos
con la misma consonancia mortificante se hallan tam-
bién labrados el Libre de Apollonio, el Rimado de
Palacio y el Poema del Conde Fernán González.
Era, por otra parte, la piedad de Berceo de tal na-
•DE LA LITERATURA URUGUAYA
turaleza que no nos permite suponer que á su numen
le deleitasen las visiones cristiano-paganas con que
se complació el numen de Segura. Esto es tan verdad
que de Berceo nos dice don José Amador de los Ríos,
en el tercero de los tomos de su obra inolvidable: —
"Al sentimiento religioso, que exaltado por los gran-
des triunfos obtenidos sobre la morisma, dominaba
en el siglo trece sobre todas las clases de la sociedad
española, levantándose sobre todos los intereses de
la tierra, están sometidas todas las producciones, to-
dos los pensamientos, todas las ideas del poeta de
Berceo. Para él sólo existe una supremacía, basada
en un principio único: la supremacía sacerdotal, ema-
nada directamente de la autoridad divina. Ante esa
autoridad se humillan todos los poderes del mundo:
en nombre de ese principio desaparecen á la vista de
Berceo todos los vínculos de la sociedad, y desde-
ñando la autoridad humana, cuya potestad desconoce
á menudo, la desafía y tal vez la vilipendia" — "Gon-
zalo de Berceo es, por lo tanto, un poeta esencial-
mente narrativo, aspirando en todas sus obras á sos-
tener aquel tono épico heroico de que había hecho
constante gala la literatura latino-eclesiástica, y em-
pleando en todos sus versos pentámetros, única me-
trificación digna en su concepto de la elevación que
pretendía comunicarles," — Aquel poeta, tímido en
sus trovas por miedo á lo profano, y siempre infan-
tilmente místico en sus sentires, no hubiera consen-
tido jamás que se le atribuyesen los rasgueos gentí-
licos en que abunda y se place El libro de Alejandro.
Pero no es esto lo que me interesa, pues lo que
me interesa es probar que el alejandrino se des-
envuelve y nace en la centuria que siguió á la doce,
primero con Berceo y después con Segura. Este ncs
describe así el carro de Darío:
i84 HISTORIA CRITICA
Los raios era doro fechos a grant lauor,
Las ruedas esso mismo dauan grant resplandor.
El exe de fin argent que cantasse meior,
El uentril de gypres por dar bon olor.
El cabezón del carro non lo tengades por uil.
Era todo aiuntado de mui bona marfil,
Era todo laurado de obra de grasil,
De piedras de gran pregio auia hy mas de mili.
Las puntas de los taijos eran bien cabeadas,
De bastones bien fechos e de piedras preciadas:
Eran tan sotil-mientre todas engastonadas,
Semeiaua que eran con oro bien obradas.
Digamos - ous del iugo, sequier de la lagada.
Obra era gresca noua - mientre fallada,
Toda una serpiente teniela embragada,
Por cadena doro que era muy delgada.
El escanno de Dário era de grant barata,
Los pies eran de fin oro e los bragos de plata:
Mas ualien los aniellos en que omne los ata
Que farien las rendas de toda Damiata.
Iva sobrel rey por temprarge la calor
Una águila fecha de preciosa lauor,
Las alas espandidas por facer solombra maor:
Siempre tenie al rey en temprada sabor.
Eran en la carreta todos los dios pintados,
E cuemo son tres cielos, e de que son poblados,
El primero muy claro leño de blanqueados,
Los otros mas de iuso de color mas delgados.
Ivanse todos estos de cuesta e delante.
Diez mil aguardadores gerca del emperante,
Todos avien bastas de argén blanqueante,
E cuchiellas bruñidas de oro flameante.
Levava mas acerca doscientas lorigados.
Todos fijos de reyes, eran bien engendrados,
Todos eran mancebos reciente - mientre nados.
De parecer fremosos e de cuerpos granados.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 185
He citado los versos anteriores porque ellos de-
muestran no sólo la mayor potencialidad imaginativa
de Segura, sino que el lenguaje de Segura se apro-
xima más al galaico que al lemosino, al revés de le
que acontece con las cuaternas rimadas por Berceo.
En cuanto á que el uno y el otro metrifican con pla-
cer en alejandrinos, no creo ya que pueda ponerse en
duda; pero si no bastara el fragmento anterior, léase
el que sigue, mucho más popular, por más armonioso
y fácil de comprender :
El mes era de mayo, un tiempo glorioso,
Quando facen las aves un solaz deleytoso.
Son vestidos los prados de vestido fermoso,
Da suspiros la duenna la que non ha esposo.
Tiempo dolce e sabroso por bastir casamientos;
Ca lo tempran las flores e los sabrosos vientos,
Cantan las doncellas, son muchas á convientos.
Facen unas á otras buenos pronunciamientos.
Andan mozas e veias cobiertas en amores,
Van coger por la siesta á los prados las flores.
Dicen unas á otras: bonos son los amores,
Y aquellos plus tiernos tiénense por mejores.
No es del todo original, sino antes imitado, este pri-
mer vagido de la musa española, pues si Berceo, como
ya dije, imita en sus leyendas á Gualtier de Coinci,
Segura imita y recompone, en su poema caballeresco,
á Felipe Gualtieri. El hecho es que, imitado ó no, el
alejandrino surge durante el siglo trece en la espa-
ñola métrica, manteniéndose y desarrollándose du-
rante toda la centuria décimacuarta, en que florece
el numen de Juan Ruiz, Archipreste de Hita. Éste,
en su primoroso Libro de Cantares, mide mejor los
pies y señala mejor los hemistiquios, aunque ado-
lezca de imperfecciones, siendo también más claro su
lenguaje y mucho más adobada su fantasía.
i86 HISTORIA CRÍTICA
El buen galgo ligero, — corredor e valiente
Hábia, cuando era joven, — pies ligeros, corriente.
Hábia buenos colmillos, — e buena boca, e diente,
Quantas liebres veía, — prendíalas ligeramente.
Al su señor él siempre — algo le presentaba
Nunca de la corrida — vasío le tornaba.
El su señor por esto — mucho le f alagaba,
A todos sus vecinos — del galgo se loaba.
Con el mucho laserio — fué muy aina viejo,
Perdió luego los dientes, — é corrió poquillejo.
Fué su señor a caza — e salió un conejo,
Perdiol é nonl pudo tener — fuésele por vallejo.
El cazador al galgo, — feriólo con un palo.
El galgo, querellándose, — dixo: que mundo malo!
Quando era mancebo — desianme: halo! halo!
Agora que so viejo — disen que poco valo.
No sigo; ¿para qué seguir? El alejandrino, como
se ve, ya no es un niño, ya es un adolescente, ya en-
tró en su juventud, ya tiene acentos músicos, ya se
rompe en mitades, ya conoce las leyes de la dicción
métrica. En diez y seis bordones compuestos, sólo
hay tres simples ó tres heptasílabos de mal metrizar,
no diferenciándose ninguno de los otros del amarti-
llamiento que dio al alejandrino la romántica musa
de nuestros padres. Nació, pues, ese metro en el siglo
trece, empezando á fijarse sus leyes armónicas en el
siglo catorce y de un modo resuelto con Juan Ruiz
y con López de Ayala, de cuyo Rimado de Palacio
tomo al azar estos tres bordones:
Noveno mandamiento — me viene defender.
Que nunca yo cobdicie, — lo ageno aüer,
Ca sin ello muy rico — me puede Dios faser,
E qual es lo mejor, — él lo sabrá escoger.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 187
Cobdicio yo, Sennor, — asas de cada día
Los bienes de mi hermano — e toda su quantía.
E que lo que él perdiese — yo poco curaría
E poca caridat, — sobre esto le tenía.
Cobdicio yo, Sennor, — e so muy avariento.
Pasé todas las cosas, — contra tu mandamiento:
Dame, Sennor, tu gracia, — e tu def endimiento.
Que faga yo á mi alma, otro mejor cimiento!
Así fué, en su cuna y en su edad infantil, el verso
alejandrino, que muchas veces cayó en desuso y mu-
chas veces volvió á imperar. Los clásicos nuestros
gustaron poco de este bordón ; pero, en revancha, este
bordón fué el bordón favorito de la edad romancesca,
que lo dividía y pulimentaba con retórico ardor. Aque-
lla edad sabía que, como Camus dice, la gracia del
verso de catorce sílabas reside especialmente en su
uniformidad y en su martilleo, en su división música
en dos hemistiquios ó partes iguales, y así empleó
siempre aquella batalladora edad los versos intercisos
de catorce sílabas, las endechas dobles que del fran-
cés copiaron las musas balbucientes de Berceo y Se-
gura.
De Gómez :
Los ecos del desierto — tus pasos repitieron.
Tu brazo levantado — mostrabas en Maypú,
Los Andes á tus plantas — sus moldes dividieron,
Y al pie del Chimborazo — también estabas tú.
De Ricardo Sánchez:
Y vuelvo como el árabe — aquel de la leyenda
para buscar los míos, — para plantar mi tienda
junto á la fuente pura — de murmurante son,
trayendo, en vez de hieles, — después de la contienda,
la oliva en una mano — y en la otra el corazón!
i88 HISTORIA CRITICA
De Magariños:
No sé, Dios mío! entonces — de donde á mi desciende
La chispa que electriza — mi sangre, y la que enciende
En mi cerebro hirviente, — flamígero volcán,
Do traban, estallando, — descomunal pelea,
Con la palabra el metro, — la imagen con la idea,
Como encontradas olas — que azuza el huracán !
III
El verso de once sílabas se incorporó al lenguaje
métrico de los españoles en el crepúsculo matutino
del siglo quince. Fué don Iñigo López de Mendoza
el primero que se habituó á tejer sonetos petrarquinos
en lengua de Castilla, esforzándose luego por que
aceptásemos los variados acentos de aquel verso so-
noro la dulce y pastoril zampona de Boscán. No
acierta, pues, Quintana cuando presume que Boscán
fué el primero que adoptó el metro de la sonetería
de los toscanos, aunque, como es sabido, ni Boscán
ni Mendoza pudieron imponerle ni difundirle, lo-
grándolo á la postre otro poeta de mayor gloria y
de más influjo, con las virtudes de su maestría y
de su elegancia y de su tersura. Fué Garcilaso de la
Vega el que obtuvo que la musa española adoptase
al extraño, que no lo era del todo por su origen la-
tino, enriqueciendo con nuevos gustos y nuevas so-
noridades y nuevas voces los joyeles espléndidos de
nuestro idioma. El siglo era aparente para innovar,
apropiándose de lo ajeno, porque era siglo de cuchi-
lladas y de conquistas. Carlos de Gante cercaba á Tú-
nez y entraba en Roma. Hernán Cortés se adueñó del
imperio de Moctezuma y Pizarro hizo suyas las tie-
rras de Atahualpa. Al compás de aquellas victorias
DE LA LITERATURA URUGUAYA 189
y á pesar de lo duro de aquellas crueldades, en aquel
siglo cantó suavemente, con voces de égloga, el rui-
señor trovero de Garcilaso. Y así el endecasílabo, con
Garcilaso, logró que lo adoptaran, sin acritud, las mu-
sas que tejieron las religiosas cánticas de Juan Ruiz
y las sextillas filosofantes de Juan de Mena.
No es dudoso que el verso de once sílabas, el ende-
casílabo provenzal y toscanok, proceda del latín, en-
contrándose tres modos ó maneras de endecasílabo
en la romana métrica.
i.° — El endecasílabo, que se llamó faleuco, y es-
taba form.ado por un espondeo, un dáctilo y tres tro-
queos, constituyéndose así su musical cadencia:
2.0 — El endecasílabo, que se apellidaba sáfico, se
componía de un coreo, un espondeo, un dáctilo y dos
coreos más, acentuándose su cadencia así :
3.0 — También podía formarse el sáfico de cinco
pies, valiéndose de un dáctilo colocado caprichosa-
mente entre dos coreos y dos espondeos, constituyén-
dose así una de las modalidades de su arpada música:
Al latín le debemos, pues, nuestros sonoros endeca-
sílabos; pero como lo múltiple y muy vario de nues-
tros ritmos, que dependen del acento y no de la can-
tidad, no aceptaba lo rígido del antiguo código
versificante, nuestros endecasílabos sólo conservan,
como acento imperioso, el acento de la sexta sílaba
del faleuco, ó los acentos de las sílabas cuarta y oc-
tava de los otros dos compuestos latinos. Las demás
sílabas no obedecen á ninguna ley, á ninguna invio-
igo HISTORIA CRÍTICA
lable disposición métrica, pudiendo ser agudas ó gra-
ves en todos los casos, aunque siempre se nota su ten-
dencia por conservar el movimiento yámbico del bor-
dón antiguo de que proceden, en virtud y por arte
del acento tónico y diferencial que se apoya inflexible
sobre su sexta sílaba ó sobre sus sílabas cuarta y oc-
tava. Profundizando más podemos decir que las tres
combinaciones del endecasílabo antiguo se hallan en
los endecasílabos castellanos, siempre que se sustituya
el acento á la cantidad y siempre que se devuelvan á
las partículas sin significación propia el acento que
en buena ley les correspondería. Endecasílabo de fa-
lauca contextura es el endecasílabo siguiente:
Ttt que I placida | vives | entre | rosas.
Es también falauco el endecasílabo que dice así:
Tu, que I sufres do | lores | mal ca | Hados.
Es sáfico, en cambio, el siguiente bordón de once
silabas :
Goza I sin que | lubrica | mente | goces.
O este otro:
Sabes | que yo | con recti | tud ba | tallo*
También son sáficos los dos bordones que siguen:
Madre | por ti | mi cora | zon fue | bueno;
Patria | por ti | mi peque | ñez me | pesa.
El verso, sin embargo, no gana ni pierde cuando el
acento fundamental se apoya inflexible sobre la sexta
DE LA LITERATURA URUGUAYA 191
sílaba de todos los bordones, como podrá observarse
en esta varonil estrofa de Arreguine:
Triste generación nos ha tocado ;
Época de cobardes transgresiones.
Nuestro cielo inmortal se halla nublado;
El culto de lo heroico profanado ;
Sin fe en el porvenir los corazones!
Aunque la acentuación de ios bordones de cada es-
trofa casi nunca obedece á la misma ley musical,
dánse casos en que un verso acentuado en sus sílabas
cuarta y octava sirve de apoyo y de sustentáculo á
tres versos acentuados en su sílaba sexta, como po-
dréis notar en estos sonorosos bordones de Daniel
Martínez Vigil:
Mientras haya unos labios que apostrofen,
mientras haya unos brazos que amenacen,
¡no importa que las bocas amordacen
ni que del bien y del honor se mofen!
Y mientras haya labios que maldigan,
y mientras haya manos que estrangulen,
¡no importa que los vicios inoculen
ni que al deber y á la verdad persigan!
Claro está que el endecasílabo italiano, origen del
nuestro, es más flexible y dócil que el español, —
aunque la ley acentuadora de sus bordones sea tam-
bién yámbica, — por lo múltiple y vario de sus li-
cencias, que le permiten escribir y rimar de cuatro
modos distintos una sola palabra, como acontece con
core, cor, cuor y cuore. Esto no impide que el ende-
casílabo,— que la musa española del siglo quince
tomó de los panales polisonoros de la musa toscana.
192 HISTORIA CRÍTICA
— sea, en ocasiones, el más grave, lento y majestuoso
de nuestros pies, y otras veces, el más gentil, rápido y
vibrador de nuestros ritmos métricos. El endecasí-
labo refleja y traduce todas las emociones del espí-
ritu, todas las calmas y todas las tempestades del
corazón. Si en endecasílabos escribió sus tercetos
Rioja, en endecasílabos escribieron sus octavas reales
Ercilla y Valbuena. Con endecasílabos bordaron no
pocas de las escenas de sus célebres dramas Calderón
y Lope en el siglo de oro, y en el siglo pasado Juan
Eugenio Hartzenbusch y don Antonio García Gutié-
rrez. En endecasílabos cantaron al amor divino el co-
razón sangriento de Santa Teresa y al amor terreno
el corazón aragonés de Blasco, como en endecasílabos
cantaron al patrio culto la sonorosa lira de Herrera
y el vigoroso laúd de Quintana, como también en en-
decasílabos cantaron Campoamor sus poemas de agri-
dulce filosofía y sus poemas de estrofas talladas en
mármol pentélico Gaspar Núñez de Arce. Fué, pues,
el endecasílabo de importancia suma para nuestros
románticos, que no desconocían su riqueza y su
pompa, su adaptación á todos los modos de ser del
alma, cultivándolo, por consiguiente, con muy pro-
lija solicitud Alejandro Magariños Cervantes, Juan
Carlos Gómez, Aurelio Berro, Juan Zorrilla de San
Martín, Washington P. Bermúdez, Joaquífi de Sal-
terain y José G. del Busto.
El verso endecasílabo, por la ley de su acentuación
imperiosa y forzada, obedece y responde al movi-
miento yámbico. De esa acentuación imprescindible
nacen dos formas ó estructuras métricas, pudiendo
los bordones ó pies de once sílabas cargar el acento
unas veces en su sílaba sexta, y otras veces en sus
sílabas cuarta y octava. Dan testimonio de la pri-
m^era de estas modalidades los versos siguientes:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 193
De Figueroa:
Para ejemplo y lección de las naciones.
De Magariños:
Palidece con súbito desmayo.
De Fajardo :
La jornada del genio sin segundo.
De Busto:
En el carro del sol, grande, sereno.
De Fragueiro:
¡Yo bebo á tu salud! La copa llena.
t>
Dan testimonio, en cambio, de la segunda de las
modalidades citadas los siguientes bordones:
De Ramírez :
Cuando el amor con su gentil diadema.
4 ir
De Gómez :
Siempre correr, siempre sondar el mundo.
4 8
De Zorrilla:
Que nace aquí para volar al cielo.
4 8
De Becchi:
Peligra ¡ oh sol ! la libertad amada.
4 8
De Kubly y Arteaga:
Cuando la sombra ante la luz se aleja.
4 8
De Alcides De -María:
Haz que tu voz en el espacio zumbe.
De Salterain :
Torna el jilguero á la movible rama.
13.— m.
194 HISTORIA CRITICA
Los acentos accesorios, los incaracterísticos, no obe-
decen á ninguna ley regular y fija. Creo inútil decir
que su acertada colocación ayuda y favorece al ritmo,
pues también sirven para manifestar los movimientos
desenvolventes de las ideas y las pasiones.
El gusto, el arte, la inspiración, la índole de la es-
trofa y el técnico sentir del poeta son los que regla-
mentan caprichosamente los acentos movibles y no
fundamentales.
De Figueroa:
Fósforo sepulcral, arda la llama.
1
De Magariños:
Pulsar sereno su inspirada lira.
2
De Lafinur:
De romper aquel ímpetu espartano.
De Zorrilla:
El corazón del indio está muy negro.
4
De Cantilo :
A que combatir tanto el egoísmo.
5
De Pacheco:
Y el lindo picaflor sobre su frente.
ti
De Aurelio Berro:
Pan al que pide pan : — llanto al que llora.
De Passano:
Cuando mis ojos con dolor se claven.
8
De Pérez Nieto :
Sin brotar de su pecho el primer llanto.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 195
De Salterain:
La palidez marmórea del jazmín.
10
Es obvio, pues, que el verso endecasílabo admite
y tolera una gran variedad en su acentuación, siem-
pre que no se rompa y que se respete la ley de sus
acentos diferenciales. No hay duda que es sobre sus
sílabas pares, en virtud del movimiento yámbico, que
deben cargar los acentos rítmicos. Cultivado primero
por la musa provenzal y almogávar, fué poco á poco
cristalizando su ley acentuadora, hasta prescindir
por lo general del acento accesorio de su sílaba sép-
tima, que da sones dactilicos á su estructura yámbica.
Lo mismo que acontece con su sílaba séptima, acon-
tece también con su quinta sílaba, que casi nunca
tiene un acento propio, un acento largo, porque esos
acentos pocas veces se avienen con la cadencia yám-
bica del bordón. Así carece de acentos en sus sílabas
quinta y séptima esta musical estrofa, acentuada in-
sistentemente en su sílaba sexta, de Washington P.
Bermúdez:
Cuando la impura Roma de los Césares,
Degradada nación sin ciudadanos.
Circos! Circos! pedía; y sus tiranos
Le daban diversiones y baldón;
Dicen que en el sepulcro se animaba
Del severo Catón el polvo leve,
Y que al oír los gritos de la plebe.
Temblaba con patricia indignación!
Lo mismo acontece con la estrofa siguiente de don
Alejandro Magariños Cervantes:
Donde más imponente el Océano
Se agita entre las sirtes espumoso,
196 HISTORIA CRÍTICA
Microscópico insecto, silencioso.
Entreteje sus hilos de coral.
En vano la ola ruge; la corriente
Quiere en vano tomar otro sendero;
Desde el abismo el invisible obrero
Sigue alzando su red de pedernal.
Y otro tanto ocurre en los bordones en que la acen-
tuación se apoya y detiene sobre las sílabas cuarta y
octava. Leed esta estrofa de Juan Carlos Gómez :
Quise buscar bellezas en el suelo,
Y en todas partes encontré estampada
Huella profunda de amargura y duelo,
Señal reciente de miseria y nada:
Triste la vista levanté hasta el cielo,
Y al dirigirle mi primer mirada,
Negra y ligera de la tierra sube
Y sus bellezas me ocultó, la nube.
Existe, pues, una estructura típica, dentro de la
que cabe un gran número de combinaciones armóni-
cas, como bien lo demuestran los ejemplos que ante-
ceden y los que siguen. A la primera de estas estruc-
turas, á la estructura esencialmente yámbica, á la
estructura de mayor carácter, pertenecen estos bor-
dones de don Bernardo Prudencio Berro:
Dará -nos gran - placer - la fá - cil cá-za.
2 4 c, 8 10
Figú - ras vá - rias con - pincel - fingí - do.
L' 4 f, 8 10
Señalado el molde diferencial, indiquemos ahora
las más notables de las distintas variedades usadas,
con más ó menos frecuencia, por los melancólicos tro-
veros de nuestra edad romántica:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 197
De Figueroa:
Salto del lecho y el tambor resuena.
14 8 10
De Sánchez:
Es el primer amor sentida estrofa
1 4 ti 8 10
De Busto:
Llegó hasta mí la soñadora musa.
•> 4 8 10
De Melchor Pacheco:
En el mástil un pabellón ondea.
4 8 10
De Gonzalo Ramirez:
Brama la tempestad en tu camino.
1 V, 10
De J. C. Várela:
Astro de libertad! brilla y alumbra.
1 .; 7 10
De Victoriano Montes:
Cierta vez un descuido de Cecilia.
1 .1 1; 10
De Salterain:
Más gárrulas, más íntimas caricias.
1 •> .-. .; 10
De Sienra y Carranza:
Transcurren con apática indolencia.
-i 4 tj 10
De C. Fajardo:
El tinte del pudor, algo sombrío.
:.' tí 7 10
De Zorrilla:
Todo mudo en redor!.... Campos, ciudades.
1 :; 1; 7 10
De Adolfo Berro:
Morir cuándo en redor todo respira.
2 3 ti 7 10
igS HISTORIA CRITICA
De Lafinur:
Triste el ave del bosque cantó esquiva.
1 ;; li 9 10
Y de Laurindo Lapuente:
Que dónde hay libertad, alli está Dios.
2 <3 8 f» 10
No insistiré, haciendo notar sólo que los acentos
gramaticales no siempre obedecen á la ley yámbica
de los acentos rítmicos, que debilitan ó anulan á los
acentos gramaticales en todos los casos en que el
poeta sabe orquestar acertadamente la armonía bor-
dónica. Observaré también que se necesita una téc-
nica sabia para acentuar, sin que el verso se afee y
el oído sufra, las sílabas cinco ó siete ó nueve del
bordón, porque esos acentos, en demasía próximos
á los acentos característicos, disminuyen la tonalidad
y amenguan el poder de los acentos diferenciales.
Observaré, por último, que la acentuación de las dos
primeras sílabas del verso no tiene importancia mé-
trica de ninguna clase en el endecasílabo, iniciándose
el movimiento musical del pie en su sílaba cuarta,
que fija la estructura del bordón con su acento fuerte
ó su falta de acento diferencial. Es, pues, indiscutible
la variedad armónica del verso de once sílabas, como
es indiscutible que los únicos acentos que le dan ca-
rácter son los acentos de sus sílabas seis y diez, ó
los de sus sílabas diez, ocho y cuatro. Los otros acen-
tos son concurrentes y no tienen más fin que el fin
de no estorbar el movimiento rítmico de los pies, lo
que no impide que también puedan, si el numen es
sabio, acrecentar en mucho la cadencia de los bordo-
nes y de las estrofas, ya dándoles una uniformidad
ritmial perceptible ó típica ó ya dándoles una admi-
rable variedad de cortes y tonos.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 195
IV
Ocupémonos ya del verso octosílabo ó del que se
titula verso de romance. Los versos de ocho sílabas
pueden ser asonantados y aconsonantados. A los pri-
meros, que son españoles de pura cepa, pertenece el
romance. Esta manera de componer consiste en re-
petir una misma asonancia al final de todos los ver-
sos pares de una composición ó glosa, dejando á los
impares libres ó sin rima de especie alguna.
El Bencerraje que á Zaida
Entregada el alma tiene.
En sus colores publica
Que de su luz vive ausente.
De leonado viste el moro.
Porque su pasión no quiere
Que alma ni cuerpo en ausencia
Vistan colores alegres.
Con blanca y leonada toca
Aprieta un rojo bonete,
Y en él con tres plumas negras
Cubre moradas y verdes.
El romance surgió y creció juntamente con la len-
gua española, siendo los juglares los que primero le
compusieron y perfeccionaron para el regocijo de
las multitudes de plazas y campiñas. Esparcióse por
el llano y por la ciudad, más culto entre paredes que
entre verduras, desdeñando los doctos en sus comien-
zos esta forma métrica, que apellidaban propia de los
nacidos en condición servil. Tuvo el romance, pues,
su origen en los ocios del pueblo inculto, que lo dio
á los juglares ó trovadores de profesión, pasando de
HISTORIA CRITICA
los juglares á los poetas, que lo acicalaron y embe-
llecieron con amor solícito y con arte sumo en la cen-
turia décimaséptima. Los romances moriscos y caba-
llerescos, de menos galas y más antigüedad, remón-
tanse sólo á la mitad segunda del siglo quince, aun-
que acaso su origen corresponde á una época mucho
más remota, por no ser los que conservamos, como
oro en pañales, sino fragmentos ó composturas de
otros más añejos y más agrestes. Es bien sabido que
los juglares no los cantaban siempre de la misma ma-
nera, variando sus bordones y hasta sus episodios se-
gún su capricho, porque el juglar, coplero y trovador
de profesión, perfeccionó á su guisa los romances
primitivos y toscos, expresión ruda y fiel de la poe-
sía natural del pueblo. Unos, siguiendo á José An-
tonio Conde, creen que la forma métrica del romance
se debe á los muslimes, en tanto que otros, como An-
tonio Amador de los Ríos, aseveran que es en las
fuentes latino - eclesiásticas donde debe buscarse el
raudal de que surge este metro español. Don Agustín
Duran, á quien tanto debemos en esta materia, insi-
núa la especie de que acaso el romance pudiera ser
hijo del dialecto bable, de la lengua rústica nórtica
ó asturiana, como vestigios de la primera forma en
que concibieron los españoles la versificación. Duran
se funda en que la métrica primitiva de los cantos
populares de los astures se ha perdido del todo, no
pareciéndose nuestro romance ni al verso latino ni al
romance arábigo, que se compone de un monorrimo
de diez y seis sílabas, con un hemistiquio que lo tronza
y divide en dos octasílabos de buen sonar. Esta última
objeción no me parece de gran valía, pues no falta
quien sostenga y pregone que el romance debió ser
monorrimo en sus tiempos lacustres, aunque acon-
sonantado con poco rigor y escrúpulo, hasta dar con
DE LA LITERATURA URUGUAYA
la forma que revistió más tarde y que se aviene bien
con la índole especial del español idioma. El aserto
es digno de tomarse en cuenta, pues hay testimonios
que por él batallan en la riquísima colección de los
romanceros. Unid de dos en dos los bordones ó pies
del romance siguiente, escribid lo unido como una
sola línea métrica ó musical, y os encontraréis con los
versos árabes de diez y seis sílabas, monorrimos ó
aconsonantados de dos en dos, en los que ven el ori-
gen del rcfmance nuestro José Antonio Conde y el
Duque de Rivas.
En la ciudad de Toledo
Muy grandes fiestas hacía
Ese rey godo Rodrigo
Con su gran caballería,
Y mucha gente extranjera
A la tal fiesta venía:
Vienen duques y marqueses
Y reyes de gran valía:
En España entonces era
La flor de caballería.
El ejemplo que antecede, igual que el que sigue,
los hallo y tomo en el Cancionero de Romances.
Don Rodrigo, rey de España,
Por la su corona honrar.
Un torneo en Toledo
Ha mandado pregonar:
Sesenta mil caballeros
En él se han ido á juntar.
Bastecido el gran torneo,
Queriéndole comenzar.
Vino gente de Toledo
Por le haber de suplicar
HISTORIA CRÍTICA
Que á la antigua casa de Hércules
Quisiese un candado echar
Como sus antepasados
Lo solían costumbrar.
El Rey no puso el candado,
Mas todos los fué á quebrar,
Pensando que gran tesoro
Hércules debía dejar.
Entrando dentro en la casa
Nada otro fuera hallar
Sino letras que decían:
Rey has sido por tu mal,
Que el rey que esta casa abriere
A España tiene quemar."
Las alteraciones rimiales, las rimas imperfectas ó
asonantadas, no pueden extrañarnos, puesto que no
ignoramos la incultura del tiempo en que nació el
romance, ni ignoramos tampoco que cultivó el ro-
mance la gente vulgar. De aquellos alterados é imper-
fecciones, que salvaban lo monótono del monorrimo
amartillador, nacieron las formas asonantadas, las for-
mas que el romance emplea cuando se pule y fija,
cambiándose de plebeyo en docto y artístico. Dice el
duque de Rivas : Los romances, al aparecer, "fueron
constantemente escritos en consonante riguroso y
uniforme, lo que les daba un monótono y continuado
martilleo muy desapacible. Y en los más antiguos,
como escritos en la ignorancia de la lengua y cuando
aun no estaba fijada, los poetas añadían letras y sí-
labas á las palabras finales de los versos, ya para com-
pletar el número, ya para fijar el sonsonete, siendo
ciertamente muy desagradable y fastidiosa la repeti-
ción del mismo sonido cada dos versos veinte ó treinta
veces, ó acaso más, — pues algunos de aquellos ro-
DE LA LITERATURA URUGUAYA
manees son de bastante extensión, — los adelantos de
la lengua y del buen gusto produjeron la invención
y adopción del asonante. Bien sea éste, como muchos
creen, y no sin fundamento, tomado del árabe; bien
que se descubriese por mera casualidad; bien que el
deseo de evitar la pesadez de la repetición de un
mismo consonante hiciese observar que en nuestra
lengua basta la conformidad de las dos últimas vo-
cales de una palabra con las de otra, para formar una
rima muy distinta y armoniosa. El romance se apo-
deró exclusivamente de este primor de nuestro idio-
ma, de esta semi - desinencia, que luego se introdujo
en otros metros, como artificio exclusivo de la ver-
sificación castellana."
Por si no bastare lo que antecede para demostrar
que el romance fué monorrimo en su origen, á los
trozos que ya cité, y que podría con facilidad suma
multiplicar, únase este otro que hallo en el célebre
Romancero historiado:
Con ansia extrema y lloroso.
Triste, ansioso y afligido,
Se parte Bernardo al Carpió
De grave dolor vencido.
Porque habiendo estado ausente
Del Carpió su patria, huido,
Supo que estaba de moros
Muy cercado y abatido,
Y que su fermosa Estela
A quien el alma ha rendido,
Habiéndose de temor
En una torre subido,
Le tiraron una flecha
Y el tierno pecho partido,
Rindió al mismo punto el alma,
El cuerpo amado y querido.
204 HISTORIA CRÍTICA
Y como al buen pagador, no le duelen prendas, tomo
este fragmento, en sonsonete agudo, de la Rosa de
romances:
Sale Mudarra González,
El valiente vengador.
De los infantes de Lara
El hermano más menor,
De la corte de su tío
Llamado el rey Almanzor.
A buscar va á Ruiz Velázquez
De maldades inventor :
Cien moros lleva de guarda
Vestidos de una color.
¡Oh cuan bien que parecían!
¡ Y Mudarra muy mejor !
Porque ellos eran vasallos
Y él de todos regidor,
Y por si alguno atribuyera á la rima aguda la igual-
dad y monotonía del sonsonete rítmico, oiga este trozo
del Cancionero de Romances:
Todos visten oro y seda,
Rodrigo vá bien armado;
Todos espadas ceñidas,
Rodrigo estoque dorado;
Todos con sendas varicas,
Rodrigo lanza en la mano;
Todos guantes olorosos,
Rodrigo guante mallado ;
Todos sombreros muy ricos,
Rodrigo casco afinado,
Y encima del casco lleva
Un bonete colorado.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 205
Y para concluir léase aún este fragmento de la Rosa
Española de Timoneda:
Hablara doña Jimena
Palabras bien de notare. •
— Yo te lo diré, buen Rey,
Como lo has de remediare :
Que me lo des por marido,
Con él me quieras casare,
Que quien tanto mal me fizo
Quizás algún bien me haráe. —
El Rey vista la presente.
El Cid envió á llamare.
Que venga sobre seguro
Que lo quiere perdonare.
Todos estos ejemplos, que entresaco de la valiosa
colección de romances castellanos de don Agustín
Duran, prueban que el romance fué aconsonantado en
su edad infantil, pero también prueban que ya era
octosílabo en su infantil edad, sin que la voz romance
contradiga mi aserto, pues, al principio esa palabra
sólo servía para diferenciar el lenguaje plebeyo del
decir latino. Claro está que, con el uso de las asonan-
cias, el romance ganó en cadencia, facilidad, soltura
y brillantez, dejando de ser rústico y monótono, para
convertirse en labor retórica y en especie artística,
aunque perdiera, con el mejoramiento, mucho de lo
que tuvo de viril y espontáneo en sus orígenes. El
cambio fijo de las consonancias en asonancias, parece
remontarse á la centuria décima sexta, por no haber
ejemplo escrito de esa mutación antes de aquella
edad, empezando entonces la boga del romance, que
llega á su excelencia y á su plenitud con Lope, Gón-
gora. Calderón y Quevedo, para decrecer y morir en
2o6 HISTORIA CRÍTICA
desuso en el siglo diez y ocho, á pesar de los es-
fuerzos que hicieron para mantenerle Meléndez y La-
zan, renaciendo de nuevo, con el romanticismo, en
las leyendas y tradiciones de don José Zorrilla y don
Ángel Saavedra.
Duran se ocupa de la distinta suerte que les cupo
á los romances que se guardaban transmitidos de boca
en boca, y á los romances que la escritura nos con-
servó religiosamente. Dice de los primeros: "Faltos
de color, de brillo, de imaginación, de facilidad en
el lenguaje, de orden lógico en la expresión de las
ideas, y de enlace en la frase y en los pensamientos,
nuestros romances de la época tradicional, que aun
no siendo primitivos se acercan mucho á los originales
de esta clase que les servían de pauta, ó en que sólo
algunas variantes se introdujeron, tienen un carácter
particular, una tendencia firme y vigorosa, propia
de los tiempos rudos en que nacieron, y el sello de
una fe ciega, de una idea fija que se persigue y con-
tinúa hasta con terquedad ; que no se discute, porque
se cree; que se defiende hasta el martirio, porque se
ama; y en fin, que más que un tesoro se conserva,
porque suele ser la esperanza animadora y vivificante
de todo un pueblo. Ajenos estos romances de toda
pretensión literaria, rimados sólo para que mejor se
imprimiesen en la memoria, ni han llegado á nosotros
cuales fueron en su primitiva redacción, ni existen
en ningún códice, que sepamos, anterior al siglo diez
y seis." — Agreguemos que guardados y transmitidos
estos romances por la tradición oral, el pueblo, que
los canta, y el juglar, que los pule, los mudan y va-
rían. Así se alteran hondamente á medida que se
alteran el idioma y los usos. No sucede otro tanto
con los romances impresos ó escritos. Estos se con-
servan con más fidelidad, á pesar de los errores y
DE LA LITERATURA URUGUAYA
aun de las glosas de los copistas, viniendo después
la moda de imitar á los unos y á los otros, exagerando
sus defectos y sus virtudes, con Lorenzo de Sepúl-
veda y Juan de Timoneda. Todos los romances ma-
nan de la misma fuente, del pueblo sufrido, pues ni
los moriscos son árabes del todo, ni los caballerescos
se escapan de todo al sentir de la turba, pareciéndonos
oportuno reproducir estos párrafos de Duran: "Aun-
que los romances que conocemos no sean los docu-
mentos gráficos más antiguos del origen de nuestra
poesía, puede presumirse, sin embargo, que bajo sus
formas se exhalaron los primeros alientos de la que
fué popular. Su rudeza, su fácil construcción, los
asuntos de que tratan; todo constituye á justificar
esta conjetura. Hijos primero del pueblo rudo, acep-
tados después por los juglares y luego por los gran-
des poetas, que revestidos de gala, los restituían á
su origen, contienen sin interrupción la historia ín-
tima de cada una de las épocas á que pertenecen, y
los vestigios de aquellas más remotas cuyas produc-
ciones se perdieron." Y Duran agrega: "Entre las
producciones métricas anteriores al siglo diez y seis
que se encuentran en la poesía castellana, ninguna es
más fácil, natural y acomodada al carácter de la len-
gua y al género narrativo que la del romance común
octosílabo. Su constante é inalterable medida, su corte
de períodos, y su sintaxis primordial, se encuentran
más que cualquier otro género de metro en la con-
versación y en la prosa, sin necesidad de descomponer
ni interrumpir la frase. Estas cualidades le hacen
muy á propósito para imprimirse en la memoria, pues
como su consonancia ó asonancia, es siempre la misma
en cada uno, é igual la distancia en que se colocan,
la primera llama á la segunda, y ésta á las sucesivas,
casi sin esfuerzo. Además, el ritmo monótono del
2o8 HISTORIA CRITICA
romance antiguo parece que indica y provoca el canto
que se le ha aplicado, tan propio á las danzas pausadas
del país donde nació, que aun se conserva, él solo,
inalterable entre las variaciones infinitas que expe-
rimentan cada día las demás canciones del pueblo
fundadas en combinaciones métricas más artificiosas.
En una palabra, nuestro romance, tal como es y ha
sido, es tan exclusivamente propio de la poesía cas-
tellana, que no se encuentra en ninguna otra lengua
ó dialecto que se hable en Europa."
El mismo Duran trata de explicarnos, y acaso
acierte, el por qué no ha llegado á nosotros romance
alguno, á pesar de que se tropieza con una multitud
de versos cortos en los códices que anteceden al si-
glo quince. Duran nos dice: "Por lo mismo que los
romances eran la poesía del vulgo, y se conservaban
de memoria sin ser epopeyas capitales, no se escri-
bieron hasta que el vulgo supo leer, es decir, hasta
mucho después que hubo imprenta." Y añade: "Así
el romance, que como poesía del pueblo, era rudo é
inartificioso, quedó bajo el dominio de los juglares,
y desdeñado de la gente cortesana; pero á pesar de
todo, y de no haber salido de tan limitada esfera, sir-
vió largo tiempo de libro de memoria, donde el pue-
blo aprendía cuanto le era permitido saber, mientras
no pudo adquirir, como los ricos, códices lujosos de
hazañas caballerescas, de poesías provenzales y poe-
tas italianos." — En realidad, no puede ser dudoso que
existió una poesía vulgar y callejera, una poesía sin
artificios ni erudiciones, una poesía de música menos
amplia y de ritmos más fáciles que las cuaternas de
Berceo y Segura, ó que los sonetos imitadores del
Dante ó del Petrarca. Esa poesía, por los motivos que
ya conocemos, bien pudo ser el romance octosílabo
DE LA LITERATURA URUGUAYA 209
y asonantado como presume y conjetura don Agus-
tín Duran.
El octosílabo, como todos los versos castellanos,
tiene acentuada su sílaba penúltima. Bueno es decir
que no obedece á ninguna otra ley acentual. Esto
explica la variedad armónica de su estructura fle-
xible y dócil.
De Figueroa:
Crimen, víctima y testigo
1 7
Del mismo:
Serán suspiros al viento
•2 7
Del mismo :
De su vastago marchito.
~3~ ~7~
Del mismo :
Al resonar las cadenas.
4 7
Del mismo:
Si sabrá morir con brí - o
Del mismo:
Esa quietud en tal ré - o
H 7
Del mismo:
Pálido como un cadáver.
Del mismo:
• Fuente de inmensa piedad.
El verso de romance, según los retóricos, obedece
á dos formas ó estructuras típicas, pudiendo ser tro-
caico ó dactilico su movimiento. Son troqueos puros
Í4.— III.
HISTORIA CRÍTICA
Ó caracterizantes los bordones acentuados en sus sí-
labas una, tres, cinco y siete.
De Figueroa:
Parte el bruto cómo un rayo.
1 3 5 7
De Adolfo Berro:
Torpe madre, impresas llevo.
13 5 7
De Salterain:
Libre te amo, patria mía.
1 3 5 7
De Lussich:
Lindas caras, dulces ojos.
1 3 5 7
De Pacheco:
Tú le quedas, santa cruz!
13 5 7
Son dáctilos los versos de romance que se acentúan
BÓlo en sus sílabas una, cuatro y siete.
De Figueroa:
Cuatro pequeños balcones.
1 4 7
De Adolfo Berro:
Seca el purísimo ambiente.
14 7
De Salterain:
Tiene perfumes de rosa.
1 4 7
De Lussich:
Entre cicutas y abrojos.
14 7
De Pacheco:
Tiene de fuego el color.
1 4 7
Son tantas las variedades acentuadoras del octosí-
labo que me parece más que difícil formar un cuadro
DE LA LITERATURA URUGUAYA
completo de ellas, — cuadro que tendría, por otra
parte, muy poca utilidad y muy poco interés. Cite-
mos, sin embargo, algunas de las más flexibles y de
las más usadas como prueba y testimonio de lo que
decimos acerca de la variedad ritmial del verso de
romance.
De Gómez:
Vagar las melancolías.
De Salterain :
Languideces de azucena.
3 7
De Adolfo Berro:
Y abundantísimos frutos.
4 7
De Figueroa:
Te aparecerás. Señor.
5 7
De Gómez :
Rasga el velo de la virgen.
1 o .J
De Lussich:
Llega á descubrir un cielo.
1 5 7
De Zorrilla:
Quedó sólo iluminada.
2 :i 7
De Gómez:
De algún suspiro en las alas.
2 4 7
De Zorrilla:
Serena se alzó la luna.
2 5 7
De Sánchez :
La dicha de bailar danzas.
HISTORIA CRÍTICA
Del mismo:
¡La mujer! ¡Todo lo encierra!
8 4 7
De Arrascaeta:
Dá, niña, un amante fiel.
12 5 7
De Lussich:
Cómo nó! Pase adelante.
13 4 7
De Sánchez:
Dijo el charlatán Juan Franco.
1 5 6 7
De Salterain :
No está sólo: noble bruto.
2 3 5 7
Del mismo:
Están verdes, están verdes.
L' 3 (i 7
De Arrasecaeta:
También soñé cómo tú.
2 4 5 7
Creo inútil manifestar que casi nunca se presentan
acentuados del mismo modo todos los pies ó bordo-
nes de una estrofa, sin que la variedad de los ritmos
destruya la armonía ó la cadencia de la composición.
De Figueroa:
Con rapidez espantosa
14 7
Vuelan para él los instantes,
1 3 7
Que hundido en los vicios antes
2 5 7
Malgastaba sin sentir.
3 5 7
Mientras la tardanza acusa
1 5 7
' El vulgo con impaciencia; ,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 213
Ay! cuánta es la diferencia
' 1 L' 7
De morir á ver morir.
o ."> 7
A veces, sin embargo, se mantiene y resalta cierta
universidad en el ritmo, como en esta estrofa de Juan
Carlos Gómez:
Él cargará sus espaldas
4 7
Con torres, palacios, puentes,
2 5 7
Y secará sus corrientes
4 7
Para abrir otras después;
13 4 7
La privará de sus galas,
4 7
Escupirá su cabeza
4 7
Y en cuánto tenga belleza
¿ 4 7
Irá estampando los pies.
2 4 7
Otras veces los acentos rítmicos, y aún los de las
partículas sin acento especial, concuerdan de tal
modo, que el ritmo resulta casi uniforme y casi re-
gular, como en esta octavilla de Adolfo Berro :
Y mirándote arrobado
3 7
Mil recuerdos en su mente
13 7
Sé despiertan blandamente,
1 3 7
¡Mil recuerdos de placer!
13 7
¡ Cuántas veces mis temores,
1 3 7
Flor querida, disipaste !
13 7
214 HISTORIA CRITICA
¡ Cuantas veces mitigaste
1 3 7
Dé mi amada la esquivez!
1 s
Esto no es lo común. Lo común es la variedad rít-
mica del bordón dentro de la unidad musical de la
estrofa. Monótonas resultarían, sin esa variedad, las
composiciones de muchos pies, y serían estas artifi-
ciosos productos de la labor técnica más que inge-
nuos productos del numen iluminado. El bordón es
la hamaca de la idea y estimula á la idea con su mo-
vimiento ; pero es la idea la que da y la que impone su
ritmo al bordón, porque, como cada idea tiene su mo-
vimiento propio, cada idea imprime su movimiento
propio al bordón en que se cristaliza, al tálamo en
que celebra sus nupcias con la forma. La técnica es
útil, porque á la larga se convierte en hábito que no
mortifica, y porque impide errores de estructura ó
ritmo; pero subordinar el numen á la técnica, apri-
sionar en las cárceles de un capricho músico á la ins-
piración, es como cercenarle las rémiges al águila ó
como suprimir algunas de las cuerdas ocultas en la
garganta del cardenal.
La sencillez y la sinceridad son las virtudes inna-
tas, las virtudes propias, las grandes virtudes del ar-
tista, del genio, del creador. Todo lo que aún vive
en el mármol, en el lienzo, en la música, en las letras
escritas, es sincero y sencillo. Lo inmortal, en el arte,
se reduce á la cristalización de un momento del alma
humana, y ese momento es breve y fugitivo, como la
vida que huye entre nuestras manos á semejanza del
río que corre y el ave que vuela. Lo artificioso, con
su calculadora complejidad, nos impide entregarnos
del todo á la emoción de ese momento único y vivir
exclusivamente para la emoción de ese instante fu-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 215
gaz, siendo á modo de niños bajo el imperio de la
musa ingenua y apasionada. No perdáis vuestro
tiempo en rebusques de forma cuando el numen os
hable, y apresuraos á cristalizar lo que el numen os
dice ante la poesía del sol que se va, del árbol que
verdea, de la rosa que muere, del amor que nace, del
lloro que levanta ó del ensueño del ideal que nos toca
en la sien con la punta de sus inmensas y blanquísi-
mas rémiges. El secreto del arte, el elixir de la vida
eterna en la eterna gloria, se hallan encerrados en
estas dos vulgares palabras : sencillez y sinceridad. El
resto es humo. El soplo de un capricho de la moda lo
eleva y el soplo de un capricho de la moda lo des-
vanece. ¡Artistas, sed simples! ¡Artistas, sed claros!
¡ Artistas, sed corazones sangrantes y abiertos ! ¡ Ar-
tistas, sed masa como los hombres de fe y los hom-
bres de pasión! j
CAPÍTULO IV
De la rima -y la versificación comparada
SUMARIO :
I. — De la rima. — Su origen. — Asonantes y consonantes. — En
qtié consisten. — Lo que nos dicen de los primeros Capus y
Saavedra. — Empico de las asonancias. — En los diptongos
fuertes. — En los diptongos constituidos con vocales débiles.
— Ejemplos. — La E y la O sustituidas por la I y la U. — Eí
romance y nuestros románticos. — Magariños y el romance
vulgar. — Sin piedra, ni pa.lo. — Un romance de Pérez Petit. —
El romance y los metros. — Ejemplos. — Supuesta cuna ará-
biga del romance. — Lo que dice Tícknor. — El romance y la
poesía popular.
IL — Las consonancias. — Valor de las letras. — De las voces
agudas, graves y esdrújulas en la rima perfecta. — La idea y
la armonia. — Del final de bordón. — Las consonancias dip-
tóngales. — De la hibrida mezcla de asonantes y consonantes.
— De los cortes y cesuras. — La ley del tono fundamental. —
El por qué de los descuidos. — Escasez de técnica. — Esta es
indispensable. — Algunos preceptos de Horacio y de Boileau.
— Muestras de bordones defectuosos. — De las distintas com-
binaciones bordónicas. — Pareados y tercetos. — Cuarteta y
quintilla. — La lira y la sexteta. — La octava real y la octava
italiana. — Décimas heptasilabas de corte italiano. — La silva.
— Ejemplos.
in. — Versificación comparada. — Las sílabas y las voces en ita-
liano. — El acento tónico. — Voces monosilábicas y polisilá-
bicas. — Diptongos. — Sinéresis y diéresis. — Mutaciones de
letras. — Sílabas tónicas y átonas. — El ritmo y el acento. —
Los finales bordónicos. — Medidas métricas. — Endecasílabos
2i8 HISTORIA CRITICA
latinos é italianos. — Ejemplos. — De la rima. — De las estro-
fas. — Versificación francesa. — Las silabas y la cantidad. —
Tentativas en pro de la última. — Lo vario dentro de lo uno.
— Píes silábicos. — La última sílaba aguda en el fin del bor-
dón. — La elipsíón y la cesura. — Del decasílabo y del verso
heroico. — Ejemplos de medidas ó combinaciones métricas. —
Consonancias masculinas y femeninas. — Comunes y cruzadas.
— El hiato y el enja-mbement. — Estudio de los bordones fran-
ceses fundamentales. — Ejemplos. — Semejanza entre esos bor-
dones y los bordones típicos castellanos. — El elemento celta y
el latino. — Metrificación lusitana. — Observaciones de medida.
— Acento rítmico. — Varios ejemplos. — Las ideas calológicas
de Guerra Junqueiro. — De la lengua parnásica española. —
De la ortometría inglesa. — El acento» la cantidad y la rima.
— Lo que dice Brew^er. — Citas de Longfello'w y Tennyson. —
Excelencia de la métrica castellana. — Conclusión.]
La rima, en castellano, puede ser perfecta é imper-
iecta.
La palabra rima se deriva del griego, de la voz rhyt-
mos, que quiere decir orden, número, simetría ó ca-
dencia. La rima perfecta es la aconsonantada, llamán-
dose imperfecta á la rima de los bordones asonan-
tados.
La rima es de origen latino. En la antigüedad se
usó por accidente, convirtiéndose el accidente en cos-
tumbre y en regla con el imperio del bajo latín ó del
latín corrupto.
Monorrimo unas veces, otras veces asonantado ó
aconsonantado en sus hemistiquios, el verso rimial
usóse ya en el siglo tercero, hasta adquirir flexible or-
questación, más complejidades, más cadenciosos sones
en la centuria décimatercia.
El asonante, que no es sino la relación de semejanza
DE LA LITERATURA URUGUAYA
2ig
entre dos sonidos, consiste en que sean las mismas, á
contar desde la vocal acentuada, la última ó las últi-
mas vocales de dos ó más términos ó vocablos. Son
asonantes ardo y llamo, creo y velo, paloma y alondra,
amor y corazón.
La consonancia, que no es sino la relación de igual-
dad entre dos sonidos, consiste en que sean las mis-
mas, á contar desde la vocal acentuada, todas las le-
tras de dos ó más términos ó vocablos. Son consonan-
tes ardo y nardo, creo y deseo, paloma y redoma, amor
y resplandor.
Lo mismo las asonancias que las consonancias pue-
den ser agudas, graves ó esdrújulas. En las agudas
una sola vocal establece la rima imperfecta, necesi-
tándose en las esdrújulas, para esa rima, el concurso
armónico de la vocal acentuada y la última vocal, como
acontece en árabe y clámide ó en pétalo y helénico.
Las consonantes carecen, pues, de influjo en la aso-
nancia, en tanto que sirven, de igual modo que las vo-
cales, para determinar ó para producir los vocablos
aconsonantados ó de rima perfecta, como acontece en
trilla y cuchilla ó en aurífero, fructífero y sapo-
rífero.
Aclaremos lo que antecede por lo que se deduce del
cuadro que sigue:
ASONANTES
AGUDOS
GRA.VES
ESDRÚJULOS
Gris.
Jazmúi.
Colibrí,
Manumitir,
Mónt£.
Noche-
Deshojen.
Girasoles.
Zángano.
Áspero.
Cántico.
Noctámbulo.
HISTORIA CRITICA
CONSONANTES
AGUDOS
Míes.
Ciprés.
Interés.
Salamanqués.
GRAVES
Cantan.
Espantan.
Abrillantan.
ESDRÚJULOS
Esférica.
Colérica.
América.
Desengargantan. Celtibérica.
El francés usó de las asonancias antes que el caste-
llano; pero perdiólas é inútilmente quiso recuperar-
las, por no consentírselo la mucha persistencia de su
agudez. El español, en cambio, las hizo suyas literaria-
mente desde el siglo quince y las mantiene aún con
retórico celo, siendo en la actualidad de su exclusivo
uso, por avenirse con las dos rimas su opulencia or-
questral, lo dulce y vario y pomposo y flexible de sus
sonidos y acentuaciones.
Alfredo Camus nos dice en su Arte Métrica: — "Si
el asonante fué un ensayo y preludio informe del con-
sonante, ó si fué más bien un abuso y corrupción de él,
es punto difícil de averiguar, y por otra parte este
examen no nos conduciría á grandes resultados para
nuestro propósito: ello es que el asonante fácil, fle-
xible, natural, sin artificio alguno unas veces; y otras
con un artificio delicado que á sí mismo se disimula,
ha sido el instrumento de los cantos populares desde
el principio de la lengua castellana, ha descubierto
las dotes poéticas de ingenios rústicos, que de otra
manera no hubieran podido salvar la más difícil valla
de la rima rigurosa y perfecta, ha sido cultivado con
gloria por otros ingenios superiores, y nos ha propor-
cionado para el diálogo dramático un recurso precio-
DE LA LITERATURA URUGUAYA
sísimo, que acomodándose á todos los tonos, puede
colocarse á la distancia conveniente entre la humilde
naturalidad de la prosa y la sobrada elevación del me-
tro y de la rima". — Y nos dice también el duque de
Rivas en el prefacio de sus Romances Históricos: —
"El romance octosílabo castellano es acaso la combi-
nación métrica, que obteniendo la primacía para la
poesía histórica, como la más apta para la narración
y la descripción, se presta más naturalmente á todo
género de asuntos, á toda especie de composiciones.
Su facilidad aparente, esa facilidad misma que le
echan en cara los que creen que la poesía consiste en
vencer dificultades de rima y de versificación, le da
una elasticidad suma y es sin duda uno de sus mayo-
res méritos; y si se examina esa facilidad, se hallará
acaso en ella un peligrosísimo escollo para el poeta.
Su rapidez misma, ¿no está indicando que es el verso
octosílabo el más adecuado para expresar los grandes
pensamientos filosóficos, las sentencias profundas y
la sencillez y viveza de los afectos?"
En las composiciones de nuestro parnaso, como en
las del ibérico, se emplea el asonante á partir del se-
gundo pie, colocándolo siempre en los bordones pares
desde el principio hasta el fin del poema. Es decir,
pues, que cada verso asonantado va precedido de un
verso libre, como acontece en este trozo de Calderón:
Si habla de flores, soy áspid;
Si de fieras, basilisco ;
Si de pájaros, harpía;
Si de peces, cocodrilo;
Si de plantas, soy cicuta;
Si de árboles, soy espino ;
Si de yerbas, las mortales;
Si de frutos, los nocivos;
HISTORIA CRITICA
Si de ganados, soy lobo;
Zizaña, si habla de trigos.
Las composiciones de rima imperfecta no deben ser
nunca de mucha extensión, á menos de que las asonan-
cias se varíen de cuando en cuando. De no hacerse
así, resultan monótonas y cansan al oído, por mucha
que sea su variedad rimial y por grande que sea su
hermosura retórica.
¿Existen, en el romance, preceptos de excepción?
Indudablemente ; pero la naturaleza y la sonoridad del
idioma los justifican. En los diptongos compuestos
por las vocales fuertes a, e, o, y una de las vocales dé-
biles i, u, la asonancia está determinada por las pri-
meras, por las vocales de sonido más alto, como po-
déis ver en rauda y ala, en aire y grave, en aliente y
esplende, ó en duelo, riego, medio y cortejo.
Leo en el Tesoro del Parnaso Español:
En la traición de Muley
Y en la libertad de Zaida,
Si no derramé la vida
Fué culpa de mi desgracia.
Leo en el mismo :
¿A dónde enseñan engaños?
Por merced que me lo digas;
Defenderéme del tiempo
Y de tí no tendré envidia.
Leo en el mismo:
Años hace, rey Alfonso,
Que solo en vueso servicio.
El arramble de tizona
Apenas lo he visto limpio.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 223
Leo en el mismo:
\
El agua por do navega,
Es la que mis ojos vierten;
Que aunque á mi fuego no basta,
Basta para que me anegue.
Leo en el mismo:
La francesa que esto oyó,
Sin que más razón aguarde.
Cerró la ventana y fuese
Rompiendo á voces los aires.
Leo en los Romances y jácaras de Quevedo :
Mi condición y mi vida
Es aquesta que pregono;
Muchachas, alto á casarse.
Que está de camino el novio.
Leo en el mismo:
La Méndez llegó chillando
Con trasudores de aceite.
Derramando por los hombros
El columpio de las liendres.
Leo en El maestro de danzar de Calderón:
Entré en mi casa y no hallé
Ya criada alguna en ella,
Qué cómplices de mi injuria.
Se valieron de mi ausencia.
Leo en El mayor desengaño de Tirso de Molina:
Estudiad de hoy más por ellas
A callar, que es ignorante
224 HISTORIA CRÍTICA
Quien antes de poseer
Alaba prendas de nadie.
Leo en la misma comedia de Tirso:
Pluguiera á Dios que sudara,
Y fuera señal segura
Que de la fiebre de amor
Declinaba ya la furia.
Y leo, por último, en García del Castañar de Fran-
cisco de Rojas:
Muera Blanca y muera yo:
Valor, corazón, y entremos
En una á quitar dos vidas;
En uno á pasar dos pechos;
En una á sacar dos almas ;
En uno á cortar dos cuellos;
Si no me falta el valor.
Si no desmaya el aliento,
Y si no al alzar los brazos,
Entre la voz y el silencio.
La sangre falta á las venas
Y el corte le falta al hierro.
En los diptongos formados por las vocales débiles,
la asonancia está siempre determinada por la vocal
segunda, como en viuda y culpa ó como en ruido y
sencillo. Del mismo modo es útil saber que, en el ro-
mance, la f y la u pueden sustituir á la e y la o dentro
de las sílabas acentuadas ó en la sílaba última, como
sucede con las voces Cléo y Venus ó Aquíles y Caríb-
dis. Hallo en el Romancero:
No es de razón, dijo Alcino
Que entonces amaba á Florfs,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 325
Sacar al dios de su templo
Y deshonrarle en el monte.
Hallo en Lope de Vega:
En frente de la cabana
De la divina Amarilis,
Pastora de tiernos años
Y de pensamientos libres.
Hallo en Quevedo:
Manzorro, cuyo apellido
Es del solar de la equis,
Que metedor y pañal
De paces ha sido siempre.
Hallo en Góngora:
Y le entregan cuando menos
Su beldad y un reino en lote.
Segunda envidia de Marte,
Primera dicha de Adonis.
Y hallo, finalmente, en La señora y la criada de Cal-
derón :
Recostada miraré
Si el aura que sopla alegre.
Si el cristal que suena blando.
Si el jardín que espira fértil
Sueño infunden, que aunque es cierto
Que el que está dormido muere,
En mí es al revés, que un triste
Sólo vive cuando duerme.
15. — m.
226 HISTORIA CRÍTICA
En iguales condiciones se encuentra la u como sus-
titutiva de la o en el romance, probándolo de sobra el
siguiente ejemplo:
Sólo y triste, como un paria,
La selva recorre el indio,
Y en el viento de la selva
Flota el humo de su tribu.
O este otro que hallo en don Alejandro Magariños
Cervantes :
Y á los golpes implacables,
De su segur bajo el filo.
El cuerpo se desmorona,
Sus alas pliega el espíritu.
Nuestros románticos se sirvieron con parquedad del
romance octosílabo, lo que explica las deficiencias que
se echan de ver en su infantil manera de asonantar.
Del mismo modo que la función influye sobre el ór-
gano, la práctica actúa sobre el gusto y sobre el oído.
El romance no es de tan fácil manejo como algunos
presumen, pues requiere una sabia combinación de ce-
suras, de verbos y de nombres en los pies de su rima
varia y flexible, combinación de la que dimana el
amable deleite que su armonía nos ocasiona. Cuando el
poeta construye sus asonancias con series de verbos ó
series de adjetivos, el poeta no sabe asonantar, como
no conoce todo lo que el romance puede dar de sí
cuando no varía sinfónicamente la rítmica acentua-
ción de sus bordones. El sustantivo, el verbo y los vo-
cablos calificantes deben escalonarse en las asonan-
cias con sabio artificio, como deben utilizarse con ar-
tificio sabio los cortes tónicos y las múltiples maneras
de acentuar que consiente la música del verso de ocho
DE LA LITERATURA URUGUAYA 227
pies ó medidas. Justo es añadir que las asonancias se
emplean también en metros distintos del metro de
ocho pies castellanos, — desde el de cuatro sílabas
hasta el de catorce ; — pero, como en ningún caso cam-
bia la ley rimial de los asonantes, basta, para su estu-
dio, el estudio del romance octosílabo y el del romance
heroico, que han cultivado entre otros ingenios, ya
por incidente ó ya por preferencia, las entonadas mu-
sas de Adolfo Berro, Juan C. Gómez, Alejandro Ma-
gariños Cervantes y nuestro Zorrilla de San Martín.
Utilizólo el primero en sus dos bien conocidas com-
posiciones de carácter histórico, y utilizólo con grácil
soltura, aunque sin mucho brillo, por avenirse la dis-
creta beldad del romance con la melancólica índole de
su inspiración, que entreabrió dulcemente, sin llegar
á extenderlas, sus alas heridas. Sólo una muestra de
romance nos dejó el segundo; pero esa muestra, tal
vez por la misma razón de su brevedad, es de lo más
melódico y expresivo que enebro la garganta del zor-
zal romántico en los sauceros bosques de nuestras cos-
tas. Juan Carlos Gómez nunca fué tan poeta y se mos-
tró tan músico, nunca fué tan melodioso y nunca se
mostró tan sincero, como al escribir las octosílabas
asonancias de su Ida y Vuelta. En cuanto á don Ale-
jandro Magariños Cervantes, el más ilustre de nues-
tros más ilustres cultores de la rima, se sirvió del ro-
mance en algunos de los cantos ó capítulos de su Ce-
liar. Lo manejó hábilmente en aquella ocasión, como
hábilmente lo manejó más tarde en sus composiciones
del género descriptivo denominadas Más allá y Sin
piedra ni palo. Digo hábilmente porque el romance se
presta de un modo maravilloso para la narración his-
tórica y para describir las hermosuras de la naturaleza,
que es la gran musa y es la gran madre, la musa eterna
y la madre inmortal. Y digo hábilmente porque dio
228' HISTORIA CRÍTICA
variedad y armonía á sus acentos y á sus asonancias,
aun cuando no me explico la razón ni el por qué aso-
nantara iris con risco en la primera de aquellas dos úl-
timas composiciones, y crimen con divinas en el se-
gundo de aquellos dos romances de justa fama. No
puedo atribuir ese vicio á descuido ni puedo atribuir
ese error á ignorancia, poniéndome en parrillas mi
obstinación por descubrir los secretos motivos de
aquel proceder del maestro de los maestros. Que des-
cuido no fué lo dice bien claro el ser ésta la única li-
cencia rimial que se halla en las composiciones de
que me ocupo, y que no fué ignorancia me lo dice
bien claro la retórica alcurnia de aquel incansable ver-
sificador. Atribuirlo á descuido fuera aceptar que el
poeta careció de oído, lo que en parte es cierto; pero
por deficiente que su oído fuera, no pudo serlo tanto,
como no pudo ser tanta su ignorancia, en la que no
creo, que imaginara que al romance le está permitido
de vez en cuando, quebrar lo uniforme, lo imperioso y
lo férreo de su cadencia armónica y rimial.
Era don Alejandro muy amigo de enumerar, lo que
no siempre resulta un bien, y éralo más que por mero
retoricismo, por el noble afán de darle sabores de pago
á lo que escribía, poniendo á tributo las grandes exce-
lencias de nuestra fauna y de nuestra flora. En su
profundo amor por las locuciones nativas y los usos
nuestros, fué muchas veces payador criollo más que
poeta erudito, aunque de lo último lo acreditaran cier-
tas licencias, como mientra por mientras, terrífica por
terrorífica, forcejar por forcejear y vían por veían.
No siempre midió bien ni midió con arte, cayendo en
el defecto de las sinéresis, que no aceptaré nunca,
como en este bordón:
Dormía el sueño de los justos.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 229
que no es bordón ni cosa que lo valga, aunque por bor-
dón nos lo dé y lo cuente nuestro Magariños. Si estas
incorrecciones son de lamentar en aquel bravo adalid
de la familia literaria de 1850, estas incorrecciones no
disminuyen su justa nombradía, que voló sonorosa por
las tierras de España y los pueblos de América, Núñez
de Arce, aunque no hallaba que fuese mucho el valor
intrínseco de Palmas y omhúes, halló que aquellos
versos "eran valientes y generosos". Emilio Castelar
y Cánovas del Castillo recordaban aun "con cariño y
admiración" á nuestro poeta en 1885. José Martí, el
orador y el mártir, el apóstol sublime de la estrella
sola, decía entonces de aquellos volúmenes, en que se
incendia en rimas el alma del pago, que "eran de los
pocos libros vivos, altos y bien compuestos que salen
ahora de manos de los que hacen versos en lengua de
Castilla".
No es, por lo t^nto, un mal deseo de recortar laure-
les lo que me induce á pararme en defectos de poca
monta y de ningún valer. El que eso imaginara, no me
conoce. Lo que persigo es que otros se eviten máculas,
que no por ser de forma, dejan de ser visibles y vitu-
perables. En cuanto á que el patriarca de nuestras
letras fué un técnico docto y un numen gentil, dado
á metáforas y bordaduras, lo sostienen á gritos los
fragmentos que siguen de sus romances Más allá y
Sin piedra ni palo.
Del primero:
Cuando en la postrer batalla
Vencidos los jefes indios.
Llegaban á las rompientes
Del Iguazú fugitivos,
Contemplaban silenciosos
El hervidor remolino
230 HISTORIA CRÍTICA
De la inmensa catarata,
Que se despeña en cien ríos
Con infernal cañoneo,
Más terrible que el mugido
De la tromba arroUadora
Que rauda cruza el Pacífico.
Y dice después:
Asoman ya los Iberos
Por los collados vecinos,
Y no matarles prometen
Si al fin se rinden cautivos.
Con desprecio los contemplan
Los nobles caciques indios,
Y sin que brote en sus labios
Una súplica, un gemido,
A sus canoas se lanzan;
Y en la catarata fijos
Los ojos, y en la corona
Que el iris forma en su disco,
De pie, arrogantes, cruzados
Los brazos, el cuello erguido,
Tragados por la vorágine.
Se les vé en tremendo círculo
Girar rápidos, y luego
Hundirse en el negro abismo.
Sin piedra ni palo tiene mayor importancia ri-
mial y filosófica. Es un romance nuestro, un ro-
mance uruguayo, un romance en el que palpitan el
amor al bien y el amor á nuestra magnifícente natu-
raleza. El poeta nos narra la historia de un penado
que logra fugarse de un fortín isleño. El criminal
se refugia entre las vírgenes malezas de un camalote
que boga por el río á impulsos del viento, y cuando
DE LA LITERATURA URUGUAYA 231
cree haberse librado de la justicia humana, se halla
de pronto con la divina, con los dientes venenosos de
un áspid que navega en el buque de ramos espineros y
flores purpúreas.
Con el puñal en los dientes,
Las boleadoras al diestro
Cuadril atadas, el poncho
Á la cintura sujeto,
Y el chiripá de bayeta
Sobre la cabeza envuelto;
En girones la camisa
Destrozada por los recios
Pajonales de la costa, •
Que ha recorrido de un trecho;
Los cabellos erizados.
De frió sudor cubierto,
Desencajado el semblante,
Los ojos atrás volviendo.
Llega á la margen del rio, '
Jadeante, azorado, trémulo.
Un asesino alevoso
Que ha escapado de su encierro,
Á las armas condenado
Por muertes, raptos é incendios,
Y sigue después, en el canto siguiente:
Con murmullo indefinible
Por el río mole inmensa
Velozmente resbalaba.
De enredaderas cubierta,
De flores silvestres, juncos,
Arboles, tupidas yerbas
Acuáticas y fibrosas
Raíces que en torno ondean.
333 HISTORIA CRÍTICA
Á intervalos confundidas,
Roncas, sordas, lastimeras,
De su seno parecía
Que extrañas voces salieran;
Y acobardadas, confusas,
Ora imitaban la queja
Del ciervo herido, los ayes
Del ñacurutú en su cueva.
Del cimarrón el aullido,
El himplar de la pantera.
El silbo de la serpiente.
El grito de la vulpeja,
El mugido de los toros.
De la tórtola la endecha,
O del jaguar el bramido.
Quizá todo ilusión era...
Acaso el rumor venía
Del monte ó cercana tierra.
En el último canto de su romance el poeta nos
describe la aurora:
Entre celajes de nácar
Que borda rosada fimbria,
Y en ráfagas de oriámbar
Por el Oriente rutilan.
Sobre las aguas del Plata
Que soñoliento se agita,
Y se tiende en las riberas
Que enamoradas palpitan
Bajo la presión amante
De sus olas aun dormidas,
Y que despiertan al beso
De la playa estremecida;
Mientras en algas y juncos
Que rumorosos se inclinan,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 233
Arranca y al viento esparce
Lágrimas de amor la brisa;
Por el abismo lanzada,
Enorme bola rojiza,
Surge el disco luminoso
Del astro - rey, como el Inca
Con el Jlántu de oro y grana
La frente imperial ceñida.
A la luz de ese sol, que es nuestro sol, los tripulan-
tes de un buque europeo descubren el cadáver del cri-
minal. El camalote, en que creyó que hallaba la impu-
nidad y la salvación, le sirvió de cadalso y de sepul-
cro:
Como una estatua de bronce
Por el fuego ennegrecida;
Como esos restos humanos
Que el Uruguay petrifica:
Como viajero apunado
En las cúspides andinas,
Cuando el cierzo de los páramos
Le envuelve en su capa nivea:
Rígido, hinchado, verdoso
Por el veneno y la asfixia,
Fijos y abiertos los ojos,
Demacrada la faz lívida,
Allí el criminal estaba
De su propia audacia víctima,
Con expresión indecible
Rabia, miedo, angustia, ira
Revelando en sus crispados
Dedos y piernas torcidas,
Y el horror y los tormentos
De su espantosa agonía!
234 HISTORIA CRÍTICA
Crótalo horrible irisado
De azules y blancas listas,
Que á trechos cruzan brillantes
Manchas rojas y amarillas,
Desde los pies á la nuca
En espiral le envolvía,
Con triple nudo oprimiendo
Su garganta entumecida:
Y del reptil la cabeza
Como simbólico estigma,
Sobre la frente del mísero
Se destacaba, dormida.
Creo que basta lo que antecede para que se conozca
la manera de asonantar de don Alejandro Magariños
Cervantes. En cuanto á la filosofía de sus romances,
que avalora su mucho sabor criollo, ella responde á
la idea que el romanticismo se formó de la providen-
cia, idea infantil y que es como el alma de las leyen-
das encantadoras de don José Zorrilla. La providen-
cia mide nuestros pasos, juzga nuestras acciones é
interviene en nuestros conflictos, distribuyendo dá-
divas ó vindictas según la moral de la multitud. La
Virgen reemplazará, en la labor del torno, á la ena-
morada y crédula Margarita. Un juez citará como tes-
tigo de malas artes al Cristo de bronce de la toledana
Vega, y el Cristo de bronce de la toledana Vega con-
currirá obediente al absurdo mandato del juez Alar-
cón. Un criminal blasfema, se burla, se ríe de la
justicia providencial, y la justicia providencial se
encarna en un crótalo, muerde con furia y propor-
ciona asuntos de romance al numen soñador de nues-
tro Magariños.
Citemos ahora, como ejemplo de romance, los tro-
zos que siguen de una Pastoral de Víctor Pérez Petit:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 335
Zagaleja triste y bella
que vas por el verde prado
sin flores en los cabellos,
sin cantares en los labios,
indiferente á los trinos
con que te brindan los pájaros,
al perfume que las rosas
disuelven como incensarios,
á las endechas que el viento
tañe entre los alambrados,
á las guijas del camino,
á las nubes del espacio,
á los rumores del río,
al pacer de los ganados
y á la risa con que el sol
viste los trigos del campo; —
zagaleja triste y bella,
la de macilento paso,
de ojos negros y dolientes,
de gestos lentos y vagos,
¿qué tienes, di, que á la vega
siempre vienes al ocaso
para escuchar de la fuente
el melancólico llanto?
Hace un año, zagaleja,
que al cruzar estos collados
y al acercarme á la fuente
oculta entre los chaparros,
vi una pareja de amantes,
las manos entre las manos,
trocarse los juramentos
de un amor sereno y casto:
él, garrido, noble y bueno,
ensoñador y galano;
336 HISTORIA CRÍTICA
ella, apuesta y pizpireta,
con . su mantón encarnado ;
y al saludarles amigo,
mientras seguía mi paso,
envidiándoles la dicha
que palpitaba en sus labios,
no recogí la respuesta
porque embebecidos tanto
en su mutua idolatría
ni advirtieron al extraño,
ni oyeron sus "buenas tardes",
ni su marcha lamentaron,
que ellos solos existían
sobre la gloria del campo.
Y el poeta sigue poco después:
Hoy he vuelto, zagaleja,
hoy he vuelto al olvidado
rincón donde dos pastores
eterno amor se juraron
bajo la gloria del cielo
y entrelazadas las manos:
hoy he vuelto á ver la fuente
oculta entre los chaparros
á cuya vera dos almas
se dijeron muy despacio
las palabras siempre buenas
que son un ruego y un canto:
hoy he vuelto á ver los nidos
llenos de alas y arrumacos:
hoy he vuelto á ver las rosas
fragantes como incensarios:
hoy he vuelto á ver las guijas,
los perezosos ganados
y la risa con que el sol
DE LA LITERATURA URUGUAYA 237
viste los trigos del campo ; —
mas no he visto al pastorcillo
garrido, bueno y galano
que requería de amores
á un mantoncito encarnado.
Y el poeta finaliza así su hermosa Pastotal:
Zagaleja triste y bella
que vas por el verde prado
sin flores en los cabellos,
sin cantares en los labios,
¿qué tienes, di, que á la vega
siempre vienes al ocaso
para escuchar de la fuente
el melancólico llanto?
Como ya dije todos los metros, desde el de cuatro
hasta el de catorce sílabas, pueden asonarse sin difi-
cultad, ya de un modo uniforme ó ya combinándose
caprichosamente.
De cuatro sílabas:
En lo verde
De los sauces
Tiembla un nido
De zorzales.
De seis sílabas:
— ¡ Quién volar pudiese ! —
Mirando á las garzas
Murmura en los trigos
La negra cigarra.
Léase, ahora, como muestra de siete y cinco la co-
nocida y admirable copla popular:-
El amor que te tengo
Parece sombra.
238 HISTORIA CRÍTICA
Cuanto más alejado
Más cuerpo toma;
La ausencia es aire
Que apaga el fuego chico
Y enciende el grande.
Don Alejandro Magariños Cervantes nos dará el
modelo del de ocho sílabas:
Negra obscuridad enluta
El horizonte sombrío;
El viento de la esperanza
No hincha ya el flotante h'no
Del bajel, que en la onda muerta
Inmóvil yace tendido,
Como cadáver que arrastra,
La marea en lento giro!
Citemos otro trozo de Magariños:
La noche era oscura, horrible,
Bramaba furioso el viento,
Y el Uruguay sacudía
Su cabellera de ébano,
Orlada de espuma blanca
Como la flor del almendro.
En guirnaldas que flotaban
Sobre montañas de acero.
Ese mismo romance, el de ocho medidas ó pies, sir-
vió no poco á nuestros dramaturgos como Pedro Ber-
múdez y Eduardo Gordon, sirviendo también á nues-
tros humoristas como Figueroa, Acha, Washington
P. Bermúdez y Ricardo Sánchez. Víctor Arreguine
ha escrito en romance algunas composiciones histó-
ricas, y Zorrilla de San Martín, después de haber
usado del romance octosílabo en El ángel de los cha-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 239
rrúas, se inclinó al heroico de pie quebrado, al de
once y de siete, en los cantos primorosos y eternos
de su Tabaré. Tiene además Zorrilla, en Notas de un
himno, una composición que se nombra poco y que
á mí place por su melodía, por su tristeza, por la
novedad de su becquerianismo y de la que entresaco
las siguientes estrofas asonantadas:
Despiertan ya las hojas, de los rayos
Al calor de las nítidas ternezas,
Y al roce de sus besos luminosos
Sonríen de placer y de amor tiemblan.
Y comienza en el bosque solitario
De las hojas el candido poema,
Que flota entre sonrisas y rumores
Y aspira luz y se sumerge en ella.
La tierna juventud, hija del bosque,
A sus ensueños y á su amor se entrega:
¡Pobres hojas, amad; es vuestra historia!
¡De la vida gozad la primavera!
¡Cómo á los rayos sus amores dicen!
¡ Cómo inocentes sus designios cuentan !
¡ Cómo sueñan en brazos de la dicha,
Transcurrir entre luz la vida entera!
Mas, su ruta tranquila hacia el ocaso
La madre luna silenciosa lleva,
Y los rayos miedosos á su seno
Uno á uno ligeros se repliegan.
¡ No os vayáis, por piedad ! claman las hojas ;
¡No nos dejéis tan solas en la tierra!
Es en vano; entre lágrimas amargas,
El postrer beso de la luz resuena.
240 HISTORIA CRÍTICA
Los viejos troncos á su sueño vuelven
En sosegada paz y calma quieta;
Las hojas tiemblan al mirar al frío.
Que al verlas solas con furor se acerca.
Llega por fin, á sus dominios torna,
Y su derrota con las ramas venga;
Las sacude y despoja de sus hojas,
Que gimiendo espirantes se revuelcan.
No hay piedad; nadie escucha sus lamentos,
La luz ingrata en otros bosques juega,
Y el cadáver envuelve de las hojas.
La mortaja fatal de las tinieblas.
¡ Pobrecillas ! Los troncos ya dormidos
Nada en su abono por piedad alegan;
Y las dejan morir una tras otra,
Y sus ensueños y su amor con ellas.
Llega la aurora, y el cadáver frío
De las que fueron hojas, sólo encuentra,
Y bañadas en lágrimas amargas
A las que vivas en el árbol quedan;
Porque ven el destino de su vida
Al ver rodar sus compañeras muertas.
Que ni tumba tranquila hallarán nunca
Donde dormir el sueño de la tierra.
El doctor Joaquín de Salterain, en sus Intimidades,
nos ofrece un romance en que se combinan los ver-
sos decasílabos con los de seis sílabas. El poeta nos
dice que, pensando en la juventud, delira con los
gozos de la primavera, con la estación de los amores
tiernos y los cálices verdes.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 241
Me transporto á lo lejos, volando
Con alas de niño,
Por florestas y lagos azules
Bordados con lirios.
Las magnolias de senos desnudos,
Marmóreos y nítidos,
Balancean efluvios de aromas
Y tiernos suspiros.
Argonauta, en su lecho de plumas
Caliente y mullido,
Allá surca las ondas airoso
El cisne lascivo.
Y de nuevo á lo lejos me lanzo
Subiendo á los nidos.
Como sube á los labios el beso,
El beso de un himno,
Para ver los palacios aéreos.
Con ramas tejidos.
Habitados por flores aladas
Y arrullos de trinos.
Todos los metros, uniformes ó combinados con ha-
bilidad, pueden vivir la vida del romance. El romance
no rehuye ningún asunto, el romance no desdeña
ningún ritmo, el romance es á modo de guitarra que
ríe y que llora según sea el estado del espíritu del
payador. Es, en la reja, una copla de amores; es, en
la trilla, un himno al trabajo; es, en las fiestas pú-
blicas, como vino que embriaga, y es, en los campa-
mentos, un llamado al coraje, un toque de clarín, una
oración rezada á la gloria!
16. — ra.
242 HISTORIA CRITICA
Digamos, en fin, que los romances históricos se
llaman también romances de gesta, y que se da el
nombre de romancillos ó romances cortos á los ro-
mances de menos de ocho sílabas, como se da el nom-
bre de romance heroico ó romance real al que se es-
cribe y zurce con bordones ó pies endecasílabos-
Agreguemos que su título de romances ya delata el
carácter plebeyo y ya descubre la plebeya alcurnia
de estas composiciones, pues así siempre se denomi-
naron todos y cada uno de los idiomas que de la baja
latinidad extrajo la Edad Media. Es, pues, casi se-
guro que nacidos del bable, como quiere Duran, y
calcados sobre el modo de hacer de las musas latino-
eclesiásticas, como nos afirma Amador de los Ríos,
los romances nada le deben al arábigo ingenio, es-
tando en la verdad cuando así lo aseguran Revilla y
Fitzmaurice, cuya opinión contrasta con la opinión
de José Antonio Conde y del duque de Rivas. Dos
causas se oponen á lo afirmado por estos últimos,
como Ticknor nos dice, pues no hallaréis el menor
rastro de imitación ni aun en los más antiguos ro-
mances españoles, ni hallaréis ninguna composición
arábiga que pueda presentarse como modelo del ro-
mance hispano, — "siendo por lo tanto necesario cali-
ficarlos de originales, puesto que encierran en sí mis-
mos pruebas evidentes de que son españoles de naci-
miento é índole, aunque retratando siempre las vici-
situdes del suelo en que nacieron y se arraigaron." —
En cuanto al verso octosílabo, en que se componen
por lo común, es tan sencilla su estructura métrica,
que debió presentarse naturalmente no bien el pue-
blo sintió la necesidad de hacer poesía, y en cuanto
al asonante, dentro del octosílabo, ninguno ignora
ya que se halla de continuo y persistente modo en
la conversación vulgar y en la prosa castellana, como-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 243
nos dice el mismo Ticknor, repitiendo lo que mucho
antes sostuvo Sarmiento y probó Sepúlveda. Y Tick-
nor agrega: — "Si á lo expuesto añadimos la especie
de canturia nacional en que se han recitado ó más
bien entonado los romances hasta nuestros días, y los
bailes nacionales que en lo antiguo los acompañaban,
nos convenceremos de que no sólo la forma del
romance es enteramente nativa y nacional como el
asonante, que es su primer rasgo característico, sino
que es también más acomodada á su objeto y más fácil
en la práctica que la que han alcanzado todas las poe-
sías populares de los tiempos antiguos y remotos."
La poesía popular española y americana comprueba
todo lo que antecede. Romanceros son nuestros pa-
yadores, y romanceros son los eruditos que les han
imitado. El romance no tiene más rival que la décima,
no siempre bien aconsonantada, en los cantos cam-
pesinos de mi país, siendo décimas ó romances lo
que acompaña con sus rasgueos la guitarra criolla en
la orilla de los arroyos ó en el declive de las alturas.
Es verdad que para exteriorizar sus estados de con-
ciencia, como nos ha dicho don Joaquín Costa, la
musa popular se sirve también de los cuatro pies rít-
micos de las coplas vulgares ó de los pies quebrados
de la seguidilla, como en las milongas y aun en los
cielitos; pero ello no impide que el romance y la dé-
cima sean las formas más habituales del numen cam-
pero, que da á la décima y al romance, mejor que al
cantar, los tonos épicos, elegiacos y satíricos que re-
claman sus diferentes y múltiples estados de alma.
Hidalgo, Hernández, Ascasubi, Del Campo, Lussich
y Julio Figueroa utilizan el romance del mismo modo
que Regules utiliza la décima, teniendo las consonan-
cias del uno y las asonancias de los otros algo del
tono y de la filosofía de la copla popular, porque en
244 HISTORIA CRÍTICA
SU substancia, sino en su estructura, se parecen siem-
pre los poetas anónimos de todas las patrias y de to-
das las épocas, como siempre se parecen espiritual-
mente, en todas las patrias y en todas las épocas, los
poetas eruditos que tienen por modelo á la canción
anónima, á la copla callejera y vulgar. Beranger siente
lo mismo que Moore, y Moore siente lo mismo que As-
casubi, porque Beranger en sus canciones, Moore en
sus melodías y Ascasubi en sus versos asonantados, son
un pueblo que canta ideales y penas, siendo los ideales
y las penas de nuestros gauchos, en el fondo del
fondo, los mismos ideales perseguidos por el cam-
pesino galo y las mismas penas sufridas por el cam-
pesino irlandés. Este carácter popular de las octo-
sílabas asonancias, esta su adaptación al modo de sen-
tir y soñar de la multitud, constituyen la excelencia
y el prestigio de los romances tan dulces al pago, tan
amorosos de nuestra naturaleza, tan envanecidos de
nuestras glorias, y que suenan á modo de cuchillos
en las payadas, como suenan á modo de elegías y á
modo de yambos en los trances crueles de la guerra
civil. ¡Honor al romance, que por ser de la raza y
por ser del idioma, tiene deberes y derechos de ciu-
dadanía sobre todos los tréboles y bajo todas las nu-
bes de América!
II
Ya hemos dicho que la consonancia no es sino una
relación de igualdad entre dos sonidos. Son conso-
nantes las palabras que tienen idénticas la vocal acen-
tuada y todas las letras que siguen á esa vocal tónica.
La única licencia que se permite, y aun no por todos,
es la que equipara la b con la v; pero en ningún caso
DE LA LITERATURA URUGUAYA 245
puede admitirse que se confundan la s con la z ó la y
con la 11, como han solido hacerlo algunos de nuestros
rimadores de menor cuantía. Nuestros vicios de pro-
nunciación no influyen ni pueden influir en las leyes
rítmicas, y no conseguirán hacer que admitamos como
consonantes términos ó voces que no pueden ni deben
serlo dada la índole de sus silábicas sonoridades. Y
esto de las letras no es ciertamente cosa de desde-
ñar, pues de su feliz elección y consorcio se origina
el encanto melódico de los bordones y aun de las es-
trofas. Eduardo de la Barra nos dice, tal vez con
acierto, que el sonido de la letra a es claro y musical,
como el sonido de la letra e es opaco y es incaracte-
rístico, como el sonido de la letra 2 es agudo y veloz,
como el sonido de la letra o es lleno y robusto, y como
el sonido de la letra u es penetrante y clarinero á
semejanza del de la i. Sin embargo, y el mismo de la
Barra lo reconoce, la variedad y la distribución de las
vocales no deben ser hijas del artificio, sino espon-
táneo fruto de la inspiración, que acierta por instinto
y sin necesidad de saber que las consonantes de so-
nido fuerte, combinadas con las vocales de fuerte so-
nido, tienen que producir acordes sinfónicos del
mismo carácter y de la misma tonalidad.
Ya hemos dicho que las consonancias pueden ser
agudas, como amor y dolor; 6 graves, como huerta
y muerta; ó esdrújulas, como hético y sintético. Las
consonancias agudas, si se .presentan solas, no deben
prodigarse y son antiestéticas, como no deben pro-
digarse, por ser antiestéticas, las esdrújulas si no
están combinadas con otros sonidos, debiendo re-
huirse las consonancias breves en exceso fáciles,
como aba, ía, ado, ada, ido, ida, oso, osa y ente. Del
mismo modo no deben emplearse más de dos conso-
nancias seguidas en una estrofa de índole ó música
246 HISTORIA CRITICA
regular, salvo en los casos de onomatopeya, como no
deben, ni aun por excepción, mezclarse las asonan-
cias con las consonancias en ninguna estrofa por irre-
gular que la estrofa sea, tratando siempre de que se
concillen la importancia idealógica y el sonido sin-
fónico de las últimas voces ó palabras del verso. El
final ó cadencia de los bordones, por ser la parte más
sensible al oído, pide especial cuidado, siendo con-
veniente que las palabras más llenas y sonoras se co-
loquen al fin del bordón ó pie, como es conveniente
que todas las palabras del verso se adapten á su idea
y á su sentir por la particular expresión de su arrullo
ó de su armonía, empleándose las voces en que pre-
dominan las sílabas átonas para expresar los movi-
mientos graves, y empleándose las voces de acento
agudo para expresar los movimientos vivos ó apa-
sionados, ya se verifiquen esos movimientos en el
mundo de la naturaleza física ó ya se verifiquen en
el mundo de la naturaleza espiritual. Como Camus
estatuye perfectamente las medidas lentas y las pa-
labras largas, — el verso de once con dos acentos y
sin monosílabos, — se avienen bien con los asuntos
tristes y melancólicos, como los números vivos y ani-
mados, — el romancillo de siete sílabas ó la octavilla
de menos de ocho, — se avienen bien con las sensa-
ciones de índole gozosa y carácter fugaz. Es indu-
dable, como dice Camus, que no existe ningún género
de semejanza entre el sonido y el sentido del pie,
desde que las sílabas breves ó largas, sin acento ó
con él, no tienen semejanza natural y visible con
ningún impulso, deseo ó pasión; pero es indudable,
del mismo modo, que la coordinación de las sílabas
puede semejarse por correspondencia al sentir del
verso, desde que la coordinación de las sílabas y las
DE LA LITERATURA URUGUAYA 247
voces, por un fenómeno imaginativo, evoca y retrata,
con sus arrullos ó sonoridades, una serie de ideas an-
tes que otra serie de ideas en virtud del fantástico,
del sugestivo, del imperioso é irresistible poder de
la música. Agreguemos, para finalizar con las con-
sonancias, que el diptongo, en que una vocal fuerte
precede á una débil, no aconsonanta sino con otro
diptongo de la mism.a clase, y que cuando la vocal
fuerte es la última del diptongo, es sólo esa vocal la
que determina la consonancia. Agreguemos, también,
que lo más conveniente y lo más común es encadenar,
con variedad docta, los vocablos graves, agudos y es-
drújulos en las estancias ó en las endechas, transcri-
biendo para aclarar lo dicho sobre los diptongos y
las acentuaciones, algunos pies silábicos de los Versos
Festivos de Ricardo Sánchez:
Próximo, Alfonso, á partir
Para muy lejanas playas,
No permito que te vayas
Sin unas frases oir,
Ya que es nuestro mal endémico
Tirar, con buena intención,
A cualquier santo varón
Con un discurso académico.
Escogí estos versos porque en ellos se encuentran
combinadas las tres acentuaciones, y también escogí
estos versos para hacer notar lo inarmónico que re-
sulta el uso de voces asonantadas al principio ó en
mitad de los pies aconsonantados, como lejanas y
playas ó próximo y Alfonso. Estos descuidos, aunque
de poca monta, son de sentirse, porque acusan de in-
dolente al poeta, que pudo evitarlos con facilidad
248 HISTORIA CRÍTICA
suma. Modifiquemos los dos primeros versos de es-
tas redondillas, para probar la verdad de lo que de-
cimos :
Cercano, Alfonso, á partir
Para muy remotas playas,
No permito que te vayas
Sin unas frases oir,
Ya que es nuestro mal endémico
Tirar, con buena intención,
A cualquier santo varón
Con un discurso académico.
A pesar del arreglo, el primer verso aUn resulta in-
armónico. Su inconveniente radica en las sinalefas á
que dan lugar la estructura y la colocación del se-
gundo de sus vocablos. ¿Es esto un reproche? De
ningún modo. No pueden exigírsele á la musa fes-
tiva, y mucho menos á la musa festiva de carácter
íntimo, las pulcritudes que deben exigírseles á los
otros géneros ó especies de dicción poética. Ese des-
cuido, por otra parte, es un descuido en que han in-
currido y en que incurrirán todos los que han escrito
ó escriban en verso, por grandes que sean su correc-
ción y su saber sinfónico. Lo único que se deduce del
ejemplo citado es la conveniencia de evitar el uso de
voces asonantes al principio ó en medio de los bor-
dones aconsonantados, convirtiéndose el descuido en
error — cuando las voces á que me refiero asonantan
ó riman imperfectamente con las consonancias que
les preceden y que les siguen en las estrofas y frag-
mentos de silva, como acontece con estos tres versos
de Juan Zorrilla de San Martín;
¡No más dolor; el corazón sediento
Tras los recuerdos de dolor y duelo
Para apagar su sed busca consuelo!
DE LA LITERATURA URUGUAYA 249
Léase este otro trozo del mismo autor:
¿Viste una madre contemplar callada
Una cuna vacía
Y una lágrima diáfana, abrasada
Temblorosa brillar en su pestaña,
Que un algo vago, misterioso, entraña
Reflejado en su lánguida pupila?
Dice Roque Barcia, pecando por exceso de adustez
ó acritud : — "Hoy, ningún versificador que merezca
tal nombre se permite en una estrofa consonantes que
sean asonantes de la estrofa anterior, porque así, en
virtud de razones justísimas, se ha erigido en un sis-
tema modernamente entre la gente del oficio." — Si
esas asonancias son feas y artiarmónicas en todos loa
casos, más feas y antiarmónicas resultan aun cuando
asuenan con los consonantes de la estrofa regular en
que están enclavadas, como veréis en estos tercetos
deficientísimos de don Bernardo Prudencio Berro:
Encima de aquel pico al aire alzados.
Los colosales miembros, un gigante
Semeja el Genio, rey de los collados.
En aquella otra punta — que distante
Sale á un lado, un anciano venerable
Tiende su larga barba hacia adelante.
A otra parte un castillo inexpugnable;
A otra miro soberbios torreones;
A otra ruinas de fábrica espantable.
No insistiremos sobre esas niñerías. Con lo dicho
nos basta. Ellas, por lo menos, sirven para educar y
pulir el oído. Poco ganará el poeta que con desdén
las mire, adquiriendo el poeta que las considere fama
de gusto y de corrección. No hay arte sin trabas, no
250 HISTORIA CRITICA
hay arte sin reglas, no hay arte sin técnicos y despó-
ticos estatutos. El versificador debe saber su oficio,
como deben saber su oficio el zapatero y el albañil.
Por eso detúveme en tan nimias nonadas, pasando ya
á la cita de términos diptongados que nos ofrece la
musa donairosa y traviesa de Ricardo Sánchez.
Los casos más comunes son los casos de diptongo
en que una vocal débil precede á una fuerte:
Hay un musgo en aquel suéio
Que es á veces color gualda,
Y otras de un verde esmeralda
Suave como el terciopelo.
Otro:
Como una y una son dos
Quedé absorto, desde luego,
Ni más ni menos que el ciego
A quien vista le dá Dios.
Y otro:
Que entre las últimas modas
De locomoción ó tren.
El auto supere á todas,
Está hién;
Pero que varios troneras
Con un chauffeur criminal
Maten gente, como fieras.
Está mal.
En todos estos casos la consonancia está determi-
nada por la vocal fuerte ó última del diptongo, siendo
también la última vocal la que determina la consonan-
cia cuando el diptongo está compuesto ó constituido
I
DE LA LITERATURA URUGUAYA 251
por dos vocales débiles. En cambio, cuando en un
diptongo la vocal fuerte precede á la débil, el término
diptongado sólo aconsonanta con otra voz ó término
de la misma naturaleza, pareciéndome inútil repetir
que las vocales fuertes jamás forman diptongos pro-
piamente dichos. Y lo mismo que acontece en los
versos octosílabos aconsonantados, acontece con los
bordones aconsonantados de más ó menos medidas
silábicas, entre los cuales no hay ninguno que supere
al de once pies métricos ni como música ni como
elasticidad, pareciéndonos oportuno indicar de nuevo,
volviendo á la armonía del bordón de once sílabas de
forma regular ó común, que el acento en la quinta re-
sulta antisonoro, como es antisonoro el acento en la
séptima, por la mucha proximidad de estos acentos
inoportunos á los acentos típicos ó diferenciales,
siendo en cambio admisibles y muy de ley todos los
que concurran á que resalten los acentos tónicos ó
característicos de la sílaba sexta ó de las sílabas
cuarta y octava. Repitamos también, para que no se
olvide, que en los versos dobles ó hemistiquiados la
pausa cesural fija el ritmo y da robustez á la acen-
tuación, especialmente cuando los decasílabos son
cantables ó anapésticos en su cadencia, como ocurre
en todos los bordones de la canción patria, de la can-
ción sacratísima de Figueroa:
Libertad, — libertad adorada
T ¥ "9"
Mucho cuestas — tesoro sin par;
T 6 9
Pero valen — tus goces divinos
Esa sangre — que riega tu altar.
252 HISTORIA CRÍTICA
Ved la estrofa siguiente:
Orientales — mirad la bandera
T T 9
De heroísmo — fulgente crisol;
Nuestras lanzas — defienden su brillo,
T T T
Nadie insulte — la imagen del sol.
T T T
Hay en los bordones de la canción eterna, de la
canción amada, de la canción bendita, una doble
pausa. Es la primera regidora, fuerte, y es la segunda
de menos vigor, estando formada la cláusula cesural
primera por cuatro sílabas y teniendo tres sílabas
las otras dos cláusulas ó fracciones cesurales.
Al estruendo — que en torno — resuena
T T ¥
De Atahuálpa — la tumba — se abrió,
T 6 9"
Y batiendo — sañudo — las palmas
3 T ~
' Su esqueleto — ¡ Venganza ! — gritó.
T "¡T ¥
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Los patriotas — al eco — grandioso
"3" "i" • 9
Se electrizan — en fuego — marcial,
T T 9
Y en su enseña — mas vivo — relumbra
¥ "i" T
De los incas — el sol in - mortal.
1 _
3 6 9
El mismo papel, la misma misión ejerce la cesura
media ó pausa cesural del alejandrino, como podréis
DE LA LITERATURA URUGUAYA 253
ver con facilidad suma releyendo estas medidas po-
pulares y acompasadas de Juan Carlos Gómez:
La mano de Dios mismo — te colocó en las leyes
Dictadas en la cumbre — del alto Sinaí ;
Mas cuando en vez de jueces — el pueblo pidió reyes.
En vano yo te busco, — tú ya no estás allí.
De Marathón los llanos, — los campos de Platea
Te vieron esplendente — las filas recorrer;
La Grecia se alzó tanto — durante la pelea
Que el peso de su nombre — no pudo sostener.
No me entretendré en demostrar que en los versos
alejandrinos existen casi siempre otras pausas que no
destruyen, y más bien afirman, la pausa media ó cen-
tral del bordón. Lo que quiero decir es que todos los
ritmos, todos los cortes, todas las cesuras caben en
los versos aconsonantados, cuya ley musical y silá-
bica en nada difiere de la ley musical y silábica de
los bordones asonantados, si se exceptúan los acentos
tónicos y las diferencias en los finales especialísimos
de cada uno de estos dos modos de decir poético.
Agregaré también que delata deficiencias de oído el
versificador que coloca entre dos estancias con fina-
les no agudos, una estancia con finales de agudo com-
pás ó acentuación, ocurriendo Ip mismo en el caso
contrario, ó sea cuando el versificador encierra una
estancia de consonancias graves entre dos estancias
de rimas agudas ó acentuadas en su última sílaba.
Leed estos versos de Salterain:
Desnudo el pecho, el gladiador valiente.
Desciende al llano á combatir sin guía,
¿Qué importa la derrota si se siente
Capaz de domeñar la tiranía?
254 HISTORIA CRÍTICA
Así de la falanje comunera
La libertad nació con Villalár,
Y envuelto en el girón de su bandera
Así cayó Gravina en Trafalgar.
¡A la patria volver, cuando inflamada
La libertad al despotismo irrita,
Y esgrime la cuchilla desatada
La raza de Satán, raza maldita!
Estos defectos, sin mayor valía, no por eso dejan
de ser defectos. El oído, acostumbrado á un tono,
protesta contra el salto que se le obliga á dar. Y no
es deficiencia de sensación, ni incultura de oído, ni
retórica pequenez, la rebeldía que la técnica opone á
estas libertades. El gusto en este, como en todos los
casos, sigue y responde á una ley de la música, que
es también una ley de la poesía. Esa ley es la ley de
las tonalidades. Todo motivo obedece á un tono. El
tono, en música, es la escala que se adapta para una
composición ó parte de ella, distinguiéndose con el
nombre de su nota fundamental. El si bemol es la
nota fundamental ó tónica en el andante voluptuoso
del Loreley, como el do natural es la nota fundamen-
tal ó tónica en la romanza del acto último de Mignon.
En poesía existe una doble tonalidad: la silábica ó
de bordón, y la rimial ó de estrofa. Ya nos hemos
ocupado de la primera en otro capítulo, tratando aquí
sólo y exclusivamente de la segunda. El tono rimial,
nace de la naturaleza grave ó aguda de las consonan-
cias fundamentales, estando estas determinadas por
la última silaba del segundo bordón en las cuartetas
ó por la última sílaba del cuarto de sus métricos pies
en las octavas de corte italiano. El tono, que señala
el motivo, es agudo en estos dos casos poéticos, como
DE LA LITERATURA URUGUAYA 255
es grave, en cambio, en el cuarteto y en la octava real,
cuyas consonancias son ó deben ser llanas para ser
melódicas. Si, de pronto y por accidente, se cambia lo
agudo en grave ó lo grave en agudo, el tono se mo-
difica y el motivo se altera, dando ocasión á que el
oído sufra y á que el arabesco musical contraríe su
acentuación tónica, su ley regular, el sello de su tipo,
lo determinante y acertado de su armonía. Las cues-
tiones de técnica no son cuestiones de capricho ni de^
arbitrariedad, puesto que dimanan de principios ló-
gicos y leyes científicas, basándose en la naturaleza
de los sonidos que combinamos y en la naturaleza
de las combinaciones que producimos. Leed una pá-
gina de las engendradas por el siempre inspirado nu-
men de Boito. Leed una de aquellas páginas en que la
música y el verso, escritos por ese potente numen,
tienden á revivir una sola impresión con la nota y
con el lenguaje, con el sonido sinfónico y el sonido
poético, y pronto, muy pronto os convenceréis de
que las cuestiones de técnica silábica y rimial son
algo más que simples y vulgares cuestiones de retó-
rica, transformando, si sois sinceros, vuestras ideas
acerca de la importancia y de la utilidad de estas ni-
ñerías. El verso es música no sólo en el combinado
de sus bordones, sino también en el com.binado de
sus estrofas, y no será jamás un verdadero versifica-
dor el que olvide que la lira, — es decir, un instru-
mento músico de sones regulares, — es el símbolo y
el arma de Apolo. Dedúcese de esto que algo de bueno
enseñan, siendo vanidosa ignorancia mirarlas con des-
vío, las obras de Blair, de Hermosilla, de Sánchez,
de Cortejón, de CoU y Vehí ó del ilustre Milá y
Fontanals.
Es claro que sólo al que asó la manteca podría an-
tojársele que uno de estos defectos, ó la repetición.
256 HISTORIA CRÍTICA
de uno de estos defectos, es suficiente para negar á
un numen sus cualidades de acorde ó fantasía. Un
verso mal forjado, una estrofa desentonada, un ripio
incidental ó un traspiés de rima, muy poco valen y
nada pueden en el mosaico de una composición ó en
el conjunto de un largo poema. Si señalo estas mácu-
las, casi imperceptibles, es porque á ello me obliga
el carácter técnico de los capítulos que trazando voy,
y en que tal vez hallen alguna utilidad los levitas del
templo del decir armonioso. Y si insisto en ello con
obstinación es porque con frecuencia se suele afirmar
que la estética y la retórica para nada sirven, jdán-
dose á entender que el ingenio nace armado con todas
sus armas de conquistador, como según los griegos
nació Minerva, con casco y con lanza, de la frente
olímpica ó del olímpico muslo de Júpiter. Yo no
puedo opinar así y miro con tristeza á los que así
opinan, sacrificando por orgullo ó molicie sus rele-
vantes dotes, pues pertenezco al número de los que
han leído á Horacio y á Boileau, sin que hasta ahora
tenga nada que reprocharles á Boileau y á Horacio.
Tengo, más bien, no pocas enseñanzas que agradecer-
les. Horacio me dijo, entre otras muchas cosas, que
el poeta no sobresale ni sobrevive sino cuando aplica
su laúd y su ingenio á los asuntos que mejor se avie-
nen con la natural índole de su numen.
Qui lecta potenter erit res,
Nec facundia deseret huno, nec lucidos ordo.
Horacio me dijo, del mismo modo, que es tarea
inútil empeñarse en sostener y difundir voces extra-
ñas y vocablos nuevos, cuando el uso rehuye su di-
vulgación, porque el uso es el tribunal supremo, el
-tribunal de alzada del lenguaje.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 257
Quae nunc sunt in honore, vocabula, si volet usus,
Quem penes arbitrum est et jus et norma loquendi.
Horacio fué, también, el que me dijo que el numen
sincero, el numen que llora con lágrimas reales y el
numen que ríe con risa franca, es el único numen
que nos hipnotiza y es el único numen que nos su-
gestiona, transmitiéndonos sus modos de pensar y
haciendo que penetren en nuestro espíritu sus mo-
dos de sentir.
Ut ridentibus anident, ha flentibus adflent
Humani vultus. Si vis me flere, dolendum est
Primúm ibsi tibi.
Y fué Horacio, en fin, el que me dijo que esa sin-
ceridad se halla en el fondo de la humana naturaleza,
que no es sino la lira en que la sensación imprime y
canta sus musicales himnos.
Format enim natura priús nos intus and omnem
Fortunarum habitum.
Boileau no enseña menos que Horacio. Boileau nos
dice que no se debe sacrificar la idea á la música, el
pensamiento al son.
La rime est une esclave et ne doit qu'obeir.
Boileau nos dice que todo verso debe contener una
idea:
Et mon vers, bien ou mal, dit toujours quelque chose.
Boileau nos dice que el más constante de nuestros
estudios debe ser el estudio de la naturaleza, único
libro á cuya lectura no debemos renunciar jamás.
Que la nature done soit votre étude unique.
í7. — m.
258 HISTORIA CRITICA
Boileau nos dice que el arte hermosea y purifica
lo natural, lo físico, el mundo corpóreo:
// n'est pas de serpent ni de monstre odieux
Qui, par l'art imité, ne puisse plaire aux yeux.
Boileau protesta contra el verso antirítmico, mi-
rando adustamente al verso insonoro, al verso tra-
bajado con dificultad:
Maudit soit VauteuT dur dont I'ápre et rude verve
Son cerveau tenaillant rima malgré Minerve.
Boileau dirá al poeta que no olvide la lima ni des-
deñe el poder de la perseverancia:
Vingt fois sur le métier remettez votre ouvrage.
Boileau os predicará que las bajezas del corazón
perjudican al verso, por cantante que sea y bien he-
cho que esté:
Le vers se sent toujours des bassesses du cceur.
Boileau os educará en el arte de escribir con des-
interés noble y sin groseros apetitos de lucro:
Travaillez pour la gloire et qu'un sordide gain
Ne soit jamáis l'objet d'un illustre écrivain.
Y Boileau, en fin, concentrará maravillosamente
todas las máximas de la moral artística en estos ver-
sos inolvidables:
Sais-tu pourquoi mes vers sont lus dans les provinces,
Sont rechercbés du peuple, et regus chez les princes?
Ce n'est pas que leurs sons, agréables, nombreux,
Soient toujours á Voreille également heureux;
Qu'en plus d'un lieu le sens n'y gene la mesure.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 259
Et qu'un mot quelquefois n'y brave la césure:
Mais c'est qu'en eux le vrai, du mensonge vainqueur,
Partout se montre aux yeux, et va saisir le coeur;
Que le bien et le mal y sont prisés au juste;
Que jamáis un íaquin n'y tint un rang auguste;
Et que mon coeur, toujours conduisant mon esprit,
Ne dit ríen aux lecteurs qu'a soi - méme il n'ait dit.
Podrá respondérseme, y no se me oculta, que mu-
cho de esto nos lo enseñan también la experiencia y
la práctica. Perfectamente; pero ¿por qué esperar á
que éstas nos instruyan, después de algunos golpes
y algunas caídas, cuando podemos aprender lo mismo,
sin machucones y amoratamientos, con hojear á Ho-
racio y leer á Boileau? Esto es tan claro que sólo
pueden discutirlo y ponerlo en pleito el orgullo in-
sano y la pereza odiosa, deduciéndose de la claridad
de lo que antecede que el poeta necesita conocer los
preceptos de su arte, de su oficio, de su profesión,
como necesitan conocer los preceptos de su arte, de
su oficio, de su profesión, el mecánico, el médico, el
militar y el jurisconsulto. Estas niñerías, estas ridi-
culeces, estas nonadas de ritmo y de rima de que an-
tes hablé, son preceptos de arte, del mismo modo que
son preceptos de arte mucho de lo que dicen Horacio
y Boileau.
Nuestros románticos, en su profundo desdén por
la forma, poco se preocupaban de lo que antecede.
Sólo en el ocaso de su reyecía, se dieron cuenta de
que la perfección de la forma algo significaba, aun-
que valiese menos que la corrección del sentir y el
pensar. En tanto que el romanticismo europeo jugó
con los ritmos y amplió su lenguaje, nuestro roman-
ticismo se redujo á cantar sus endechas sobre los más
comunes moldes del decir rimado, y poco del lenguaje
26o HISTORIA CRITICA
poético se le alcanzó, gracias á la prensa política y
gracias al vocabulario profesional de los cultores de
lo romancesco. El romanticismo europeo admitía que
todas las voces del decir común son voces poéticas j
pero, al engarzarlas artísticamente en el joyel del
verso, las limpió de las rustiqueces de su humilde
alcurnia por la virtud del son penetrante y musica-
lísimo. Nuestro romanticismo tomó las voces sin tra-
tar, al mezclarlas en el mosaico métrico, de poner
de relieve á las de más valor por su sonoridad ó su
fuerza ideológica, porque consideró que no eran sino
clásicas niñerías las cuestiones que con la técnica
retórica se relacionaban. No supo que las leyes regi-
doras del pensamiento y los modos de mover la pa-
sión, son las mismas leyes y los mismos modos para
el poeta y para el retórico, como ya decía y enseñaba
Aristóteles. Así hasta en sus númenes de mayor cien-
cia y mayor amplitud, hasta en los pontífices sumos
de nuestros trovadores de la mitad del siglo pasado,
la música es escasa, poco variables los combinados
métricos, pobre el vocabulario y no muy refulgente
el decir metafórico, debiéndose á la pobreza del vo-
cabulario y á la escasez de la orquestación el que
nuestros románticos no comprendiesen que cada gé-
nero lírico requiere un modo especial de decir, como
cada género oratorio requiere un modo de decir es-
pecial, cosa que ya sabía y enseñaba Aristóteles.
Nuestros románticos se contentaron pues, á pesar de
lo que hacían y predicaban los europeos, con unas
cuantas formas ó estructuras metrificantes, dedicán-
dose cada poeta á una de esas formas ó estructuras
con predilección y solicitud, lo que podréis observar
no sólo en los versos de Juan Carlos Gómez, sino tam-
bién en los versos de Juan Zorrilla de San Martín.
Claro está que no siempre apelaban á esa estructura
DE LA LITERATURA URUGUAYA 261
Ó forma, pues no siempre han compuesto alejandrinos
ó cuartetas asonantadas el apasionado autor de La
Libertad ó el melodioso autor del Tabaré. Lo que
quiero decir es que su metro más familiar y sonoro,
el metro en que se mueven con más soltura y más
regocijo, no bien llegan á la plenitud de la inspira-
ción, es uno solo generalmente y dos en ocasiones
excepcionales. Es verdad que don Alejandro Maga-
riños Cervantes, es verdad que Antonino Lamberti,
es verdad que Washington P. Bermúdez y algunos
otros, desmienten ó parecen desmentir la regla; pero,
en buena ley y en ley de justicia, no mentirá el que
afirme que la octava italiana, la silva común, el cuar-
teto heroico y los bordones de catorce sílabas son los
únicos metros predominantes en el teclado de nuestro
romanticismo, necesitándose llegar á las últimas ho-
ras de la escuela romántica para que el numen se
adiestre en otras sonoridades y se enorgullesca con
otras combinaciones. Aun así y todo, en este período
último, cada poeta se encastilla en un metro, modifi-
cando poco ó deficientemente su orquestación, lo que
revela faltas de lectura y escaseces de técnica á los
ojos del crítico. De la misma suerte, por lo agitado
del medio en que batallaban aquellos versificadores
demócratas, para los que fué el arte un arma de pelea
y un útil de cultura, nuestros románticos tampoco
se preocuparon mucho de perfeccionar sus metros
y sus rimas. Algunos de ellos componían con una
asombradora facilidad; pero también con la más em-
pecatada de las negligencias. Este descuido, que no
admite excusa ni aun en los autores de muchos vo-
lúmenes, es más visible y más de sentir tratándose de
autores que escribieron poco y sobre pocos temas,
no abordando ninguna labor de aliento como las la-
bores á que deben su fama Alejandro Magariños Cer-
252 HISTORIA CRÍTICA
vantes y Juan Zorrilla de San Martín, á quienes los
nativos númenes inspiraron las leyendas dramáticas
de Cellar y de Tabaré.
Citemos, en prueba de lo que decimos, algunos bor-
dones que á mí se me antojan antisonoros y poco
correctos.
De Juan Carlos Gómez:
Cada sí del amor oído en la tierra.
Del mismo:
Ah! encontrar puedan en obscura senda.
Del mismo:
Ella mi cielo ha sido, las olas mi camino.
Del mismo:
Yo sé que vendrá un día para la patria mía.
Del mismo:
Yo ante sus pasos me lancé sin tino.
Tras de un albergue á su ilusión propicio,
Yo trepé las montañas sin camino
Por brindarle la flor del precipicio
Del mismo:
Ah! la paz de mis días fué y mi gracia.
Mi fresca linfa, mi verdosa palma;
Sus recuerdos de amor en la desgracia
Son el rico tesoro de mi alma.
Citemos también algunos versos, con deficiencias
de medida ó tono, de don Alejandro Magariños Cer-
vantes.
Con un bordón de ocho donde todos los bordones
son heptasílabos :
DE LA LITERATURA URUGUAYA 263
Calla la noche, y plácida
La luna allá en el cielo,
Sin una nube el éter.
Brilla entre el azul velo.
Resbalan de hoja en hoja
Sus plateadas huellas,
Y una diadema en torno
Le forman las estrellas.
Tímida, en el bosque, el ave
Suelta amoroso pío;
Con éxtasis las flores
Aspiran el rocío.
Sonreír de amor parece
La creación bendita;
La flor, la tierra, el aire,
Todo al placer invita.
Otro, del mismo autor, con un verso dodecasílabo
sin música en una octava endecasílaba de corte ita-
liano :
Divorciada del bien, que es esta vida?....
El tedio, abruma el corazón del hombre,
Aunque riqueza, poderío, renombre.
Para probar su temple le dé Dios;
Criatura de estirpe sobrehumana.
La sed del infinito la atormenta,
Y sonríe al caer en la tormenta.
Si deja un rastro luminoso en pos!
Del mismo:
Esta humilde corona á su memoria.
Otro, del mismo, en que un decasílabo con cesura
no media tiene que contarse como un pie de once
sílabas en una octava real:
264 HISTORIA CRÍTICA
Sanguinario tirano, que un día
1 234567 8 9 10
Las leyes con su planta hizo pedazos
Y ahogó la libertad entre sus brazos.
Ved, aún, este endecasílabo sin acentuación tónica
y preceptiva de Luis Melián Lafinur:
W >^ v^
Lastimosos por el hierro candente.
4 G 8
Leed, ahora, este bordón en que don Francisco Xa-
vier de Acha utiliza el plural de un modo indebido:
¡Alzad, alzad la frente, generación bendita!
Ó este otro del mismo autor:
¡Venid, venid conmigo, oh juventud valiente!
Leed, además, esta estrofa de Melchor Pacheco con
una consonancia que no es consonancia en la segunda
mitad de una octavilla de pies octosílabos:
Le proteges del ludibrio,
Le recuerdas al que pasa;
Y si el rayo le amenaza
Te interpones á su ardor.
Leed, también, esta estrofa con el mismo defecto
de Victoriano E. Montes:
Al biógrafo de Aldao y de Facundo
En cierto modo le agradezco aque77o ....
Que diablos! hoy sería un leguleyo
Como tantos que ruedan por el mundo.
Leed, por último, otra endecha del mismo autor
con una consonancia imperfecta, amén de una mix-
tura híbrida de asonantes y consonantes:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 265
Una legión de niños juguetea
En la acera traviesa;
Al oirles levanta la cabeza.
Los vé. . . . suspira. ... y sigue su tarea.
Repito y sostengo que sólo el que inventó la man-
teca podría servirse de tan nimias razones para dis-
cutir famas ó recortar laureles. Cuando señalo peque-
ñas máculas, lo único que pretendo es aleccionar, pues
sé y me consta que aquellos ingenios versificaban ge-
neralmente con donosura y con corrección. Basta,
para probarlo, fijar los ojos en las múltiples combi-
naciones métricas realizadas por aquellas musas ar-
dientes, viriles, republicanas y soñadoras. Si es ver-
dad, como ya indiqué, que son muy pocos sus metros
fundamentales por la persistencia y el hábito de su
impulso, lo que se explica por lo corto de la labor de
aquellos laúdes, no es menos verdad que se sirven in-
cidentalmente, de cuando en cuando, de todas las
medidas silábicas y que con todas juegan en ocasio-
nes, aunque no todas las manejen con un arte igual
y con el mismo desembarazo. Así vemos que utilizan
la pareja ó el pareado, que no es otra cosa que la
reunión de varios pies ó bordones que riman ó acon-
sonantan de dos en dos.
De Magariños:
Y en suelo extranjero
Se ve cual Homero,
Sin otro tesoro
Que su arpa de oro,
Vagando sin tino
Mendigo divino,
Cantar su inspirada.
Sublime Iliáda.-
266 HISTORIA CRÍTICA
De Carlos María Ramírez:
¿En dónde rosas de más precio hubieron
Que aquellas rosas que en su tez lucieron,
Ni dónde el rayo de una luz más viva
Que la que ardía en su mirada altiva?
¿Cuál es la palma del florido valle
Que reproduzca su gracioso talle,
Ni cuál magnolia del vergel ameno
Imagen es de su nevado seno?
¿Qué murmullo de arroyo, brisa ó ave
Imita de su voz el timbre suave?
¿Qué límpido cristal, qué río en calma
Tiene la transparencia de su alma?
El pareado no se emplea jamás en composiciones
muy extensas y de mucho aliento, siendo muy usual
en los versos dodecasílabos. Creo recordar que, á pe-
sar de eso, existe una colección de leyendas de carácter
morisco y caballeresco, escritas casi todas en parea-
dos, de ocho y de once sílabas, por un poeta español
del pasado siglo. Leído en la niñez, con ávida preci-
pitación, lejos de la patria, paréceme recordar que
aquel libro débese al numen de un ingenio andaluz,
del ingenio de Bermúdez de Castro.
Nuestros románticos también utilizaron el terceto,
que no es sino una combinación en la que conciertan
el primer verso con el tercero, el segundo con el
cuarto y el sexto, el quinto con el séptimo y el no-
veno, siguiéndose este modo de concertar los pies
metódica é invariablemente. El terceto suele em-
plearse con predilección en la elegía, la sátira, la epís-
tola y las composiciones de carácter moral ó filosó-
fico. No es de fácil manejo; pero cuando se le cons-
I
DE LA LITERATURA URUGUAYA 267
truye de un modo artístico, es un maravilloso pro-
ductor de belleza, como bien lo atestiguan la Epístola
moral de Rioja y el Raimundo Lulio de Núñez de
Arce.
De don Bernardo Prudencio Berro:
Así de la mañana no muy poca
Parte se irá, hasta el punto en que ya abrasa,
Y á tomar sombra y fresco el sol provoca.
Vueltos entonce á nuestra humilde casa.
Do la sencilla mesa nos presenta
Comida simple y sana aunque no escasa.
Mataremos el hambre, no violenta
Ni débil, sino aquella suficiente
Que con sobrios manjares se contenta.
La pura linfa de una clara fuente,
Y algún sorbo tal vez del generoso
Serán nuestra bebida comúnmente:
Y esto nos placerá más que el suntuoso
Cortesano festín, que tanto cuesta,
Perdición del magnate poderoso.
Al tiempo en que el calor ya no molesta,
Después de haber dormido un breve sueño
En las estivas horas de la siesta,
Tornaremos de nuevo con empeño
Al oficio de andar sólo en procura
De lo que es dulce al alma y halagüeño.
De Luis Melián Lafinur:
¡Oh! satírico ilustre! Hablaste recio
En tu siglo, al mostrar la podredumbre
Del cortesano vil y el vulgo necio.
El valor te sobró cuando la lumbre
Quisiste hacer en la conciencia humana
Para tu edad de vicio y servidumbre.
268 HISTORIA CRITICA
Tu tiempo no entendió tu voz arcana,
Risa en el labio, y en la mente idea
De altivez y venganza soberana.
La nueva edad tu lucha gigantea
En todo su valor ha comprendido;
Mas duda ante lo que tu mente crea
Si sólo es carcajada, ó es rugido ....
Toda combinación de tercetos debe concluir y ce-
rrarse, como en este caso, con un cuarteto ó un^ cuar-
teta, llamándose tercerilla al terceto de tres versos
octosílabos ó de arte común.
El cuartete, cuarteto ó cuarteta, cuya medida silá-
bica es muy variable, consta de cuatro versos que
riman ya el primero con el tercero y el segundo con
el cuarto, ó ya el primero con el cuarto y el segundo
con el tercero, llamándose también redondilla á la
cuarteta de ocho pies ó medidas silábicas. El roman-
ticismo de vuestros padres supo utilizar estas com-
binaciones, que se adaptan maravillosamente á todos
los asuntos y á todos los tonos, siendo la redondilla,
lo mismo que el romance, de gran utilidad para el
gracejo, la narración y el coloquio dramático ó teatral.
De Ricardo Sánchez:
Es algo pobre la chapa;
¿Será modesto el doctor?
— A veces la mala capa
Oculta un buen bebedor.
De Francisco Acuña de Figueroa:
Una elegía Lisardo
Hizo, (que era una herejía)
Á un muerto; y bien merecía
Ceñir una albarda el bardo.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 269
Buena pro le haga y provecho,
Al tal difunto el morir;
Así se libra de oír
La elegía que le han hecho.
De Alejandro Magariños Cervantes:
¿Nubecilla que el céfiro deshace?
¿Mixto animado que el ambiente abrasa?
¿Mosca luciente que del fango nace?
¿Sombra que leve por el agua pasa?
De Melchor Pacheco:
Lodo y no más, dichosos de la tierra,
Seremos y seréis! ¿Es un consuelo
Que nos permite compasivo el cielo,
Á los que el templo de fortuna cierra?
De Laurindo Lapuente:
Reinaba la noche : — lloraba el poeta.
Los bienes perdidos de su juventud;
Y al pálido rayo del tibio planeta,
El hijo de Apolo pulsó su laúd.
De Juan Carlos Gómez:
Sentada sobre el mundo, brillante, gigantea.
Ceñida de laureles, el tiempo avasalló:
Mas Roma sólo es grande durante la pelea;
¡La libertad sus huellas en Roma no estampó!
La quintilla es una combinación métrica de cinco
versos aconsonantados^ unas veces el primero con el
segundo y cuarto, el tercero con el quinto; otras ve-
ces, el primero con el segundo y quinto, el tercero
con el cuarto; otras veces, el primero con el tercero
270 HISTORIA CRITICA
y quinto, el segundo con el cuarto; y otras veces, el
primero con el tercero y cuarto, y el segundo con el
quinto. Todas las combinaciones son admisibles, siem-
pre que la quintilla no acabe en pareado ó no con-
suenen tres bordones seguidos, cosa que no supieron
ó que olvidaron la mayoría de nuestros númenes de
la edad romántica.
De Pérez Nieto:
Vuela, pasa, ve ligera
De una flor en otra flor,
Que la bella jardinera
Por hacerte prisionera
Te persigue con ardor.
Este combinado, regular y sostenido, es el que pre-
ferían Figueroa, Juan Cruz Várela, Enrique de Arras-
caeta, José Sienra y Carranza, Heráclio C. Fajardo
y don Alejandro Magariños Cervantes.
De Figueroa:
Envidia á las capuchinas
En tu Monasterio das,
Donde exclusiva dominas,
Y sin ayunos ni espinas
En coche al cielo te vas.
De Juan Cruz Várela:
De un suspiro de Dios en el vacío
Surgió el mundo brillante de esplendor,
Y al ronco mar y al aquilón sombrío,
Al cielo, al aire, á la cascada, al río,
Á todo entonces animó el amor.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 271
De José Sienra y Carranza:
Imagen de tu patria desolada,
Ahí vas con paso dolorido, incierto.
Resto de otra mujer, virgen violada,
Noble señora ayer, sierva hoy ajada,
Cargando en vano un corazón que ha muerto.
De Heraclio C. Fajardo:
Los ámbitos brillaron con fosforencias de oro,
El piélago tiñeron cambiantes de arrebol,
Y cual lejanos ecos de misterioso coro,
El himno de las aves del trópico, sonoro.
Vibró en el occidente, — y en el oriente el sol!....
Del mismo:
La tenue mariposa que el ámbito pasea,
' Luciendo sus matices de nácar y tisú.
Por mucho, sí, por mucho que su donaire sea,
Con menos gracia ondea.
Que en el proscenio tú.
Las estrofas de las composiciones de donde entre-
saco las quintillas que anteceden, están todas rimadas
de un modo idéntico. Esto es un yerro, que perjudica
á la variedad y restringe el campo de las estancias
de cinco pies, que pueden aconsonantarse de distintas
maneras dentro de una misma composición.
De don José Zorrilla:
¿Qué quieren esos cristianos
Á las puertas de la villa?
¿Qué buscan esos villanos
Que traen á su rey ufanos
Tras el pendón de Castilla?
272 HISTORIA CRÍTICA
¿No son reyes en su tierra?
¿Por qué pasan esa sierra
Talando el solar ajeno?
¿No les basta su terreno
Para sus fiestas de guerra?
¿Por qué en confusión extraña
Levantan en esos cerros
Tantas tiendas de campaña?
¿Por qué ladran esos perros
Á los pies de esa montaña?
Dase el nombre de lira, ó metro de oda, á la quin-
tilla de siete y once que acaba en pareado, como nos
dejan ver las siguientes estancias de don Bernardo
Prudencio Berro:
Ante su augusto aspecto
Tiembla el inicuo: su fatal malicia
Perece sin efecto,
Y erguida la justicia
El trono de maldad rompe y desquicia.
En vano en vil porfía
El sórdido interés sediento de oro,
Y la ambición impía.
Traer nuevo desdoro
Á la patria querrán y nuevo lloro.
Severo inaccesible
A sus negras y arteras sugestiones,
El héroe incorruptible.
En todas ocasiones
Desoirá sus pérfidas razones.
Bien como firme roca
De las porfiadas ondas combatida,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 273
Que inmovible provoca
Su saña enfurecida
Quebrantando su vana acometida.
Otra forma de don José Zorrilla:
Prestadme el dulce canto,
Aves del valle y de la selva umbría,
Y levantad en tanto
Para arrullar mi llanto.
Frescas hojas, monótona armonía
Y tú, sonoro viento,
Tus alas de vapor lánguido mece,
Y en blando movimiento
Con perfumado aliento
Las hojas y las aguas estremece.
Porque estos mis cantares
Por vosotros no más serán oídos,
Que el duelo y los pesares
Sólo en nuestros hogares
Ser deben, ó en los bosques, repetidos.
Que el mundo maldiciente
Murmura del que llora y del que pena,
Del que placer no siente;
Y el triste eternamente
Ha de arrastrar cantando su cadena.
En la lira son siempre endecasílabos los versos se-
gundo y quinto, como siempre son heptasílabos los
bordones primero, tercero y cuarto, llamándose im-
propiamente lira á las estrofas de más de cinco versos
si están aconsonantadas de un modo semejante al
modo de que acabo de hablar.
í8. — in.
274 HISTORIA CRÍTICA
De Góngora:
De la falda florida
Que hoy de perlas bordó la alba luciente.
Tejidos en guirnalda
Traslado estos jazmines á tu frente,
Que piden, con ser flores,
Blanco á tu seno y á tu boca olores.
Guarda de estos jazmines
De abejas era un escuadrón volante,
Ronco sí de clarines,
Mas de puntas armado de diamante;
Púselas en huida
Y pagué cada flor con una herida.
Mas, Clori, que he tejido
Jazmines al cabello desatado,
Y más besos te pido
Que abejas tuvo el escuadrón armado:
Lisonjas son iguales
Servir yo en flores, pagar tú en panales.
La sextilla real ó sexteta heroica, caída en desuso
y nunca utilizada por nuestros románticos, es una
combinación métrica de seis versos endecasílabos en
la cual aconsonantan el primero con el tercero y el
segundo con el cuarto, siendo pareados y también
de once sílabas los dos versos finales. En realidad,
la sextilla no tiene una estructura métrica diferen-
cial, siendo variable y múltiple en su orquestación,
que queda librada, salvo en los casos típicos de molde
clásico, al oído y al gusto del poeta. Sextillas son,
aun cuando el pareado se halle puesto al principio,
estas estrofas de Lucio Vicente López:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 275
¿Quién osó dominarte?
¿Quién pudo esclavizarte,
A ti que al cielo en tu furor provocas?
¿Quién osó sobre ti fundar un trono,
En ti que si te agitas con encono,
Hasta la frente de los astros tocas?
El hombre: que en un pino
Miserable y mezquino
Vuela á cruzar tus vagas soledades,
Y allá de tu confín en lo profundo
Hace surgir, como Colón, un mundo
Entre dudas y horribles tempestades.
Ved, como forma regular de sextilla heroica, estos
pies de Zorrilla:
¡ Venid los que lloráis ! oid mi canto
Los que creéis en la virtud y el cielo;
Venid, almas transidas de quebranto.
Venid á oirme y hallaréis consuelo :
Veréis lucir tras la tormenta oscura
Un rayo de esperanza y de ventura.
La más frecuente, la más usada por nuestras mu-
sas, es la sextilla de corte italiano, en la que acon-
sonantan el primer verso con el segundo y el cuarto
con el quinto, siendo agudos y entre sí consonantes
el tercero y el sexto. La sextilla italiana es de arte
menor cuando el número de sílabas de sus bordones
no pasa de ocho, siendo de arte mayor cuando está
formada por versos de diez, once, doce ó catorce sí-
labas. La sextilla italiana puede adoptarse sin difi-
cultad para todos los asuntos, porque se aviene á to-
dos los tonos emocionales, en tanto que la sextilla
276 HISTORIA CRÍTICA
real ó heroica, más alta y menos música, exige pen-
samientos graves, actitudes valientes ó sentires muy
hondos. Es claro que la musa festiva puede, si le
place, utilizar la sextilla heroica, como utiliza el so-
neto y la octava real, siendo justo agregar á todo lo
dicho que la sextilla de corte italiano y de arte mayor
fué tenida en mucho por nuestros poetas de numen
romancesco.
De Adolfo Berro:
Así acosa al africano
El aspecto del tirano
Que cautivo le llamó,
Y que injusto le condena
Á arrastrar servil cadena
De que el cielo le eximió.
De Ricardo Sánchez:
La mujer bella no se improvisa:
Brota la gracia de una sonrisa,
Es la elegancia don natural.
Las composturas más hiperbólicas
No darán sones de arpas eólicas
A los murmurios de un manantial.
De Alejandro Magariños Cervantes:
Yo al lado de esos genios, si audaz, débil pigmeo,
Nacer siento en mi alma devorador deseo,
Y con violencia extraña mi corazón latir.
Secreta fuerza oculta levántame del suelo,
Y al sacudir la frente, con ella toco al cielo,
Y el mundo es mi peana, mi esclavo el porvenir.
La octava, como la sextilla, puede ser heroica y
puede ser de corte italiano. La octava real, la octava
DE LA LITERATURA URUGUAYA 277
heroica, es una combinación métrica de ocho bordones
endecasílabos, que aconsonantan el primero con el
tercero y quinto, y el segundo con el cuarto y sexto,
para cerrarse ó finalizar con un pareado que debe
contener el sentir más hondo, el pensamiento fun-
damental y la vibración armónica más alta de la es-
trofa ó endecha. Los poemas épicos castellanos escrí-
bense, por lo general, en octavas reales, como lo po-
déis ver en La Araucana de Ercilla, El Bernardo de
Balbuena, La Cristiada de Hojeda, El Monserrate de
Cristóbal de Virués y el Arauco Domado de Pedro
de Oña. Utilizaron también la octava real Espron-
ceda en El Diablo mundo, don José Zorrilla en los
maravillosos arabescos de su Granada y Núñez de
Arce en La última lamentación de lord Byron. In-
sisto en esto porque la octava real, que nuestros poe-
tas miran con desdén, es un metro difícil, pero muy
sonoro y muy apropiado para todos los asuntos en
que se place la musa de la epopeya, la musa preferida
por Bernárdez y muy especialmente por Ángel Falco.
Para describir, para narrar, para enardecer refiriendo
hazañas, no hay metro mejor que la octava real ó la
octava heroica, utilizada también primorosamente en
algunos poemas burlescos como La Mosquea de Villa-
viciosa y La Malambrunada de nuestro Francisco
Acuña de Figueroa.
De Figueroa:
El caballo de Erasmo al que tendido
Dejó el toro á sus pies sin movimiento.
Fingióse el muerto, y sin estar herido
Salvó con filosófico talento;
Oh instinto caballar! oh esclarecido
Siglo de ilustración y fingimiento!....
278 HISTORIA CRÍTICA
¿Qué no sabrán los hombres, cuando astuto,
Ya es filósofo y sabio, cualquier bruto?
De Magariños Cervantes:
Ante la roja enseña de Castilla,
Y ante la cruz que fulguraba en ella,
Yergue el indio la frente ó se arrodilla
Como herido de súbita centella;
Héroe sucumbe ó mísero se humilla,
Y surge de su tumba nueva estrella,
Que alumbra en el zenit americano,
Su grandioso futuro soberano.
De Heraclio C. Fajardo:
Y la risa, la mofa y el desprecio
Su paso acompañaban por doquiera;
Que el vendabal del infortunio, recio.
Su alma probaba con angustia fiera!....
Y sin embargo, y aunque el vulgo necio
Lo reputaba insensatez, quimera.
Tras las brumas del piélago profundo
Ese hombre había adivinado un mundo!
De Alcides De -María:
Y aquellos héroes de esforzado aliento
Cuyo valor la muerte no mancilla,
Sienten nacer en su alma el sentimiento
Y una lágrima arder en su mejilla;
Tornan su vista luego al firmamento
Y doblando en el suelo la rodilla,
Al Dios del cielo por la patria invocan,
Y aquellas playas con sus labios tocan.
Véanse, por último, estas tres estrofas que tomo
del preludio puesto por don José Zorrilla á sus Cantos
del Trovador:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 279
Los que vivís de alcázares señores,
Venid, yo halagaré vuestra pereza;
Niñas hermosas que morís de amores,
Venid, yo encantaré vuestra belleza;
Viejos, que idolatráis vuestros mayores,
Venid, yo os cantaré vuestra grandeza;
Venid á oir en dulces armonías
Las sabrosas historias de otros días.
Yo soy el Trovador que vaga errante:
Si son de vuestro parque estos linderos
No me dejéis pasar, mandad que cante.
Que yo sé de los bravos caballeros
La dama ingrata y la cautiva amante,
La cita oculta y los combates fieros
Con que á cabo llevaron sus empresas
Por hermosas esclavas y princesas.
Venid á mí, yo canto los amores,
Yo soy el Trovador de los festines;
Yo ciño el arpa con vistosas flores.
Guirnalda que recojo en mil jardines:
Yo tengo el tulipán de cien colores
Que adoran de Stambul en los confines,
Y el lirio azul incógnito y campestre
Que nace y muere en el peñón silvestre.
La octava italiana, como la sextilla italiana, puede
ser de arte mayor y de arte menor, según sus bordo-
nes tengan una medida métrica de más ó menos de
ocho números ó pies silábicos. Suele ofrecer libres
sus versos primero y quinto, aconsonantando regu-
larmente el segundo con el tercero, el sexto con el
séptimo y el cuarto con el octavo, que deben ser agudos
ó de acento tónico. Es una combinación melodiosa
a8o HISTORIA CRITICA
y flexible, que concuerda con todos los tonos y to-
dos los asuntos, habiendo usado y abusado de su ar-
moniosa flexibilidad los cultores grandes y pequeños
de la edad romántica.
De Magariños Cervantes:
Fué terrible el primer choque!
La confusión y el espanto
Cundió como por encanto
En la patricia legión;
Que á pie, sin orden, turbada
Por tan súbita embestida.
Procuró despavorida.
En la fuga, salvación.
De Zorrilla:
Noche medrosa era en suma
La elegida por el mozo,
Aunque él obra sin rebozo,
Remordimiento ni afán ;
Y atribulada en su celda
Esperaba Margarita
El momento de la cita
Postrimera de don Juan.
De Aurelio Berro:
Pero, tu existes, caridad, y alivias
En lo posible, su dolor vehemente.
Porque la falta de la madre ausente
Oh nunca, nunca, se podrá suplir!
Mas si, á pesar de tu constante anhelo
En pro de la orfandad, no te fué dado
Romperle las tinieblas del pasado,
Tú le aclaras siquiera el porvenir.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 281
Otro forma de don José Zorrilla:
Aquí, lejos del mundo y sus placeres,
Levanto mis delirios de la tierra,
Y leo en agrupados caracteres
Nombres que ya no son;
Y la dorada lámpara que brilla
Y al soplo oscila de la brisa errante,
Colgada ante el altar de la capilla
Alumbra mi oración.
No hablaré de la décima, harto conocida para que
necesite enseñaros las particularidades de su estruc-
tura. Puede ser amorosa, valiente, meditativa, descon-
solada ó de dulce gracejo, según las condiciones del
numen que la pule y cincela. Es el metro que pre-
fieren las guitarras del pago y son muchas las per-
las que engarzó á los joyeles de la musa uruguaya
con sus diez bordones aconsonantados y musicalísi-
mos. Lo que sí diré es que nuestros románticos com-
pusieron estrofas con varios versos de siete sílabas
y de corte italiano, ó lo que es lo mismo, consonantes
y agudos en los bordones últimos de sus dos cláu-
sulas orquestales, como podéis notar en el siguiente
ejemplo que nos ofrecen los Ecos del pasado de Luis
Melián Lafinur:
¡Nada nos queda! Aléjase
Hoy ya hasta la esperanza;
Y vése incendio alígero
Que nuestro paso alcanza
Para asfixiar el último
Aliento varonil.
Ya en el abismo, el vértigo
Marea las cabezas,
282 HISTORIA CRITICA
Y el pensamiento trémulo
No encuentra en sus tristezas
Mayor arranque intrépido
Que postración servil ! . . . .
A la larga, esta combinación resulta monótona, no
aconteciendo lo mismo con la silva, mezcla caprichosa
é irregular de versos heptasílabos y endecasílabos, á
que también fueron y son muy afectos nuestros poe-
tas. Algunos de los versos intermedios de la silva
pueden quedar libres, como notaréis releyendo los
vibrantes bordones de la Leyenda Patria.
De Aurelio Berro:
Pero, no es todo aún; cuando el azote
Se aleje ya de víctimas hartado,
Nuevos males vendrán: aquí una turba
Hambrienta y desvalida
Llegará en vano á la mansión desierta
Del opulento que perdió la vida,
Y con paso cansado
Seguirá por un pan de puerta en puerta.
Allá un débil anciano,
A quien la muerte le quitó sus hijos,
Con temblorosa mano
Procurará secar la ardiente lágrima,
Que el arrugado párpado le quema,
Y solitario vivirá muriendo....
Y el huérfano infelice
¿Quién le devuelve la infantil sonrisa
Que en sus labios vagaba,
Y que el dolor primero borra impío?
¿Quién cubrirá sus ateridos miembros
Cuando gimiendo exclame "tengo frío"?
Y las madres! Para ellas no hay consuelo!
DE LA LITERATURA URUGUAYA 283
Mirad, allí está una
Al pie de aquella cruz siempre llorando.
¿Por qué, díme, en tu llanto inextinguible
Ese sepulcro bañas?
Y ella en trémulo acento....
"Regando estoy la flor de mis entrañas".
De Bernárdez :
¡ Ay del cantor del corazón humano
Que entró, fiado en sí mismo
Al fondo hostil de la espesura brava!
Con imprudente heroísmo
Alzó su voz contra el dolor tirano,
Y el dolor lo acosaba.
Pero él, ¡no! ¡no cedía!
Escudado en su fe, y en la fiereza
De su alma huraña, y triste y luchadora,
Irguiendo la cabeza
A la asechanza obscura acometía
Con su canción bravia
Metálica y sonora
Como el acento de un clarín!
Asombro
A su pesar la cólera sentía.
Viendo á aquel hombre pálido y tranquilo.
Que con la lira reclinada al hombro,
Entre la obscura selva amenazante
Que simulando concederle asilo
Se cerraba en pos de él como un encierro,
Avanzaba magnífico y triunfante,
Cantando todavía!
Su canto lo vendía:
Aquel canto viril, sonando á hierro
Con sones belicosos y profundos,
Despertaba los manes iracundos
284 HISTORIA CRITICA
De una rosa con hierro anonadada
Y á hierro destruida. Producía
La yerba hirsuta por el poeta hollada
Como un zumo de lágrimas. Hervía
Por la selva, un rumor de multitudes
Irritadas y fieras.
Los árboles tomaban actitudes
De caciques en pie. Los troncos huecos
Repetían los ecos
De las voces guerreras
Con que cayó el salvaje. Las agudas
Espinas recias de las zarzas rojas
Se alzaban como garras y mordían
En las carnes desnudas
Del extraño. Las hojas
De totora, erizadas y derechas.
Apuntaban al poeta, amotinadas.
Cortantes como espadas
Y agudas como flechas.
Muchas y muy sonoras son las variedades á que se
prestan las combinaciones métricas que anteceden. Me
sería imposible, por falta de espacio y por miedo á
que me acusaseis de abusar de vuestra noble benevo-
lencia, presentaros ejemplos de todas las especies de
esos infinitos combinados sinfónicos. Quiero, sin em-
bargo, que veáis lo que los asonantes y los consonantes
de la lengua española son capaces de hacer, ¡oh vos-
otros que vivís buscando melodías en fuente extran-
jera, de donde no manarán jamás los rubios chorros
de azúcar derretido del idioma con que nos arrullan
todos los amores y todas las penas del hogar y del
pago!
Escuchad, en romance callejero, lo que dicen tres
niños, vestidos de luto, á la musa de Vicente Medina:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 285
"Me asomaba á verlos
pasar por mi puerta:
tres nenes hermosos
quiban á la escuela. . . .
los tres pequeñicos, los tres casi iguales....
¡tres caras bonicas como tres estrellas!
¡ Iban tan limpíeos ! . . . . Á la madre, siempre,
la veía en ellos, sin saber quién era:
me la imaginaba
como el pan de buena ....
me la imaginaba, por lo curiosica,
¡como el agua pura que nace en las peñas!. . . .
Iban tan limpíeos,
que yo me decía: — De seguro que ella
los viste y se mira, como en tres espejos,
en sus tres hijicos.... ¡como si lo viera! —
En algunos días
no vi por mi puerta
pasar á los nenes
y, sintiendo pena,
pregunté por «líos y me contestaron:
— ¡Lástima de hijicos!. ... no van á la escuela
porque está su madre malica en la cama,
que Dios se la lleva!
Al*poquico tiempo pasaron los nenes,
otra ves junticos, los tres por mi puerta. . . .
¡ llevaban al cuello
la cintica negra!
sin que la llevaran,
su esgracia se viera:
iban dejaicos.... sin aquel apaño
propio de la madre. . . . sin la gracia aquella!. . . .
¡ Lástima de hijicos ! . . . .
¡se me heló, de verlos, la sangre en las venas!"
286 HISTORIA CRÍTICA
Oid, ahora á don José Zorrilla comparar á Valencia
con Barcelona:
"Valencia es un compendio de los primores
con que ornó al mundo la Omnipotencia,
cuna de silfos, nido de amores,
patria de bardos y trovadores,
vergel poblado de ruiseñores,
pomo de esencia,
jarrón de flores:
eso, señores,
eso es Valencia.
Mas Barcelona
es la muchacha alegre de la montaña,
sana, robusta y ágil: que, rica obrera.
de un blasón que mancilla servil no empaña
y un condal nobilísimo feudo heredera,
tiene al pie de un peñasco que la mar baña
y de un aro de montes tras la barrera,
un campo con mil torres para cabana,
por toldo y guardabrisa la cordillera,
por taller la más rica ciudad de España,
por mercado las plazas de España entera;
y obrera que de estirpe noble blasona,
da á la historia de España su prez guerrera,
el florón más preciado de su corona,
el cuartel más glorioso de su bandera.
Artesana, que ciñe condal corona,
en el taller sin penas trabaja y canta;
con hilos y alfileres hace primores;
en un puño de tierra cultiva y planta
viñedos y olivares que, en vez de flores,
en sus breñas y cerros, lomas y alcores
diestra escalona,
cuida y abona
DE LA LITERATURA URUGUAYA 287
con cien labores:
eso, señores,
es Barcelona.
Valencia es la florida puerta del cielo,
el balcón por donde abre la aurora el día;
Dios por él de la España bendice el suelo
y la salud, la gracia y el sol la envía.
Valencia es un florido pensil modelo,
mansión de los deleites y la alegría,
á quien sirve de cerca, de espejo y velo,
á sus plantas echada, la mar bravia.
Valencia está debajo del Paraíso,
Y cuando Dios le priva de su presencia,
Por el balcón del alba, sin su permiso,
Los ángeles se asoman á ver Valencia.
Barcelona, valiente, ruda payesa
con timbres y con fueros de gran señora,
labra, teje, cultiva, destila, pesa,
funde, lima, taladra, cincela y dora;
y ejemplar sólo de alta noble condesa
con corazón de obrera trabajadora,
con el trabajo nunca de latir cesa;
y apresurada siempre tras ardua empresa,
hierve como encendida locomotora:
cuando se mueve, asombra: cuando anda, pesa;
respira fuego y humo cual los volcanes,
y estremece la tierra, como si dentro
de ella fuera la raza de los titanes
queriendo de la tierra cambiar el centro.
Barcelona y Valencia son dos hermanas,
pero una es blanca y rubia y otra morena:
HISTORIA CRITICA
son por naturaleza dos soberanas;
pero la una celeste, la otra terrena.
Valencia es la versátil hija del cielo,
á quien Dios por herencia dio un paraíso ;
Barcelona, hija de Eva, vive en anhelo
de tornar por sí misma su estéril suelo
en el Edén que el cielo darla no quiso.
III
Hablemos ya de la versificación comparada, con-
tentándonos por ahora con señalar sus líneas funda-
mentales, dentro de los límites de este somero y defi-
ciente estudio.
En italiano, como en español, las sílabas están for-
madas por una ó varias letras que se pronuncian bajo
un solo acento, como las palabras ó voces están for-
madas por una sílaba ó por varias sílabas que sólo
obedecen, cuando se pronuncian, á la ley de un acento
fundamental.
En italiano, como en español, se llama acento tó-
nico al que se apoya ó pesa sobre cierta sílaba de una
palabra, dando al sonido de dicha sílaba una imperante
tonalidad; y en italiano, como en español, muchas
palabras se unen de tal modo con las que las siguen
en el contexto del discurso ó de la estrofa, que su
acento propio deja de percibirse por el oído del
oyente ó del lector, como si las palabras que se con-
sorcian ó que se aunan formasen un todo acentual
y musicalísimo.
En italiano, como en español, las voces monosilá-
bicas son lógicamente de acento tónico, aunque lo
pierdan al ligarse á otras voces, pudiendo las polisi-
lábicas estar acentuadas en su sílaba última, como
DE LA LITERATURA URUGUAYA 289
liberta, splendór, sentiér y virtú; — en la penúltima
de sus sílabas, como fatále, paróla, decoro y belleza;
— ó en el antepenúltimo de sus pies silábicos, como
benéfica, útile, indócile y pálpebra, pareciéndonos
justo advertir que algunas voces que son esdrújulas
en prosa se convierten en graves si el verso lo exige,
como penetro y nútrico, ó símile y lúgubre, que se
transforman, al transportar su acento á la penúltima
de sus sílabas, en lúgubre y simíle, ó nutríco y pe-
netro.
En italiano, como en español, las vocales débiles,
— i, u, — se funden á veces con las vocales firmes ó
duras, — a, e, o, — formando diptongos parecidos á
nuestros diptongos y pronunciándose como una sola
emisión de voz. Los diptongos pueden ser distesi ó
raccolti, según la vocal fuerte preceda á la débil, como
en aura, ó según la vocal débil preceda á la firme,
como en íiáto, debiendo advertirse que por lo gene-
ral, cuando entran en la sílaba aparentemente dip-
tongada las dos vocales débiles, el acento carga so-
bre la letra u, como en coliú y fiúme. Agreguemos
también que en italiano, al revés de lo que sucede en
español, cuando en mitad del verso se halla una sí-
laba con dos vocales, formen ó no diptongo, esa sí-
laba se pronuncia en un solo tiempo y se cuenta por
un solo número, siempre que la primera de aquellas
dos vocales sea la acentuada. En cambio en italiano,
lo mismo que sucede en español, cuando la sílaba
con dos vocales se halla al fin del verso, la vocal
tónica se separa y prescinde de la vocal átona, su-
cediendo lo mismo, algunas veces y por excepción,
cuando el verso concluye con dos vocales sin acen-
tuar, las cuales toman el valor de dos sílabas ó dos
números métricos.
19 III.
290 HISTORIA CRÍTICA
De Petrarca:
Fítí - me - che - spes - so - del - mío - pían - g'er - ere - scí
~ 2 3 4 ó Ü 7 8 y 10 11
De Aleardo Aleardi:
La - na - vi - cel - la - del - lo in - ge - gno - mi - o.
1 2 o i 56 7 8 9 10 11
De Carducci:
O - no - va an - ge - la - mia - sen - z'a - la a - fian - co.
12 3 4 5 (i 7 8 "j 10 11
Del Dante:
Di - dir - quel - ch'o - do - del - la - don - na - mi - a.
12 3 4 5 G 7 8 i) 10 11
Agreguemos que en italiano, como en español, se
llama sinéresis á la fusión de dos sílabas y diéresis
al signo ortográfico que fracciona el diptongo.
De Ada Negri:
E - su - l'al - gi - de - lab - bra - di - vi - o - la.
12 3 4 5 0 7 8 y 10 11
De la misma:
Im - pri - me - ran - lo - stig - ma - del - do - lo - re.
1 2 3 4 5 0 7 8 9 10 11
De la misma:
Chi - mai - la - co - sci - en - za - le - di - vel - se ?
1 2 3 4 5 0 7 8 y 10 11
Creo inútil advertir que en italiano, como en es-
pañol, una vocal se ■ enlaza á la consonante que la
precede para formar sílaba, del mismo modo que dos
consonantes colocadas entre dos vocales, se dividen
y forman sílaba vinculándose cada una de ellas á
cada una de las consonantes que las acompañan, como
acontece en bab-bo, ac-qua, ver-di, pen-sie-ro, as-col-ta,
sos-pi-ra, ri-mem-bra y li-ber-ta-de.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 291
Agreguemos aún que en italiano, con más ampli-
tud y frecuencia que en español, el lenguaje admite
ciertos cambios, mutaciones ó salteos en las letras
vocales, pudiendo unas veces la e átona convertirse
en i, como cuando decimos avanti por avante y lungi
por lunge; ó la i en e, cuando va seguida de dos con-
sonantes ó de la última letra del abecedario, como
cuando decimos ceppo por cippo, lembo por limbo ó
avarézza por avarízia; ó la u en o, cuando no la o en
u, como siempre que los poetas dicen loto por luto
ó spelunca por spelonca, llamándose metátesis á la
licencia en virtud de la que, para facilitar la pro-
nunciación, una vocal salta y muda de sitio en
la palabra, como cuando decimos pianére en vez de
paniére ó rispiármo en vez de rispármio. Agreguemos,
en fin, que aunque la s, lo mismo que la z, unas veces
es dura y otras veces es blanda en italiano, esa dife-
rencia de pronunciación no influye en la rima.
En la métrica itálica, como en la española, se con-
sideran largas las sílabas sobre las que el acento se
detiene y pesa, y breves las sílabas sin acento firme
ó de acento átono, siendo larga la segunda sílaba
de ventura y larga también la última sílaba de
troncó. Es, en cambio, breve la primera sílaba
de pensiéro y breve también la última sílaba de no-
vélla. El verso itálico, como el español, no obedece,
pues, á la cantidad, sino que está regido por el acento
de las palabras que lo componen, siendo en italiano,
como en español, la misión única y especial del ritmo
poner en transparencia las palabras sobre las que
reposa principalmente el vigor del concepto, sirvién-
dose, para este fin, del acento tónico ó característico.
Del Dante:
Nel mézzo del cammín di nóstra vita.
292 HISTORIA CRÍTICA
Del mismo:
Che vá dicéndo aH'ánima: sospíra.
También en italiano, como en español, el ritmo
influye poderosamente sobre el acento de las pala-
bras, atenuando el de todas las sílabas que tienen
un valor secundario dentro del compás y haciendo
sobresalir el de todas aquellas en que se detiene el
golpe de la batuta, para que se destaque la cadencia
ó la pauta característica del bordón ó pié.
De Petrarca:
Aria de'miei sospír calda é serena.
ir 10
De Dante:
Lo suo parlar si dólceménte suóna.
T 8 10
De Ariosto:
Le dónne, i cavaliér, l'árme, gli amóre.
6 10
Del mismo:
Meco corear, come si corchi il sóle.
4 8 10
De Tasso:
S'appresentó contra il fratéllo armáto.
T T "lo"
Del mismo:
Prese e ornó di rággi il bióndo crine.
4 6 8 10
Es natural que en italiano, como en español, la ca-
dencia del verso es tiranizante, obligándonos á veces
á acentuar los monosílabos sin significación propia,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 293
como né ó como trá, aumentándose estas semejanzas
si tenemos en cuenta que en italiano, como en es-
pañol, existe la sinalefa ó elipsión iónica, que nos
permite formar una sola sílaba por el enlace ó aco-
plamiento de dos sílabas separadas, siempre que una
de estas sílabas termine en vocal y siempre que prin-
cipie en vocal la sílaba siguiente. Aumenta el paren-
tesco entre la métrica itálica y la española si obser-
vamos que en ambas, cuando el verso termina con dos
vocales y la primera de éstas está acentuada, esa sí-
laba se descompone y divide en dos, como podréis
ver en los siguientes bordones heptasílabos de Parini :
Torna á fiorír la rosa
1 2 "T 4 5 6 7
Che pur diánzi languía,
1 2 3 4 5 G 7
E mólle si reposa
1 2 3 4 5 6 7
Sópra i gígli di pría.
1 2 345 67
Midamos ya, para mejor comprensión de lo que an-
tecede, algunos pies silábicos en lengua italiana, te-
niendo presente que la ley numérica del bordón itá-
lico es la misma ley de nuestros bordones en lo que
con el acento de las consonancias se relaciona. Así
el verso agudo gana una sílaba y el verso esdrújulo
pierde una sílaba lo mismo en italiano que en español.
Agreguemos, en fin, que la s sola, al principio del
verso ó sola al principio de una palabra, no forma
sílaba ni influye en la medida del bordón ó pie. Mi-
damos ahora.
De Ada Negri:
Pres - so - la - cul - la - bian - ca.
294 HISTORIA CRÍTICA
De la misma:
I - lie - ti in - ni - de' - ven - ti.
12.3 456 7
De la misma:
Spo - glió - l'ul - ti - mo - na - to.
1 2 3 4 5 6 7
De Carduccci:
II - mió - bic - chier - co - ro - na.
12 3 4 5 G 7
Del mismo:
Un - lun - go a - mo - re in - sie - me.
12 3 4 ó •; 7
Del mismo:
Tu - sf rondi i - lie - te - pám - pa - ni,
1 a 3 4 5 (; 7
Tu - f ran - gi al - suol - la - taz - za.
1 2 3 4 5 6 7
De Manzoni :
E - suir - e - ter - ne - pá - gi - ne
1 2 3 4 5 i; :
Cad - de - la - stan - ca - man.
1 2 3 4 5 6.y7
Del mismo:
D'i - nis - tin - gui - bil - o - dio
1 2 3 4 ó >^ 7
E - d' - in - do - ma - to a - mor.
1 2 3 4 5 6 y 7
Del mismo:
Do - v'é - si - len - zio e - té - ne - bre
12 3 4 5 6 7
La - glo - ria - che - pas - só.
1 2 3 4 5 6y7
DE LA LITERATURA URUGUAYA 295
De Monti:
Tut - ti al - £i - ne a - re - ti - rar - si
1 L' r. 1 5 r, 7 8
Nel - mió - sen - gli a - vea - eos - tret - ti.
1 2 3 -4 ~T r. 7 8
Del mismo:
Li - be - rar - dal - ge - lo an - ti - co
1 2 " 4 ó 1; 7 S
Le - ca - nu - te al - pi - ni - f ron - te.
12 3 4 5 0 7 8
Del mismo:
Dai - tor - men - ti - del - ti - ra - no
12 ;> 4 5 fí 7 8
Gar - zon - cel - di - Ci - te - re - a.
1 2 3 45678
De Aleardo Aleardi:
La - f iu - ma - ta - che - spu - ma, - che - mug - ge,
1 2 3 4 ó I' 7 «í !l 10
Tut - to - co - pre - di - li - vi - da - re - na.
1 23 456789 10
Del mismo:
D'on - de e - mer - ge - qual - che ul - ti - ma - f ron - da,
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Do - ve - spe - chian - si i - rai - del - la - lu - na.
1 2 3 "T 5 T 7.8 9 10
Del mismo:
Che - la - cal - ma - fu - ne - rea - di - ques - ta
1 2 3 4 5 r, ~r 8 9 10
So - li - tu - di - ne - d'ac - que e - di - ciel.
123 45 6 7 8 9yl0
De Gabriel D'Annunzio:
E - sa - la - no al - ma - re : non - can - to - non - gri - do,
12 3 4 ." r, 7 8 9 10 11 12
Non - suo - no - pe'l - vas - to - si - len - zi - o - vá.
1 T o 4 5 6 7 8 9 10 11. V 12
296 HISTORIA CRITICA
Del mismo:
0 - f al - ce - ca - lan - te, - qual - mes - se - di - so - gni.
12 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
On - deg - gi - al - tuo - mite - chia - ro - re - qua - giú.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 y 12
Del mismo:
Son - pal - li - de - l'Or - se - nel - cié - lo - pro - fun - do :
1 234 5 67 89 10 11 15
E il - se - gno - de - l'al - ba - che - giá - si - des - tó.
1 2 3 4 5 6 7 "F 9 10 11 y 12
De Ada Negri:
La profunda caverna — diventa una fornace.
7 , 7
De la misma:
Dei magnif ici azzurri — la purezza infinita.
7 7
De la misma:
Quella vita inumana — senza raggio né fiore.
7 7
De la misma:
S* ag - grap- pa-no a-Ie-roc-ce | coti-mo- ví-men-tí ín-sa-ní.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14
El endecasílabo italiano en nada difiere del espa-
ñol, y no me parece posible poner en duda su origen
latino desde que son muchos los bordones de la musa
romana que suenan como nuestros bordones y que
tienen la misma estructura silábica de los bordones
nuestros. Citemos, para probarlo, algunos pies de un
rimador antiguo, colocando un acento tónico sobre
sus sílabas largas, ó de dos tiempos, siempre que es-
tas sílabas correspondan á las sílabas ritmiales ó de
compás de los endecasílabos castellanos.
De Horacio:
Con - di - dit - lú - nam,- ne - que - cér - ta - ful - gent.
1 2345 6 789 10 11
DE LA LITERATURA URUGUAYA 297
Del mismo:
Quid - bre - ve - f ór - tis - ja - cu - lá - mur - oe - vo.
1 234 5678 9 10 11
Del mismo:
Ter - mi - ñus - ser - vet - bo - na - jám - pe - rae - tis.
1 23 4 5 678 9 10 11
Del mismo:
Dul - ce et - de - có - rum - ést - pro - pá - tria - mó - ri.
1 2 3 4 5 6 7 8 "9" 10 11
Y que la ley ritmial del itálico endecasílabo en nada
se diferencia de la ley ritmial del endecasílabo cas-
tellano, bien fácilmente lo podréis deducir analizando
los bordones que voy á copiar.
De Petrarca:
Quella ch'al ciél se ne portó le chiávi.
T 8 To
De Policiano:
La stanca rondinélla peregrina.
~6 10
De Dante:
Ad altra novitá ch'apparse allóra.
6 10
De Ariosto:
Vita mortal, tutta d'invídia piéna,
4 8 10
De Tasso:
Fra sue bevánde a mescolár veneno.
T T 10
De Pignotti:
Di nuovi fióri coloríva il súolo.
T T lo"
De Monti:
Bramosi di vibrar quegli la pícea.
"e" 10
298 HISTORIA CRÍTICA
De Manzoni:
Mi ritrovai la lágrima sul cíglio.
tí 10
Agreguemos que en italiano, como en español, la
rima consiste en la repetición de la vocal última del
pie bordónico, cuando esta vocal está acentuada y
no va seguida de consonante alguna, siendo iguales
también, el italiano y el español, en su manera de
aconsonantar las voces esdrújulas y los vocablos de
acento grave, usándose á veces, en los motivos ó can-
tos populares, la rima imperfecta ó asonantada. La
rima cae ordinariamente en las palabras finales de
dos ó más versos, pudiendo ser acoplada ó alternada
en la misma forma que puede ser alternada ó aco-
plada en las combinaciones sinfónicas de nuestros
númenes, y pudiendo los hemistiquios rimarse entre
sí, como rimó entre sí los hemistiquios de sus estan-
cias, de diez y doce números silábicos, don José Zo-
rrilla en las páginas orquestales de su Cuento de
cuentos.
La estrofa en italiano, como en español, es una se-
rie de versos de variada medida y de varia estructura,
que no siempre presentan la misma é imperante dis-
posición rimial, no aceptando los endecasílabos otra
compañía que la compañía de los bordones de siete
y cinco pies, lo mismo que entre nosotros suele ocu-
rrir, y no siendo muy grato á los esdrújulos el que
se los use como finales en los versos de seis, de ocho
y de doce sílabas, aunque suenen con mucha sono-
ridad en los versos de cinco, de siete y hasta de once
sílabas.
Digamos, por último, que las principales estrofas
de la poética itálica son el dístico ó pareado; el ter-
ceto ó la terza rima; la quartina ó cuarteta de pies
que rimen respectivamente en sus dos extremos y
DE LA LITERATURA URUGUAYA 299
en SUS dos bordones centrales; la sestina ó sextilla
española, compuesta y formada por una cuarteta que
se apoya ó descansa sobre un pareado; la octava rima
ú octava real, que en nada difiere ni se distingue de
nuestra octava heroica; y la strofa della canzone, se-
mejante en un todo á la estructura silábica y rimial
de nuestra silva, 6 k la estructura rimial y silábica
de nuestra oda, salvo en que la última estrofa de la
canción itálica suele ser más breve que las estancias
de que va precedida. También en italiano, como en
español, existe la octavilla de metro variable, con
sus consonancias fuertes ó agudas en sus bordones
cuarto y octavo, como existe también la estrofa sá-
fica de origen griego y de uso latino, á modo de esta
estancia de José Carducci:
Te giova il grido che le turbe assorda
E all'armi incalza all'armi i cour cessanti,
Te le civile su la férrea corda
Iré sonanti.
El verso endecasílabo libre, ó sin rima, usóse ya
por los poetas itálicos del siglo diez y seis, proce-
diendo, como todos los endecasílabos, del exámetro
ó bordón heroico de la antigüedad. Ese verso requiere,
más que los otros, el uso de los cortes y mucha va-
riedad en la acentuación rítmica de las estrofas, pu-
diendo agregarse que la métrica italiana pugnó por
volver á la métrica cuantitativa de los latinos, con
Caro en la centuria décimasexta, con Chiabrera en el
siglo diez y siete, y con Carducci en la centuria dé-
cimanona, imitando, sin conseguir apasionar al pú-
blico grueso, las estancias asclepiadeas y las odas al-
caicas que movieron sus rémiges musicales de avispas
de oro á la sombra del arbolado del Helicón.
300 HISTORIA CRITICA
En la metrificación francesa, como en la castellana,
los versos no se miden por la cantidad, sino por el
número de sus sílabas; pero siempre y en todos los
casos debe considerarse que, en la versificación gala,
la última palabra de los pies ó bordones se mide
y cuenta como si fuese una palabra aguda.
Baif, en la centuria décimasexta, y Marmontel, en
el siglo diez y ocho, intentaron fundar la métrica
prosódica, es decir, una métrica que se basase en la
cantidad, una métrica á modo de la métrica usada por
los griegos y los latinos. Fracasaron los dos en su
tentativa, obedeciendo sólo el verso francés, como el
lusitano y como nuestro verso, al precepto rimial y
al número de sílabas de que se compone, con pres-
cindencia absoluta de la cantidad de sus términos ó
vocablos. Los versos franceses, como los españoles,
nos dan la impresión de un ritmo determinado; pero
independiente, dentro de la estrofa, del verso que le
antecede y el verso que le sigue, haciendo así la mé-
trica gala, como nuestra métrica, suyo el principio
de la variedad dentro de la unidad, de la autonomía
de las partes dentro del orden musical del conjunto.
Tenemos, pues, que en el verso francés, como en el
hespérico, cada sílaba equivale á un pie, número ó
medida; pero también tenemos, lo que no sucede en
nuestro modo de metrizar, que la última sílaba con
acento agudo se considera siempre como la última
sílaba medidora ó calificante de los bordones galos,
pudiendo añadirse que si el exámetro yámbico es el
verso más usado en Alemania y en Inglaterra, los
versos más usados en las otras naciones de Europa,
son el endecasílabo en Italia, el de ocho y once sí-
labas en el país de Tubal, el decasílabo en la Francia
del Medio Evo y el de catorce sílabas en la Francia
de Víctor Hugo.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 301
En la medida ó recuento de los bordones galos debe
atenderse con solicitud á la cesura y á la elipsión, que
consiste en no considerar como pies del verso á las
sílabas finales de las palabras que concluyen con una
e muda, cuando estas palabras están seguidas por otra
palabra que principia con una vocal ó con una hache
de la misma naturaleza. En cuanto á la cesura no es
sino un momento de reposo, que divide ó corta el
verso en dos porciones llamadas hemistiquios, mo-
mento de reposo del que dice Boileau:
Que toujours dans vos vers, — le sens coupant vos mots,
Suspende l'hemistique — en marque le repos.
Los principales bordones franceses son:
I. o El decasílabo ó de diez sílabas, como el que sigue
de Carlos de Orleans:
Si commencay de coeur á souspirer.
12 3 ~ 5 6 7 8 9 10
Ó como este de Víctor Hugo:
Que de feux morts, et que de tombes closes.
~ 2 ~3~ 4 5 6 7 8 9 10
2.0 El exámetro, alejandrino ó verso heroico, que
consta y se compone de doce sílabas, como el que
sigue de Lafontaine:
Sur les humides bords des royaumes du vent.
1 2 345 6 7 8'9~10 1112
Ó como este de Lamartine:
Écorcent jour a jour le tronc des pirámides.
12 3 T~ 5 ~G~ 7 8 9 10 11 12
Además de estas dos especies de bordones funda-
mentales, existen versos de cuatro, cinco, seis, siete
y ocho sílabas, exactamente igual y exactamente lo
mismo que en castellano. En el alejandrino ó verso
303 HISTORIA CRITICA
de doce pies, la cesura va en pos de la sexta sílaba,
así como en el decasílabo, ó de diez sílabas, la cesura
debe colocarse después de la sílaba cuarta. En los
metros menores la cesura no existe, pudiendo en fran-
cés, como en español, combinarse y unirse todas es-
tas medidas para originar y para producir múltiples
y venturosas orquestaciones.
De Víctor Hugo :
On sent ta grife
12 3 4
Das ees buissons.
1 2 "i" 4
Del mismo:
Voix qui fait sourire
1 2 3 4 5
Et qui fait pleurer.
1 T 3 4 5
Del mismo:
Tantót sur une rose,
12 3 4 5 6
Tantót sur un gran mont.
12 3 4 5 6
Del mismo:
La chanson la plus charmante
1 2 3 4 5 0 7
Est la chanson des amours.
1 2 3 4 5 6 7
Del mismo:
La beauté des fleurs semble faite
1 2 3 4 5 6 7 8
Avec la candeur des rayons.
1234 5 6 78
Del mismo:
Elle m'aimait. Je Taimáis. Nous etions
12 T ~ 56 7 8 9 10
Deux purs enfants, deux parfums, deux rayons.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 303
Del mismo :
Pareil au saint pasteur, lassé d'un long voyage,
12 3 4 5 ti 7 S 9 10 11 12
Qui vit vers la fontaine une vierge venir.
1 2 3 4 5 li 7 8 9 10 11 12
Digamos, ahora, que en francés existen dos espe-
cies de consonancias, equivalentes á nuestras conso-
nancias graves y agudas: la femenina, la formada por
los vocablos que concluyen con una sílaba muda, como
encoré y aurore, y la masculina, la formada por los
vocablos que no concluyen con la elipsión de su úl-
tima vocal, como zephir y embellir, ó pareil y soleil,
ó nous y genoux. Agreguemos también que las con-
sonancias femeninas sólo son perfectas, cuando su-
primiendo ó tronchando la sílaba muda con que con-
cluyen, — salvo la letra inicial de esta sílaba, — la
voz que nos queda es una consonancia masculina su-
ficiente ó bastante. Así chérie y íleurie son rimas fe-
meninas perfectas, puesto que, eliminando su sílaba
muda, se convierten en cher y fleur, sucediendo otro
tanto con las palabras mouvantes y vivantes, que se
transforman, al perder su sílaba callada, en mouvant
y vivant. Agreguemos aún que las consonancias pue-
den encadenarse de diversos modos, siendo llanas,
comunes ó seguidas cuando á cada dos versos mas-
culinos suceden regular y metódicamente dos versos
femeninos, modo ó combinación que prefirió á todas
la poesía clásica francesa. Reciben el nombre de ri-
mas cruzadas, las rimas de las estrofas en que los
bordones primero y tercero son masculinos, siendo
femeninos sus bordones segundo y cuarto, ó aquéllas
en que son masculinos los'bordones segundo y cuarto,
siendo femeninas las consonancias primera y tercera,
llamándose rimas redobladas á las que se suceden sin
interrupción durante algunos períodos orquestales,
304 HISTORIA CRÍTICA
— ocho Ó diez bordones, — y rimas mezcladas á las
que no se encadenan uniformemente y de un modo
fijo, sino de un modo caprichoso y sin orden visible,
imitando el modo de versificar de nuestras silvas y
nuestras odas. Digamos por último que la poesía fran-
cesa, como la castellana, considera el hiato como una
imperfección, y que sólo tolera el enjambement cuando
se usa discreta y excepcionalmente de esa estruc-
tura gramatical, que consiste en cortar una proposi-
ción en dos partes, colocando la primera de esas par-
tes al final de un verso y la segunda de esas partes
al principio del verso siguiente, de manera que nos
sea preciso pasar de un verso á otro para conocer el
sentido de la proposición. Malherbe proscribía el
enjambement, y Boileau nos ha dicho del hiato.
Gardez qu'une voyelle, á courir trop hatee,
Ne soit d'une voyelle en son chemin heurtée.
Volvamos ya al estudio de las medidas fundamen-
tales de la métrica gala. Su decasílabo, nuestro bor-
dón de once, es el más antiguo de todos los versos
franceses, tropezándose con él en las más remotas
canciones de gesta, como la Chanson de Roland. Se
halla acentuado rítmica ó tónicamente en sus sílabas
' cuarta y décima, pareciendo descender del exámetro
ó verso de doce sílabas de los latinos. Poco importa
que las sílabas tónicas, la décima y cuarta, estén se-
guidas por una sílaba muda ó de acento átono, porque
esta sílaba no se cuenta ni influye en la medida ó
número. Añadamos que, aun cuando la cesura media
del decasílabo clásico francés es forzoso que se halle
en pos de la cuarta sílaba tónica, — ó después de la
quinta, si la quinta es átona, — algunos poetas han
diversificado el endecasílabo medioeval dividiéndole
en dos hemistiquios iguales de cinco pies silábicos.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 305
En una y otra forma, bajo una ú otra estructura, el
endecasílabo galo resulta armonioso, de amable tim-
bre y de muchísima flexibilidad, lo mismo que el
nuestro, hallándose ya en las canciones de gesta de
más remota data. La canción de gesta sirvió, en sus
orígenes, para entretener los ocios sin objeto de los
feudales. El juglar las cantaba junto á la chimenea de
los castillos, durante los yantares de duración luenga,
ó en los torreones de arquitectura gótica cuando la
noche estiva se viste con el manto de luces de la
luna. El trovador es hijo del juglar, que le anuncia
y precede, pues no es otra cosa que un juglar que
recita sus propios versos al son de la viola ó al com-
pás del laúd. Así es como tropezamos ya con el deca-
sílabo en la Chanson de Roland, que narra la sorpresa
sufrida por el héroe francés de larga memoria en una
de las gargantas de los Pirineos. El épico canto pa-
rece ser de la segunda mitad de la centuria undécima
y es muy posible que su autor lo calcara sobre otro
canto épico de fecha anterior, de contextura aun mu-
cho más informe y rudimentaria. En el poema cíclico,
en la caballeresca y heroica canción, el metro es va-
riable y la rima no existe sino por accidente; pero
ya los pies asonantados son cadenciosos, y la cesura
sigue con rectitud á la sílaba cuarta, que es la sílaba
tónica, como observaréis en el bordón que copio del
canto inmortal :
Roland á mis — l'olifan a sa bouche.
12 34 56789 10
Ó en este otro:
Passé le jour, — la nuit est arrivée.
123~4~ 5~6"7 89 10
O en este otro:
Quand jo serai — en la bataille grand.
1 23T 5 6789 10
20. — ra.
3o6 HISTORIA CRITICA
Ó en este otro:
Franceis sunt bon, — si ferrunt vassalment.
123 4 567 89 10
Ó en este otro:
Sep ans tous pleins — ad ested en Espagne.
12 3 T 66789 10
El verso decasílabo francés es, por lo tanto, un bor-
dón compuesto de diez números ó medidas silábicas,
de las que la cuarta y la décima están acentuadas. El
primero de sus acentos tónicos solía apoyarse en al-
gunas antiguas canciones de gesta, en la sílaba seis,
lo que le daba aún mayor parecido con el verso
español de once sílabas. Cuando este metro está di-
vidido en dos hemistiquios perfectos de cinco sílabas,
este metro suena como suena el dodecasílabo caste-
llano. En ambas contrucciones, yo le hallo á este bor-
dón armonía y dulzura, aun cuando no tenga toda la
elasticidad y toda la escala de tonalidades que dan sol-
tura y brío al endecasílabo de los españoles.
De Carlos de Orleans:
Pour ce tournay — en confort mon penser.
~r 2 ~ ~ 5 67 8 9 10
De Eustaquio Deschamps:
Estoc d'honneur et arbre de vaillance.
12 3 ~ 5 6 7 8 9 10
De Clemente Marot:
Des oiselets peints de couleurs étranges.
I~r34 5 Ü78 9 10
Del mismo:
Et s'endormir au son de l'eau qui bruit.
1 2 3 4 ~5~ 6 7 "~8~ 9 10
DE LA LITERATURA URUGUAYA 307
Del mismo :
De ne pas voir les premiers raisins murs.
1234 5 67 ~ 9 10
De Lamartine :
Je vois ancore — une terre féconde,
4 10
Oú l'oranger — fleurit prés des jasmins,
4 10
Terre d'amour — qu'un soleil pur inonde
4 10
Et que ses f ils — déchirent de leurs mains.
4 lo
De Víctor Hugo:
La sorciére assise — allonge sa lippe.
ó 10
L'araignée accroche — au toit son filet.
5 10
Le lutin reluit — dans le £eu follet
5 10
Comme un pistil d'or — dans une tulipe.
5 10
Je ne sais plus quand, — je ne sais plus oú.
5 10
Maítre Ivon souf f lait — dans son biniou.
~ ló '
Esta última forma, más que á la estructura de nues-
tros endecasílabos, se asemeja á la estructura de nues-
tros versos de doce sílabas, como se parece á la es-
tructura de los versos hispanos de diez sílabas esta
musical estrofa octosilábica de Víctor Hugo:
Si vous n'avez — rien á me diré,
4 8
¿Pourquoi venir — auprés de moi?
4 "i"
3o8 HISTORIA CRITICA
¿Pourquoi me faire — ce sourire
i 8
Que tournerai — la tete au roi?
T T
Si vous n'avez — rien á me diré,
4 8
¿Pourquoi venir — auprés de moi?
4 T
Es claro que para establecer semejanzas ó paren-
tescos entre estos bordones y nuestros bordones, ne-
cesitamos no echar en olvido la ley metrificadora del
idioma español, dividiendo cada bordón francés en
dos hemistiquios y considerando como una doble sí-
laba, la sílaba aguda con que cada hemistiquio re-
mata ó concluye. Desde que ya sabemos lo mucho
que la cesura influye sobre la melodía del lenguaje
poético y desde que ya dijimos que las sílabas átonas
no se toman en cuenta, — aunque siempre se miden, —
es evidente que cada uno de los versos franceses de
diez ó doce sílabas, bipartitos ó hemistiquiados, es
un simple compuesto de dos bordones de cinco ó seis
sílabas con su sílaba última acentuada. Cada corte,
pausa, cesura ó hemistiquio adquiere, en consecuencia
y en virtud de su acento finalizante, ima sílaba más.
Si medimos los versos como los versos se miden en
francés, sin prescindir de las sílabas mudas al se-
ñalar los números del bordón, resultarán mayores las
semejanzas que señalamos entre las métricas del
idioma galo y el idioma nuestro. Medid, en armonía
con lo que antecede, este pie silábico de Alfredo de
Musset :
Pour voir le coin — de sa prunelle.
~r T 3 4y5 12 345
Ó este otro del mismo:
Plus longue qu'un — manteau du roi.
12 3 4y5 12 3 4y5
DE LA LITERATURA URUGUAYA 309
Todavía nos será más fácil y comprensible la me-
trificación del verso francés, si prescindimos de la
cesura, que no es común ni imperiosa en el octosílabo,
recordando además que el acento tónico carga ó pesa
sobre la última sílaba de cada vocablo, cuando esta
sílaba no es una sílaba muda, acentuándose, cuando
la última sílaba es silenciosa, la penúltima sílaba de
las palabras.
De Lamartine:
Com - me - l'au - be - qui - se - dé - ga - ge
1 234 56789
Des - der - niers - voi - les - du - ma - tin.
12 3 4 5 6 7 8y9
De Víctor Hugo:
Quoi - que - je - sois - fait - de - mi - sé - re,
1 23~"5"6 78-9
Et - que - tu - sois - fai - te - d'a - zur.
1 2 3 4 Te 7 8y9
Son, pues, versos castellanos de nueve sílabas los
versos que anteceden, siempre que los midamos con
arreglo á las prescripciones de nuestra métrica. Si en
francés son octosílabos ó de ocho medidas, es porque
en francés no se observa la ley acentuadora de nues-
tros bordones agudos y se suprime, en cambio, la sí-
laba muda con que terminan frecuentemente los tér-
minos ó voces.
De Víctor Hugo:
Jeu - nes - a - mours, - si - vi - te é - pa - nou - i - es,
i 2 3 4 5 6 7 8 "9" 10 11
Vous - é - tes - l'au - be et - le - ma - tin - du - cceur,
12 3 4 ~5~ 6 7 8 9 lOyH
Del mismo:
Le-broui-llard-est-froid,-la-bru-yé-re est-gri-se ;
310 HISTORIA CRÍTICA
Les-trou-peaux-des-boeufs-vont-aux-a-breu-voirs.
1 ~ 3 4 5 6 7 8 9 To'yU
Del mismo:
Je dirai sans reláche — et redirai sans treve
123 4 5G7 1 23~r5 67
La vérité;
1 2 3 4y5
Je serai dans récum.e — obscure de la gréve
I2T4 567 1 23 45 6 7
Une ciarte.
12 3 4y5
Del mismo:
Le lourd nuage, ef froi — des matelots livides
1 ~2~ ~3~ 4 5 6y7 8 9 10 11 12 13 14
Sur le pont accroupis,
12 3 4 5 6y7
Pour le brun laboureur, — dont les champs sont arides,
~1~ 2 3 4 ~5~ 6y7 8 9 10 11 12 13 14
Est un sac plein d'épis.
1 2 3 4 50 y 7
El alejandrino es el verso de mayor arraigo y de
mayor uso en la métrica gala. Técnicamente, su ce-
sura osquestal debe ir en pos de la sílaba sexta; pero
á causa de la monotonía y de la falta de movimiento
de que el alejandrino clásico adolece, los númenes
románticos se despreocuparon poco á poco de la ce-
sura, como de una inútil y muy incómoda obligación.
Esto ha aumentado su variedad, aunque yo sospecho
que en perjuicio de su cantora y amable armonía. Es,
pues, el alejandrino un bordón compuesto de dos he-
mistiquios, bordón que suele constar de doce ó de
trece sílabas, según sean agudas ó graves, masculi-
nas ó femeninas, las rimas con que acaba ó concluye
el metro silábico. Midiendo el alejandrino francés
con arreglo á nuestra métrica, hallaremos que siem-
pre se compone de catorce sílabas, unas veces porque.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 311
cuando sus hemistiquios terminan con una voz aguda,
esta voz aumenta en una sílaba los pies de cada una
de las mitades del bordón, y otras veces porque, ter-
minando cada uno de sus hemistiquios con una sílaba
breve ó átona, todas las sílabas de cada cláusula hemis-
tiquial se cuentan y miden en nuestra prosodia. Si
el decasílabo francés ya florece en el siglo once, bueno
es decir que el alejandrino francés, el más alto y el
más heroico de todos los versos de progenie gala,
cunde y se desenvuelve en la centuria décimasexta,
gracias al numen armoniosísimo de Ronsard.
Midamos algunos alejandrinos, considerándolos
como un compuesto de dos bordones de siete sílabas.
De Ronsard:
Forét, haute maison — des oiseaux bocagers.
1 2 ~3~ 4 T 6yl 1 2 3 456y7
Del mismo:
J'aime fort les jardins — qui senten le sauvage.
"23 4 5 6y7 8 9 10 11 12 13 14
De Du Bartas:
A l'ombre, d'un pas lent — ses gras troupeaux raméne.
12 345 6y7 1 2 34 567
De Regnier:
Je cours sous divers vents — de diverses fortunes.
J ~ ~3~ 4 5 6y7 8 9 10 11 12 13 14
De Corneille:
S'étonne du supplice — aussi bien que du crime.
12345 67 1 2 ~ 4 5 67
De Racine:
II ne nous reste plus — que la triste memoire.
1 2 ~3~ 45 6y7 89 10 1112 13 14
De Moliere:
Ef f orcons - nous de vivre — avec toute innocence.
312 HISTORIA CRÍTICA
De Lafontaine:
Mon f ils, dit la souris, — ce doucet est un chat.
1 2 3 4 5 6y7 8 9 10 11 12 13yl4
De Racan:
Le murmure des eaux — invite á sommeiller.
1 2 34 5 6y7 123 4 56 y7'
De La Chaussée:
Ici - bas il est plus — d'épines que de roses.
12 3 4 5 6y7 8 9 10 11 12 13 14
De Boileau:
Tout ce qu'on dit de trop — est fade et rebutant.
"T" 2 3 4 5 6y7 1 2 3 4 5 6y7
De Delille:
Le vent f racasse un chene — ou caresse une f leur.
12 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13yl4
De Voltaire:
Le conquerant est craint, — le sage est estimé.
1 2 ~3~ 4 5 6y7 12 3 4 5 6yT
De Millevoye:
Transfuge des cháteaux — revolé á su chaumiére.
1 2 3 4 5 6y 7 8 9 10 11 12 13 14
De Ponsard:
Ah ! c'est á qui de vous — sera le plus blessant.
1 2 3 4 5 777 12 3 4 5 6y7
De Barbier:
11 est bon de soumettre — un pays indompté.
12 3 4 ~5~ 6 7 8 9 10 11 12 13 y 14
De Musset:
Que celles que Rosine — eut au bout de ses manches.
123 4567 12 3 45 6 7
De Francisco Coppée:
Et, pour sa chziir superbe — il avait pris les roses.
1 ~2~ 3 T 5 6 7 8 9 To 11 12 13 14
DE LA LITERATURA URUGUAYA 313
De Leconte de Lisie:
Viens boira aux cavités — pleines des feuilles vertes.
1 2 ;í 456y7 12 3 45 67
De Frangois Porche:
Dans la plus Ktimble peine — et dans l'oeuvre puissante.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 T? 13 14
De Juan Rayter:
Sans vouloir l'un ni l'autre — oser nous reconnaitre.
1 23 4 567 12 3 45~6"7
De Alejandro Arnoux:
Dans le saule pleureur — gemit un rossignol.
I 2 34 5 6y7 8 9 10 U 12 13 y 14
De Alfredo Mortier:
Que nul chant ne l'égale — aux cordes de la lyre.
12 o 4567 1 23 4567
De J. Valcher:
Dans mon coeur libre et haut — comme un oiseau quí volé,
1 2 3 4 5 6y7 8 9 10 11 12 13 14
De Stuart Merrill:
II a defait la boucle — enorme du manteau.
1234 5 67 12 3 4 5 6y7
De Lamartine:
Terre, soleil, vallons, — belle et douce nature,
6y7 14
Je vous dois une larme — aux bords de mon tombeau !
7 13 y 14
L'air est si parf umé ! — la lumiére est si puré !
6y7 14
Aux regards d'un mourant — le soleil est si beau !
6y7 13yl4
De Víctor Hugo:
Moi, je parláis tout bas. — C'est l'heure solennelle
6y7 7
Oú ráme aime a chémter — son hymne le plus doux^
6y7 6y7
314 HISTORIA CRITICA
Voyant la nuit si puré — et vous voyant si belle,
7 7
J'ai dit aux astres d'or: — ¡Versez le ciel sur elle!
6y7 7
Et j'ai dit a vos yeux: — j Versez Tamour sur nous!
6y7 "6y7
Concluyamos diciendo que la lengua francesa, y
por consiguiente la poesía francesa, tiene muy poco
del elemento germánico que se halla confundido, en
sus orígenes, con el elemento celta y latino. Es in-
dudable que al latín debióle su versificación, que cam-
bió la cantidad antigua por los acentos tónicos de
las musas meridionales; pero es indudable que sólo
debióle sus ironías, así como sus modos de sentir y
de fantasear, al elemento céltico, que se confunde
con el latino en el molde matriz de la raza. El espí-
ritu céltico, al que la latinidad impuso su lengua y su
cultura, conservó y conserva sus características esen-
ciales, siendo ese espíritu, que sabe jugar con los vo-
cablos de doble sentido y traducir las romancescas
aspiraciones del corazón, el espíritu encantador, fe-
cundo é inmortal de la Francia.
Poco difiere la metrificación portuguesa de la cas-
tellana, siendo las mismas la ley rimiial y la ley acen-
tuadora de los dos lenguajes. Lo diverso reside, más
que en el modo de dividir los vocablos y de contar
las sílabas, en la pronunciación y en la escritura.
Creo, en consecuencia, inútil agregar, que en ambos
idiomas se observan las mismas prescripciones para
las sinalefas, así como también para la mensura de
los vocablos graves, agudos y esdrújulos puestos al
fin de los bordones ó de los hemistiquios.
Sólo indicaré las siguientes observaciones de me-
dida:
I. o El compuesto ei, que carga por lo común el
acento en la é, vale sólo una sílaba.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 315
De Camoes:
Ajuda o seu destino de maneira.
1 2 3 ~ 5 6 7 8 9 To 11
2.0 No se descomponen ni descoyuntan en portu-
gués, como no se descomponen ni descoyuntan en
castellano, las voces terminadas en ia y en io, cuando
el acento carga en la penúltima sílaba de la voz.
De Camoes:
Que as fontes, onde nascem, tem por gloria.
1 234567 8 9 10 TT
Del mismo:
Fonte de desamparos e adulterios.
1234 5 67 8 9 10Tr
3.0 Los compuestos finales en eo y oa se descom-
ponen siempre, aun sin acento escrito.
De Camoes:
Os soberbos e prósperos tropheos.
1 2345 678 9 10 11
Del mismo:
As venturosas naos, levando a pro - a.
1 2 3 4 5 ~ 7 8 ~9~ 10 11
4.0 También se disgregan los compuestos de ao, oe
y ou, lleven ó no un signo diferencial sobre la pri-
mera de sus vocales.
De Camoes:
Da f ormosa e misérrima prisa - o.
12 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Del mismo:
Tanto que estas palavras acabo - u.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
5.0 En portugués, como en castellano, las termina-
3i6 HISTORIA CRÍTICA
clones en ío y en ía valen por dos sílabas, cuando es-
tán acentuadas en la í.
De Camoes:
Os cabellos angélicos trazi - a.
1 234 5 678 9 10 11
Del mismo:
Deixando o porto em fin do doce ri - o.
T 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Tampoco difieren, el lusitano y el español en
cuanto á la cesura, el acento tónico y el número de
silabas con que cuentan los versos agudos, siendo muy
frecuentes en sus bordones, como en nuestros bor-
dones, los combinados de cuatro y ocho, siete y cinco,
y once y siete pies métricos ó medidas silábicas.
De Casimiro de Abreu:
Esta rosa foi - me dada
1234 5 6 78
Ao som d'um beijo primeiro.
~i~ 2 3 ~r 5 6 T 8
Del mismo:
Como do sopro da brisa
12 3 4 5 6 7 8
Os ais do teu coragáo.
1 2 3 4 5678
Del mismo:
Do livro de minha vida
12 3 4 5 6 7 8
Um canto immenso de dór.
1 2 3 4 5 6 7y8
De Raimundo Correa:
Na languorosa pupilla
12 345 678
Boia uma tristeza vaga.
~r23 456 78
DE LA LITERATURA URUGUAYA 317
Del mismo:
Deliciosissima cama
12 3 4 5 6 7 8
Dos farroupas nauseabundos.
1 2 ~3~ 4 5 ~6~ 7 8
Del mismo:
Ao amargo azul, a tinta
1 2 3 4 5 6 7 8
Glauca mistura do mar.
~r~ 2 345 6 7y8
De A musa em ferias de Guerra Junqueiro:
E casta como as espadas,
12 3 4 5 6 7 8
E recta como a justiga.
1234 5 678
Del mismo:
E como se fosse a aurora
12 3 4 5 6 7 8
Montada sobre um trováo.
12 3 4 —^ 6 7 8
Del mismo:
Como o imán procura o norte
1 i 3 45 6 7 8
E o cegó procura a luz.
1 2 3 4 5 6 7y8
El endecasílabo portugués se mide como el nues-
tro, obedeciendo á las mismas leyes acentuadoras que
el endecasílabo castellano.
De Abreu:
Suspira na guitarra cantinelas.
1 23 4 567 89 10 11
Del mismo;
As pobres flores da grinálda vírgem.
1 23 45 6 789 10 11
3i8 HISTORIA CRÍTICA
Del mismo :
Quero morrér cercado dos perfumes.
12 34 567 8 9 10 11
De Raimundo Correa:
Seu ninho virginal deserto £íca.
T~ 2 3456 789 10 11
Del mismo:
De rubra e vigorosa cor tingía,
1 2 "T" 4 5 6 7 8 9 10 11
De Guerra Junqueiro:
Um grupo de ridiculas casquílhas.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Del mismo:
Com uns lengos de rendas trabalhósas.
1 2 34 567 89 10 11
Del mismo:
Sobre o cadáver da latina raga.
1 2 345 6789 10 11
La semejanza no desaparece ni se atenúa en los
versos compuestos ó dobles, que son á manera de
hermanos siameses de nuestros decasílabos, dodeca-
sílabos y alejandrinos.
De Correa:
O infante dorme — o infante sonha.
1 2345 1 2345
Del mismo:
Sobre os doceis — do ninho do ouro.
1 . 2 345 678 9 10
Del mismo:
Que enchendo a térra, — o os ceos e o mar.
"i" 2 "~3~ 4 5 "~6~ "t" ~8~ 9yl0-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 319
De Abreu :
De patria formosa — distante e saudoso.
1234 56 12 3 4 5 6
Del mismo :
Das horas caladas — das noites d'estio.
1 2 3 i ó 1; 7 ~ 9 10 11 12
Del mismo :
Chorando e gemendo — meus cantos de dór,
12 3 4 56 7 89 10 llyl2
De Guerra Junqueiro :
Como um antro onde existe — um crime silencioso.
12 3 4 567 1 234567
Del mismo :
Como contra urna capa — ensanguentada um toiro.
12 3 4 567 12 34 5 67
Del mismo:
Acorrentae - Ihe as máos — que fique bem seguro.
1234 5 67 1234 5 67
Del mismo :
Meteu - se - Ihe no quarto — assim como um bandido.
1 ~2~ 3 45 67 12 3 4 567
Del mismo :
Ordem, corre a pedir — auxilio a guilhotina.
12 3 4 56y7 1 2 3 4567
Del mismo :
Em largas vibragoes — de luz crepuscular.
1 2 3 4567 12 3456y7
Del mismo :
Cavalhos de Inglaterra — e amantes do Brasil.
12 3 4 567 1 23 4 5 6y7
Del mismo:
Retortas para a luz — farmacias para a dór.
12 3 4 5 ey7 12 3 4 5 6y 7
320 HISTORIA CRÍTICA
No puedo detenerme; pero imagino que los ejem-
plos que anteceden bastan y sobran para señalar el
parentesco y las relaciones entre la metrificación cas-
tellana y la portuguesa. Por si no bastasen, léeinse
estos otros que entresaco de la tercera edición de
A moTte de D. Joáo de Guerra Junqueiro:
Heptasílabo :
E as rosas das campiñas.
1 2 3 4 5 6 7
También de siete:
Com lategos de auroras.
1 2 3 4 5 6 7
De siete aún:
Roseira sempre em flor.
1 ~F 3 4 5 6y7
Octosílabo :
Debaixo das gelosi - as.
1 ~Í" ;5 4 5 6 7 8
También de ocho:
Um ninho de rouxino - es.
1 234~5~678
De ocho aún:
Mas eram ondas do mar.
12 3 4 5 6 7y8
Endecasílabo :
Escada de Jacob que nos ascende.
1234 56 7 89 10 11
También de once:
Como os candidos lyrios virgina - es.
1 2 3 45 6~ 8 9 10 11
De once aún:
Entre nuvens de azul, nuvens de amor.
12 3 4 & 6 7 8 9 lOyU
DE LA LITERATURA URUGUAYA 321
Alejandrino:
Entre os rotos papéis, que dormem pelas tendas.
1 2 34 567 123 4567
También de catorce:
Os ternos madrigaes, as infantís poesías.
1 2 3 4567 1234 ~5~ 6 7
De catorce aún:
Ao verem o claráo — dos olhos de Jesús.
1 23 4 567 123 4 5 6y7
No pertenece la lusitana calología al número de las
que sacrifican la idea al arte. Guerra Junqueiro se
burla donosamente de los poetas que estrangulan el
pensamiento en las aras del ritmo. Para el inmortal
cantor portugués, "la poesía es una verdad transfor-
mada en sentimiento." — "El poeta, dice, está obli-
gado á ser un hombre de su tiempo." — "Nuestra
época, dice también, es una época de análisis, de crí-
tica, de observación, y la poesía, como todas las ar-
tes, tiene que obedecer necesariamente á esta tenden-
cia irresistible." — "Un gran problema político ó eco-
nómico, añade el trovador, lo mismo nos sirve de
asunto para un tratado que de asunto para una oda,
por la misma razón que atestigua que de un bloque
,de mármol podemos hacer los peldaños de una esca-
lera ó una Venus de Milo." Y arguye con sabrosa
ironía: — "Llorar, creer, amar, — es el triángulo lu-
minoso dentro del cual está encerrado el destino del
poeta. El trovador debe ser una especie de ignorante
divino, de sublime analfabeto, viviendo fuera de la
realidad prosaica, en los vaporosos mundos del en-
sueño^ el éxtasis y el misterio. ¡ Ay de él si un día
muerde en los frutos venenosos de la ciencia! ¡Ay
de él si aparta sus ojos lagrimeantes de las regiones
sublimes para fijarlos en los tremedales donde se
21. — ra.
322 HISTORIA CRÍTICA
revuelve la miseria, la crápula, el hormigueo del vicio !
Desde ese momento el poeta, el ángel, el que arran-
caba á la lira canciones dulcísimas y quejumbrosas»
seguirá siendo apenas un energúmeno retórico so-
bando la zambomba de las filantropías sociales á golpes
de alejandrino. La escoria del público, la multitud
instintiva y ordinaria, podrá llenar la barraca de esos
pantomineros literarios, y aplaudir su música bárbara
y charlatanesca; pero las almas finas y delicadas, las
que tienen dentro de sí, como una flor ideal, el senti-
miento de lo Bello, esas prefieren y han de preferir
eternamente las armonías consoladoras y voluptuosas
de una cítara lamartiniana á las metrificaciones epi-
lépticas de los tamborileros revolucionarios." Y Gue-
rra Junqueiro, "que pertenece á esta escuela repug-
nante y detestable", piensa lo mismo que Víctor Hugo,
poeta social, que era artista, y no era poeta, — siendo
el poeta por antonomasia, — para Barrett y para otros
que no son Barrett.
¿Qué se deduce de este brevísimo y elemental es-
tudio acerca de la versificación comparada? ¿Se de-
duce, acaso, que los poetas hespéricos deben versifi-
car siguiendo los cánones á que se ajustan los poetas
franceses? Es indudable que hay no pocas semejanzas
y no pocos vínculos entre todas las metrificaciones
que tienen por base el número silábico y el acento
ritmial; pero es indudable también que como idioma
métrico, como lengua parnásica, el francés no es tan
flexible, ni tan variable, ni tan sonoro, ni tan polirít-
mico como nuestro idioma. La prueba es que nosotros
podemos hacer nuestras todas sus armonías, todas y
cada una de sus combinaciones, en tanto que él no
puede utilizar las nuestras á pesar de lo mucho que
pule y que retoca su lenguaje métrico. Es verdad que
tampoco lo pretende. La abundancia de sus agudos.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 323
se lo impide, y aunque la abundancia de sus agudos
no se lo impidiera, se lo impediría su vanidad de raza
nutriz y directora. Nosotros somos menos soberbios
y más manejables. Hijos de españoles y de italianos,
á pretexto de enriquecer lo propio, pensamos en fran-
cés y acabaremos por escribir en ritmos más inflexi-
bles que nuestros ritmos de asombradora y de opu-
lenta ductilidad. Se arguye que así nos rejuvenecemos,
como si fuera joven lo que nos apropiamos, cuando,
si bien se mira, sólo nos empuja y nos mueve el rencor
hacia la sangre que corre por nuestras venas. Y tam-
bién por las venas de nuestro espíritu. Unamuno está
en lo cierto, muy en lo cierto, cuando nos dice que "la
sangre del espíritu es la cultura, la educación, y sobre
todo, y ante todo, y por encima de todo, y por debajo
de todo, la lengua." Como nosotros no queremos pen-
sar y sentir en español ni en americano, hacemos lo
posible por transformar la lengua, el ritmo, el modo
de exponer los afectos del alma, á fin de que la sangre
de nuestro espíritu se transmude en sangre francesa.
Y pagamos el yerro ó pagamos el avance, despren-
diéndonos de una inagotable variedad de ritmos poli-
sonoros, para encerrarnos en la coraza de una versifi-
cación muy melódica, pero menos rica y menos dúctil,
por su modo de ser acentual, que la castellana versifi-
cación. Así los pies de once sílabas, acentuados todos
y cada uno en sus sílabas cuarta y séptima, resultan
más monótonos para el oído y menos ágiles para ex-
presar los diferentes cambios del sentir, que los pies
de once sílabas acentuados como se suele en nuestra
lengua y en nuestra ley. El acento variable, que tan
pronto se detiene en la sexta como se detiene en la
cuarta y octava, da al metro una elasticidad más en
armonía con el modo de ser de nuestro espíritu, cielo
americano que en un instante pasa del celeste al rojo
324 HISTORIA CRÍTICA
y del rojo al gris. Es claro que no me refiero á los
casos particulares y de excepción. Rubén Darío, en
muchas ocasiones, es Rubén Darío.
Como pienso volver á ocuparme de las cosas del
metro y de la rima cuando examine las virtudes y los
errores de la poética de nuestros simbolistas, espero
que el lector me perdonará lo elemental del estudio
que antecede sobre el ritmo y las consonancias. Sólo
quiero añadir que los vínculos existentes entre las
versificaciones que tienen por base el número silábico
y el acento rimial, se anulan y dejan de ser cuando
se las compara con las metrificaciones regidas por la
cantidad silábica, al modo griego y latino, más que
por el acento caracterizante y el número de las síla-
bas, al modo itálico y español.
Las sílabas, lo mismo en inglés que en castellano,
son los elementos primordiales de la versificación.
Las sílabas, lo mismo en inglés que en castellano, se
agrupan en series matrices y metódicas para consti-
tuir los bordones ó líneas musicales. Aquí se inte-
rrumpe la semejanza, porque el acento y la cantidad,
— no el acento solo, — constituyen la marca y la esen-
cia del verso británico, teniendo las voces británicas
como las españolas, — por largas que sean, — un
acento tónico único é invariable. El acento gramatical
es otra cosa, pues aun cuando en inglés no se usa
ningún acento escrito, las palabras compuestas tienen
todos los acentos de las voces de que están formadas.
En inglés, como en castellano, los monosílabos son
acentuados ó no acentuados según tengan significa-
ción propia, en tanto que los nombres substantivos,
las palabras objetivantes, los verbos y los adverbios
tienen acentuada una de sus sílabas. Los artículos, las
preposiciones y las partículas por lo común carecen
de acento en la versificación británica, uniéndose mu-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 325
chas veces el acento gramatical y el acento rítmico
sobre la misma sílaba, por así demandarlo y reque-
rirlo las exigencias del arte de trovar. La naturaleza
precisa del acento aun se discute en inglés lo mismo
que aun se discute en castellano. Para unos, esa na-
turaleza estriba y reside en la elevación de la voz,
pitch of the voice; para otros, se halla y debe bus-
carse en la sonoridad del tono, loudness of tone; y
para otros el acento no es sino la fuerza ó peso, stress,
con que pronunciamos una sílaba determinada en cada
término ó en cada vocablo.
La cantidad es una de las bases principalísimas de
la versificación inglesa, entendiéndose por cantidad
el tiempo empleado en pronunciar una sílaba y pu-
diendo considerarse cada sílaba larga como equiva-
lente á dos sílabas breves ó cortas. Esta división en
dos categorías satisface y llena los propósitos de la
prosodia, aun cuando es indudable que en ninguno
de los dos casos existen sílabas que se pronuncien
en una misma igualdad de tiempo, y aun cuando es
indudable que el espacio que ocupa una sílaba corta
no es estrictamente la mitad del espacio que se emplea
en pronunciar una sílaba larga. En forget y en gether
es larga la sílaba primera, lo que no quiere decir que
tardemos el mismo espacio en su pronunciación, como
á pesar de ser larga la sílaba segunda de undo y de
human no empleamos en pronunciarlas doble tiempo
del que empleamos en pronunciar la primera sílaba
de las mismas voces. — Una vocal breve, cuando se en-
cuentra aislada ó no va seguida de consonante alguna,
se considera á modo de sílaba corta, como en a ó en
the, de igual manera que una vocal breve, cuando va
seguida por una consonante simple ó por una misma
consonante duplicada, constituye una sílaba corta
también, como en man, nun, bed, penny y to hurry.
326 HISTORIA CRITICA
Es bueno advertir que una vocal breve, en muchos
casos, puede constituir una sílaba corta aun yendo
seguida de dos consonantes diversas, si la primera de
ellas es muda y la segunda es líquida. — Son sílabas
dobles las que contienen un diptongo ó una vocal
larga, como far, new, great, loud, poet y bouy, así
como también todas las formadas por una vocal á la
que siguen dos consonantes diversas, á condición de
que la primera de estas consonantes no sea muda ni
la segunda líquida, como en rich, tomb, means, wound,
metre, olden y number.
Es, pues, substancialísima la diferencia entre nues-
tra versificación y la versificación británica. Esta se
basa en el acento, como la española, pero atiende y
contempla á la cantidad casi tanto como al acento.
Brewer nos dice, en la página 23 de la edición edim-
burguesa de su Orthometry, que el ritmo de los ver-
sos ingleses se basa en el acento, "distinguiéndose
característica y esencialmente por la ondulación mé-
trica de sus sílabas acentuadas ó no acentuadas." Bre-
wer reconoce, sin embargo, que el ritmo de los versos
clásicos de su país, se funda en la cantidad, "la cual
en los poetas griegos y latinos obedece á leyes mucho
más rígidas — much more rigid laws — que las leyes
á que se hallan sujetos los pies músicos ó concertados
del bordón inglés." Agrega que son muchos los escri-
tores que han abordado este tema y muchos los en-
sayos que se han hecho para probar que es la cantidad,
y no el acento tónico, el eje de la versificación bri-
tánica, lo que no es aceptable ni sostenible por lo
que se deduce de los estudios y de los análisis últi-
mamente verificados. No niega y no pretende negar
que "la cantidad es un elemento de importancia en la
perfección métrica, un elemento que es asiduamente
cultivado por todos nuestros poetas — sedulously cul-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 327
tivated by all our poets — como un modo de embelle-
cimiento, aunque la cantidad no sea la base del ritmo."
Y Brewer, que no es cuantitativo y sí acentual, con-
cluye afirmando que el verso que más se acerca á la
perfección y más armoniosamente suena en el aire,
es aquel en que "the quantity and accent sould coin-
cide." Es indudable, entonces, que es necesario que
los versos ingleses respondan á la ley del acento y
á la ley de la cantidad para que satisfagan nuestras
aspiraciones de hermosura y de melodía. Hay, por
lo tanto, un elemento fundamental, — que no existe
en nuestra versificación, — en la versificación britá-
nica, elemento que es necesario tener muy en cuenta
según lo que nos dice el propio tratado de Brewer.
Así en Longfellow y en Tennyson encontraréis usa-
dos el hexámetro y el pentámetro antiguos, como en-
contraréis las antiguas medidas troquea y alcaica. Ved
un ejemplo de movimiento troqueo, — trochaic pen-
tameter, — en Longfellow :
Waiting foT the crows and blackbirds,
Waiting íoT the jays and ravens.
Ved, ahora, un ejemplo del exámetro antiguo, —
classical hexameter, — en el mismo autor :
Bright rose the san nezt da.y ; and a.11 flo^wers of the garden
Buthed his shining feet 'with their fears, and anointed his tresses
Wíth the delicious balm that they bore in their vases of crystaU
También encontraréis en Tennyson ese mismo culto
y esa misma afición á la cantidad, afición y culto
que igualmente se observan en Canning y en Cowper,
en Byron y en Dryden.
Movimiento sáfico en Tennyson:
The linnet born within the cage,
That never knew the summer woods.
328 HISTORIA CRITICA
Bordones pentámetros del mismo autor:
These lame hexameters the sírong Huinged music of Homer!
No — buf a most barlesque barbarous experiment.
No quiero cansar á mis lectores copiando páginas
enteras de los poemas de Longfellow ó de las obras
rítmicas de lord Tennyson. Me basta decir, respecto
al segundo, que obedecen al movimiento yámbico to-
das las estancias de su largo poema In Memoriam y
que obedecen á la ley cuantitativa casi todos sus Early
Poems, como me basta decir del primero que obedecen
al movimiento troqueo los versos de The song of
Hiawatha, siendo además un rarísimo ejemplo de clá-
sica fabricación de exámetros su popular y célebre
Evangeline. Paréceme mejor que insistir sobre lo de-
mostrado, ocuparme del modo rimial inglés, de acuerdo
con lo que nos enseña el retórico Brewer.
Este define la rima como una semejanza ó confor-
midad de sonido — similarity of sound — entre las sí-
labas finales de dos ó más versos, entendiéndose por
rimas perfectas aquellas en que existe un acuerdo
clarísimo de sones lo mismo en sus vocales que en
sus consonantes, como en los casos que van á conti-
nuación:
I .o — Sky (skai) y ey e (ai).
2.0 — Roar (tot) y shore (chor).
3.0 — Birth (beurz) y mirth (meurz).
4.0 — Nerve (neurv y to swerve (tu suerv). *
5.0 — Bruise (brus) y to transfuse (tu transfiús).
En general, fuera de las que tienen similitud exacta
de sonido, son rimas perfectas las que obedecen á una
de las dos estructuras siguientes:
(A) — Aquellas que ofrecen alguna divergencia en-
tre las consonantes de la porción rimial; pero cuya
(
DE LA LITERATURA URUGUAYA 329
desemejanza es tan débil y tan ligera que no merece
que la consideremos á modo de choque ó contraste,
como suele ocurrir con la ft y la p, la d y la f, la c y
la g", la / y la V ó la s y la z.
(B) — Aquellas que están formadas por sílabas de
cadencia larga y ampliamente sonora, como suelen ser
las cadencias finales de la mayoría de los términos
polisilábicos.
Digamos, en fin, que se consideran especialmente
rimas de mala ley aquellas en que hay una diferencia
perceptible y clara en el sonido de las vocales que
componen la porción rimial, ó aquellas que difieren
no sólo en el sonido de estas vocales, sino también
en el modo de sonar de las consonantes de que consta
la sílaba que cierra el bordón. Y hago gracia al lector,
al llegar aquí, del estudio de las licencias métricas,
ortográficas y gramaticales que el idioma inglés per-
mite á sus trovadores, por parecerme que basta lo
expuesto en este capítulo para demostrar, sin res-
puesta posible, que no hay versificación más elástica,
con más tonos, con una mayor riqueza de sonidos,
con más variada musicalidad en sus acentos, con le-
yes más sencillas y menos férreas, con más facilida-
des para traducir las quietudes y las borrascas de
nuestro espíritu, que aquella que aún vibra maravi-
llosamente en la epístola de Rioja, en el madrigal de
Gutiérrez de Cetina y en los octosílabos de las come-
dias de Moreto ó de don Juan Ruiz de Alarcón.
Así los cambios, que no estén de acuerdo con la
franca índole y la opulenta música de nuestro idioma,
no sirven ni servirán jamás para embellecerle, por-
que sólo servirán para aprisionarlo en ritmos menos
libres y menos ágiles que nuestros ritmos, robando
á nuestra dicción y á nuestro pensamiento aquella
claridad luminosa y viril que fué uno de los timbres
330 HISTORIA CRITICA
más envidiados de nuestro sonoroso y dulcísimo com-
poner. Nuestra versificación carece del artificio ele-
gante de la francesa, de la femenina dulzura de la
itcdiana y del demodado clasicismo del bordón inglés;
pero tiene, en parte, estas condiciones y sus condi-
ciones propias, insuperables, excepcionalísimas de
brío, pompa, altitud, orquestación, franqueza, limpi-
dez y elasticidad. Y el que crea que puede darnos
más armonías que las armonías que poseemos, á las
que yo no encuentro rivales en ningún parnaso ni
en idioma alguno, es que no sabe lo que pretende
y escribe para otros que también lo ignoran, por no
haber leído las décimas que cantaba el numen de Cal-
derón y por no conocer los bordados abencerrajes
que trenzó la musa de don José Zorrilla.
Bueno es que el lector sepa, para concluir, que ni uno
solo de los poetas nuestros á que en este capítulo y en
los anteriores me referí, tiene una efigie que le re-
cuerde en nuestras plazas ó paseos públicos. En cam-
bio se anuncian y se preparan bustos y zócalos para
otros ingenios que murieron ayer, olvidando que las
estatuas sólo las decreta la posteridad. Francisco
Acuña de Figueroa, el autor de la canción patria, aún
espera su día. Alejandro Magariños Cervantes, el pri-
mero que le dio á nuestras musas su carácter nativo,
aún aguarda su hora. Eso no es justo y eso habla
mal de una generación que sólo sabe honrarse á sí
misma. ¡Levantad en mármoles, para que el futuro
acepte lo que hacéis, un altar á Figueroa y otro á
Magariños !
CAPITULO V
Ampliación de los anteriores
SUMARIO :
I. — Don Andrés Bello. — Importancia y oficio de la cantidad en
el verso castellano. — Hermosilla y el verso cuantitativo. —
Reglas de cantidad y estilo. — Las opiniones de Marroquin.
— Lo que les falta, para ser versos, á los versos cuantitati-
vos. — Lo que Vila dice sobre las series bisilábicas y trísílá-
bicas. — Modo de deducir los lugares donde deben caer los
acentos rítmicos. — Lo que piensa Benot de la cantidad. —
Esta y la intonación deben buscarse en el período y no en
las palabras. — El tono de las voces cambia al cambiar su
expresión afectiva. — Un ejemplo. — Justicia al idioma.
II. — Del acento. — Duración y fuerza. — La fuerza nos interesa
siempre más que la cantidad. — La pausa. — Elementos esen-
ciales y accidentales de nuestro sistema de fonación. — Eí
latín antiguo no es superior al español moderno. — Citas de
Benot. — Las dos clases de acento. — Intensidad natural é in-
tensidad de posición^ — De la intensidad máxima en las sí-
labas del endecasílabo. — Algunos bordones de Magariños
Cervantes. — Sílabas prominentes. — De los acentos supernu-
merarios.— Ejemplos hallados en Zorrilla de San Martín. —
La critica y el estudio de lo rítmial. — Reglas que dá, para la
acentuación del endecasílabo, Juan Gualberto González. — Del
endecasílabo acentuado en cuarta y en séptima. — El Pórtico
de Rubén Darío. — El endeca.sila.bo dactilico no es una nove-
dad. — El endecasílabo yámbico y nuestros poetas. — Bordones
de Magariños Cervantes. — Modo de metrizar de Ramón de
Santiago. — Algo sobre los endecasílabos de Aurelio Berro. —
De la retórica. — Lo que ésta nos dice leyendo á Zorrilla de
San Martín. — Los ritmos delatan estados de conciencia ó de
332 HISTORIA CRÍTICA
sentimiento. — Necesidad de la critica retórica. — Fin de este
parágrafo.
III. — Vuelta al acento. — La música y la versificación. — El ansia
de novedad. — El idioma y su remozamiento. — El idioma y
la estirpe. — La sílaba que manda. — El tono y la pausa. — Un
ejemplo. — Reglas inmutables. — De la critica de impresión.
— El acento, las series silábicas y las innovaciones. — De las
disonancias desapacibles. — De los constituyentes y supernu-
merarios. — De los versos de nueve sílabas. — Sus diversas
acentuaciones. — Los eneasílabos no son sino versos compues-
tos. — El error de triarte. — Del acento en las series trísílábí-
cas. — De la supresión de los acentos rítmicos. — Bordones de
melodía. — Mezcla de consonancias agudas y graves. — Razón
de que obedezcan á una pauta ó método. — Qué se entiende
por sonido. — Elevación é intensidad del sonido. — Cuando se
combinan y cuando se destruyen las ondas armoniosas. — De
lo referente á la intensidad. — De lo referente á la elevación»
— De la ENARMONÍA. — Más sobre la intensidad y la
agudez. — Resumen.
IV. — Más sobre el verso de nueve sílabas. — Sus cambios de
ritmo. — El eneasílabo es un verso doble. — De la invención
métrica. — De los acentos del eneasilabo. — El eneasilabo y el
endecasílabo pertenecen á la misma familia bordónica. — Del
octosílabo inglés. — Todas las versificaciones se asemejan. —
De la metrificación gala. — La cesura y la rima. — Lo que
dicen Guillíaume y Teodoro de BanvíUc. — De la versificación
británica. — Pies silábicos. — Acento ó cantidad. — De la sí-
laba hípcrmétríca. — Meikiejohn y las rimas. — De los versos
ingleses de ocho y de diez silabas. — De las pausas en el bor-
dón inglés. — De las pausas en general. — Lo que nos dice el
estudio de la versificación comparada. — Leyes capitales de
ortometría inglesa. — Ejemplos. — Shelley y los decadentes»
— Moore y sus melodías. — El numen regional ó nativo.
V. — De los versos dobles de nuestro idioma. — Las fórmulas ó
símbolos de las series. — El verso de seis sílabas. — El de doce.
— El de siete. — El de catorce. — El de ocho y sus compues-
tos. — El de trece. — El de quince. — Sus puntos de contacto
con los versos franceses y británicos. — Histeria del octosílabo
y del endecasílabo. — Nuestra poesia en su cuna. — El gui-
tarrero. — La subjetividad entristecida y generalizadora. —
Ríchter y las escuelas versificantes. — La tendencia realista
y las musas patrias. — Conclusión.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 333
Ya don Andrés Bello reconocía que es cosa de todo
punto inaveriguable la cantidad definida de tiempo
que gastamos en pronunciar una sílaba dada. Bello,
sin embargo, nos dice que las sílabas llanas, llamadas
largas, exceden un poco en el tiempo de su duración
á la duración pronuncial de las breves, y nos dice tam-
bién que las sílabas breves no llegan exactamente á
la cantidad media de duración que nos sirve de tipo
para la medida de los versos castellanos. Deduce de
ahí que "es fácil concebir que si se multiplican dema-
siado las sílabas largas, habrá por fuerza que violentar
un tanto la pronunciación para ajustaría á los espa-
cios métricos, lo que dará cierta dureza al verso; y
que, por el contrario, si hay demasiado número de
breves, el verso no parecerá tan nutrido y cabal como
sería conveniente para que el oído quedase contento."
Es necesario, pues, no abusar de las unas ni de las
otras, porque, como el mismo autor nos enseña, "cuan-
do las largas se mezclan con las breves, lo que sobra
de las unas se compensa con lo que falta á las otras,
y cada verso ó miembro de verso parece regular y
exacto." No sucede así cuando hay abuso de largas
ó breves, pues, "cuando predominan las unas ó las
otras, es difícil esta compensación, y una diferencia,
apenas perceptible por sí sola, produce, á fuerza de
multiplicarse, un exceso ó falta de duración que puede
perjudicar al ritmo." No quiere decir esto que el nú-
mero de sílabas largas y breves deba ser exactamente
el mismo en el pie bordónico, porque el ritmo sólo
se perjudica "cuando es excesivo el número de las
breves ó de las largas.'' Así, según Bello, "dentro de
334 HISTORIA CRITICA
ciertos límites, tiene el versificador bastante libertad
para emplear las unas ó las otras, y para hacer de
este modo más ó menos grave ó ligero, fuerte ó suave
el verso, según lo pida el concepto ó sentimiento que
se propone expresar." Bello concluye afirmando, con
muy buen sentido, que "á esto se ciñe la importancia
de las sílabas breves y largas en el metro castellano."
El ritmo en general no es, para el ilustre gramática
á quien copio, otra cosa que "una simetría de tiem-
pos, señalada por accidentes perceptibles al oído'%
aunque signifique también, en un sentido específico,
"la división del verso en partecillas de una duración
fija", que está señalada y se hace conocer por el acci-
dente de los acentos rítmicos. Estas partecillas ó cláu-
sulas métricas pueden ser bisilábicas ó trisilábicas, es
decir, troqueas ó yámbicas en el primer caso, y dac-
tilicas, anfíbracas ó anapésticas en el segundo. Bello
reconoce, y esto nos basta, que nuestro ritmo es acen-
tual, lo que no sucede con los ritmos de Grecia y
Roma. Bello sabe, y esto nos basta, "que los versos
no se conforman siempre á los cinco tipos de que
acabo de dar ejemplo" y que "sería dificultoso en-
contrar, en una composición algo larga, la alterna-
tiva precisa de sílabas acentuadas é inacentuadas que
constituyen los ritmos trocaico y yámbico". Bello
comprende, y esto nos basta, que "esa misma alter-
nativa, al cabo de pocas líneas, se nos haría insopor-
tablemente monótona y fastidiosa", lo que también
hemos afirmado nosotros. Bello asegura, y esto nos
basta, que "en los versos trocaicos y yámbicos que no
pasan de ocho sílabas y que no se destinan al canto,
el poeta no se somete á otro acento que al de la cláu-
sula final, y acentúa las otras como quiere". Y Bello
concluye: "Fácil es ver que los versos en que no se
pide más acento que el de la cláusula final, no tienen
DE LA LITERATURA URUGUAYA 335
apariencia alguna de ritmo, si se considera cada uno
de por sí. Para que se perciba ritmo, es necesario
oir una serie de versos, porque sólo entonces se hace
sentir la concurrencia de un acento á espacios iguales
de tiempo." Es claro, como Bello nos dice, "que la
estructura poética más grata es la que resulta de la
distribución rítmica de los acentos", como es claro
y sabido que "hay versos que exigen más acentos que
el de la cláusula final".
. Si Bello, en su Ortología, se ocupa con reservas y
sin muchos bríos de la cantidad clásica, no sucede lo
mismo con Hermosilla, cuyo saber sostiene que toda
clase de versificación se funda en la medida de tiempo
que se gasta para pronunciar las porciones de sonidos
en que están fraccionados los pies bordónicos. La
cantidad es inseparable del verso y todo verso es
cuantitativo, porque el origen del verso se halla en
el canto, correspondiendo nuestros bordones á los
senarios que usaba la musa cómica de los latinos, en
los que siempre era fijo y constante el número de los
pies y de las sílabas, aunque no siempre fuera fijo y
constante el número de los tiempos. Así nuestros
pies, "que generalmente son disilábicos, pueden ser
de dos, tres ó cuatro tiempos, y mezclarse en diversas
proporciones ; de lo cual resulta que dentro de cier-
tos límites el período musical será más ó menos largo,
según que respectivamente haya más ó menos espon-
deos, yambos, coreos y pirriqueos", Don Andrés Bello
nos dice que el verso trocaico más largo que se co-
noce en nuestra lengua es el octosílabo, siendo todos
los otros yámbicos ó de trisilábica contextura ritmiaL
El autor del Arte de hablar no lo entiende así, pues
entiende que es "un principio general, verdadero é
inconcuso, que nuestros versos están distribuidos en
pies de dos sílabas, con alguna cesura al fin, si el.
336 HISTORIA CRÍTICA
número de sílabas es impar." Y Hermosilla agrega,
categóricamente, "que no medimos nuestros versos
por pies de tres, cuatro ó más sílabas." Va más lejos,
mucho más lejos, porque nos asegura que "aunque
Luzán se empeñó en hallar dáctilos en nuestros ver-
sos, sus inútiles tentativas demostraron que no los
tienen. Aun en el verso adónico, en que parece que
admitimos el dáctilo, no le hay en realidad. Nuestro
adónico es un verso de cinco sílabas, que por lo co-
mún consta de un coreo, un yambo y una cesura breve,
y no de un dáctilo y un espondeo como el latino."
Tal vez, al suprimir las series trisilábicas, desacertó
Hermosilla; pero creo, en cambio, que nos dejó algu-
nas leyes de cantidad y de estilo muy merecedoras
de tenerse en cuenta. Las extracto, amplío y ordeno,
haciendo un paréntesis, por entender que son utili-
zables, en muchísimos casos, para la crítica y para
la ejecución literarias.
I. a — Los diptongos son largos por su naturaleza,
ya que sonando las dos vocales distintamente, aunque
con rapidez, son dos los tiempos que empleamos en
pronunciarlas.
2.a — Toda vocal acentuada puede considerarse como
de tiempo doble.
3.a — Es larga también, por su posición, toda vocal
seguida de dos consonantes, de las cuales la primera
se junta con ella y la segunda con la siguiente, como
en alba y en aspirar, que tienen de doble tiempo sus
sílabas primera y tercera.
4.a — Es breve, en cambio, toda vocal sin acento
agudo á la que siguen dos consonantes, siempre que
pertenezcan á la sílaba siguiente y no se descompon-
gan al pronunciarlas, porque, en este caso, la primera
de las consonantes es muda y la segunda es líquida,
lo mismo que acontece en los idiomas griego y latino.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 337
5.^ — En nuestro idioma, y en nuestro modo de me-
trizar, se confunden el acento prosódico y la can-
tidad de las sílabas, siendo, en virtud del uso, largas
todas las sílabas acentuadas y breves todas las sílabas
sin acento, aunque estas últimas, por el poder de la
posición, sean susceptibles de transformarse en sí-
labas largas ó de tiempo doble.
6.3 — En castellano, los diptongos pueden ser bre-
ves en virtud del lugar que en el verso ocupen; pero
son largas todas las sílabas formadas por la contrac-
ción de dos voces monosilábicas que carezcan de sig-
nificado distinguible y propio.
7.^ — Deben evitarse, en el lenguaje poético, no
sólo las conjunciones que forman los períodos adver-
sativos y causales, como aunque y por cuanto, sino
también los sustantivos abstractos á que dan lugar to-
das las voces adjetivadas en able ó ible, porque ciertas
palabras y ciertas expresiones, por muy bien combi-
nadas que estén, hacen prosaicos y burdos á los versos.
8.a — Debe emplearse, respecto á las voces de uso
corriente, la misma significación que les dio la cos-
tumbre de nuestra lengua, y no la significación que
suelen tener en las lenguas extrañas.
9.^ — En cuanto á las palabras nuevas, que no son
sacadas del idioma propio, no debe introducírselas
sino cuando lo exija imperiosamente la necesidad, cui-
dando de fiarles el carácter y la acentuación de la
lengua que va á recibirlas.
lo.a — Es inflexible y es absoluta la ley anterior, no
pudiéndose alterar las significaciones autorizadas por
el uso bajo ningún pretexto, como en ningún caso se
debe agredir al idioma, mudando los accidentes gra-
maticales de sus voces ó la eufonía lógica y natural
de sus terminaciones acentuales.
11.^ — En cuanto á las palabras nuevas, que se sa-
22. — III.
338 HISTORIA CRITICA
can del propio idioma, sólo pueden formarse por de-
rivación y por composición, es decir, deduciendo un
derivado de un primitivo de uso corriente, ó reuniendo
dos ó más voces, que se suelen usar separadas, para
constituir una palabra nueva, pero que no repugne
al genio del idioma. Bueno es saber que, aun en estos
dos casos, nunca debe inventarse sin necesidad, no
siendo tolerables estos compuestos sino en muy corto
número y en lengua rimada.
i2.a — Los epítetos han de ser apropiados á las cua-
lidades que quieren traducir, evitándose los inútiles
y los que adolecen de vaguedad.
13.^ — La imagen y la metáfora son cosas distintas,
aunque algunos lo ignoren y las confundan. Las imá-
genes son expresiones compuestas de palabras que
se refieren á objetos visibles, pudiendo por lo tanto
dar asunto á un artista para una pintura. Tratándose
de objetos visibles, que son los únicos que se pueden
pintar, todas las palabras que compongan la imagen^
podrán estar tomadas en sentido propio, siendo pre-
ciso para que una expresión se convierta en imagen,
que no haya en ella vocablo alguno que signifique
ideas abstractas. Las imágenes sirven para dar ener-
gía y brillo á la dicción.
14.a — La metáfora, que no excluye lo abstracto,
consiste en dar á un objeto el nombre de otro con el
cual tiene alguna semejanza. Las metáforas no deben
ser obscuras, violentas, ó demasiado remotas y sutiles.
Es necesario que los objetos de que se toman sean co-
nocidos y decorosos, debiendo existir ima gran seme-
janza entre el objeto de que se toman y el objeto 6
el ser á que se aplican.
15.a — Toda traslación de significado, que no haga
más claro, conciso, enérgico ó noble al lenguaje, es
completamente inútil y es contraproducente coma
DE LA LITERATURA URUGUAYA 339
galanura, porque delata sin consideraciones la artifi-
ciosa vaciedad de nuestro componer.
i6.a — Cuando las metáforas se multiplican, violen-
tando los símiles que acumulan, el estilo se vuelve
hinchado y vanidoso. No pocas veces la metáfora
gana en claridad y en poder sugestivo, expresando
primero en términos literales el pensamiento conte-
nido después en la expresión metafórica. La metáfora
puede relacionar dos ideas de un mismo orden, y
puede también expresar lo visible por medio de lo
ideal. Lo más común es que exprese lo ideal valién-
dose de las condiciones ó cualidades de lo corpóreo.
17.a — Toda traslación debe hallarse en armonía con
el asunto de que se trata, con el tono de la obra y con
el estado moral del que la emplea.
18.3 — Como el sentimiento es un ritmo, el senti-
miento ennoblece los vocablos vulgares por el poder
comunicativo del tono y de la ordenación. El artifi-
cio, en cambio, deforma ó anula los sentimientos, por-
que el poeta, al alejarse de la naturalidad, destruye
el tono y la ordenación con que se traducen las des-
cargas nerviosas del sentir.
19.a — No es con palabras, ó giros de palabras, que
se renueva el fondo ó se contradicen las aspiraciones
de una literatura, sino con ideas fundamentales, trans-
parentes y reveladoras de nuevos sentires ó propó-
sitos nuevos.
20.a y última. — Es antiestético lo desentonado y
también lo estrambótico, porque la musa lírica, lo
mismo que la épica, debe ser naturalmente grave y
llena de dignidad. La musa vesánica es una pobre
enferma, que confunde el delirio morboso con la ins-
piración sana.
Las seis primeras prescripciones que he señalado
se relacionan con la cantidad, relacionándose con el
340 HISTORIA CRITICA
estilo todas las otras. Las divergencias que, al tratar
de lo cuantitativo, hallaréis en Bello y en Hermosilla,
en Benot y en de la Barra, testimonian lo que dijimos
al sostener que la armonía del verso castellano no
depende de la cantidad á la moda latina. Marroquín
pisa terreno firme en los siguientes párrafos, que
copio de sus Lecciones de métrica: — "Dando por
sentado que la estructura del verso castellano no ha
de poder ser diferente de la del latino, los que hasta
ahora han escrito sobre métrica, se han empeñado en
hallar en el verso español los caracteres que distin-
guen al latino, y en explicar lo que en aquél se ob-
serva por las leyes á que éste está sujeto; y como
tales caracteres no existen en el castellano, y como
sus leyes son, — á lo menos en cuanto al modo de
aplicarlas, — diversas de las del otro, ha resultado lo
que resulta siempre que se discurre sobre principios
falsos y falsas hipótesis: que ninguna explicación es
satisfactoria; que las explicaciones son más obscuras
para quien las oye que el punto que se quiere escla-
recer; y que el estudio embrolla y confunde las ideas
en lugar de aclararlas." — Y Marroquín sigue : — "No
sería fuera de propósito manifestar que en métrica
las leyes son dictadas por la naturaleza, y que en di-
cha materia nada es convencional. La naturaleza fué
quien dio á nuestro oído la facultad de medir y com-
parar los tiempos que se emplean en producir ciertos
sonidos sucesivos, y la de percibir la proporción que
guardan unos con otros; ella fué también quien nos
dio disposición á recibir impresión agradable cuando
hallamos en el razonamiento hablado ciertas y deter-
minadas proporciones. Esta medida y estas propor-
ciones de los tiempos forman la esencia del verso;
los demás accidentes que en él pueden descubrirse
contribuyen á hacerlo más ó menos perfecto, pero no
DE LA LITERATURA URUGUAYA 341
á darle el carácter que lo distingue de la prosa. Así,
todos los preceptos se deducen de lo que la observa-
ción enseña ser conforme con el fin de los versos, que
es hacer el razonamiento agradable al oído, dando á
la expresión hablada de los pensamientos una forma
musical esencialmente distinta de la que en prosa se
puede darles. Mas, aunque aquellas leyes sean natu-
rales, siempre es cierto que sólo la costumbre da al
oído la delicadeza necesaria para distinguir lo que
es verso de lo que no lo es, y que sólo la educación
hace adquirir aquel género ó aquel grado de sensibi-
lidad sin el cual no se halla deleite en recitar ó en
oir recitar versos." — ¿Tenemos nosotros la costum-
bre y la educación que se necesitan para apreciar la
cantidad silábica de nuestros bordones? Aun admi-
tiendo que esa cantidad existiera, ¿sabríamos como los
poetas y cómicos latinos, recitar nuestros versos con
arreglo á la ley de las sílabas de doble tiempo y de
las sílabas de un tiempo solo? No, no sabríamos sin
un estudio previo y dificultoso; pero, á parte de
esta dificultad, la verdadera objeción es otra y más
principalísima. Sigamos, para hallarla, leyendo á Ma-
rroquín : — "Algunos poetas han probado en nuestros
días á componer versos de nuevas especies, con can-
tidad clásica, y sus ensayos han dado materia para
muchas discusiones tan eruditas como fastidiosas. Los
autores y sus parciales han sostenido que dichos en-
sayos sí son versos, porque tienen tales ó cuales ana-
logías con los versos latinos; sus adversarios han di-
cho, en substancia, que no les suenan como versos y
que por eso no son versos. Disputas muy semejantes
se habrán suscitado seguramente en cada nación, siem-
pre que en ella Se ha tratado de introducir una nueva
especie de versos; mas nunca habrán sido las razones
aducidas en favor de ella lo que habrá hecho que llegue
342 HISTORIA CRÍTICA
á ser admitida. A fuerza de argumentos se puede con-
seguir que los hombres tengan lo verdadero por falso
y lo falso por verdadero; pero nunca que tengan por
agradable lo que no les ocasiona deleite, ni por re-
pugnante lo que les causa placer. Lo que ha podido
hacer que una especie de versos, recién introducida,
llegue á ser contada entre las ya recibidas, es que está
ajustada á ciertas leyes y que la gente se acostumbre
á percibir la diferencia que la distingue de la prosa.
Las recientemente introducidas podrán venir á au-
mentar el número de las aceptadas, si la generalidad
de los que hablan castellano llega á conocerlas y dis-
tinguirlas, como nosotros conocemos y distinguimos
ahora el verso endecasílabo ó el octosílabo. Admitir
lo contrario sería admitir que todo grupo de sílabas
es verso, cualquiera que sea en él el número de éstas
y la distribución de los acentos, con tal que su autor
quiera llamarlo verso y escribirlo en un solo renglón."
— Le falta, pues, á la métrica de la cantidad la san-
ción del uso, que es ley imperiosa, y el beneplácito
del oído, que no percibe, hasta poder medirla, la di-
ferencia de tiempo en el pronunciar de las sílabas
breves y las sílabas largas. Marroquín, que cree en la
universalidad del juicio que aceptó como prueba de
certidumbre la filosofía escolástica, nos da esta exce-
lente regla de carácter general y rudimentario : — "No
es, por lo tanto, propiamente verso sino aquella com-
binación de sílabas que reputan como tal todos los que
hablan la lengua en que está escrito. Siendo el fin del
verso recrear el oído, mal puede ser verso lo que este
sentido no distingue fácilmente de la prosa."
Adviértase que Marroquín nos habla del verso, no
de la poesía, que se dirige al alma más que al oído.
Por eso la regla, que nos ofrece, se me figura reco-
mendable y lógica. Si no se entienden ni los mismos
DE LA LITERATURA URUGUAYA 343
defensores de la cantidad, ¿cómo queréis que la can-
tidad sea avaluada por la muchedumbre? Hermosilla
no admite sino la combinación de series bisilábicas
en nuestros versos. Don Andrés Bello piensa de dis-
tinto modo. Si Hermosilla no acierta, tampoco acierta
Bello, porque las cláusulas trisilábicas de que éste se
sirve, en lo que toca á su acentuación, no siempre
resultan cláusulas rítmicas dentro de nuestro idioma.
Dice don Luis Vila, en su Arte métrica castellana: —
"Hasta aquí hemos tratadx) de la formación de los
versos en su forma típica ó perfecta; pero el poeta,
al acomodarse en la práctica á las severas leyes del
ritmo, tendría necesariamente que encontrarse con
obstáculos casi insuperables, que harían difícil la
versificación castellana, por la índole del idioma. Así
hay palabras en nuestra lengua que llevan sus acentos
en la cuarta, quinta y aun séptima sílaba, y para ajus-
tarías á las cláusulas bisilábicas ó trisilábicas, habría
necesidad de desecharlas en la versificación, lo que
sería empobrecer la expresión, ó de suponer, contra
la índole de nuestra prosodia, dos acentos en una
sola dicción. Existen, además, en nuestro idioma, pa-
labras que no tienen acento prosódico, y otras que
lo pierden ó debilitan al acompañarse con otras pa-
labras. De todo esto resulta que, al acomodarse la
frase castellana en las estrechas leyes del ritmo, tiene
que romper necesariamente los hilos más débiles, ó
suprimir los acentos menos necesarios, y quedar ence-
rrada entre los más fuertes é indispensables. De ahí
ha nacido la división de los acentos rítmicos en ne-
cesarios é innecesarios, siendo los necesarios aquellos
sin los cuales no puede existir la armonía musical
del verso; y los innecesarios, los que no siendo tan
indispensables para esta armonía, se les puede su-
primir sin inconveniente ; pero, si se encuentran en
344 HISTORIA CRÍTICA
el verso ocupando los puntos marcados por el com-
pás rítmico, contribuyen á aumentar su cadencia. De
ahí se desprende también el nombre de acentos
antirítmicos ó accidentales, á los que vienen por
accidente á incorporarse entre los rítmicos, per-
turbando la armonía." — No es, pues, posible, sin
grandes dificultades y mucho artificio, dividir los
versos castellanos, cuando son hijos de una inspi-
ración sincera, en series bisilábicas ó trisilábicas
en las que el acento agudo responda á la cantidad.
Si no obstante la facilidad de nuestro modo de com-
poner, Noroña, González Carvajal, Saavedra y Mo-
ratín, citados por Salva, se han permitido convertir
en graves las palabras esdrújulas y en esdrújulas las
voces de acento breve, ¿qué sucedería si versificáse-
mos siguiendo á los latinos? Es claro que, cuando
la división en series es hacedera, la acentuación re-
sulta por demás infantil, pues como el mismo Vila
nos dice, "cuando es conocida la cláusula que da
nombre al verso, se deduce fácilmente los lugares
dónde deben caer los acentos rítmicos, añadiendo, al
primer acento, tantas unidades como sílabas tenga
dicha cláusula. Ejemplo: quiero saber en qué lugares
ó sílabas debe llevar acento el endecasílabo dáctilo;
y digo: el dáctilo consta de cláusulas trisilábicas de
acento en la primera sílaba; añadiendo, sobre este
acento, unidades de tres en tres, me resulta: i + 3 =
4 + 3 = 7 + 3= 10."
La falta de costumbre haría que los poetas cuanti-
tativos fuesen por largo tiempo poetas mecánicos,
pues si bien en la actualidad el componer versos no
es sino un mecanismo como otro cualquiera, por ley
atávica y por ley de uso ese mecanismo se ejecuta con
extraña espontaneidad en el idioma nuestro» Aceptada
la cantidad, ó tendríamos que violar el acento, las-
I
DE LA LITERATURA URUGUAYA 345
timando al idioma, ó tendríamos que salvar dificul-
tades que no existen hoy, y que harían más mecánico
y artificioso lo que ya de por sí es artificioso y me-
cánico, pues al estudio acentuador, tendríamos que
unir el estudio de la cantidad á la manera de los
latinos. Todo esto nos dice que nada ganaríamos
aceptando la innovación propuesta. Nuestros bor-
dones sometidos al ritmo clásico, no nos saldrían
ni más naturales, ni más armoniosos, ni más apasio-
nados ó tiernos. El útil de que nos servimos es
sencillamente admirable, puesto que nos permite
expresarlo todo con claridad, firmeza, música y ele-
gancia, salvándonos del peligro de la monotonía y
de la languidez. A pesar de las trabas que nos impo-
nen el acento y la rima, no hay versificación más ga-
llarda y flexible que nuestra sonorosa versificación,
que jamás es obstáculo para las galanuras del buen
decir ó para las ardentías del hondo querer. Ella nos
permite utilizar la forma arcaica del artículo, impreg-
nando el lenguaje de sabores añejos ; ennoblecer las
voces humildes y plebeyas, situándolas donde suenen
mejor; borrar de una plumada el adjetivo hueco ó in-
coherente ; servirse del esdrújulo, sin detrimento de
la armonía; colocar las voces calificadoras antes ó
después de su sustantivo, sin que naufraguen las le-
yes del verso ; emplear las castellanas conjugaciones
al principio ó al fin de la frase rimada; repetir pri-
morosamente una palabra dulce ó un giro audaz;
valerse de todos los. felices modos de componer que el
castellano léxico proporciona al arte, porque es tal
la magnificencia de nuestro idioma y tal la elastici-
dad de nuestros bordones que unas veces los versos
sollozan á modo de fuente que mana entre juncos
y otras veces retumban como cascada que cae desde
lo alto de cumbre bravia. No necesitamos la cantidad.
346 HISTORIA CRÍTICA
No la necesitamos. Nos basta con la música ritmial
que produce el acento, para que se conserven y se
perpetúen el donaire, el brío, la variedad, el fuego,
todas y cada una de las condiciones que reverencia-
mos en nuestra nobilísima metrificación.
Vayan á caza de novedades, que no son nuevas desde
que otros las usan, los que piden al artificio de los
demás lo que no encuentran en el ingenio propio. Al
inspirado le bastan los recursos que le proporcionan
la rima y el acento. Todo lo que quiera decir, la rima
y el acento le ayudan á decirlo con cegante esplendor.
El problema es de numen y de maestría. La cantidad
no resuelve el problema. La cantidad clásica, por otra
parte, no existe en castellano. Hablar de espondeos
y de pirriquios es una insensatez. Benot ha señalado
con abundancia las diferencias que existen entre la
prosodia latina y nuestra prosodia en su opúsculo
de 1888, Examen crítico de la acentuación castellana.
Benot, en aquel libro, nos dice entre otras cosas de
fácil comprensión y utilidad suma: — "Luzán fué el
primero que con el peso de su autoridad, como de
práctico y teórico, estancó de un modo decidido la
doctrina de la acentuación castellana. Parece mentira
que un hombre de aquel juicio encontrase en español
sílabas largas y breves á la manera de las griegas y
latinas, y concluyese necesariamente en la existencia
de dáctilos y espondeos, anapestos y pirriquios. Pero
¡qué! Es imposible que encontrase con el oído lo que
en las reglas admiraban sus ojos. La verdad es que
su afán de parecer humanista versado en ias lenguas
sabias, le hacía escribir en conformidad con Aristóteles
y Quintiliano, sin cuidarse de ver si sus preceptos se
hermanaban con la lengua en que escribía." — "No sa-
bemos como pronunciaban los griegos ni los romanos:
su acento es el opprobrium de la crítica moderna;
DE LA LITERATURA URUGUAYA 347
pero de la probable deducción, permitida por los frag-
mentos que, accidentalmente esparcidos en diferentes
autores han llegado á nuestra época, podemos con-
cluir que no pronunciaban cada sílaba produciendo el
mismo número de vibraciones, ni invirtiendo el mismo
tiempo : unas sílabas eran, musicalmente hablando,
agudas y otras graves; esto es, de mayor ó menor nú-
mero de vibraciones por segundo, y hasta las había
en que el tono subía y bajaba." — "El acento entre
los antiguos no era, como entre nosotros, un signo
exclusivo de intensidad ó fuerza de las vibraciones:
era realmente un signo musical de número de vibra-
ciones, que indicaba la mayor ó menor elevación de
la voz hablada (no precisamente cantada) ; y, según
el lugar que ocupaba la sílaba más aguda (como tam-
bién según su naturaleza de larga y breve), clasifica-
ban los griegos sus vocablos con las sabidas denomi-
naciones de oxítonos, paroxítonos, proparoxítonos,
perispómenos, properispómenos y barítonos." — Esta
nomenclatura griega, ¿podría utilizarse en castellano?
Benot nos responde resueltamente con una negativa,
porque en nuestro idioma no hay sílabas que sean
bajas y altas en todos los casos. Modulamos los perío-
dos y no las palabras. — "Al perderse las antiguas
prosodias, los pueblos modernos han ido suprimiendo
los accidentes invariables intonativos y temporales de
los vocablos antiguos, reservando la entonación y la
cuantidad para las frases." — De modo que si la can-
tidad existiese en nuestra lengua, no sería fija para las
voces, no siendo posible ni razonable basar nuestra
metrificación en una cantidad que carece de ley re-
guladora. — "Si en tal período es grave, esto es, de
pocas vibraciones el final de una palabra polisilábica,
yo me encargo de colocarla en otro donde se pro-
nuncie aguda, esto es, con mayor número de vibra-
348 HISTORIA CRÍTICA
ciones por segundo, en todas las regiones donde se
extienda la lengua de Castilla." — Y Benot no era
temerario en su ofrecimiento. El tono de las voces
cambia al cambiar su expresión afectiva. La palabra
hijo que es un arrullo, puede ser un sollozo. La pa-
labra madre, que es una caricia, puede ser un lamento
desesperado. — "Lo grave y agudo de la voz, á veces
adorno y accidente de la frase, son, además de me-
dios oracionales de expresión, fenómenos fisiológicos
que acompañan á los afectos del alma." — No se dice
ladrón de corazones como se dice ladrón de caminos.
— "El griego y el latín tenían, por naturaleza, en
cada palabra sílabas agudas y sílabas graves: sílabas
para pronunciar las cuales se acortaba siempre la co-
lumna vibrante, y sílabas en que esa columna siempre
se alargaba : á veces la voz subía y bajaba en la misma
sílaba, como en las palabras griegas que vemos escri-
tas en el signo circunflejo. Pero en español no sucede
por naturaleza nada de esto: las sílabas de cada pa-
labra se pronuncian con diferente número de vibra-
ciones cuando están sueltas que cuando están en frase ;
y, según la significación de la frase, así varía cada
una de entonación." — En nuestro idioma, pues,
son medios de expresión, más que meras relaciones
de longitud, la agudez ó gravedad de las sílabas y
de las voces. La columna vibrante se acorta ó se alarga
según la tempestad del espíritu se manifieste por ge-
midos hondos ó gritos penetrantes. Con una misma
palabra se llora y se ríe, se adula y se increpa. En
castellano existe una entonación oracional, de carác-
ter psíquico, que no tuvieron el griego ni el latín. —
"En nuestras sílabas no hay constancia más que en
las relaciones mutuas de su intensidad ; pero en la
entonación silábica todo es tránsito y cambio; trán-
sito y cambio que dependen de la naturaleza de la
DE LA LITERATURA URUGUAYA 349
frase, y que, por tanto, no se pueden estudiar ni aún
comprender fuera del período." — "Los latinos no co-
nocían esos tránsitos silábicos de graves y de agudos,
que ponen en perpetuo cambio la contextura de nues-
tras voces, y en que consiste la fisonomía especial de
la interrogación, del tono afirmativo, de la ironía de
la frase optativa y de la admiración." — "El sistema
prosódico antiguo no puede, pues, aplicarse á lo mo-
derno."— Leed los siguientes versos de José del
Busto y veréis las diversas entonaciones que adquiere
en ellos la palabra patria.
"¡ Patria ! — grité, tendiéndole los brazos
En el delirio de mi ardiente amor;
¡Patria! — volví á decir con extrañeza,
Y — ¡ Patria! — repetí con hondo horror."
Al recitar la estrofa que antecede, será preciso que
el primer patria suene á idolátrica evocación, que el
segundo equivalga á un interrogante que transparente
asombro, y que el tercero, por la profundidad de su
eufonía, nos comunique el patético espanto que do-
mina al poeta. Los cambios nacerán no del grito, sino
de las palabras ardiente, extrañeza y hondo que di-
versifican y aclaran el grito dramático. Pedidle á Zo-
rrilla de San Martín ^que os declame esos versos, y
veréis justificado lo que sostuvo Eduardo Benot.
Este nos dirá aún, como resumen de lo que ante-
cede : "Lo grave y lo agudo no son propiedad esencial
é invariable de nuestras sílabas, sino cualidad acci-
dental é instable que les presta la frase en que se
encuentran, por cuyo medio expresamos de un modo
superior y potente el interés, la curiosidad, la extra-
ñeza, la admiración, en una palabra, todos nuestroá
afectos y nuestras más vivas pasiones. Pero entonces,
350 HISTORIA CRÍTICA
¿qué sucede? Una de dos cosas: ó bien que todas las
sílabas, todas, no una sola de entre ellas, se pronun-
cian más altas ó más bajas, según el sentimiento vio-
lento ó concentrado que agita ó comprime los movi-
mientos del corazón; ó bien una sola de entre todas
las sílabas carga con todo el énfasis, expresándolo
por medio de las dislocaciones de la entonación,
cuando no se acomoda en perfecta conformidad con
nuestros sistemas invariables de entonación normal."
— Y no nos quejemos de que sea así. No nos queje-
mos, porque seríamos ruinmente injustos con nuestro
idioma. Si nuestros oradores no necesitan de siervos
que, por medio de las notas fijas de la flauta, les den
el tono que exige su discurso, y si nuestros poetas se
libran de la monotonía intolerable á que da lugar la
entonación fija de todos los vocablos en las lenguas
que fueron, se debe á la carencia de cantidad del
idioma español, que tiene politonoras todas las voces,
para que todas puedan transparentar los múltiples es-
tados del alma dolorosa ó feliz. ¡ Justicia al idioma,
aun no superado por idioma alguno ! ¡ Justicia al idio-
ma, en que nuestra madre nos dijo tantas y tan dulces
ternezas! ¡Justicia al idioma, en que hemos dicho
nuestro rezo de adiós á tantas ilusiones vestidas de
blanco, como novias que mueren al acercarse al tá-
lamo nupcial! ¡ Justicia al idioma! ¡ Justicia al idioma!
II
Pasemos al acento, cuya importancia es funda-
mental.
¿Qué nos dice Benot? Benot nos dice: — "Entre
los griegos y los romanos lo esencial, en la prosodia,
era la duración: entre nosotros, lo esencial es la
DE LA LITERATURA URUGUAYA 351
fuerza. En lo antiguo, el tiempo; en lo moderno, la
energía." — Todas las notas, en el órgano de nuestro
lenguaje, se consideran como dotadas del mismo nú-
mero de vibraciones; pero esas notas, de intensidad
distinta, unas veces pueden ser más viriles y otras
veces pueden ser más suaves. Salva ha observado, en
su Gramática de la lengua castellana, que nosotros,
hasta al leer ó declamar los versos latinos, no hacemos
otra cosa que sustituir el acento á la cantidad. La
cantidad nos interesa siempre menos que la fuerza,
tal vez porque está en pugna con el genio y la índole
del idioma. Al tratar del acento, Benot razona así : —
"A primera vista parece que deben ser pobres ele-
mentos de variedad los grados de fuerza de las per-
cusiones; pero en nuestra lengua no existen ellos
solos: además de la riquísima variedad de entonacio-
nes que producimos cuando hablamos y de las grada-
ciones diferentes de la misma intensidad hay otro
elemento prosódico. La cesación ó suspensión del
sonido: la pausa." — La pausa es un compañero de la
intensidad, siendo su importancia acaso superior á la
importancia de la intensidad misma. — "Grados de
fuerza y pausas de sonido son los elementos esenciales
de nuestra prosodia. Todos los otros resultan acci-
dentales. Por una parte, tenemos la desigualdad mi-
crofónica en la duración de las sílabas, que causa en
el oído un placer semejante al que encuentran los
ojos en los tornasoles microscópicos de la seda ó en
las irisaciones del nácar, cuyas tintas generales se-
rían desagradables acaso, si siernpre nos presentaran
una perfecta uniformidad ; y, por otra parte, la es-
pontánea música que, no precisamente y siempre en
cada sílaba, pero sí constantemente en las palabras,
frases y oraciones, introducen los afectos y las pa-
siones del corazón. Desigualdad de fuerza y de re—
352 HISTORIA CRÍTICA
poso: desigualdad de duración silábica y vario mo-
vimiento en las ondulaciones: he aquí los elementos
esenciales y accidentales de nuestro sistema de fo-
nación: elementos que nunca se excluyen, antes bien
se asocian en perfecto concierto y variedad de acci-
dentes para producir la armonía más encantadora,
armonía que de ningún modo creo inferior á la de los
antiguos, como no creo que sus lenguas, por ser más
sintéticas que las vulgares, fuesen superiores á nues-
tros analíticos y profundísimos medios de expresión."
— Yo tampoco lo creo, á pesar de los dómines que me
enseñaron en latín la retórica y la filosofía. Que me
perdone, por mi irreverencia, su memoria ilustre. Se
ha engrandecido prodigiosamente nuestro vocabula-
rio. Hemos explorado el cielo y las aguas, hallando
nuevas claridades en la inmensidad y una nueva flora
en las malezas vírgenes. La ciencia y la industria nos
proporcionan términos metafóricos y de comparación,
que nos permiten ser más exactos y cavar más hondo
al traducir las inquietudes y las cuitas del alma. El
estado social es más complejo de lo que antes fué, lo
que obliga al lenguaje á ser más agudo, mucho más
fino, mucho más psicólogo de lo que fué antes para
que la dicción escudriñadora ponga de manifiesto las
sutilidades de esa complejidad. Pero aun prescin-
diendo de las ventajas de lo contemporáneo y refi-
riéndonos tan sólo á nuestra lengua, tan dulce de
oir, no es petulante orgullo sostener que la griega y
la latina no la aventajaron ni en lo variada, ni en lo
flexible, ni en la sonora armonía de sus vocablos, ni
en lo especial del giro de sus frases, ni en la ardiente
nobleza de sus conceptos, ni en la soberana grandio-
sidad de sus períodos resplandecedores. Ella impreca,
imagina, describe, se duele y razona como jamás lo
hicieron las lenguas clásicas, siendo himno, salve, risa,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 353
discurso, advertencia, beso de amor y zarpazo de ti-
gre por poco que el músico sepa templar el instru-
mento que la raza española colocó en sus manos. El
latín tiene el prestigio de la vetustez y es insuperable
como lengua auxiliar; pero ¡el castellano! ¡Basta
saber que en él escribieron Calderón la tragedia de
Segismundo y Cervantes las aventuras de Don Qui-
jote ! ¡ Basta decir que con él hablaron Donoso Cortés
y Emilio Castelar!
Benot está en lo cierto cuando nos dice que "nues-
tra prosodia, dinámica esencialmente, es del todo dis-
tinta de la antigua, temporal por esencia." — En nues-
tra prosodia, la fuerza de la sílaba responde al oficio
que la sílaba tiene en la frase. — "En la lengua cas-
tellana las dicciones tienen dos clases de acento: uno
de por sí, y otro por el puesto que ocupan; al modo
que los seres humanos están investidos de dos clases
de poder, uno recibido de la naturaleza y otro de la
dignidad correspondiente á su posición ó jerarquía."
— "Lo que en buena lógica se deduce de la observa-
ción y de la experiencia, es que el acento y la posi-
ción no se pueden avaluar por separado." — "La fuerza
y el peso acentual de una sílaba es una resultante
de dos elementos: intensidad natural é intensidad de
posición. La entonación es también otra resultante,
satélite de la acentual. Con frecuencia, la intensidad
natural del acento es la menos importante y eficaz,
y la accidental del énfasis de la oración es la su-
prema." — Es claro que si exagerásemos la última
parte de esta teoría iluminadora, lo esencial desapa-
recería ante el accidente; pero existen en el verso
castellano sílabas que deben reunir las dos intensi-
dades, la intensidad natural y la intensidad de la
posición. La grandiosidad de algunos versos resulta,
indiscutiblemente, de que la intensidad, la pausa y la
23. — III.
354 HISTORIA CRÍTICA
entonación dan realce y poder á sus sílabas consti-
tutivas ó caracterizadoras. Ved lo que acontece con
el endecasílabo, que sólo resulta sonoro y lleno cuando
el acento constituyente logra desvanecer, por el
acuerdo de la intensidad natural y de la intensidad
de la posición, á todos los acentos supernumerarios.
Así, en cada endecasílabo, la sílaba de intensidad má-
xima debe ser la sílaba sexta, ó en su defecto, la
cuarta y la octava. Cuanto mayores sean, en estas,
sílabas, el elemento fuerte ó dinámico y el elemento
musical ó de entonación, más perfecto y sonoro será
el endecasílabo. Observad las graduaciones de armo-
nía en los versos siguientes de don Alejandro Ma-
gariños Cervantes:
i.o — ¿Qué es del poeta allí? Eco perdido;
2.0 — Su pabellón de estrellas la azul noche ;
3.0 — Dentro de tus murallas tú le viste ;
4.0 — Tierno beso da al sol en el ocaso ;
5.0 — Es el mundo solar grano de arena;
6.0 — Que ronco el trueno del cañón apaga.
El primero no es un endecasílabo, como no es un
endecasílabo este pie bordónico de Ramón de San-
tiago:
Allí la entrada está, allí está el puerto.
La sinalefa no se destruye por el acento rítmico,
corno no basta, para que suenen bien, las once sílabas
de que constan los versos segundo, tercero y cuarto
de Magariños. Su acentuación es defectuosa, porque
quita poder á los acentos que dan carácter al verso,
haciendo que pesen más de lo que debieran las sílabas
nueve, ocho ó cinco en bordones cuya estructura exige
que la predominante sea tan sólo la sílaba sexta. En
DE LA LITERATURA URUGUAYA 355
cambio son armoniosos, por el buen acuerdo del ele-
mento musical y el fuerte, los dos últimos versos de
Magariños.
Es indudable, pues, como Benot nos dice en otra
de sus obras, — Prosodia castellana y versificación, —
que no basta que un endecasílabo tenga acentuadas
su sílaba sexta ó sus sílabas cuarta y octava, sino que
es necesario que "estos acentos sean muy prominentes
comparados con los demás del verso." — ¿En qué con-
siste la prominencia? — Según Benot, "la prominencia
resulta, especialmente, del mayor empuje del aliento
necesario para hacer sentir el énfasis y las pausas
oratorias y de sentido. Y sólo con prominencias se
hacen versos, es decir, con refuerzos del empuje co-
mún acentual." — Benot agrega que "no sólo todo
lo que contribuye á la perspicuidad de una sílaba
favorece á su prominencia", en cuyo caso se hallan
las sílabas que tienen muchas articulaciones como
claus, trans, mons y triun, sino que, "en general, las
sílabas son muy prominentes cuando en ellas concu-
rren acentos enfáticos, pausas oratorias y muchas
emisiones vocales ó articulaciones consonantes." —
Benot añade que se pierde la prominencia, cuando
delante de las sílabas constitutivas de los endecasí-
labos se colocan inhábilmente sílabas también acen-
tuadas, porque entonces lo constitutivo del endecasí-
labo se anula ú obscurece por torpeza insigne ó cen-
surable del versificador. — "El verso, tanto como en
el número de las sílabas, consiste pn la colocación
rítmica de los acentos." — "Así, pues, los acentos su-
pernumerarios deben estar colocados de modo que
no obstruyan la claridad de los constituyentes." —
"Es necesario que la sexta sílaba sea muy prominente
para consentirse acento en la séptima, porque cuando
la sexta es enclenque y desmayada, no resultan buenos
356 HISTORIA CRÍTICA
endecasílabos los que aparecen con acento supernu-
merario en la séptima." — Es, pues, imperioso que
los acentos caracterizantes sean prominentes, siendo
esa prominencia el origen y la piedra angular de la
armonía de los endecasílabos. Ved, como ejemplo, este
endecasílabo de Juan Zorrilla de San Martín:
Vaga ilusión que á otra ilusión imita.
Pero no es necesario, no, — para que la prominencia
resalte y se imponga, — que sean agudas las palabras
que dan lugar á los acentos rítmicos de las sílabas
cuarta y octava. Es del conjunto de la combinación
silábica, es del arte con que los acentos se asocian
en el pie bordónico, que fluye la cadencia, dando
realce y haciendo sobresalir á las sílabas caracteriza-
doras. Léase este otro verso de Zorrilla:
Sobre el cristal de un lago reflejadas.
La sílaba lá, — á pesar de exigir un esfuerzo
acentual más débil que el esfuerzo de acentuación
que exige la sílaba tal, y á pesar de estar precedida
por el enlace de dos monosílabos que tienden á fun-
dirse en una agudez, — marca armónicamente el sitio
de la segunda prominencia caracterizadora, en pri-
mer término por la índole de la primera prominencia
caracterizante, que absorbe y destruye lo que de agudo
tiene el consorcio de los dos monosílabos, y en se-
gundo término porque va seguida de una palabra ex-
tensa, de cuatro sílabas, lo que da espacio y lo que
da vigor al acento típico de la sílaba octava. Siempre
hay una razón de armonía, una lógica de cadencia en
todos los bordones, razón y lógica que el instinto y
la costumbre revelan al versificador iluminado, como
el estudio se las revela al crítico que sabe que toda
DE LA LITERATURA URUGUAYA 357
crítica debe ser una estética latente ó declarada, se-
gún la generosa afirmación de Richter.
Digamos por último, siguiendo dócilmente los pa-
sos de Benot, que cuando los versos tienen acentuadas
á la vez la cuarta, sexta, octava y décima sílabas, pue-
den corresponder al tipo de la primera ó segunda es-
tructura endecasilábica, y por eso "hay, entonces que
examinar donde está la pausa de mayor énfasis, por-
que sólo así puede decidirse si el endecasílabo es de
primera ó de segunda. Puede ciertamente en endeca-
sílabo de sexta y décima, estar un acento supernume-
rario en todas las sílabas del verso, excepto en la
quinta y en la novena." — "El tener un endecasílabo
de sexta, acento en cuarta solamente, ó sólo en octava,
no da derecho para llamar constitutivas, respectiva-
mente, á esas sílabas, pues entonces son meramente
supernumerarios, y no constitutivos, esa cuarta sola
y sin octava, como también esa octava sola y sin
cuarta." — Tenemos, pues, que cuando la pausa de
mayor énfasis corresponde á la sílaba sexta, es esta
sílaba, y sólo esta sílaba, la caracterizante del pie bor-
dónico, como tenemos de igual manera que cuando las
sílabas prominentes son al mismo tiempo la cuarta
y la octava, es en estas sílabas, y sólo en estas sílabas,
donde reside y donde se apoya la cadencia musical
del endecasílabo, puesto que ya sabemos que es im-
perioso, en las dos estructuras, el acento determina-
dor de la sílaba diez. Como muestra y testimonio de
lo que antecede, tomemos este endecasílabo de nues-
tro Zorrilla:
Una ilusión fantástica colora.
La armonía de este bordón nace del acento de su
sílaba sexta, á pesar del acento que lleva en su sílaba
cuarta, puesto que un sólo acento en cuarta ó en oc-
358 HISTORIA CRÍTICA
tava poco significa y no da carácter si se encuentra
aislado y si está absorbido por el acento tónico de la
sílaba seis. Otro tanto acontece, á pesar de los acen-
tos de su cadencia, con este bordón del mismo Zo-
rrilla:
Una voz de mujer la gloria canta.
El acento de la sílaba octava no es caracterizante,
puesto que está absorbido por el acento fuerte de la
sílaba seis y no se halla apoyado por ningún acento
determinador en la sílaba cuarta, hábilmente consti-
tuida por un monosílabo sin significación propia. Así
los acentos, por fuertes que sean, no nos sirven de
guía si están neutralizados por los acentos típicos de
las dos estructuras que selló el uso, únicos que cons-
tituyen ley obligada y únicos que no deben jamás
echarse en olvido. Ved aún lo que pasa con este bor-
dón de Zorrilla:
Al bajar soño//énto entre las lomas.
Ó con este otro:
El vértigo sublime de un misterio.
No obstante de que bajar y vértigo, considerados
fuera del pie bordónico, tienen una tonalidad más alta
que soñoliento y sublime, por ser menos marcado el
empuje acentual de estas últimas voces, los versos
que cito, en virtud de la ley rítmica de la sexta sola,
se caracterizan por los acentos graves de soñoliento
y sublime, desentendiéndose del acento agudo de ba-
jar y del acento esdrújulo de vértigo. La ley es in-
flexible. La estructura endecasilábica dependió siem-
pre de la pausa acentual más dominadora, cargando
su acento característico en la sílaba sexta — á pesar
de hallarse acentuado también en sus sílabas cuarta
DE LA LITERATURA URUGUAYA 359
y octava, — este bordón del mismo Zorrilla de San
Martín :
Que creer, soñar y amar es nuestra historia.
En este caso, como en los anteriores, el ritmo quiere
que la pausa mayor se coloque después de la sílaba
sexta, prescindiendo de los otros acentos tónicos,
que no son sino acentos accidentales y supernumera-
rios. Si os fijáis en el modo cómo os golpea el oído
la palabra amar, veréis que esa palabra es como el
broche que cierra fuertemente la primera mitad del
verso de que trato, invalidando la agudez de las voces
de que va precedida y acompañada. Diríase que, en
€ste endecasílabo, el amor entra, más que el ensueño
y más que la fe, en la historia de nuestra vida, por-
que así debió parecerle á la musa si estudiáis la colo-
cación de las voces de que el verso consta. La voz
principal es la que domina, la que da carácter, la
que sella el movimiento lírico de la estructura ende-
casilábica, de acuerdo con las leyes de la recitación
y de acuerdo con los cánones de la métrica, pues como
dije ya, y siempre sostendré, cuando el pensamiento
es altivo y franco, la forma deja que el pensamiento
se transparente en sus sonoridades, como el agua pu-
rísima del arroyo tranquilo deja que su cristal copie
lo azul del espacio sin fin y retrate las flores de los
arbustos que la sombrean.
Repito, no obstante lo que antecede, que la prác-
tica, el gusto, la lectura, el oído interior, el órgano
que lleva dentro de su alma, le enseñan al bardo las
leyes del ritmo con más facilidad y más exactamente
que todos los tratados de metrizaje. No hay mejor
maestro que el mucho leer y el mucho escribir. Esta-
mos conformes; pero también insisto en que la crí-
tica no debe ni puede abstenerse del estudio de lo rit-
36o HISTORIA CRITICA
mial, evitándonos la tristeza de ver que se le citan,
al público indocto, como estrofas impecables y buri-
ladas, estrofas en que se han infringido, por ignoran-
cia ó por negligencia, las leyes esenciales de la rima
ó la música. Esos críticos debieran hacerse recortar
las orejas por algún dómine que les enseñara que el
que no sabe no puede pontificar, porque desorientan
y descorazonan á la juventud que estudia, á la que no
gasta los ocios de sus noches en el café, á la que
reza en los puros altares del decir castellano, á la
que ha comprendido que la hermosura es la unión
amorosa y entusiasmada del fondo sin mancilla y de
la forma sin gibosidades. No, cinco veces no. Deca-
dente ó clásico, el rimador sin sintaxis y sin prosodia;
el rimador que aconsonanta voces que no tienen el
mismo sonido ; el rimador que emplea, aplicándolas
mal, palabras rimbombantes para aturdir al vulgo, no
es un artista, no es un poeta, no es un inspirado, no
es un victorioso. ¡ Es un mal orfebre, es un cómico
malo, es un simulador que no lleva en la frente la
llama irradiadora de las luces del genio!
Agreguemos aún, volviendo al endecasílabo, algu-
nas observaciones que hallo en el último de los to-
mos de las Obras de Juan Gualberto González. No
las citaré todas, porque ni todas me parecen funda-
mentales ni encuentro exactas muchas de ellas; pero
sí citaré las que he comprobado, pacientemente, ana-
lizando lo concebido por las musas romancescas de
mi país. Es claro que no hay regla sin excepción y
que, por universal que sea una regla, siempre se en-
contrará algún ejemplo aislado que la desautorice ;
pero, si se examina con severidad el ejemplo pertur-
bador, hallaremos también que pocas veces es un mo-
delo de perfecciones la excepción de que nos servi-
mos para burlar la ley educadora. El carácter general
DE LA LITERATURA URUGUAYA 361
de la regla no queda destruido por el carácter parti-
cularísimo del ejemplo, que, á causa de su misma
singularidad, pone de relieve y da validez al precepto
sano que ataca ó destruye. Quiero decir, por último,
que varío el orden y varío la forma con que expuso
sus ejemplos Juan Gualberto González.
I. o — Si una voz no puede acomodarse gramatical-
mente, según la sintaxis, al final de una frase ó de
un inciso, esa voz carece de acento propio y de acento
ritmial.
2.0 — No es un endecasílabo armónico, por lo co-
mún, el endecasílabo cuya primera parte se halla for-
mada por un correcto bordón de ocho sílabas.
3.0 — Los acentos constitutivos del verso endeca-
sílabo son los de cuarta y octava; pero lo es aún más
principalmente el de sexta.
4.0 — La sexta acentuada es bastante, por sí sola,
para constituir el verso y para darle armonía al bordón.
5.0 — Los acentos de primera, segunda ó tercera no
estorban jamás, sino que ayudan para corregir las di-
sonancias que el verso ofrece.
6.0 — Los acentos de quinta y séptima son perjudi-
ciales en la estructura musical del endecasílabo.
7.0 — Es violenta la pausa que se coloca entre un
sustantivo y un adjetivo, estando juntos y siendo
único éste, como es violenta la pausa en los artículos,
preposiciones, conjunciones y palabras sin significa-
ción propia, cuando no se juntan naturalmente con
las que las siguen.
8.0 — La pausa puede colocarse en todo lugar del
verso, desde la primera sílaba hasta la novena; pero
teniendo en cuenta que es inarmónica después de las
últimas sílabas impares, cuando son largas, como asi-
mismo después de la sexta y de la octava, cuando son
breves.
362 HISTORIA CRITICA
9.0 — En los versos acentuados en cuarta y octava,
la pausa es armónica después de la segunda de estas
acentuaciones, cuando el acento en cuarta se debe á
la primera sílaba de una palabra esdrújula.
lo.o — Existen también, aunque González no lo su-
piera, endecasílabos acentuados en sus sílabas cuarta
y séptima, cuyas cesuras vienen generalmente en pos
de las sílabas quinta y octava. Esas cesuras existen
siempre, aunque no siempre son perceptibles. Como
casi todos estos bordones tienen acentuadas sus sí-
labas una, cuatro, siete y diez, es dactilico ó casi dac-
tilico el movimiento de su armonía. Resulta melo-
dioso, por su novedad, este modo de hacer; pero, á la
larga, se convierte en una combinación monótona y
tan insufrible como el martilleo del alejandrino clá-
sico, debiendo observarse que, en esta estructura mé-
trica, la segunda pausa corresponde á la sílaba nueve,
si la sílaba nueve es la sílaba final de una palabra
esdrújula, como la primera pausa corresponde á la
sílaba sexta, si la sílaba sexta es la última sílaba de
un término esdrújulo. Véase, somo ejemplo, este me-
traje de Rubén Darío:
Píndaro dióle sus ritmos preclaros,
14 7 10
Dióle Anacreónte sus vinos y mieles.
1 4 7 10
Obsérvese, ahora, lo que afirmé acerca de los es-
drújulos :
i.o — Y bajo el pórtico — blanco de Paros.
6 8
2.0 — Rústicos Títiros — cantan su canto.
6 8
O en estos bordones:
I. o — En las moriscas — exóticas — zambras.
5 9
2.0 — Fresca y riente — la rítmica — griega.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 363
Ya dije, y vuelvo á repetir que en castellano la
cantidad no existe; pero sí existen versos melódicos,
de acentuación fija y de series silábicas iguales, como
el dodecasílabo. Los bordones, que acabo de citar, son
bordones de ritmo metódico por lo dactilico del mo-
vimiento de sus pies trisilábicos. Agregaré que las
cosas de técnica y de medida tienen para el crítico
mucho interés, porque le permiten ajustar su juicio
á leyes razonadas y no basarse en impresiones enga-
ñadoras. Lo mismo acontece respecto á la rima, que
el poeta hallará sin dificultades é instintivamente ;
pero que para el crítico es cuestión de arte, de factura
y de conocimiento profesional. Así, en esta clase de
endecasílabos que el poeta forja al correr de la pluma,
la crítica ve un molde de tres series dactilicas que
cierra un troqueo. Sólo los versos que se ajusten al
molde, tendrán la estructura que el molde requiere,
siendo vituperables, dentro de esa estructura, los que
no respondan á los mandatos de su ley típica ó acen-
tual. Veáse como pueden medirse, para juzgarse, los
versos de Rubén:
I. o — Casi des — nuda en la — gloria del — día.
1 4 7 ' 10
2.0 — Viéronla — tropas de — faunos sal — tántes.
14 7 10
3.0 — Busca del — pueblo las — penas, las — flores.
1 4 7 10
4.0 — Danzas las — cívas y — finos pu — nales.
1 4 7 10
Es el metro que antecede, según la mayoría de los
bordones de la composición, un simple compuesto de
tres acentos dactilicos y un acento troqueo. Encon-
trada la ley, la ley debe ser inviolable y fija, desde
que el poeta, desdeñando la variedad acentuadora del
endecasílabo común, se impuso á sí mismo las cade-
364 HISTORIA CRÍTICA
ñas de una melodía ordenada y despótica. La variedad
no existe dentro de lo melódico, que no es otra cosa
que un sonido no concordante y que produce un solo
instrumento. No hay razón alguna para imponernos
una forma nueva, si al primer paso quebrantamos sus
leyes, reconociendo la inferioridad de la forma adop-
tada, que resulta monótona sino recurre á las liber-
tades de que disponen los metros antiguos, los metros
flexibles y sonorosos del decir castellano.
Y sigo copiando:
i.° — Nombres so — nóros y — raros e — nígmas.
1 4 7 10
2.0 — Verdor e — glógico y — tibia espe — sura.
2 4 7 10
3.0 — Caja de — música — de duelo y — placer.
1 4 ■ 8 11
4.° — Negros dia — mantés del — patio anda -luz.
1 4 7 10
Declaro, francamente, que no lo entiendo. El primer
verso corresponde á la ley del ritmo, y paso el se-
gundo, á pesar de que la serie trisilábica con que se
inicia se me antoja que es de movimiento anfíbraco;
pero no paso de ningún modo por el tercero, que tiene
doce sílabas, no obstante el esdrújulo y la cesura, á
menos que tenga sólo diez sílabas, en virtud del
esdrújulo y la cesura, este verso de la misma compo-
sición:
Y bajo el — pórtico — blanco — de Paros.
47 10
Es forzoso elegir: ó éste, ó el señalado con el nú-
mero tres, están mal medidos y no responden á la ley
acentual. ¿Es que el poeta contó como una sola sílaba,
la última sílaba de la palabra placer? Esto no salvaría
los errores de la acentuación, sin contar con que esto
no es posible ni sospechable observando lo que acón-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 365
tece con el verso que lleva el número cuatro. Los dos,
el tercero y el cuarto, son inadmisibles, pues en una
composición, cuyos bordones concluyen siempre con
palabras graves, las rimas agudas resuenan á modo
de pistoletazos. Si la armonía del endecasílabo usual
las rechaza, con mayor razón las rechaza el oído en
los versos melódicos, cuyo mayor encanto reside jus-
tamente en la suave dulzura de las voces y en la
igualdad de tono de los períodos musicales. Agre-
garé, para terminar con el endecasílabo dactilico, que
este no es una novedad, y sí una caprichosa resu-
rrección. Ved lo que dice Eduardo de la Barra: —
"Al principio, en Italia y otros pueblos modernos, se
usó el endecasílabo dactilico, que no tardó en abando-
narse por el yámbico, más perfecto, variado y fe-
cundo." — Aunque el dactilico nunca fué del agrado
de los españoles, éstos accidentalmente le forjaron en
el siglo de Pérez de Guzmán y de don Juan Manuel,
desapareciendo dicho modo de metrizar hasta que lo
rehabilitan Iriarte y Moratín. No logró imponerse.
porque, como asegura el mismo de la Barra, este me-
tro, á pesar de su melodía, sale por fuerza y como de
industria. Es artificioso y no propicio al numen. De
la Barra agrega: — "Fuera de estas tentativas, el en-
decasílabo dactilico está definitivamente muerto y se
pultado, tanto en nuestra lengua como en la italiana,
y reemplazado por el yámbico de once sílabas."
Todas las estructuras del endecasílabo yámbico fue-
ron conocidas y utilizadas por nuestros poetas de la
edad romántica. Éstos, aleccionados por el uso cons-
tante, llegaron á servirse de ellas primorosamente.
Tal vez no pueda citarse una sola composición limpia
de ripios y faltas de cadencia; pero pueden citarse
muchos bordones cuya sonoridad y cuya limpidez
merecen elogio y recordación. Leyéndolos se aprende
366 HISTORIA CRÍTICA
á medir y acentuar, más de lo que enseña á medir y
acentuar la lectura de los versos franceses, que no
pueden tener, por mucho que se haga, lo inagotable
y lo variado de la armonía á que da origen y razón de
ser la prosodia de nuestra lengua magnifícente.
Copio de Alejandro Magariños Cervantes:
Palidece con súbito desmayo.
3 ti 10
Con todas sus grandezas y esplendores.
2 6 10
El pavoroso espectro de la muerte.
4 6 10
Todo cambia, se altera y descolora.
13 G 10
Cómo bandada de nocturnas aves.
14 8 10
El lazo que una vez la muerte trunca.
2 6 8 10
Con la luz del crepúsculo indecisa.
13 G 10
Cuándo la esfinge del sepulcro cierra.
1 4 8 10
Si átomos son los orbes siderales.
14 6 10
Gloria, inmortalidad, eterna fama.
1 6 8 10
Del mirlo que gemía en los cipréses.
2 G 10
Al murmullo del viento entre las hojas.
3 O 10
Saltarán de sus ejes de diamante.
3 ti 10
Cómo las hojas del ombú suspiran.
14 8 10
Cuándo la tarde con ligero paso.
14 8 10
En la callada obscuridad asoma.
4 8
El árbol colosal su sombra densa.
2 6 8 10
DE LA LITERATURA URUGUAYA 367
El alma anonadarse parecía.
2 6 10
En que agotado su vigor gigante.
4 s 10
No hallaréis, en los versos que anteceden, un solo
acento anti - rítmico ú obstruccionista. En cambio
hallaréis que la intensidad máxima se encuentra en
los acentos obligados ó constituyentes.
Copio, ahora, algunos bordones de Ramón de San-
tiago:
1,4, 8 y 10. — Mudo testigo de sangrientas luchas.
I, 3, 4, 8 y 10. — Otras más grandes de su altiva especie.
I, 3, 6 y 10. — Cómo un negro gigante envejecido.
3, 6, 8 y 10. — En un lindo jardín de blancas flores.
3, 6 y 10. — De cañones y almenas coronada.
1, 4, 8 y 10. — Cómo pedazos de esparcida nieve.
2, 4, 8 y 10. — Triscando alegres en los hondos valles.
3, 6 y 10. — Al pampero tendida la melena.
3, 6 y 10. — Un torrente de sangre aparecía.
I, 4, 8 y 10. — Muerte, horfandád, asolación y llanto.
1,4, 8 y 10. — Cómo bandada de tranquilos cisnes.
I, 4, 8 y 10. — Sobre la orilla del profundo ,fóso.
1, 4, 8 y 10. — Próximo el fin de su indomada estirpe.
2, 4, 8 y 10. — Confusa mezcla de lamento y súplica.
I, 4, 8 y 10. — Ella los nombres escuchó gozosa.
4, 6 y 10. — Se coronó de rayos y de nubes.
4, 8 y 10. — De su arrogancia conoció el castigo.
3, 6, 8 y 10. — De bastión en bastión, de fuerte en
[fuerte.
4, 6 y 10. — De libertad el grito venerando.
3, 6 y 10. — El titánico brazo la derrumba.
No señalaré lo clásico del timbre de los bordones
que de copiar concluyo, ni el brío con que el acento
carga en los lugares que estatuye la métrica; pero sí
358 HISTORIA CRÍTICA
quiero y debo señalar la habilidad con que el versi-
ficador excluye todos los acentos rítmicos que no
son esenciales, sirviéndose tan sólo de los constitu-
yentes y de los supernumerarios en las sílabas pri-
mera y tercera. La única vez que se aparta de su
propósito, en los versos que cito, es porque el bordón,
que acaba armónicamente con una voz esdrújula, se
inicia con una palabra compuesta, cuya primera sí-
laba está formada por un monosílabo de sonido fuerte.
No es menos grande la habilidad con que Aurelio
Berro, en los bordones que voy á transcribir, logra
que el acento se apoye casi siempre en la sílaba sexta
ó gire sobre esa sílaba dominante, en la que ha visto
el eje de la simetría, ó el punto central del endecasí-
labo, la ciencia laboriosa de Eduardo de la Barra.
Dónde está la visión encantadora.
1 3 6 10
Cómo limpio cristal que se desata.
13 6 10
Las horas á las horas sucedían
2 6 10
Así también mi vida placentera.
•J 4 6 10
Embebido en la dicha del presente.
3 6 10
Llenaba mi existir su imagen bella.
2 6 8 10
La dicha con que el cielo me colmaba.
2 O 10
Latió mi corazón y su latido.
2 6 10
< Y desde el cielo azul al mar profundo.
2 4 6 8 10
El talle airoso contemplando quedo.
2 4 8 10
Que con tu imagen delirando sueña.
4 8 10
Huyeron mi valor y mi esperanza.
2 6 10
DE LA LITERATURA URUGUAYA 369
Del mar sonoro en la brillante espuma.
2 4 8 10
La yerba humilde, la dorada espiga.
2 4 8 10
Envuelta en nubes de flotante lino.
2 4 8 10
Las fibras de mi pecho desgarraron.
2 6 10
Consuelo y esperanza del que sufre.
2 6 10
No piensan yá; quebráronse las alas.
2 4 6 10
Bello amante de Diana Cazadora.
13 6 10
Este poeta, que también tiende á clásico, diríase que
tiene un estilo propio de acentuación. No utiliza los
acentos libres ó potestativos sino en los versos donde
la sexta sílaba es la sílaba de intensidad máxima.
Cuando esta sílaba no es la dominadora, coloca los
acentos á iguales distancias del punto central ó eje
de simetría. Entonces son siempre las únicas sílabas
acentuadas la dos, la cuatro, la ocho y la diez. He en-
contrado en sus versos de primera estructura, ó de un
acento cardinal solo, algunas excepciones; pero son
tan pocas y tan bien medidas, en virtud de las pausas,
que no destruyen el sello especial de su estilo acen-
tuador. ¿En qué consiste que Figueroa, Magariños,
Berro y Ramón de Santiago sepan acentuar como no
saben acentuar otros muchos poetas de su mismo
tiempo? Es que, los unos por tendencias al clasicismo
y el otro por los númenes con que estuvo en contacto,
eran retóricos de buena ley. Si hay un arte de escri-
bir, es indiscutible que debe aprenderse, como se
aprende el arte de cantar. Brunetiére, al que robo
esta comparación, nos dice en sus Essais sur la litte-
rature contemporaine, que todos los grandes oradores
y todos los grandes estilistas de la lengua francesa
24. - III.
370 HISTORIA CRITICA
están afectados de retoricismo. Retóricos son Bossuet
y Rousseau; retóricos son Voltaire y La Bruyére;
retóricos son Gustavo Flaubert y Teodoro de Ban-
ville. ¿Acaso hay una imagen, una metáfora, un giro
literario ó una cláusula resplandeciente que no sean
retóricas? Cuando decimos con entusiasmo que una
obra es artística, reconocemos que esa obra nace de
una labor reglada, siendo retórica, por necesidad, toda
labor que tenga por objeto el arte de escribir. En todo
estilo literario, sea el que fuere, hay figuras de dic-
ción y figuras de pensamiento. Esas figuras entran
en los dominios de la retórica. Todo aquel que habla
en público procura agradar, convencer y persuadir.
¿No es ese, también, el fin á que aspira la retórica de
la elocuencia? Nadie escribe versos para que le re-
sulten cojos y despreciables. Entonces, todo el que
escribe versos, trata de dar á los versos que escribe,,
alguna de las condiciones que tienen los versos na-
cidos al calor de la poética y de la retórica. ¿A qué
despreciarlas si nos sometemos á su tiranía, á su des-
potismo benefactor, en el acto de componer? ¿Cuál
es la ambición suprema del que escribe? Sería un
imbécil el que imaginara que esa ambición es escribir
mal y sin atractivos. Entonces, ¿por qué renegar de
la gramática y de la retórica, que nos enseñan á es-
cribir bien y primorosamente? Ellas, cuando menos,
nos curan de la enfermedad del orgullo ridículo, ha-
ciéndonos saber todo lo que ignoramos, todo lo que
nos falta para ser escritores. Por haber aprendido las
leyes del acento, versificaban mejor que los copleros
de su misma edad, Figueroa y Berro, Magariños Cer-
vantes y Ramón de Santiago.
He escuchado decir muchos disparates. He escu-
chado hablar pestes del teatro de Echegaray y de la
prosa de Donoso Cortés. ¿Por algún geniazo? Por
DE LA LITERATURA URUGUAYA
371
aprendices que no sabían lo que es un tropo y que
ignoran aún el por qué no se dice fuertísimo, sino
fortísimo. ¡Así andan la crítica y las reputaciones!
i Mucho estudiar historia de la literatura para no dis-
tinguir, después de dos años de noches sin sueño,
el estilo poético de Quintana y el estilo poético de
Espronceda!
Copiemos algunos endecasílabos de Zorrilla de San
Martín :
1, 6 y 10. — Ráfagas de suspiros y de ideas.
4, 8 y 10. — Ensangrentado, desteñido y roto.
2, 6 y 10. — Sonó la redención de un continente.
3, 6 y 10. — El nefando tropel de los bridones.
2, 6 y 10. — Mezclado con la ronca carcajada.
3, 6 y 10. — Retorcían los árboles sus troncos.
2, 6 y 10. — Lo empuja por los senos del vacío.
3, 6 y 10. — En que agitan sus alas los amores.
2, 6 y 10. — Estallan en confusas vocerías.
3, 6 y 10. — Un ensanche de luz del horizonte.
2, 6 y 10. — Despierta temerosas resonancias.
3, 6 y 10. — La divina leyenda de sus padres.
2, 6 y 10. — Sus alas formaría la tormenta.
3, 6 y 10. — El bramido del tigre en el desierto.
2, 6 y 10, — Que ríes en la risa de las aguas.
3, 6 y 10. — Las sangrientas espadas abrevaron.
4, 6 y 10. — El encajar de piezas de armadura.
4, 6 y 10. — El apagado hogar de la esperanza.
I, 2, 3 y 10. — Yó vivo con la vida de tu estirpe.
I, 3, 6 y 10. — Cómo duermen los rayos en las nubes.
I, 3, 6 y 10. — Bajo el peso fatal de tu grandeza.
I, 4, 6 y 10. — Sobre el cristal de un lago reflejadas.
I, 4, 6 y 10. — Cómo en la lucha el himno de la gloria.
I, 4, 6 y 10. — Malas serpientes, negros cocodrilos.
I, 4, 6 y 10. — Yó lloraré la sangre que te mancha.
I, 4, 6 y 10. — Yó rodaré á tus pies ensangrentados.
372 HISTORIA CRÍTICA
I, 4, 6 y lo. — Miran con odio al indio de los bosques.
I, 4, 8 y 10. — Vuestro marchito corazón taladre.
1, 4, 8 y 10. — Mira hacia atrás, se reconcentra y llora.
I, 4, 8 y 10. — Vaga ilusión, que á otra ilusión imita.
I, 4, 8 y 10. — Cuándo murmuran palpitando apenas.
I, 4, 8 y lo. — Lumbre espirante que apagó la aurora.
I, 4, 8 y lo. — Aves de gloria cuyas alas fieras.
1, 4, 8 y 10. — Todo el fragor de las solemnes horas.
2, 4, 6 y 10. — Envuelto en luz mi espíritu navega.
2, 4, 8 y 10. — Envuelto en gasa desteñida y rota.
2, 4, 8 y 10. — Jamás la risa estremeció los labios.
2, 4, 8 y 10. — Las almas tristes y las almas solas.
2, 4, 8 y 10. — Canté las glorias de una patria libre.
2, 4, 8 y 10. — Gastáis el tiempo en ajustár los
[broches.
2, 4, 8 y 10. — De negra sangre que sus pasos marca.
2, 4, 8 y 10. — De un modo fijo, iluminado, intenso.
2, 4, 8 y 10. — De nuestros padres la tremenda sombra.
2, 4, 8 y lo. — Una hoja seca que miró al charrúa.
2, 6, 8 y 10. — Terror, adoración, reproche, ruego.
3, 6, 8 y 10. — En un grito de honor, eterno grito.
3, 6, 8 y 10. — Su evangelio de amor escrito en ellas.
1, 2, 6, 8 y 10. — Quién tiene corazón, la llama gloria.
I» 3» 6, 8 y 10. — Fueron glorias de horror; no fueron
[glorias
2, 3, 6, 8 y 10. — También tiene el dolor su amarga risa.
2, 4, 6, 8 y 10. — Y aquél girón de luz latió con vida.
2, 4, 5, 8 y 10. — Que nace aquí para volar al cielo.
Si á mí me disgustase la retórica, es muy posible
que no supiera que el movimiento musical del bordón
responde á otro movimiento que se llama movimiento
pindárico ó movimiento lírico. Entonces es seguro
que no podría manifestaros que el más lírico de los
poetas con cuyas citas os entretuve, es el autor de la
DE LA LITERATURA URUGUAYA 373
Leyenda Patria. Aun dando por admitido que lo en-
tendiese así y así lo declarase, me faltaría una base
científica para convenceros; en cambio que, por virtu-
des de los que me enseñaron en latín lo que no quieren
enseñar los maestros de ahora ni en lengua nativa,
puedo deciros que si comparáis las variaciones del mo-
vimiento acentuador de los versos de Zorrilla con el
movimiento poco cambiadizo de lo acentual en los
pies bordónicos de Berro y Ramón de Santiago, ha-
llaréis que Zorrilla los supera en impetuosidad, en
vehemencia, en pindárico empuje y en movimiento
lírico. De Santiago y Berro, leídos con severa escru-
pulosidad y en más de una composición, sólo me su-
ministran ocho ó diez variaciones, en tanto que Zo-
rrilla, leído al acaso, me dio más de veinte. Recordad
ahora, porque ya os lo dije, que las pausas y el tono,
que nacen del acento y se unen al acento con nudo
indestructible, traducen los estados del espíritu del
poeta, siendo sus cambios como cristales que retratan
las curvas del vuelo de la pasión. Recordad igual-
mente, porque también lo dije, que Aurelio Berro y
Ramón de Santiago tan sólo se sirven de las voces
acentuadas para aumentar la potencialidad de las esen-
ciales; pero no para hacer más elástica, batalladora
y múltiple la armonía. Zorrilla, no. Zorrilla empieza
á componer con vivacidad y sin método rítmico, pues
todos los acentos le satisfacen siempre que no violen
y no destruyan la ley de la cadencia. Su musa sólo
huye de lo anti - rítmico. Berro desdeña los acentos
potestativos, y Ramón de Santiago trata con exclu-
yente solicitud á los dominadores; pero para Zorrilla
no hay acento malo si la música queda en pie, y si
flota sobre la música un poco de misterio, de nube
platónica, de pasión velada. Si no fuera porque su
musa es algo simbolista, como todas las musas muy
374 HISTORIA CRÍTICA
espirituales y ensoñadoras, su modo de metrizar se
parecería al modo de metrizar, muy acentuado, que
tuvo Quintana. La índole suave de Aurelio Berro,
que no le impide tener muy alta inspiración, le mueve
á que se incline hacia la estructura cuya intensidad
máxima se encuentra siempre en las sílabas seis, es-
tructura que también prefería, según de la Barra, el
ilustre Cervantes. Zorrilla, sin buscarlo ni pretenderlo,
coloca hasta cinco acentuaciones en un solo bordón,
lo mismo ó casi lo mismo que Fernando de Herrera.
¿A quién sigue Berro? Sigue á Rio ja, partidario de
que la sílaba predominante sea la sílaba sexta del
bordón. Leed y medid los versos que compuso á la
reina de los jardines. Leed y medid su admirable y
bellísima epístola moral. ¿Cómo de la Barra no reparó
en esto, que ennoblece y magnifica la sencillez de la
primera estructura del endecasílabo? Zorrilla, aun-
que sabe sus clásicos, es más ardiente, mucho más
nervioso, más declamador, más amigo de las sonorida-
des, más inclinado á las grandilocuencias, y metrifica
con la variedad acentual que hallaréis en Cienfuegos.
Si yo supiese toda la retórica que sabía y que tengo
olvidada, costaríame poco haceros comprender que
medir una serie de versos, anotando sus pausas y su
acentuación, es más útil para poner en claro la índole
pasional del que la hizo, que saber el día en que el
ingenio que la compuso echó el primer diente. Es que
el primer diente lo echamos todos, y á casi todos nos
sale de la misma manera; pero los versos, hijos del
corazón, se acentúan al latir de la viscera más noble
de cada artífice. ¡ Si cada acento es como la costra
desprendida de alguna cicatriz que nos dejó el dolor,
ó como la pluma que sueltan las rémiges de un ideal
que sube magullado hacia el cielo! ¡Y lo mismo digo
de tu música, oh prosa, que también eres la revelatriz
DE LA LITERATURA URUGUAYA 375
de los ensoñares del alma que te moldea! ¡Procurad
saber, ahondando en sus sonidos, si la gaita ríe ó si
la gaita llora, los que sabéis como vivió Cervantes y
no sabéis lo que Cervantes dio de sí al espíritu ro-
mancesco de su Quijote!
III
Todo lo que digamos con referencia al acento y
las pausas, siempre nos sabrá á poco. Su buen empleo
hace lucentísima la dicción poética, aunque los vo-
cablos de que esté formada sean todos ellos de vulgar
estirpe. El vocablo se ennoblece por la posición que
ocupa en el verso; pero la nobleza del verso no es
hija de la nobleza de sus vocablos, sino de las emo-
ciones y de los apetitos que los acentos, las pausas
y los vocablos dejan traslucir ó logran expresar. Lo
mismo acontece con la prosa, que también es á modo
de órgano de iglesia en que cantan los diáconos de
nuestro espíritu, y aunque las reglas de su rítmica
acentuación no sean tan claras y sean más' movibles
que las del verso, hay entre ellas vínculos no hallados
aún, porque cantables son todos los idiomas humanos,
y porque uno, sin duda, de los más cantables, de los
más sonorosos, de los más flexibles y de los más fa-
vorecidos por el acento, es el idioma en que resonará
nuestra palabra última. A veces, una pausa completa
la armonía; á veces, una pausa deja entrever lo que
no somos osados á decir; á veces, una pausa da más
fuerza al dolor; y á veces, una pausa nos incita á
soñar, como una voz, colocada allí donde es fuerza
que esté, da claridades, tono, energía ó dulzura al
concepto. Es preciso, entonces, que el estilista ma-
neje los párrafos y que el poeta maneje el bordón
376 HISTORIA CRÍTICA
sin esclavitud y con autoridad, adquiriendo la cos-
tumbre de no dejarse conducir por la frase ó el verso,
sino de conducir á la frase y al verso con arreglo á
los estatutos de la armonía, la galanura y la preci-
sión. La rima es un útil para llegar al fin que nos
proponemos, pero no es el fin á que tiende el que se
sirve del arte de rimar, como la prosa, bien burilada,^
da brillo al pensamiento, pero no puede proveerse ni
ataviarse con un pensamiento, si la prosa de que ha-
blo es hueca y vacía. Es necesario, pues, que el que
rima y el prosador eduquen á su verso y á su decir
para que obedezcan con amoroso afán al lapidario
que los trabaja, sin consentir que la prosa y la rima
nos tiranicen á pretexto de que adquieren hermosura
y donaire campando á sus anchas. Fuera inoficioso,
después de lo hablado, empeñarse en probar que nues-
tra soberanía sobre las voces no es absoluta, y que el
útil ejerce un influjo benigno sobre el trabajador
que sabe moverlo, porque bien claro está que no puede
ni debe prescindirse de la naturaleza musical y pen-
sante de las voces y de los giros que utilizamos. Un
sentir muy profundo cabalgando sobre un estilo po-
bre, nos obliga á que pensemos en Don Quijote puesto
sobre los lomos de Clavileño, como un estilo magni-
fícente, falto de ideas, se nos antoja, á pesar de la
pedrería de su envoltura, uno de aquellos cadáveres
que se mueven y hablan en El Burlador de Tirso de
Molina.
Cuidad la idea y cuidad la dicción. Cuidad el ritmo
y cuidad el sentir. Sentir y ritmo nunca van sepa-
rados. Es un matrimonio físico y espiritual, sin po-
sible divorcio de cuerpos, y sin posible separación
de bienes. Creo inútil deciros, porque ya Marroquín
lo ha hecho, que el verso con dos hiatos, ó con un
hiato y una sinalefa, no será verso nunca. Creo inútil
DE LA LITERATURA URUGUAYA 377
deciros, porque también ya Marroquín lo ha hecho,
que cuando la sinalefa se halla formada por una vocal
fuerte y coincide con una vocal de acento caracterís-
tico, el bordón no es bordón ni cosa que lo valga. Creo
inútil deciros, porque ya también Marroquín lo ha
hecho, que entre la última palabra de un verso y la
primera palabra del verso siguiente el hiato es lógico
y natural, y, por natural y lógico, imperceptible, lo
que no ocurre ni puede ocurrir con la sinalefa, desde
que cada verso forma una parte autónoma é indepen-
diente dentro del todo de la composición. En los ver-
sos, como en las democracias federativas, hay leyes
nacionales y leyes de zona. Cada verso es una provin-
cia que reina en lo propio, siempre que no viole las^
cláusulas del pacto y siempre que no abuse, con per-
juicio de la nación, de su muy respetable poder re-
gional. Y Marroquín está en lo cierto, muy en lo
cierto, cuando nos dice que "sólo en los versos octo-
sílabos es permitido emplear indistintamente rimas
agudas, graves y esdrújulas", pues si "en una estrofa
de versos no octosílabos hay algunos finales agudos,
debe haberlos en todos los bordones de la misma com-
posición." Y también Marroquín acierta cuando esta-
tuye que "en una composición, que no sea en octosí-
labos, suenan generalmente mal dos consonantes con-
tinuos ó apareados"; como también Marroquín es
digno de creerse, cuando asegura que "es insufrible
una estrofa que empiece con versos rimados y termine
con versos libres, asonantes ó sueltos." — El verso es
música, y, como la música, está basado en leyes de
acorde, de cadencia, de melodía ó de orquestación.
La mayor parte de los poetas, por abuso dé novedad,
suelen proceder como caldereros, pues no es posible
que sus oídos encuentren gratas ciertas combinaciones
de que hacen uso y que la prosa más discordante re-
378 HISTORIA CRITICA
chazaría. Como no faltan mostrencos que adulan todo
lo novedoso, por temor de que los tilden de retarda-
tarios, los que á esas discordancias deben su título
de originales, han dado en creer que así rejuvenecen
la métrica antigua. Son esos los que maldicen de la
retórica, — que no les sirvió para sobresalir, porque
la retórica no da ingenio al que no lo tiene, — ima-
ginando con insensatez que la opinión de la mostren-
quería que los adula es un anticipo de las sanciones
de la posteridad. Rubén Darío tiene mucho talento,
y puede hacer de la retórica lo que le plazca en per-
juicio propio y no de la retórica, que no se debi-
lita con esas libertades de la ingeniosidad ; pero no
todos somos Rubén Darío, del que es muy posible que
sólo sobreviva lo más ingenuo, lo más inspirado, lo
verdaderamente sentido, y lo que tiene menos carácter
de extrañeza. Es indiscutible que á nuevos ideales co-
rresponden nuevas fórmulas de expresión: es indis-
cutible que una musa dantesca ó shakesperiana ne-
cesita crearse un órgano que esté en armonía con su
inmensidad; es indiscutible que lo viejo no es siem-
pre lo más hermoso, y que hasta lo hermoso es sus-
ceptible de adquirir mayor hermosura. Venga en buen
hora el renovador, lo esperamos con ansia todos los
creyentes de las excelsitudes de lo venidero, y nin-
guno tendrá la osadía de cerrarle el paso ; pero venga
sin querer vendernos á las lechuzas como ruiseñores
de canto fino, sin pedirle al francés lo que el francés
ya se hastió de usar, sin agredir al genio musicalí-
simo de la lengua hispana, sangre de nuestra sangre
por lo bien que traduce con magnificencia la gran
ardentía de nuestros quereres y nuestra siempre ro-
mancesca sed de ideal. Renuévense las voces y el
ritmo, renuévense en buen hora cuanto se quiera;
pero para sustituirlos con voces más altas y sonidos
DE LA LITERATURA URUGUAYA 379
más músicos, con algo superior á las superioridades
de la dicción de hoy día. ¡ Af eminamientos ! ¡Discor-
dancias ! ¡ Morbosidad de ideas ! ¡ Timbres pedidos
como limosna y préstamo á los extraños ! ¡ Inspiracio-
nes buscadas en la farmacopea que no puede venderse
á la luz del día! ¡Eso no es renovar! ¡Eso no es un
rejuvenecimiento ! ¡ Eso no vale tanto como lo que
aún pueden dar de sí los ritmos vetustos, cuando los
toca la mano bendecida de la inspiración sana!
La lengua pone de manifiesto los caracteres virtuo-
sos de la estirpe. La estirpe es franca, y la lengua
gusta de la claridad ; la estirpe tiene mucha hidalguía,
y la lengua tiene singular nobleza; la estirpe se com-
place con lo elocuente, y la lengua es sonora, viril,
dada á lo translaticio y musicalísima como no lo fue-
ron ni los mismos idiomas que la engendraron. El in-
novador, que no sepa esto, nada innovará, porque
mientras el carácter de la estirpe sea, el verbo de la
estirpe ha de traducir sus condiciones merecedoras
de duración y elogio. Observad nuestro idioma. Tiende
á la alteza, á la luz, á manifestar sus sentires y sus
pensares sin hipocresía. La sílaba acentuada,' en prosa
y en verso, dirige las modulaciones todas de la voz.
Esa sílaba no puede confundirse con otra alguna, por-
que ninguna otra la iguala en agudez, como no nece-
sita comerse á las demás para sobresalir. El britano,
con su abuso de monosílabos, y el francés, con su
abuso de voces altas, y el alemán, con su abuso de
voces compuestas, pueden avenirse con la confusión,
que es obscuridad, por poco que se esfuercen. Nuestro
idioma, no. En nuestro idioma hay una sílaba que
guía y manda; pero todas las sílabas se prenuncian
y ninguna sílaba abdica de la honra de su persona-
lidad, por humilde que sean su oficio y su clase. El
acento es el índice que nos señala la fuerza, el tiempo
38o HISTORIA CRÍTICA
y la entonación de cada vocal, que refluyen y dan
relieve á las consonantes que la acompañan. Benot
explica esto de admirable modo. La vocal es la re-
gidora. Las consonantes se dejan dirigir. Hasta el
hiato, que á mí no me gusta, y hasta la diéresis,
que no me llena, son testimonios de la gran impor-
tancia de las vocales. Es que, como Benot dice, las
armónicas de cada vocal son particularmente vigo-
rosas y perceptibles. Sin embargo, el sonido de las
vocales se modifica por el mayor ó menor número
de las articulaciones ó consonantes de que las rodea-
mos en la sílaba que presiden, como se modifica por
la potestad del acento y del tono. De aquí que el poeta
deba saber que la a es más dominante, más armónica-
mente vigorosa, que la e y que la o, como la o es de
mayor dominio y de mayor fuerza que la e más fuerte.
La i y la « sólo presiden cuando están aisladas, obe-
deciendo á las otras tres cuando se vinculan algunas
de ellas para formar diptongo, y haciéndose mayor
la autoridad reguladora de las vocales cuando el
acento redobla su brío y hace más perceptible el pa-
pel que ejerce en la escala de la armonía. De esto se
deduce que, como al metrizar no puede prescindirse
del poder del acento de las vocales, un endecasílabo
acentuado en quinta y en sexta, no es endecasílabo,
si la vocal acentuada en la sílaba quinta es más do-
minadora que la vocal por que está conducida la sílaba
siguiente. Entonces para salvar el exceso de dominio
de la primera y corregir lo inarmónico del bordón,
intervienen el tono y la pausa, poniendo de realce el
poder que por la posición le corresponde al acento
de la sílaba sexta.
i.o Un tirano vil dá leyes al pueblo
2.0 Un tirano dá vil leyes al pueblo.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 381
En los dos casos el bordón es irritante y defectuoso.
¿Por qué? Porque, en el primero de ellos, la agudez
de la sílaba quinta nos obliga á una pausa que no es
de cadencia. La pausa ordenada y musical corresponde
á la sexta, para que suene bien el bordón entero. El
acento y el ritmo nos ordenan suprimir la pausa de
la quinta ó nos imponen la prolongación del timbre
de la voz siguiente más de lo debido:
i.o Un tirano vil — dá — leyes al pueblo.
2.0 Un tirano vildá — leyes al pueblo.
3.0 Un tirano dará — leyes al pueblo.
La segunda manera de pronunciar, que mata el sen-
tido, es la que está más de acuerdo con el componer.
¿Qué pasa con el segundo caso?
Pasa que no es verso aceptable, sino verso muy
malo; pero pasa también que puede convertirse en un
verso hermoso por las virtudes de la cesura y de la
entonación.
i.o Un tirano vildá leyes al pueblo.
2.0 Un tirano davíl leyes al pueblo.
3.0 Un tirano dá — ¡vil! — leyes al pueblo.
Vemos, pues, que en la estructura endecasílaba de
la sexta acentuada, el acento anti - rítmico del quinto
bordón puede corregirse por la potestad de las pau-
sas y el tono. La técnica no es, por lo tanto, una cosa
tan estéril como nos dicen sus detractores, puesto
que nos permite salvar un error, sin suprimir palabras
y dando más relieve al pensamiento exteriorizado.
Espero que el lector se dará cuenta de que no predico
el respeto á las antiguallas insostenibles, y sí el res-
peto á las reglas benefactoras. Creo, con Hermosilla,
que muchas de las que se llaman reglas de arte, "no
382 HISTORIA CRÍTICA
Han sido establecidas en esta ó en aquella época por
tal ó cual individuo de la especie humana, en cuyo
caso podían ser falsas y estar sujetas á caprichosas
variaciones; sino que son principios eternos y de
eterna verdad, fundados en la naturaleza misma de
aquellas cosas que son objeto de las artes, y de con-
siguiente tan inmutables como la naturaleza." — ¿Qué
es el verso? ¿Es idea? ¿Es sensibilidad? ¿Es armo-
nía? Pues todo lo que contraríe las leyes de la idea^^
de la sensibilidad y de la armonía no cabe en el bor-
dón. Combinar sones para producir una disonancia
desagradable, se me antoja una impertinente maja-
dería. Decir lo que pienso, de un modo tan confuso
ó alambicado que necesite intérpretes espirituales la
idea que trasmito, se me antoja que es jugar con el
público y ultrajar á la idea que se me mostró clara á
la luz resplandecedora de su hermosura. Buscar lo
que de perverso, de morboso, de reprochable, de per-
turbado ruge en los atavismos de mi personalidad
para ofrecérselo á mis lectores como si fuese deliciosa
ambrosía, no es labor que me plazca, porque sé que
el respeto que me debo á mí mismo, aparte del res-
peto que los otros me merecen, me obliga á cuidar de la
higiene de mi alma como cuido la higiene de mi en-
carnadura, porque si es malo que el cuerpo huela á
sudor, es más malo que el alma transpire innobleza.
Por estas razones, todas las leyes literarias que estén
de acuerdo con lo preceptuado por las leyes mejora-
doras de la sensibilidad, la idea y la armonía, se me
figuran código del que no debo quejarme ni salirme,
porque no es culpa de esas leyes, sino de mi ingenio,
si no logro subir á la cumbre de la montaña que som-
brean y adornan los lauros tentadores de la celebridad.
Por eso, juro y vuelvo á jurar que Hermosilla no es
un pedante cuando nos dice que las poesías líricas
DE LA LITERATURA URUGUAYA 383
deben ser inspiradas por aquella situación y aquellos
objetos que hagan verosímiles y naturales los raptos
entusiastas que las caracterizan, siendo lo más sonoras
y cantantes que puedan ser dentro de la índole del
idioma. El sentir noble, el pensamiento sólido, la ex-
presión propia y el ritmo fácil, ¿desde cuándo son
crímenes? Son principios eternos, por las libres deci-
siones de la razón sana, pues principios serían aun-
que los retóricos no lo dijeran y aunque todos los téc-
nicos dijeran lo contrario. Agregad, ahora, que para
que un principio se lleve á la práctica es forzoso que
el que lo practica conozca el principio, porque ningún
indocto, por ingenio que tenga, puede versificar con
arte, puesto que se le escapa la ley de los acentos,
como ningún indocto escribirá una página de prosa
que dure, puesto que desconoce hasta las reglas de la
colocación de los adjetivos. El pensamiento necesita
ciencia y filosofía; el sentir, ocasión favorable y cul-
tura educacional; el verso, métrica, y la prosa, gra-
mática. Fuera de lo que exige el arte de sentir, todo
lo demás se aprende en los libros, y aun el sentir se
hace mucho más hondo cuanto más se lee lo que sin-
tieron los excepcionales, los escogidos, los apasiona-
damente enamorados de lo ideal !
¿Qué hace la crítica de impresión? Lo mismo que
la crítica con base literaria. Juzga una obra y deduce
su mérito. Brunetiére se ríe, y hace perfectamente,
de "cette affectation de prétendre ne pas juger quand
en effet on juge". No son impresiones, sino juicios,
lo que la crítica impresionista le ofrece al público. Es
más: compara y distribuye premios, con arreglo á
sus gustos y á sus lecturas. Es más aun : los discierne
como juez inflexible y soberano. Y bien, siendo esto
así, ¿cuál de las dos críticas es preferible, ya que la
crítica nunca dejará de ser? ¿La crítica que sabe &
384 HISTORIA CRÍTICA
la que ignora? A mí no me ofende el que me digan
<iue he faltado á una regla, que se deduce de un prin-
cipio eterno; pero no me place que una ignorancia, y
á veces un fracasado, me clasifique y me catalogue
con arreglo á los caprichos ó á las envidias de su im-
presión. No me basta la razón de un señor, que mu-
chas veces no es razonable, para convencerme de mi
ineptitud; pero, en cambio, cuando me citan una ley
de ritmo ó de sentir, que tiene carácter universal;
cuando me prueban científicamente que falté á la ar-
monía ó que desconocí un precepto psicológico bien
demostrado, busco una revancha en los mejoramientos
que tendrá mi obra nueva. La crítica de impresión
no es nada más que petulante orgullo, porque con-
vierte su sentir en regla, dando á esa regla el carácter
de autoridad que sólo tienen las aceptadas por el in-
genio en el educador correr de los siglos. Un hombre
no es una ley. La ley necesita del consenso de muchas
voluntades para imponerse en la práctica de la vida
y en la práctica de la literatura.
La ley del acento es una ley lógica, experimentada
y que tiene la sanción de muchas generaciones. Todo
ritmo nuevo, que suene bien, no será sino una variante
de nuestros ritmos, es decir, de los ritmos bisilábicos
y trisilábicos que ya conocemos. Todo nuevo bordón,
que nos satisfaga, no será sino una variante de nues-
tros bordones, porque éstos no pueden pasar de diez
y seis sílabas, si pretendemos que el oído aprecie sus
consonancias ó su rima imperfecta. Si lo esencial, en
el acento, no puede modificarse, y si el bordón meló-
dico no puede extenderse, todo ritmo nuevo ¿qué será
sino la resultancia de las combinaciones de los ritmos
que ya poseemos ó de la combinación de los pies bor-
dónicos con que ya contamos? Desde que la base de
nuestro metrificar se halla en las series bisilábicas
DE LA LITERATURA URUGUAYA 385
y trisilábicas; desde que aquéllas no pueden tener
sino un acento yámbico ó troqueo, como las trisilábicas
no pueden tener sino un acento agudo, grave ó es-
drújulo, es decir, anapéstico, dactilico y anfibraico,
¿qué sucederá con las innovaciones? Que todas y
cada una de ellas podrán subdividirse en pies ó ver-
sos de dos y tres sílabas, obedientes á la misma ley
acentual porque se rigen los númenes de ahora. Hay
más todavía. Hay, que sino nos barbarizamos, si el
espíritu no da un salto atrás, si el mundo sigue su
marcha hacia la luz, como nuestra música no puede
ser música de hotentotes, nuestra música será siempre
dulce al oído y huirá de las disonancias desagrada-
bles, no aceptando que en el bordón haya choques de
acentos que maten su cadencia, como la pintura no
aceptará jamás un choque de matices que dañe á los
ojos. Siendo esto así, la ley fundamental del ritmo
de todos los combinados posibles y durables en nues-
tro idioma, será la misma ley fundamental por que se
guían los ritmos de hoy, deduciéndose, en consecuen-
cia, que todos los estados de alma se pueden mani-
festar exquisita y maravillosamente con los ritmos y
con las series de la métrica actual, que serán, por mu-
cho que el artificio los desfigure, los ritmos y las se-
ries de la métrica futura. ¡ Es un juego de niños, con
que á veces se disfraza la vaciedad de ideas, como
€ran un juego de niños las trivialidades en forma de
jarra y de cruz de don Francisco Acuña de Figueroa!
No es que no tenga oído, el que rechaza una con-
sonancia aguda en medio de muchas consonancias gra-
ves. Es que tiene el oído educado. ¿Queréis una
prueba imposible de contestar? Tomad á un niño, á
un bruto, á un hombre si ninguna educación estética,
leedle esos versos y os convenceréis de que á su in-
cultura no le chocan ni las cacofonías más desespe-
25. — III.
3S6 HISTORIA CRITICA
rantes ni las disonancias más desapacibles. Pretender
que el bordón las acepte, es pretender que el bordón
se desarrolle de un modo regresivo. ¡ Ni siquiera como
los cangrejos, porque éstos andan de lado, pero no
para atrás! ¿A qué volver al tiempo, de idioma balbu-
ciente y oído como piedra, en que se escribió el
Poema del Cid? Casi todas las innovaciones son re-
gresiones, como los versos endecasílabos, con dacti-
licas cláusulas, que Darío colocó en los portales de
un libro de Rueda.
Volviendo á los acentos cabe decir que, siempre
que los supernumerarios no tengan más poder que
los constituyentes, el bordón de once sílabas será
cadencioso. Sea cual fuere su contextura, mientras
resalten los acentos característicos por su intensidad
máxima, podréis colocar los supernumerarios sobre
todas las demás sílabas del bordón. ¿Aún en las que
de la Barra llamó anti-rítmicas? Sí; hasta en la quinta
si el bordón lleva su acento capital en la seis, y hasta
en la tercera ó séptima si el bordón lleva sus acentos
predominantes en las sílabas cuarta y octava. Esto
puede hacerse sin que la música quede mal parada,
cuando la vocal de la sílaba ó sílabas caracterizadoras
es superior en fuerza, en tiempo y en tono á todas las
vocales que el verso contiene. Es claro que se enga-
ñaría, en perjuicio propio, quien transformase la ex-
cepción en regla general, colocando siempre los acen-
tos supernumerarios en abierta pugna con las sílabas
de intensidad máxima. Ese juego no puede hacerse
aunque se tenga el oído por demás experto, sin incu-
rrir en imperfecciones perturbadoras de la cadencia.
Hay un juez de primera instancia: el oído. Cuando
el oído no acepta un acorde, se recurre á -la regla, que
es el juez supremo, examinando si la sílaba tónica y
caracterizante tiene el poder, la cantidad y la ento-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 387
nación que su oficio reclama. Todo esto es fácil, su-
mamente fácil, y una vez aprendido, jamás se olvida.
La práctica refuerza lo que nos dio el estudio; la
práctica alarga nuestro saber en cosas de cesura y en
cosas de timbre; la práctica nos afina el gusto y nos
permite variar, con buen resultado, las combinaciones
orquestales de la estrofa ó endecha; y un día, cuando
la vejez nos roba los cabellos y nos roba el numen,
podemos afirmar que no nos pesa lo que hemos apren-
dido y hemos practicado, porque á la práctica y al
estudio se deben las victorias, grandes ó humildes,
que el ingenio jamás hubiera podido conseguir sin es-
tas dos rémiges y estos dos apoyos. ESTUDIAD,
PRODUCID. No os pesen las noches que paséis so-
bre el libro, ni los angustiosos afanes del crear. Ellos
serán la honra de vuestro crepúsculo vespertino, por-
que ellos serán la prueba indestructible de que habéis
aceptado valientemente la parte de solidaridad que á
todos nos toca en la labor sin fin del progreso hu-
mano.
No faltará quien crea que todo esto nada tiene que
ver con nuestra literatura. Cuestión de ' opiniones.
Taine, al historiar las letras británicas, dedica muchos
párrafos al estudio de la filosofía del arte. Hace bien.
Lo particular debe servirnos para establecer conclu-
siones aleccionadoras de índole general. Por otra
parte, yo no soy chino, soy uruguayo, y me interesa mu-
cho que los futuros númenes de mi patria encuentren
muy esparcidas las nociones fundamentales del buen
escribir. Un público educado es una garantía para el
escritor, que prefiere el aplauso justiciero de la turba
anónima á la fanática aclamación de las capillas lili-
putienses. Estas capillas, por lo general, no son sino
sociedades de elogio mutuo en las que se refugian los
fracasados, como aquellos salones de demi-mundanas
388 HISTORIA CRÍTICA
que pintó en una de sus comedias Alejandro Dumas.
Volviendo á los versos, os diré que hay bordones
que apenas se utilizan en nuestro idioma y que nues-
tros poetas no emplearon jamás. Son los de nueve,
trece y quince sílabas. El primero es cantable, muy
cantable, tan cantable que resulta monótono cuando
se halla formado por series dactilicas ó anapésticas
puras. Generalmente es por series esdrujuladas que
se le compone, más por costumbre que por convicción,
pues es indudable que resulta mucho más melodioso
cuando se halla constituido por pies anf ibraicos. —
Los esdrujulados, que no siempre se me antojan so-
noros, tienen sus acentuaciones características en las
sílabas primera, cuarta y octava.
Pon en sus — báquicas — imágenes
1 4 8
Todas tus — púrpuras, rosal.
1 4 8
El verso de que trato admite también el giro ana-
péstico, siendo entonces más duro que en el caso an-
terior, acentuándose esta segunda estructura en sus
sílabas tres, seis y ocho.
El dosel — del ombú — que quema
3 6 8
El febril — relumbrar — del sol.
3 6 8
El eneasílabo más musical, el más flexible, aquel
cuyos acentos tienen una tonalidad más suave, es el
que se compone de tres anfíbracos ó de dos anfíbracos
y un yambo. Se acusa y moteja, al eneasílabo de esta
estructura, de ser sencillamente un verso de alianza
y sin carácter propio. Es indiscutible que tiene me-
nos personalidad que los ya citados; pero es indiscu-
tible que los ya citados tampoco son puros, como des-
pués veremos. En cambio el bordón de nueve sílabas
DE LA LITERATURA URUGUAYA 389
de movimiento anfíbraco, ó de cláusulas trisilábicas
graves, es dulce al oído y de una relativa flexibilidad.
Gozoso — tu gloria — triunfante,
2 5 8
Bandera — sin mancha, — canté.
2 5 8
Si las acentuaciones de las sílabas cuarta y séptima
actúan en contra del buen sonar de esta estructura,
pueden considerarse como de libre elección, — por
licencia que amengüe la monotonía, — todas las acen-
tuaciones de la primera cláusula del verso.
Cardenal que vuelves cantando
3 5 8
Al nido que cimbra el ombú.
2 5 8
En sus tres formas típicas, el eneasílabo es un verso
compuesto de pie quebrado.
i.a forma: Versos de cinco y de tres sílabas.
Pon en sus báquicas
Imágenes,
Todas tus púrpuras.
Rosal.
2.a forma: Versos eptasílabos agudos y pie quebrado
de tres medidas.
El dosel del ombú,
Que quema
El febril relumbrar
Del sol.
3.a forma: Un verso dodecasílabo de acorde anfi-
braico y un verso de seis sílabas con final agudo.
Gozoso tu gloria, — bandera sin mancha,
15 8 11
Triunfante canté.
390 HISTORIA CRÍTICA
3.a forma en su segunda estructura: Un verso bi-
rítmico de doce sílabas y otro verso de seis. El de
doce está constituido por dos anaspestos y dos anfí-
bracos. El de seis por una cláusula yámbica en pos
de otra anapéstica.
Cardenal — que cantan - do vuelves — al nido
-¿ 6 8 10
Que cimbra el — ombú.
2 2
Don José Zorrilla, que metrizó en todas las estruc-
turas de verso español, tuvo preferencia por la ter-
cera de las combinaciones acentuales que señalo. Ved
estos versos suyos:
Y espacios — inmensos — cruzando,
2 5 8
Y atrás á — la tierra — dejando,
2 5 8
Los valles — de sombra — saltando
2 5 8
Que cercan — el mundo — mortal.
2 5 8
Pocos son los poetas españoles que han acertado con
esta acentuación del verso de nueve sílabas. Zorrilla
dio con ella, porque aquel admirable poeta era, tam-
bién, un admirable versificador. Creía en las virtudes
de la forma y en la indecible plasticidad de nuestro
lenguaje. Don Tomás de Iriarte, que era un afrance-
sado, hizo pedruzcos en vez de eneasílabos. Ténganlo
presente los que no se preocupan de amoldar sus can-
tares al genio del idioma.
Si querer entender de todo
3 8
Es ridicula pretensión,
3 8
Servir sólo para una cosa
3 8
Suele ser falta no menor.
3 8
DE LA LITERATURA URUGUAYA 391
Iriarte no tuvo en cuenta la ley de los acentos. No
vio que era una acentuación obstruccionista la de la
cuarta del último verso, porque el timbre de la a acen-
tuada es más vigoroso que el de la o característica.
En el verso penúltimo para que sea anapéstico el
compás, sería preciso cargar el acento sobre la sílaba
final de la palabra para, pues la u, que se une á esa
sílaba por sinalefa, no tiene bastante tonalidad aguda
para absorber del todo á la a. El que lo dude puede
leer cualquier tratado que se relacione con la acús-
tica de las vocales. En el verso anterior, en el tercero,
hay que darle un doble acento á la cláusula trisilábica
con que finaliza, para que sea anapéstico el bordón,
lo que no admiten ni la prosodia ni el espíritu de la
lengua. Ya de por sí los prefijos carecen de acento, y
lo pierden del todo, dado que lo tuvieran, al unirse
á una palabra de significación propia.
¿Por qué no acertó en esto la técnica de Iriarte?
Porque, para acertar, debió necesariamente tener en
cuenta que los versos formados por series trisilábicas
son versos de invariable acorde y acentuación fija.
Para darle variedad al verso de nueve, á pesar de que
es más melódico que de armonía, no debe dividírsele
en cláusulas trisilábicas, porque esas cláusulas son
inflexibles en el acentuar. Una vez compuesto por se-
ries trisilábicas, no basta una acentuación de seguri-
dad mediocre y validez dudosa, para caracterizar y
hacer cadencioso al eneasílabo. Una combinación
nueva, ó de muy poco uso, debe ser una combinación
lo suficientemente musical é especificadora para se-
ducirnos y para no confundirse con otra alguna. El
sólo acento en tercera, á mucha distancia del acento
imperioso, no tiene el poder que se necesita para in-
dividualizar y para seducir. ¿Preguntaréis, sin duda,
por qué se ha creído que este bordón debe dividirse
392 HISTORIA CRÍTICA
en seríes trisilábicas? Por una simple cuestión de
aritmética, que es igualmente una simple cuestión de
buen sentido. El número nueve es múltiple de tres.
El tres cabe tres veces en el nueve. Bastaba, entonces,,
para encontrar el número de acentuaciones rítmicas,
dividir el número de sílabas del bordón en tres series
iguales. ¿No se hace así con el verso de doce sílabas,,
á pesar de que el verso de doce sílabas puede consti-
tuirse, si se quisiera, todo con troqueos? Había, ade-
más, otra poderosa razón. Es sabido, como dice de
la Barra, "que el ritmo se impone con más energía
á medida que crecen sus compases". El acento de las
series de tres sílabas, único que permite dividir en
cláusulas iguales al verso de nueve, se marca con más
fuerza que el acento de las series bisilábicas. Se vio,
entonces, que era cuestión de música, lo que parecía
cuestión de aritmética. Pensóse, también, que si se di-
vidía por dos el eneasílabo, para constituirlo con tro-
queos ó yambos, quedaría una de sus sílabas en aban-
dono, sin otra ventaja que disminuir los vigores del
ritmo. Y digo que todo esto debió pensarse, porque
pensar así era lo lógico y lo natural, sin que yo ase-
gure que esto se pensara, pues ninguna poética, de
las que yo conozco, se preocupa de estudiar el enea-
sílabo, del que todos los tratadistas hablan con acri-
tud y profundo desdén. Por entender mal ciertas pe-
queneces no acertó con la música del eneasílabo don
Tomás de Iriarte.
Es claro, que, sin eso de las pequeneces, hasta mi
cocinera podría metrizar. Se aspira á eso. Eso es lo
que se busca. Bajo la sombra de algunos poetas de
vuelo altísimo, que están avariciosos de nuevas armo-
nías, avanzan los vándalos del lenguaje para saquear,
á su entera satisfacción, la ciudad santísima del
idioma. Suprimir los acentos en los versos armónicos;
DE LA LITERATURA URUGUAYA 393
descuartizar las cláusulas fundamentales en los de
melodía; desentenderse de la cesura; rimar llanos y
agudos á su capricho; poner en las estancias, sin ley
ni método, bordones de tres números y bordones de
quince, con cadencia contraria y antinatural, ¡qué
mayor gloria para los que no quieren tomarse el tra-
bajo de estudiar las reglas ! ¡ Así rimaremos todos,
como nos plazca, y no habrá jerarquías! ¡Es la revo-
lución de la inutilidad y de la no sapiencia! ¡Así
pasarán por la flor y nata de los ingenios, los que con
más aridez violen el código del bien decir y los pos-
tulados del sentido común! — ¿Van comprendiendo,
mis lectores, al fin, por qué dedico uno de estos volú-
menes al estudio del arte de la forma? Confío en que
se dan cuenta de mi intención, que es sana y que de-
fiende al numen verdadero, al numen sinceramente
enamorado de la hermosura, y al numen que no ol-
vida que hasta el virgiliano laúd respetó las leyes
encontradas por la musa de Homero.
Puede y debe innovarse, cuando se remoza con ven-
taja, con saber y buen gusto. No puede innovarse
cuando no se tienen las condiciones y los conocimien-
tos que dan cordura y vida verdadera á la innovación.
Puede innovarse cuando no se destruye ni por excen-
tricidad ni por necio orgullo, sino porque se busca
un ánfora nueva para un vino nuevo. De ahí que no
todas las innovaciones sean pecaminosas, porque las
hay muy dignas de ser aceptadas, aunque sufra y se
encone el dogmatismo burdo. No me refiero á esas.
Como ya veréis, si no canso al editor y al público, ante
esas me inclino con reverente delectación. Lo que no
acepto es lo que el espíritu del idioma tampoco
acepta; lo que no acepto es que se pugne por con-
vertir al coro de las liras de mi tieri:a en una banda
de músicos hotentotes; lo que no acepto es lo que va
394 HISTORIA CRITICA
contra todos los estatutos de la cadencia y de la fi-
siología del oído humano; lo que no acepto es lo que
el porvenir, por benigno que sea, tampoco aceptará;
lo que no acepto es que con mentidas promesas de
perfección, se anulen las conquistas que alcanzó el
lenguaje de nuestra estirpe al través de los siglos; lo
que no acepto es que se eduque á la juventud en el
amor de las disonancias que envenenan el gusto. Eso
es lo único que no acepto. Eso es lo solo que combatiré
siempre. Eso es lo que me obliga á puntualizar, para
que el lector pueda razonar mis reproches, cuántas y
cuáles son las ordenanzas métricas y del decir escrito,
que la higiene del idioma y de la calología, de la acús-
tica y de la belleza inmortal, no permitirá nunca que se
deroguen con artificios de carácter morboso. Si esto es
un crimen, yo cargo con todas las responsabilidades del
crimen ese, afirmando que, — POR LEY DE NA-
TURALEZA, COMPROBADA POR TODOS LOS
EXPERIMENTOS DE LA FÍSICA SOBRE EL
SONIDO, Y SOBRE LA LUZ, Y SOBRE EL CO-
LOR,— todos los bordones de melodía tienen un
ritmo estable, como tienen una acentuación sinfónica
especial todos los bordones armónicos.
Ni Darío ni Unamuno han sido leales con Delmira
Agustini. Ésta tiene estro lírico, fuerza imaginativa,
valer poético. Yo también aplaudo, reconozco sus cua-
lidades y no soy de los que esconden su admiración,
aunque, por causas de carácter complejo, no sea par-
tidario de que las mujeres le arrojen al público los
pedazos de su alma encandecida. Para mí, retrógrado
empecinado, las mujeres son como las violetas: flo-
res de sombra. Eso no significa desconocer que hay
damas con mucho talento. Mi madre lo tuvo. Perfec-
tamente; pero, ¿por qué no le han dicho los dos maes-
tros á esa maestra en el arte de traducir las emocio-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 395
nes apasionadas de su juventud, que cuando, en una
composición dividida en estrofas, predominan y pre-
valecen casi en absoluto las rimas graves, es un pis-
toletazo, en pleno pecho de la armonía, el uso de dos
consonancias agudas? Esa vagancia de dos agudos,
perdidos en una procesión de finales llanos, es hí-
brida, es absurda, es antimusical, es un sonido per-
turbador y discordante en el conjunto orquestal de
las, voces rimadas. Y no lo es porque yo lo diga, no
lo es porque á mí me lo parezca, no lo es por el ca-
pricho de ningún retórico, no lo es por ningún texto
de vetustidad clásica, y no lo es por ninguna ley de
inveterado uso. Lo es, sí, por una ley; pero no por
una ley de carácter literario, expuesta á las acciones
y reacciones de la voluble moda. Lo es, sí, por una
ley; pero por una ley superior, indiscutible, compro-
bada, imperiosa, de CARÁCTER CIENTÍFICO.
¿Necesitáis más? ¿Me pedís que os lo pruebe? ¿No
os basta mi afirmación? Sea. Conversemos.
Si agitáis el aire, el aire vibra, ondula, entra en
movimiento.
El resultado de esas vibraciones, de esa ondulación,
de ese movimiento molecular, se llama sonido.
El sonido pasa á ser son cuando nos afecta agra-
dablemente.
El sonido llega á nosotros después de una serie de
vibraciones concéntricas, cuyo número se puede cal-
cular de un m.odo matemático.
En un segundo, el oído puede percibir un son que
tenga treinta y seis movimientos moleculares; y en
un segundo, el oído puede percibir un son que sea el
efecto del ondular de cuarenta y ocho mil vibraciones.
La sutileza no es igual en todos los oídos; pero
todos los sones perceptibles están en los peldaños
de esa escala.
396 HISTORIA CRÍTICA
El sonido puede ser más ó menos elevado, y puede
ser más ó menos intenso.
La elevación del sonido depende del número de sus
vibraciones, y la intensidad del sonido depende de la
amplitud de las ondas concéntricas.
Las tres mil fibras con que concluyen los filamentos
del nervio acústico vienen á ser como tres mil cuerdas,
cada una de las cuales recoge y reproduce la vibración
elemental á la que está acordada, sea cual fuere la
complejidad de las ondas armoniosas puestas en mo-
vimiento.
Un sonido agudo pone en movimiento mayor nú-
mero de fibras, en el cordaje del órgano de la audi-
ción, que un sonido de agudez escasa, porque cuanto
mayor sea la agudez de un sonido, mayor será el nú-
mero de vibraciones de que está formado.
Cuando las ondas armoniosas se mezclan y entre-
cruzan, en lugar de seguirse y combinarse en movi-
mientos paralelos, se destruyen recíprocamente en sus
puntos de cruce ó de contacto. Dos alturas ó elevacio-
nes, cuyas ondas armpniosas tengan que cruzarse por
necesidad, se destruirán siempre.
Este es el fenómeno de la agudez. Estudiemos,
ahora, el fenómeno de la intensidad.
La intensidad es hija de la amplitud de las ondas
concéntricas. A mayor intensidad, mayor distancia.
A menor intensidad, círculo más estrecho. Los soni-
dos de más intensidad ofuscan, debilitan y absorben
á los sonidos de menos fuerza.
Las ondas del aire en agitación se parecen á las on-
das del mar en movimiento. ¿Qué sucede en las pla-
yas? Una ola sin brío empieza á correr. Viene otra ola
de mayor empuje, y pasa sobre ella. La aturde, la en-
vuelve, la sofoca, la aplasta, la obliga á seguir, la
funde en su ser. ¿Qué queda? La ola grande.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 397
Este fenómeno se verifica, también, en las ondas
del mar del sonido. El son más intenso domina á los
sones que encuentra á su paso. No hay lucha, porque
no puede haber rebeldía moral. Es la ley de la fuerza,
la de los bosques, la de los vientos, la de los astros,
la del mundo físico.
LAS ONDAS PRODUCIDAS POR UN SON DE
INTENSIDAD MÁXIMA ABSORBEN, SIEMPRE
Y EN TODOS LOS CASOS, Á LAS ONDAS PRO-
DUCIDAS POR UN SON DE POCA INTENSI-
DAD.
En esta ley están basadas todas las versificaciones
del mundo, y le ruego al lector que se fije en ella
porque esa ley tiene una importancia capitalísima.
La voz humana produce sonidos que son, en su esen-
cia, como todos los sonidos que producen los cuerpos
sonoros.
Los sones que produce la voz humana están sujetos
á las mismas leyes que el sonido que produce una
piedra al caer en un foso y que el sonido que produce
una gota de lluvia al caer en un charco.
La boca es la campana, la lengua es el badajo, y el
son que fabrican está regido por el mismo código que
rige al son que fabrican las lenguas de bronce de una
catedral.
El sonido de la voz humana puede ser más ó menos
intenso y más ó menos alto. Esto estriba en el número
de las vibraciones y en el alcance de las ondas con-
céntricas. A menos vibraciones, menos altura, como
á mayor alcance, mayor intensidad.
El aire que contiene la boca, la tensión de las cuer-
das vocales y el empuje del aliento emitido, explican
la diversa agudez y la diversa intensidad de los sones
que produce la voz humana.
En castellano, las consonantes se pronuncian siem-
398 HISTORIA CRÍTICA
pre del mismo modo. La agudez y la intensidad son
hijas de la pronunciación de las vocales. De las modi-
ficaciones que éstas experimenten, participarán las
consonantes que las acompañan.
El tono es la causa de la agudez; la fuerza es el
motivo de la intensidad.
La fuerza es el elemento natural y dinámico del
idioma. El tono es el elemento musical del mismo. El
acento es signo de fuerza; pero no de tono. Esta es
la ley general, y esta ley fué encontrada por Eduardo
Benot.
El mismo Benot descubrió una segunda ley, no me-
nos importante y no menos útil que la primera: en
los versos de nuestra lengua, las entonaciones se agru-
pan en torno de las sílabas de intensidad máxima.
Era lógico que sucediese así, porque esa sílaba es la
caracterizante, la musical, la imprescindible, la do-
minadora, la que guía el compás, la que rige la or-
questa, la que marca el tono.
En una serie de versos hay tres armonías: la armo-
nía de cada verso, la armonía de cada estrofa, y la ar-
monía de la composición entera.
¿Son independientes, autónomas, dueñas de hacer
lo que se les antoje?
De ninguna manera. Ya veréis la razón. Tam.bién es
científica.
Del mismo modo que en un bordón hay acentos anti-
rítmicos, obstruccionistas, perturbadores de la caden-
cia, en una estrofa puede haber un bordón, un instru-
mento desafinado, un músico torpe ó malicioso, que
esterilice los afanes del conjunto orquestal.
Lo que digo del verso, relacionándolo con la estrofa,
podéis extenderlo á la estrofa, relacionándola con la
composición.
¿Qué es lo que enlaza todos los timbres, todos los
DE LA LITERATURA URUGUAYA 399
sones, todas las cadencias particulares de cada bordón,
en la serie de las estrofas, para producir el acuerdo
sinfónico? ¿Qué nombre tiene el hilo, sedeño é im-
perceptible, en que están enhebradas, como perlas pu-
lidas, todas las sonoridades de la instrumentación?
Ninguno lo ha dicho. ¡ Nadie pensó jamás que ciertas
cosas se pusiesen en duda!
Es necesario encontrar un nombre. ¿Dónde bus-
carlo? ¿Quién nos dará un nombre que signifique, en
la técnica de las artes, el acordado deslizamiento de
los sonidos para no perturbar la ley del conjunto?
No lo dará la hermana gemela de la versificación.
No lo dará la música. Lo que buscábamos se llama
ENARMONÍA.
La enarmonía, en verso, puede definirse como el
desenvolvimiento especial de la cadencia que regula
el paso de una nota á otra, de un acorde á otro, sin que
cambie sensiblemente su entonación.
Pues bien, cuando en una serie de bordones de fina-
les llanos, se introducen perturbadoras consonancias
agudas, la enarmonía deja de existir, porque no sólo
cambia sensiblemente la entonación, sino que cambia
sensiblemente la intensidad del ritmo.
Ocupémonos de la intensidad:
I. o Si todos los versos anteriores á una consonancia
aguda, terminan con vocales sin acentuar, la intensi-
dad de sus terminaciones es poco vigorosa, y tiene
que ser fatalmente absorbida por la vocal con que con-
cluye el nuevo bordón, de intensidad máxinia, no sólo
porque esa vocal es acentuada, sino porque el acento
de esa vocal es rítmico, dominante, caracterizador, im-
perioso y mucho más fuerte que el sonido de todas
las finales no acentuadas.
2.0 La nueva onda armónica, — mucho más extensa
y pujante, — ofusca, debilita y absorbe á las ondas ar-
400 HISTORIA CRÍTICA
mónicas que marcaban el límite de intensión de la mú-
sica de la serie.
3.0 Esto obliga á la voz y al oído á adaptarse á la
nueva intensidad que les sorprende y que les perturba,
— porque no la esperaban ni la presentían, — para vol-
ver, perturbados aún, á la intensidad primera, á la que
no le es dable ni borrar ni absorber las ondas armó-
nicas que esparció la intensidad potente de la vocal
aguda.
4.0 Mientras perdure el eco de la onda producida
por la vocal fuerte, el oído seguirá percibiéndola y
actuarán sobre el oído dos sensaciones inarmonizables:
la sensación que dejó el paso de la intensidad máxima,
y la sensación de la intensidad reguladora de la serie
entera.
5.0 Son, pues, dos leyes de carácter científico, — la
acústica de la fuerza y la fisiológica de la sensación,
— las que nos dicen que en una serie de versos de
consonancias graves no deben ponerse, sin método al-
guno, bordones que concluyan con sílabas de inten-
sidad máxima.
Pasemos al tono.
I. o En nuestro idioma, por lo general, todas las en-
tonaciones se congregan y agrupan en torno de la
sílaba de intensidad máxima.
2,0 Esto sucede, con más frecuencia y con mayor
razón, cuando esa sílaba es la sílaba caracterizante y
última de un verso ó pie de estrofa.
3.0 Con los tonos de los acentos característicos de
los bordones se indica el modo ó escala que se adoptó
para las estrofas, como en los tonos de las estrofas
se indica el modo ó escala que se adoptó para las
poesías de ritmo cantante.
4.0 Se dice que una sílaba desentona cuando no obe-
dece, por excesos de brío ó faltas de vigor, á la ley
DE LA LITERATURA URUGUAYA 401
de la escala que regula la fuerza de los sones de con-
junto orquestal ó sinfónico.
5.0 Esa sílaba está fuera del modo que adoptó el
oído, y la onda armoniosa, en que vaga el acorde per-
turbador, no combina su movimiento con los movi-
mientos, paralelos y regulados, de las demás vibra-
ciones armónicas de la serie.
6.0 Las ondas armoniosas, que se cruzan, se destru-
yen recíprocamente en sus puntos de cruce ó de con-
tacto, destruyéndose entonces recíprocamente, en sus
puntos de intersección, las ondas de los acentos regu-
lares y la onda del acento que no escucha las órdenes
del modo.
7.0 La modulación del tono, en el arte musical y en
la ciencia física, está relacionada con la intensidad
del sonido que produce y regula su fuerza.
8.0 El acorde desentonado, agudo y caracterizante,
tiene más fuerza para destruir, por el mayor poder de
su intensidad, que los acordes débiles y no caracte-
rizantes, con que terminan los pies bordónicos de la
composición.
9.0 Cuando las ondas armónicas se entrecruzan y se
destruyen, el nervio auditivo, en vez de recibir una
sola impulsión, es asaltado por dos vibraciones que no
están al unísono.
lo.o Esas vibraciones producen intermitencias de
energía y de debilidad, que actúan sobre uno solo
de los filetes del nervio auditivo, lo que no sucede
cuando se combinan ó cuando se alternan, con arreglo
al tono y á la intensidad, los sonidos graves y los agu-
dos, porque, entonces, como estos sonidos se mueven
en ondas paralelas y sin ningún contacto, cada fibra
del nervio recibe y reproduce la vibración elemental
de su concordancia.
ii.o Las intermitencias de energía y de debilidad cau-
2é. — III.
402 HISTORIA CRÍTICA
sadas por las vibraciones que no están al unísono, pro-
ducen una sensación dolorosa y desagradable en el
nervio acústico, siendo tanto más dolorosa y desagra-
dable, cuanto más intenso y agudo sea el sonido des-
entonado, porque las intermitencias son más sensibles
cuanto mayores son la intensidad y la altura del
sonido.
I2.0 Existen, pues, dos leyes de carácter científico,
una ley física, y una ley psicológica, una ley que es-
tatuye que la armonía nace del paralelismo de las
ondas en movimiento, y una ley que demuestra que
las vibraciones desentonadas actúan ásperamente so-
bre el nervio acústico. Esas leyes nos dicen, — como
también nos lo dijeron antes otra ley fisiológica y
otra ley física, — que ni el arte ni la naturaleza ven
con buenos ojos las rimas de intensidad máxima que
se colocan, sin método y en número ínfimo, entre los
bordones de una composición de consonancias graves.
En el siglo veinte, el arte de escribir es una profe-
sión. No se vive dé la pluma; pero los hombres de
pluma son considerados como si fueran hombres de
oficio. Convendría que, por decoro y orgullo profe-
sional, conociesen todo lo que con su oficio guarda re-
lación. El poeta debe saber prosodia, métrica, fisio-
logía. Las letras, los sones y el oído no deben tener
secretos para el versificador. Hoy todo se va trans-
formando en ciencia. Sólo la poesía vive aferrada á lo
intuitivo. Sólo el numen no quiere observar y apren-
der. Nuestros románticos nada sabían. Los de hoy
saben poco. Unos y otros cantan por instinto y por
afición, como esas aves que, sin ser escuchadas, can-
tan para sí mismas, enterneciéndose y embriagándose
con la dulzura de su propia cadencia. ¡ Ojalá, enton-
ces, que algún adolescente de talento y de corazón,
halle en estas páginas motivo de estudio y de mejo-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 403
ramiento ! ¡ Mi paso por la tierra no habría sido in-
útil ! ¡ Esperemos ! ¡ Esta obra, que es mía y nada más
que mía; estos volúmenes, que yo tracé cariñosamente
de la cruz á la fecha; esta labor, en la que no tuve
inspiradores ni consejeros, perdurará por mía ó como
mía se perderá en la noche sin fin de los grandes y
tristes olvidos!
IV
Ampliemos lo indicado sobre el eneasílabo.
Ya hemos visto que el verso de nueve sílabas es
muy cantante; pero con poca flexibilidad en su acen-
tuación como todos los bordones por demás melódi-
cos. Con eso y todo, es indudable que su primera cláu-
sula puede variar del anfíbraco al anapesto.
Es claro que también los dos ejemplos citados por mí,
el de ritmo dactilico y el de ritmo anapéstico, son ver-
sos dobles, mixturas de versos de cinco ó de siete síla-
bas con versos de tres. Yo no vendo chingólos hacién-
dolos pasar por ruiseñores. Por otra parte, y como
ya dije, toda combinación que se haga siempre nos
será conocida, porque siempre se apoyará sobre las
cinco cláusulas musicales en que se apoya la métrica
castellana. Lo único que podréis es mixturar, con más
ó menos arte, algunas de esas cláusulas de acento
tónico, produciendo siempre bordones compuestos por
el enlace de los bordones que hoy utilizamos. Nues-
tra lengua rítmica ya está formada, y responde ya á
todas las necesidades del espíritu. Tenemos dos bor-
dones armónicos insuperables por lo flexibles, el de
ocho y el de once, y tenemos también series melódi-
cas de gran dulzura ó de gran amplitud, como el verso
<ie doce sílabas y el alejandrino. Lo único que nos
404 HISTORIA CRÍTICA
queda es crear disonancias más ó menos felices; pera
en las que la música de los metros ya usados predo-
minará, si esas disonancias son dulces al oído y bue-
nas para el canto. Si no lo son, nunca pasarán de prosa
mal hecha, es decir, que no serán ni prosa ni verso,
destino no envidiable y muy doloroso para los pen-
samientos iluminados á que esas disonancias sirvan
de sepulcro.
El verso de nueve sílabas, que sólo se usa por ex-
cepción, se presta á múltiples combinaciones, pudién-
dosele construir en castellano del mismo modo que la
construyen las musas francesas: con dos cláusulas de
cuatro pies bordónicos, el último de los cuales sea
agudo y que estén separadas por una cesura; ó con
dos hemistiquios, el primero de los cuales tenga cua-
tro sílabas, aguda la última y el segundo de los cuales
tenga cinco pies silábicos. Sus acentos característicos
ó esenciales pesarán, entonces, sobre las sílabas cuarta
y octava.
Brisas del sur — que rumorosas
1 4 8
Siempre pasáis — por mi vergel,
1 •* 8
¡ Sueños de amor — dad á las rosas !
14 8
¡ Tintes de sol — dad al clavel !
14 8
Leo en La chanson des rúes et des bois, de Víctor
Hugo:
i.° Avec des fleurs — sa main colére.
2.0 O mois de juin! — rayons et roses!
3.° Et jusqu'au coeur — dans les amours.
El acento en la primera sílaba no es indispensable..
El de la quinta no es imperioso, pero sí conveniente,
por ser esta sílaba, el punto central ó el eje de sime-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 405
tría del bordón. El cuatro y el octavo son imprescin-
dibles, hallándose á igual distancia del punto cen-
tral. Ya veremos después que, cuando la quinta sílaba
está acentuada, la intensidad máxima de la cuarta
pierde su imperio. Los versos españoles de nueve sí-
labas, fabricados á lo francés, resultan un compuesto de
dos versos de cinco sílabas de distinto tono. Pero pode-
mos quitarle, disminuyendo un poco su melodía, el
timbre excesivamente agudo á esta estructura del
verso de nueve sílabas. Nos basta, para ello, hacer que
la intensidad máxima del acento se apoye sobre sus
sílabas cinco y ocho.
Dulces sueños — dad á las rosas,
5 8
Rojos tintes — dad al clavel.
5 s
Los acentos complementarios de las sílabas primera
y tercera, de los cuales se puede prescindir, ayudan
muchísimo á la música del bordón, porque en los bor-
dones de series de melodía son las sílabas impares
las que más contribuyen con su acentuación al vuelo
acompasado de la cadencia. En los versos de diez sí-
labas, que tienen trisilábicos sus compases rítmicos,
los acentos esenciales pesan con intensidad máxima
sobre las sílabas tres y nueve, siendo la sílaba seis,
que también se acentúa, como el punto central del
bordón. De igual manera los versos de doce sílabas
de serie trisilábica, — que tienen que ser dactilicos 6
anapésticos por necesidad, — cargan todos sus acentos
de cadencia en las sílabas una, cuatro, ocho y once,
si son dactilicos, ó en las sílabas tres, seis, ocho y
once, si son anapestos. En ambos casos se contrape-
san la acentuación de las sílabas pares é impares. No
acontece otro tanto con los bordones de nueve sílabas,
que tienen necesariamente sus series trisilábicas ana-
4o6 HISTORIA CRÍTICA
pésticas Ó dactilicas. En el primer caso se acentúan
en sus sílabas tres, seis y ocho, acentuándose en el
segundo caso en sus sílabas ocho, cuatro y una. Por
eso no suenan, por eso no agradan, por eso están caí-
dos en desuso. Hay cierto vínculo, cierto desposorio,
cierta alianza defensiva entre las series trisilábicas y
la acentuación de sus sílabas impares. Así, por res-
petar ese pacto amoroso, — y teniendo en cuenta lo
que dije de las series trisilábicas al ocuparme de la
cantidad, — traté de devolver á los versos de nueve
sílabas la cadencia á que tienen derecho, dividiéndo-
los en dos estructuras caracterizantes. Para eso me
fué preciso olvidarme de lo trisilábico de sus cláu-
sulas, actuando con ellos como si fuesen una sencilla
combinación de troqueos y yambos. Ved lo que re-
sultó. Primera estructura, acentuada en una y cuatro,
cinco y ocho: un troqueo, un yambo, un dáctilo y
un troqueo final.
Sueños — de amor — dad á las — rosas ;
1 4 5 8
Tintes- de sol -dad al cla-vél, (sílaba, doble con acento yámbico)
1 4 5 8
Segunda estructura, muy poco diferente de la pri-
mera, y acentuada en sus sílabas una, tres, cinco y
ocho: dos troqueos, un dáctilo y un troqueo coma
broche.
Dulces — sueños — dad á las — rosas ;
13 5 8
Rojos — tintes — dad al cía — vél. (Sílaba doble)
13 6 8
El verso eneasílabo se parece al endecasílabo. Éste
tiene la sexta sílaba como punto central. Aquél tiene»
como punto central, la sílaba quinta. El endecasílabo
admite dos acentuaciones equidistantes del eje de si-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 407
metría. El eneasílabo también. El endecasílabo carga
esas acentuaciones en sus sílabas pares cuarta y oc-
tava. También en esas sílabas las acepta y usa el enea- ,
sílabo. Estas observaciones, por ninguno hechas, testi-
monian que el eneasílabo ha sido calumniado. No es
muy flexible, ni muy utilizable; pero es más utili-
zable y más flexible de lo que se supone. Nuestro
eneasílabo no es otra cosa que el verso de ocho sílabas
de los britanos y los franceses. El verso inglés difiere
de la prosa inglesa, como el verso español difiere de
la prosa castellana, en la regular concurrencia de los
acentos tónicos. El verso inglés también difiere de
la prosa inglesa, — lo mismo que nuestro verso di-
fiere de nuestra prosa, — en la proporción que existe
entre las sílabas de intensidad máxima y las sílabas
de menor fuerza ó sin acento rítmico. Así, en el do-
decasílabo castellano, hay ocho sílabas inacentuadas
y cuatro con acento, como, en el endecasílabo inglés,
hay cuatro sílabas con acento fuerte y ocho sílabas
que no tienen acentuación aguda ó vigorosa. El verso
inglés de ocho números ó medidas, cuyo movimiento
es yámbico por lo general, lleva todos sus acentos
fijos después de las pares, — dos, cuatro, seis y ocho,
— debiendo advertirse que la posición influye pode-
rosamente sobre la cantidad de las sílabas. El octo-
sílabo inglés, por el acento agudo de su sílaba octava,
corresponde al eneasílabo que nosotros usamos, como
el endecasílabo inglés, por la acentuación tónica de
su sílaba once, es el dodecasílabo castellano, acen-
tuándose el endecasílabo inglés en sus sílabas se-
gunda, quinta, octava y undécima, lo que igualmente
ocurre en nuestros bordones de doce sílabas También
el endecasílabo yámbico inglés, — que á veces va aso-
ciado á un verso de diez sílabas, — puede llevar sus
acentos en las sílabas segunda, cuarta, sexta y dé-
4o8 HISTORIA CRÍTICA
cima, la que por ser aguda equivale á dos números.
Corresponde este metro, iambic pentameter, al dode-
casílabo yámbico puro, cuyos acentos cargan prefe-
rentemente en las sílabas pares del bordón, menos en
la última, pues, como ya digimos, nuestros dodeca-
sílabos se acentúan siempre, como los endecasílabos
ingleses, en su sílaba once. Es indiscutible, pues, que
nuestro eneasílabo, utilizado por las musas francesa
y británica, podría usarse, si se le estudiara y se le
entendiese, con mejor acierto de lo hecho hasta aquí,
no obstante el desdén con que lo han tratado nuestros
retóricos y nuestros poetas. Dada la flexibilidad de
nuestro idioma, no hay milagros que nuestro idioma
no pueda realizar, siendo, por esta causa, que me de-
tuve en el estudio de un metro poco explotado aún
por los ingenios de habla española.
Véase este eneasílabo de Johnson:
And bid' — the wa' — king world' — f arewell'.
Ó este de CoUins:
Warm e — nerge' — tic, chaste' — sublime'.
Ó este de Goldsmith:
My ru' — shy couch' — and fru' — gal f are'.
Se dirá, sin duda, que la abundancia de monosíla-
bos de su lenguaje favorece á las musas británicas.
Yo no lo creo así, y se me antoja haber demostrado
ya que el eneasílabo castellano, — dividido en series
de tres sílabas y acentuado en la segunda sílaba de
cada serie, — es cantable y flexible. Si resulta más
popularizado en inglés y más musical en lengua ra-
cineana, es porque los sajones y los franceses han
aprendido á servirse de su estructura, pulimentándola
DE LA LITERATURA URUGUAYA 409
con docto empeño y amorosa solicitud. El eneasílabo
no repugna á la índole de la lengua, su división en
series es posible y regular, forma parte de la métrica
castellana, admite tres acentuaciones y tiene sólo una
cláusula férrea por el eje central en torno del que
gira su movimiento. Con esto basta para persuadir-
nos de que su cadencia melódica es utilizable y sus-
ceptible de perfección. Si Iriarte no supo servirse
bien de sus nueve sílabas, don José Zorrilla lo manejó
con regular acierto en las admirables y sinfónicas
páginas de su inmortal Granada. ¿Por qué no ha de
hacer otro, con más espacio y con mayor afán, lo que
hizo rápida é incidentalmente don José Zorrilla?
Todas las versificaciones se asemejan. Todas tie-
nen una madre común, la música, y todas tienen un
maestro común, la antigüedad. En todas ellas el
acento tónico va predominando sobre las leyes cuan-
titativas, aunque estas leyes conserven todavía cierta
jurisdicción en el idioma inglés y en las lenguas nór-
ticas. Es fácil, sumamente fácil, encontrar los víncu-
los que enlazan entre sí á las métricas, y que nos
permiten leer rítmicamente los bordones cantados por
sus musas arrulladoras. Juan Bouehet, bajo los res-
plandores del cielo galo, descubre las rimas entrecru-
zadas, y después Malherbe, bajo el mismo cielo, eli-
mina el hiato é impone la observación estricta de la
cesura. Allí, como en nuestro modo de versificar, las
sílabas se cuentan, los diptongos se funden, las vo-
cales rigen, las pausas merecen consideración y la
cadencia nace de los acentos rítmicos. El alejandrino,
sin embargo, resulta monótono aun bajo los ingenios
que mejor lo pulen. Créese que lo perjudica su divi-
sión simétrica en dos partes iguales, su cesura oficial.
Ronsard, Corneille y de La Motte se rebelan, princi-
piando á desentenderse de esa cesura inflexible y
410 HISTORIA CRITICA
despótica, por imaginar que, libre de esa traba, el
alejandrino será un instrumento potente y elástico,
á modo de resorte que haga que el pensamiento re-
salte y centellee con luz meridiana. Los románticos
piensan como Ronsard. Los románticos sostienen que
el arte consiste en variar la medida sin destruir la
música, y en cortar los bordones sin romperlos de
un modo desagradable. Lo que debe hacerse, según
sus cánones, es colocar de tiempo en tiempo las pau-
sas y las cesuras que imponga la cadencia, de modo
que los versos de corte melódico difieran entre sí
evitando la pesadez que nace de una armonía que
eternamente se desarrolla en dísticos. La colocación
de la cesura es perjudicial cuando es invariable, siendo
incierto que el verso de doce sílabas se componga
de dos hemistiquios iguales, como es incierto, del
mismo modo, que el verso de diez sílabas se compone
de dos hemistiquios diferentes, uno de cuatro y otro
de seis sílabas. Pero no basta suprimir la cesura me-
dia. Es necesario eliminar también la cesura final
de cada bordón, el reposo que señalaba el fin de cada
endecasílabo clásico, y los románticos preconizaron
el uso del enjambement, que había proscrito con
acritud la melodiosa musa de Malherbe. Así la rima
llegará á ser casi imperceptible y el verso podrá di-
solverse en la prosa, gracias á la supresión de la ce-
sura media y gracias al enjambement de Ronsard.
Los románticos, en cambio, no aceptaban el hiato
sino por excepción, olvidando que existen en el idioma
suyo y aun en el cuerpo de una misma palabra, —
como dice Guilliaume, — encuentros de vocales de
una gran dulzura y otros que suenan desapacible-
mente. La eufonía, para Guilliaume, debe ser la única
ley en estas materias. La tache de la poésie est de
fondre á Vintérieur des mots les voyelles en diphton-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 411
gues et de n'admette l'hiatus que la oii la prononcia-
tion l'exige absolument. Era erróneo, igualmente,
agredir á la rima, tratando de atenuarla y de disol-
verla, porque siendo la rima, no una belleza para la
visión, sino una belleza para el oído, no basta la sim-
ple conformidad de las letras para que la percatemos
y distingamos. La rima nos seduce por la exacta con-
cordancia de los sonidos. Si se destruyen todas las
pausas regulares y se disuelve, además, la rima en
la prosa, ¿qué diferencia habrá entre el arte de
la prosa y el arte del verso? El verso será, en-
tonces, prosa de artificio, prosa mal hecha, prosa
insufrible, y no valdrá la pena de cincelarle con
generoso amor. El verso fué, siempre y en todas
partes, número y medida, ritmo y compás. En eso,
sólo, reside su encanto. Por eso, sólo, sobrevive aún
y perdura triunfante en el curso del tiempo. El gli-
cónico, en la latina metrificación, constaba de tres
pies. Seis tuvo el yámbico y cuatro, con una cesura
intermedia, tuvo el asclepiadeo. Lo mismo, á mi ver,,
sucede con la rima. Esta, no es necesaria ni impres-
cindible ; pero es un elemento de hermosura y de
orquestalidad. Los románticos, á pesar suyo, así lo
comprendieron. Teodoro de Banville, en su Petit
traite de versification francaise, confiesa que el verso
es rima y que todo el verso está contenido en ella.
Guilliaume, en su excelente libro de prosodia, se
pregunta cómo es posible conciliar el empeño de di-
solver la rima, para que no suene, con la categórica
declaración de Teodoro de Banville. El empeño, por
otra parte, á nada conducía. Por mucho que la atenúe
el enjambement, — cortando en dos partes una pro-
posición, para colocar una de esas partes al fin de
un verso y la otra al principio del verso siguiente,
— siempre el oído educado ó experto percibirá la
412 HISTORIA CRITICA
rima. Es inútil que en la lectura se trate de evitar,
como enseñan los gramáticos Larive y Fleury, el que
se noten el consonante y la pausa central, como es
inútil que, al principio de un verso, se coloque un
complemento directo de la palabra con que termina
el verso anterior. La rima penetrará por nuestro sen-
sorio, arrullándonos con el retintín de su cascabeleo,
y el verso no nos sonará á música, si el bordón viola
las leyes del ritmo. Aceptemos el verso como el verso
es, con lo natural y encantador de su melodía, ó tra-
duzcamos en buena prosa nuestros ensoñares, teniendo
presente que, como ya veremos, también la prosa ar-
tística tiene su cadencia, su orquestalidad, sus ritmos
cantables y sonorosos. El verso es número, serie re-
glada, motivo musical, como la prosa tiene su acús-
tica razón de existir, desde que llega al camarín del
alma por las puertas del oído y utilizando las rémi-
ges del son. Y si no se explica el desdén del roman-
ticismo hacia la rima y lo cesural, sin cuyos requisitos
el bordón padece, menos se explica el amor de que
blasonan algunos verlenianos por el verso libre, por
el verso que suena como prosa mala, olvidando que
su maestro dijo que el arte de versificar es música
sólo, nada más que música, y música siempre. Si trans-
formáis al verso en sensación evocadora de sensacio-
nes, quitándole lo claro de la idea para convertirle
en nerviosidad vaga, y le quitáis también lo preciso
del ritmo caracterizador, transformándole en incohe-
rente ó desacordado, y le quitáis, en fin, las rémiges
rimiales que pusieron las musas sobre los hombros
del pensamiento que se funde en estrofas ó en series
silábicas, ¿qué quedará del verso? No quedará sino
un montón de sílabas disonantes y huecas, haraposo
sudario del cadáver de una sensación morbosa, como
todas las sensaciones que despiertan en el cerebro
DE LA LITERATURA URUGUAYA
del morfiníaco los perfumes exóticos que se despren-
den de los capullos de los jardines artificiales. ¡El
verso es cadencia, claridad, gallardía, hondura en los
sentires ennoblecedores y altitud en los pensares res-
plandecientes! ¡El verso es el nido de una paloma, el
alma, balanceándose sobre un verde laurel, expuesto
á todas las rachas del aire oxigenado y á todas las
fulgencias del crepitante sol ! ¡ Dejad á la paloma que
arrulle sobre el laurel en cuya savia hierve la luz y
que salubrifica el viento que desciende de las mon-
tañas de lo ideal, es decir, de las cumbres en donde
moran el puro Bien y la casta Hermosura!
Ocupémonos ya de la versificación británica, mu-
cho menos familiar á los ingenios de mi país que la
italiana y que la francesa. Tiene, sin embargo, más
de una semejanza con nuestro modo de componer,
demostrando que hay, en todas las métricas, más de
un bordón de ritmo eterno y universal. Prescindiendo
de Brewer, — que ya he citado y que es el más ex-
tenso,— Meiklejohn, en su A new grammar, y Tomás
Hood, en su interesante opúsculo The rhymister, se
ocupan de la prosodia inglesa, ó lo que es lo mismo,
de la naturaleza y de las leyes del bordón inglés. La
frase versificada tiende, lo mismo en ese idioma que
en nuestro idioma, á lo figurado ó á lo traslaticio,
teniendo sus líneas métricas, como nuestros bordo-
nes, una extensión reglada, característica, inconfun-
dible y que las diferencia no sólo del lenguaje vul-
gar, sino también de la prosa literaria ó artística. El
verso británico, como nuestros versos, se compone de
series bisilábicas ó trisilábicas, estando estas series
dirigidas y tiranizadas por un acento imperioso. Este
acento precede á un número de sílabas sin acentuar,
ó está antecedido por un número de sílabas sin acentua-
ción predominante, debiéndose la cadencia del versa
414 HISTORIA CRÍTICA
inglés, como la cadencia de nuestros versos, al ritmo
originado por las sílabas ó vocales de intensidad má-
xima. La serie constituye un pie rítmico, un número
bordónico, una cantidad métrica, siendo los pies in-
gleses, como los nuestros, yambos ó troqueos, cuando
son bisílabos. Tampoco sus pies de tres sílabas se
diferencian de nuestras series trisilábicas, pues son,
como las nuestras, de movimiento anfíbraco, dactilico
ó anapéstico. En inglés, como en latín y como en
castellano, el yambo está constituido por una sílaba
breve y una sílaba larga; el troqueo por una sílaba
larga y una sílaba breve; el anapesto por dos breves
seguidas de una larga; el dáctilo por una larga antes
■de dos breves, y el anfíbraco por una larga puesta
entre dos breves para dirigirlas y darles vigor.
Yambo : Inane. — Inén.
Troqueo: Témpest.
Dáctilo : Májesty.
Anfíbraco: Infórmant.
Anapesto : Esplanadé. — Esplanéd.
En las series inglesas de música troquea, como en
nuestras series de troqueo ritmo, el acento se apoya
en las sílabas impares de cada pie, y en las series
yámbicas del idioma británico, como en las series
yámbicas del idioma nuestro, el acento pesa sobre
todas las sílabas pares del bordón, porque el yambo
no es sino un acento precedido por una sílaba ina-
centuada, como el troqueo no es sino un acento fuerte
seguido por una sílaba sin acentuar. El acento del
bordón inglés, más en concordancia con las leyes de
la inflexible cantidad latina que el acento prosódico
del verso español, señala más el ritmo y es menos
autónomo que el acento usual de la métrica caste-
llana. A nuestro octosílabo, para sonar bien, le basta
con estar acentuado en la sílaba séptima. El verso
I
DE LA LITERATURA URUGUAYA 415
octosílabo inglés, casi siempre yámbico, tiene cuatro
acentos diferenciales, que siguen á sus sílabas, dos,
cuatro, seis y ocho. Ruskin nos dice en The battle of
Montenotte:
Can bid' — their banks' — be puré' — or bless
The guir — ty land' — with ho' — liness.
En inglés, como en castellano, pueden combinarse
anapestos y yámbicos en el mismo bordón, como pue-
den combinarse, en el mismo bordón, dáctilos con tro-
queos, porque el anapesto y el yambo pertenecen al
mismo sistema prosódico, desde que se hallan acen-
tuados siempre en su última sílaba, como pertenecen
al mismo sistema el troqueo y el dáctilo, cuyo acento
se apoya invariablemente en su sílaba inicial ó pri-
mera. En inglés, por la mayor similitud de su métrica
con la métrica clásica, los versos reciben el nombre
que denuncian sus series, llamándose trimeter al verso
de tres pies, tetrameter al de cuatro, pentameter al
de cinco y hexameter al de seis pies ó números mé-
tricos. El iambic pentameter, el yámbico de cinco se-
ries ó medidas, el verso decasílabo de los ingleses, —
que no es sino el endecasílabo castellano con acentos
rítmicos en todas las sílabas pares, — fué el verso
favorito de Chaucer, de Shakespeare, de Milton, de
Dryden y de Pope. Cuando el pentámetro yámbico
carece de rima se llama blank verse. En este caso, es
tan difícil de componer como el verso libre ó blanco
de los españoles. Fué el verso que trazaron, con la
curva imperial de sus alas caudales, la musa épica
de John Milton y la musa dramática de Williams
Shakespeare.
Digamos ya que los bordones de cadencia estable
se hallan constituidos en la siguiente forma:
4i6 HISTORIA CRÍTICA
I. o El trimeter, muy apreciado y muy popular, por
tres voces yámbicas.
2.0 El tetrameter por cuatro yambos ó por cuatro
troqueos, aunque suele faltarle, en su estructura tro-
quea, una sílaba para ser completo y de cuatro núme-
ros, pero esa sílaba es siempre inacentuada y el bor-
dón consta siempre de cuatro acentos rítmicos.
Digamos también que el pentámetro yámbico consta
de cinco yambos, como consta de seis el iambic he-
xameter, siendo una combinación de ocho troqueos
el trochaic octometer y siendo una combinación de
cuatro voces anfíbracas el tetrámetro anfíbraco. Cua-
tro anapestos, que se asocian y se combinan, forman
bordón melódico, como dos ó tres dáctilos, que se
asocian y se combinan artísticamente, pueden consti-
tuir un bordón musical. Digamos, por último, que hay
versos que tienen una sílaba más de las que les co-
rresponden, sílaba que se llama hypermetrical, como
ya hemos dicho que hay bordones que tienen una sí-
laba menos de las que reclama su estructura métrica^
lo que nunca consiente la castellana versificación.
La sílaba que sobra ó que falta, en los versos ingle-
ses, no es cuestión de hiato ó cuestión de diptongo.
Es una sílaba en sí y de por sí, una sílaba aislada que
es siempre sílaba y que se cuenta como unidad silá-
bica en todos los casos de la prosa y del verso. Nues-
tras musas no conocen esa licencia, que es un delito-
contra la melodía de la frase rimada.
Meiklejohn reconoce que el idioma inglés es pau-
pérrimo en rimas, si se le compara con el italiano y
con el alemán. Otro tanto acontece si se le compara
con el español, que es más rico en rimas que la lengua
gala, por la insuperable variedad de sus voces graves
y esdrújulas, así como también por lo fácil y limpio
de la pronunciación de todas las sílabas de sus voca-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 417
blos. Del mismo miodo, los cinco acentos que exige
la prosodia inglesa á su verso heroico, á su decasílabo
yámbico, hacen resaltar la flexible gallardía del nues-
tro, de nuestro heroico bordón de once sílabas, al que
le basta llevar acentuadas la sílaba central y la sílaba
décima para levantarse con un ritmo sonoroso y va-
riado como el cantar de un ave en los meses de celo.
Y del mismo modo los cuatro acentos troqueos ó yám-
bicos, pero inflexibles con que el inglés señala su
verso octosílabo, ponen en transparencia la agilidad
y las ductilidades de nuestro octosílabo, á quien le
basta la acentuación de una sílaba sola para ser mu-
sical, para ser eurítmico, para ser sinfónico, para ser
cantante, y lo que le permite traducir lealmente, con
los infinitos cambios de su cadencia, los ensueños
más dulces y las pasiones más rudas del alma.
Se comprende que los idiomas de rima pobre ha-
blen contra la rima, y se comprende que los idiomas
de versificación de acento inflexible hablen contra la
tiranía de los acentos. Lo que no se comprende es
que los idiomas de rima hidalga y de flexible acen-
tuación métrica, como nuestro idioma, traten de imi-
tar á los idiomas que no se encuentran en ese caso.
X,os acentos rítmicos, colocados siempre en los mis-
mos lugares, suplen á la pobreza de las rimas y hasta
pueden hacerlas innecesarias. El latín no las tuvo.
En cambio, la rima opulenta y el acento móvil valen
cien veces más que la escasez de rimas y el acento
invariable para la expresión de las calmas y de las
tormentas del mar del espíritu, puesto que consiguen
que el verso, musical siempre, sea siempre apto para
transparentar lo que el alma medita, sufre y desea.
Imitar lo que afea nuestra hermosura es como si una
joven de cutis fino, aterciopelado, blanquísimo y de
27. — m.
4i8 HISTORIA CRÍTICA
tintes de rosa apelara, para componerse y acicalarse,
á los mismos recursos á que apela una joven de cutis
con grietas, con arrugas, sin tintes róseos y de sucio
color. La versificación castellana es bella y sonora,
como nunca lo fueron y nunca lo serán las versifica-
ciones cuyas agudeces acentuales y cuyas rimas po-
bres han dado en apetecer los ingenios artificiosos
de española estirpe y decir gongorino.
Los versos ingleses más comunes y más armónicos,
por sus variaciones de acento y cantidad, son los ver-
sos octosílabos y los de diez sílabas. Los versos oc-
tosílabos, troqueos ó yámbicos, son muy frecuentes
en Burns, Longfellow, Shelley, Byron, Coleridge y
Tennyson. El bordón de diez sílabas, que es el metro
heroico de la lengua británica como el de once sílabas
es el metro heroico de la lengua española, lo halla-
réis en Dryden, en Pope, en Young, en Goldsmith,
en Gray y en todos los poetas citados anteriormente
desde Longfellow hasta Tennyson. En inglés las sí-
labas no sólo son largas en los dos casos que antes
expuse, sino que pueden considerarse así teniendo en
cuenta la posición que ocupan en el pie ritmial. Así
se rigen por el movimiento yámbico y son octosílabos^
con la acentuación predominante en las sílabas pa-
res, estos dos bordones de Alfredo Tennyson:
The light — ning flash — atwen — the rains,
The sun — light driv — ing down — the lea.
De igual manera obedecen al movimiento yámbico
y son decasílabos, con la acentuación predominante
en las sílabas pares, estos bordones que encontraréis
en Idyls of the King del mismo Alfredo Tennyson :
A t this — great Prince — inva — ded us, — and we,
Not beat — him back, — but well — comed him — with joy.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 419
Brewer nos dice que Pope, por exceso de refina-
miento, dio al bordón de diez sílabas cierta monoto-
nía, colocando las pausas en su parte media y procu-
rando que las sentencias coincidiesen con el fin de
sus líneas. El pentámetro de movimiento yámbico, á
pesar de esto, es un verso muy noble, siendo sus rit-
mos de una gran variedad. Los poetas ingleses le con-
sideran como su heroic measure, concediéndole en su
versificación la misma importancia que el endecasí-
labo tiene en la nuestra. El blank verse de Milton
pertenece á este metro, aun cuando Milton convir-
tiese en troqueas algunas de sus medidas yámbicas.
Milton, no contento con esta variedad ó cambio de
pies cuantitativos, se permitió una gran variedad ó
cambio de pausas rítmicas. Hállanse, algunas veces
y en su poema, seis versos enlazados, seis bordones
seguidos, cuyas pausas ocupan seis distintos lugares.
Digamos, por último, que los versos ingleses, como
nuestros versos, suelen revestir más de una estruc-
tura ó modo acentual. Recuérdese lo expuesto al tra-
tar del eneasílabo y del bordón de once. ^In métrica
británica, el verso de seis sílabas, como el de ocho
y como el de diez, pueden ser yámbicos ó troqueos,
según sus acentos sean regular y metódicamente pa-
res ó impares, sucediendo lo mismo con el hexámetro,
con el heptámetro y con el octómetro. Lar. combina-
ciones, sin embargo, no son siempre invariables y de
acento fijo. Las de base troquea se caracterizan á ve-
ces por su irregularidad en los versos de catorce ó
de diez y seis sílabas. Leed el Raven de Poe y el
Locksley de Tennyson.
El ritmo de los versos ingleses, como el ritmo de
nuestros versos, depende del juego de sus pausas,
tanto como de la métrica combinación de sus sílabas
acentuadas y sin acentuar. Estas pausas son seme-
420 HISTORIA CRÍTICA
jantes, en muchas ocasiones, á la espera ó suspensión
gramatical á que el sentido obliga, — grammatical
stops, — siendo independientes las unas de las otras,
pues pueden coincidir ó no coincidir, lo que también
ocurre en el idioma nuestro. Las primeras son nece-
sarias á la armonía y las segundas al significado de
la oración. Si las primeras son indispensables á la
cadencia y no al discernimiento, las últimas son tan
indispensables para discernir como inútiles para la
cadencia. Las pausas métricas son de dos clases. La
una, la final, es como el broche ó cierre de cada bor-
dón. La otra, la cesural, hiende ó divide en partes
iguales ó desiguales al pie bordónico. La pausa final,
en el verso rimado, es inconfundible, siendo absolu-
tamente necesario colocarla después del cascabeleo
de las rimas; pero en el verso blanco, y muy espe-
cialmente en el verso de las obras dramáticas ó tea-
trales, no se la señala con tanta precisión y hasta puede
omitírsela por entero. La pausa cesural es la deten-
ción ó el descanso de la voz, en otros sitios diferentes
del fin del verso, durante la lectura declamatoria de
los bordones. La pausa cesural puede colocarse en casi
todos los sitios del bordón, aunque generalmente suele
encontrársela hacia la mitad del mismo. Como se ve,
poco difiere el uso de las pausas en los dos idiomas,
agrandándose la analogía cuando se conoce que en
el verso inglés, como en el castellano, caben dos ó tres
pausas en una línea, y que en el verso inglés como en
el castellano, la pausa está precedida con mucha fre-
cuencia, por el acento caracterizante del pie bordó-
nico. En el decasílabo inglés, como suele ocurrir en
nuestro verso heroico, la cesura puede hallarse en pos
de la sílaba cuarta cuando esta sílaba se distingue por
su mayor intensidad tónica. Veamos el diverso modo
de caer de las pausas.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 421
De Tennyson;
1. Not beat him back', — but welcomed him with joy,
2. If he would only speak' — ant tell me of it.
3. I will go back' — a little to my lord.
4. And armour — and your dam'sel — should be theirs.
5. Hat told her', — and their coming' — to the court.
6. The Prínce", — wíthout a ■word*, — from his horse fell.
Estos seis ejemplos, que tomo de los Idyls of the
King, demuestran que el juego de las pausas poco di-
fiere en nuestra versificación y en la versificación
inglesa. Unas veces las pausas nacen de la armonía
métrica, y otras veces las pausas nacen del poder de
los signos ortográficos que aclaran la expresión. La
ley cesural es una y la misma para todos los idiomas:
el ritmo, después de las sílabas de intensidad máxima,
se detiene como un ave que duda en el momento de
cambiar de rumbo, obedeciendo, á su vez, las pausas
gramaticales á las lógicas exigencias del sentido ora-
cional. Leed, sino, estos versos que copio de las
Premieres méditations de Lamartine:
C'est peu de croire en toi,— bonté, — beauté supreme!
Je te cherche partout, — j'aspire á toi, — je t'aime!
Mon ame est un rayón — de lumiére et d'amour
Qui, — du foyer divin détaché pour un jour,
De désirs dévorants — loin de toi — consumée,
Brúle de remonter a sa source enflammée.
Je respire, — je sens, — je pense, — j'aime en toi!
Leed, ahora, estos versos de The Corsair, de Lord
Byron :
Worn out with toil, — and tired with changing blows,
Their eyes had envied, — Conrad his repose;
And chill — and nodding — at the turret door,
They stretch their listless limbs, — and watch no more;
422 HISTORIA CRÍTICA
Just raised their heads — to hail the signet ring,
Ñor ask or what — or who the sign may bring.
Sí uno, ahora, las pausas con las cantidades ó acen-
tuaciones, ¿qué resultará? Resultará que, siempre ó
casi siempre, las pausas cesurales están de acuerdo
con la intensidad máxima. Ved estos otros bordones
de lord Byron:
Come, bltíc — eyed maíd of heaven*! | but, thotí, alas!
6
Dídst never yet* | one mortal songf inspire
4
Goddess of Wís'dom! | herc thy temple was,
4
And ís, despíte of war ' | «nd wasting: fírc,
6
And years | that bad thy worsh'íp | to spíre.
2 6
Otro tanto acontece con el verso francés. Vuelvo
á Lamartine:
Voís - tu comme tout change — ou meurt dans la nature ?
6 12
La terre perd ses fruits — les forést leur parure;
6 12
La f leuve perd son onde — au vaste sein des mers ;
6 12
Par un souffle des vents — la prairie est fanée;
6 12
Et le char de l'automne — au penchant de l'année,
6 12
Roule, deja poussé — pour la main des hivers!
6 12
Y lo mismo sucede en la lengua de Cervantes y de
Calderón. Leed el madrigal, justamente famoso, de
Gutierre de Cetina:
Ojos claros» serenos,
Sí de dulce mirar sois alabados,
6
<Por qué á mi sólo, | me miráis airados?
DE LA LITERATURA URUGUAYA 423
Sí cuanto más piadosos^
Más dulces parecéis á aquel que os mira,
6
íPor qué á mí sólo | me miráis con ira?
4
¡ Ojos claros, serenos,
Yá que así me miráis, | miradme al menos!
6
Ved, ahora, la célebre poesía Al céfiro, de don Juan
Manuel de Villegas:
Dulce vecino — de la verde selva,
4
Huésped eterno — del Abril florido,
4
Vital aliento — de la madre Venus,
4
Céfiro blando.
Si de mis ansias, — el amor supiste,
4
Tú, que las quejas — de mi voz llevaste,
4
Oye, no temas, — y á mi ninfa díle,
4
Díle que muero.
Filis — un tiempo — mi dolor sabía,
4
Filis — un tiempo — mi dolor lloraba,
4
Quísome un tiempo ; — más agora temo,
4
Temo sus iras.
Ved, ahora, estas octavas reales de don José Zorrilla :
Encantada ciudad, — cuyas historias
Piden del Rey - Profeta el arpa de oro :
4
424 HISTORIA CRÍTICA
Sultana del Genil, — cuyas memorias
6
Evoco á solas — y en silencio adoro :
4
Alcázar oriental, — de cuyas glorias
G
Envidioso está el mundo, — bien el moro
6
Dijo al decir — que la mansión divina
4
Está sobre tu tierra peregrina.
Gemela del Edén, — fértil Granada,
4
Huerto de aloes — donde amor suspira,
4
Donde va — con esencias perfumada,
3
El aura sana | que en su espacio gira,
4
Tu misteriosa soledad — poblada
*;
De árabes genios, — languidez inspira,
4
Y no encierran los senos de tu sombra,
4
El miedo ruin — que al corazón asombra.
4
El canto de los pájaros canoros
Que anidan en tus bosques — embebece,
(i
El ruido de tus árboles sonoros
Y de tus frescas aguas, — adormece:
tí
De tu brisa en los pliegues incoloros
Extasiado el espíritu — se mece:
6
Todo reposa en tí — bajo el imperio
6
De un oriental — incógnito misterio.
4
I
DE LA LITERATURA URUGUAYA 425
Ved. por último, estos versos de Hartzenbusch :
Sobrado conozco — bellísima ingrata,
Que no hay en tu pecho — amor para mí ;
Si empero piadosa — te hallara mi pena,
5
Tornárase gozo — mi triste gemir.
5
No aspiro á que empañe — tus claros luceros
ó
De llanto amoroso — rocío feliz,
5
Ni pido á tu labio — que trémulo se abra,
5
Y lánguido diga — dulcísimo sí.
De insecto pequeño, — que es átomo vivo,
5
La estrecha pupila — no alcanza á medir
ó
La curva gigante — que ciñe los orbes,
5
Y caben en ella — mil mundos y mil.
5
Tu numen de amores, — tu sol de hermosura,
5
Si quiero á tu esfera — la vista subir,
5
Hundido en el polvo — del suelo me miro,
5
Y tú te me escondes — detrás del cénit.
5
Mas si es tu belleza — de estirpe divina,
5
¿Por qué sus blasones — desmientes así?
5
Con rostro de cielo, — con alma de fiera,
5
Mirarte es amarte, — y amarte sufrir.
426 HISTORIA CRÍTICA
Las pausas dependen de la índole del bordón y de
la manera de declamar. Las hay perceptibles é imper-
ceptibles. Las hay imperiosas y las hay voluntarias
ó accidentales. El lector puede, las más de las veces,
aumentar su energía y su número. El don del sentido
y el de la cadencia son los grandes maestros en el
arte dificilísimo de leer. Esto no se discute; pero, en
todos los casos, las pausas rítmicas ó cesuras métricas
están subordinadas á la intensidad, al vigor ó á la
fuerza de las vocales caracterizadoras. Don José Zo-
rrilla, que recitaba maravillosamente, solía guiarse
por las pausas de sentido, adquiriendo así la ciencia
y el hábito de colocar las pausas rítmicas de sus bor-
dones en los lugares donde se hallaban las pausas de
comprensión. De este modo logró que la palabra más
importante del período gramatical fuese, también, la
palabra más importante del período métrico. En el
decasílabo yámbico inglés y en el endecasílabo yám-
bico español, las pausas van generalmente regidas por
las acentuaciones tónicas de las sílabas cuarta y sexta.
En el dodecasílabo francés y en el alejandrino caste-
llano, de índole clásica y melodiosa, lo más común es
que dividan al verso en dos mitades ó en dos hemis-
tiquios de movimiento autónomo. Los idiomas con
mucha abundancia de monosílabos, no son los más
favorables á la cadencia rítmica, pues es una ley, ya
preconizada por el numen romano, que no deben for-
marse con un solo vocablo, ó con voces de una sílaba
sola, las cláusulas métricas. Lo mejor es formar con
diferentes vocablos ó términos los pies bordónicos,
de modo que sus dos ó tres sílabas no constituyan
una palabra suelta, sino que nos sea preciso, para
contarlos, descoyuntar las voces bisilábicas ó trisilá-
bicas de que consta el bordón. Cada poeta tiene, gra-
cias á las pausas y á los acentos, un estilo propio. El
DE LA LITERATURA URUGUAYA 4*7
estilo de Pope, con su pausa acentual en la sílaba
cuarta del verso heroico, puede compararse á una lí-
nea recta y de tensión firme. El estilo de Milton, con
sus pausas móviles, puede equipararse á una línea for-
mada por armoniosas curvas. Lo mismo sucede con los
acentos, que se combinan con las pausas cesurales ó
tónicas. Algo de esto se dijo, como es posible que re-
cuerde el lector, al tratar del movimiento pindárico
ó lírico de los laúdes de Aurelio Berro y de Juan Zo-
rrilla de San Martín.
¿Qué nos dice, dado lo que antecede, el estudio de
la versificación comparada? Nos dice que las musas
se sirven de las sílabas y de los acentos; que en las
sílabas hay que atender á las vocales, y que no todos
los acentos tienen igual valor ; que en las vocales debe
tenerse en cuenta la fuerza, el tiempo y la entonación,
como en los acentos debe tenerse en cuenta el influjo
ejercido por los imprescindibles y por los de acci-
dente; que las pausas son dignas de especial cuidado,
y que las pausas viven en amistad con el acento tó-
nico; que es bueno conciliar las pausas de métrica
con las de sentido; que los pies bordónicos de impe-
rioso acento tienen una melodía más perceptible que
los pies bordónicos de acento móvil; que hay bordo-
nes que se equivalen, por su factura, en todos los
idiomas, siendo nuestro idioma más flexible y sonoro
metricalmente que la mayor parte de todos ellos; que
en los bordones y en las series bordónicas existe un
tono fundamental; que ese tono es agudo en francés
y en lengua británica, siendo agudo ó grave, ó alter-
nativamente grave y agudo en italiano y en español,
aunque siempre y en todos los casos con arreglo á
las leyes físicas y fisiológicas del sonido ; que el verso
sin ritmo no es verso en patria alguna, y que la rima,
si bien no imprescindible, realza la hermosura de los
428 HISTORIA CRITICA
bordones, como una señoril diadema de záfiros hace
mayor el triunfo de una mujer hermosa.
El número de los pies rítmicos de los versos in-
gleses puede variar desde dos hasta diez y seis síla-
bas, presentándose á veces el de doce pies con una
sílaba adicional. Sus licencias ortográficas más esen-
ciales, que prácticamente resultan muy complejas, son
la elisión y la sinéresis, es decir, la omisión en el verso
de una letra ó sílaba y el ayuntamiento de dos sílabas
en una sola. El verso de seis sílabas es el más general
en los himnos y en las baladas; los poetas modernos
gustan del de ocho pies; el de diez sílabas es el verso
heroico del idioma británico ; adolece de carencia de
variedad el de doce números, y los de catorce, así
como los de diez y seis sílabas, suelen usarse en forma
de pareados. La mensura de las palabras, en inglés,
se basa y se rige por su pronunciación, que difiere
muchísimo de nuestro modo de pronunciar y emitir
las voces, lo que me obliga á separarme de los ejem-
plos usados por sus retóricos para sustituirlos por
otros ejemplos de comprensión más fácil y más fácil
mensura. Es que sus retóricos escriben para su país,
dando por sabido lo más fundamental de la prosodia
de su lenguaje y prescindiendo de todo lo que se re-
fiere á la versificación comparada, que es el fin y el
objeto que yo persigo ahora y que ampliaré más
tarde, cuando me ocupe del modo de metrizar de los
decadentes. Ruego, pues, al lector que no olvide que
lo que le ofrezco es tan sólo lo substancial del decir
en ritmo. Así, en los versos siguientes, atiendo al nú-
mero de las sílabas, despreocupándome de su acento
imperante ó cantidad prosódica.
De Johnson:
The - mur - murs - of - the - crys - tal - rill.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 429
Del mismo:
Then - sum - mer - sinks - in - au - tomn's - reign.
12 34 5"6~7 8
Del mismo:
Thy - voice - per - pe - tual - love - ins - pire.
1 ~ 345 67 8
De Gray:
The - un - taught - har - mo - ny - of - spring.
1 2 ~3~ 4 5 6 7 8
Del mismo:
Thy - sun - is - set, - thy - spring - is - gone.
1234 5 6 7 8
Del mismo:
The - in - sect - youth - are - on - the - wing.
12 8 ~4~ 5 6 7 **
De Ruskin:
And - ver - dant - round - the - sam - mer - her - bage - sprung.
1 23" 56 789 10
Del mismo:
Its - noi - sy - pas - sions - have - left - so - li - tude.
1 "i" 3 4 5 6 7 8 9 10
Del mismo:
That - dawn - hath - but - one - word - for - mine - fa - reweíl.
1 ~i~ 3 4 ~5~ 6 7 ~8~ 9 10
De Collins:
For, - led - by - na - ture, - all - are - f riends - to - love.
12 3 4 ~5~ 6 7 8 9 10
Del mismo:
That - a - ni - mate - the - soul, - and - swell - the - lyre.
12 3 ~4~ 5 "e" 7 8 9 10
Del mismo:
In - ma - gíc - chaíns - the - cap - tíve - thoungl: - to - bínd.
430 HISTORIA CRÍTICA
Basta lo que antecede, para comprender lo mucho
que nuestra pronunciación simplifica el modo de me-
trizar de que nos servimos, aparte de lo exquisita-
mente sonoro de nuestro idioma, apto como ninguno
para todas las ternuras apasionadas y apto como nin-
guno para todos los arranques viriles. Es en él, y no
fuera de él, que hay que buscar maneras de enrique-
cerle y pulimentarle, ya que es dúctil, sumiso y fle-
xible como no lo son los más opulentos y mejor la-
brados. ¿Á qué deformar su limpia naturaleza con rit-
mos que, por su agudez ó su asperidad, se hallan en
pugna con sus dulces politonos y su espíritu franco?
¡ Habituaos al útil que os dio vuestra estirpe, y en que
palpita el alma del ser nacional! ¡Desgranad el ro-
sario infinito de sus armonías, que son maravillosos
collares de perlas! ¡Amadle con amor sincero y ar-
diente, penetrándole con el mismo cuidado con que
tratáis de penetrar el decir ajeno, y estad seguros de
que no hallaréis servidor más noble, más obediente,
más comprensivo, más ingenioso, de mayor virtud y
que más os ayude en las batallas que reñís por la
nombradía! ¡Salve al idioma propio, que es el ánfora
donde depositan la miel más pura de sus pensares y
de sus sentires, los orgullos y los afectos del propio
pago y del propio hogar!
Volvamos á la práctica de los versos ingleses:
De Shelley:
And - wich - is - the - best.
1 2 3 4 5
Del mismo:
To - the - sea - or - the - grove.
12 3 4 o tí
Del mismo:
When - the - moon - is - ri - sing - bright.
1 2 ~3~ 4 5 6 7
DE LA LITERATURA URUGUAYA 431
Del mismo:
They - court
-the-
■ feats,
-the
- dance, -
the-;
song.
1 T~
3
T"
5
H
7
8
Del mismo:
One - mood -
or - mo - du ■
.la-1
tion - like
-the
- last.
1 2
3
4 5
6
T f
9
10
Del mismo:
From-the- mu-sic -of - two-voices • and-the-iight - of - one- sweet-smile.
1 2345 6 7 8 9 10 11 ~ T? 14
Dedúcese, pues, que la versificación inglesa, como
la castellana, tiene á las sílabas por fundamento pri-
mordialísimo y por útil de armonía sinfónica; pero
que los diferentes modos de pronunciar de los dos
idiomas hacen que el recuento de las sílabas sea más
difícil en inglés que en castellano. Éste podría guiarse
métricamente por el lenguaje escrito, en tanto que
la métrica británica se guía por su lenguaje pro-
nunciado ú oral, que es más confuso y mucho más
complejo que nuestro modo de emitir las voces más
múltiples y más polisonoras. La lectura del verso in-
glés es un admirable ejercicio para la enseñanza de
su pronunciación, como también lo es para el cono-
cimiento de la nuestra, aunque en mucho menor es-
cala, la sonora lectura de nuestros bordones. Esa lec-
tura, cuando está bien hecha, nos impide rimar equi-
vocadamente gracia con Asia, como hizo en uno de
sus sonetos mejor terminados Julio Herrera y Reissig.
El inglés — compuesto en sus orígenes por elemen-
tos célticos, teutónicos y normandos, — tiende á su
formación definitiva hacia el siglo catorce, gracias á
los meritorios esfuerzos de Chaucer. Ocupa el primer
lugar, en el torneo de los idiomas, por la sencillez de
sus conjugaciones y por la rectitud de su construc-
ción gramatical; pero usa y abusa de las abreviaturas
432 HISTORIA CRÍTICA
en el lenguaje hablado, como usa y abusa de la inver-
sión y de la elipsis en su parla poética. El peor de sus
inconvenientes es el predominio que le ha dejado to-
mar al acento tónico, predominio que hace que las
sílabas átonas se debiliten al pronunciarse, siendo casi
inaprensibles para nuestro oído. Esto explica el por
qué su métrica difiere tanto de nuestra métrica en lo
que atañe al recuento de las sílabas. Bueno es decir
que el numen inglés ya se muestra alegórico y sim-
bolista hacia 1815, mucho antes de que el numen galo
soñara en ello, con los poemas intelectivos de Percy
Bysshe Shelley. Koszul, en su docta biografía de aquel
luminoso ingenio, nos asegura que éste se mantuvo
fiel á su credo mental no sólo en las creaciones de
su imaginación, sino también en sus temas musicales
ó rítmicos, agregando que algunos de sus fantasmas
de hermosura femenina y etérea están trazados con
la impetuosa extravagancia que se advierte en mu-
chos romances antiguos, y que no pocos de los líricos
movimientos de su laúd son á modo de anticipo de
los movimientos á que más tarde obedecerá el arpa
de Tennyson. Y Koszul concluye manifestando que
ningún poeta le parece tan sensible como Shelley á
todas las influencias que dimanan del "refinement
of fancy or spiritualisation of idea." — Mair, á quien
ya cité, piensa como Koszul. Mair nos dice, en la pá-
gina 182 de English literature, que Shelley, "saca ó
extrae de su espíritu las bellezas predominantes en
sus obras." — "Para Shelley, el mundo visible y el
mundo del pensamiento se confunden enmarañada-
mente en su contemplación de la hermosura." — "Para
Shelley no existe una línea divisoria entre aquellos
dos universos, siendo tan real y tan efectivo el uno
como el otro." — Y Mair agrega que en esta confu-
sión ó amalgama del mundo visible y el mundo so-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 433
nado, Shelley supo encontrar una nueva y sorpren-
dente forma, a nev/ and surprising form. — "Shelley
no nos traduce las creaciones de su imaginación sir-
viéndose de las analogías que estas ofrecen con las
apariencias del mundo sensible. Su instinto es anta-
gónico á este modo de hacer, puesto que describe é
ilumina la naturaleza contemplándola por el cristal
de las hechuras de su pensamiento." — Y Mair con*
cluye que, por estas razones de eterización ó espi-
ritualidad, acaso la poesía de Shelley es por demás
impalpable y se mueve en un ambiente por demás
rarificado, his work is too impalpable and moves in
3n air too rarefied.
En el fondo del fondo, si hacéis abstracción de las
diferentes pronunciaciones de los idiomas, todas las
métricas obedecen á los mismos estatutos ritmiales.
Todas fabrican sus versos ó bordones con series bi-
silábicas ó trisilábicas, que están regidas, con más ó
menos dureza y rigidez, por los movimientos troqueo,
yambo, dáctilo, anfíbraco ó anapesto. La elasticidad
de las series, fundada en lo vario de sus movimientos
ó en lo vario de sus acentuaciones, hace que el bor-
dón castellano sea superior, para expresar los afectos
del alma, á los bordones de los idiomas que tienen un
decálogo rítmico menos liberal. La estrofa castellana
es por lo común un compuesto sinfónico, y si nos
parece menos melodiosa que las formadas siguiendo
las leyes de la cantidad ó las leyes del acento inva-
riable, se debe sólo á que tiene más armonía, más ri-
queza de acordes y de tonalidades, que el decasílabo
británico ó que el alejandrino francés. La melodía
es el sonido dulce, suave y continuado de un solo
instrumento, lo que no es poco; pero á nuestra mé-
trica no le basta con ese hechizo, y gracias al len-
guaje de que dispone, puede variar incesantemente
434 HISTORIA CRÍTICA
de notas, medidas y pausas en su magnífico arabesco
orquestal, combinando el sonido de los instrumentos
de cobre con el sonido de los instrumentos de cuerda.
¿Quiere decir esto que no puede ser tan melódica
como la que más? ¡Mentira! Puede serlo, sin dejar
de ser castellana. Leed El alma de Asturias, de Sal-
vador Rueda. Leed, en Salvador Rueda, El Domingo
de Ramos. Leed, en Salvador Rueda, Las manos de
mi madre.
Parémonos, ahora y por un instante, en la predi-
lección que por lo propio tienen la crítica inglesa y
el pueblo británico. Junto á la métrica de lima y de
artificiosa espiritualidad que engendró Shelley, — en.
la que yo creo ver el origen del decadente modo de
decir actual, — alzóse otra métrica que es igualmente
de artificio y lima, aunque algún retórico haya tra-
tado de equipararla con la musa popular de Beranger
y con la patriótica exaltación de Píndaro. Pensamos
que hay un poco de fatuidad en el juicio de Mac-
Dermott sobre las Irish Melodies de Tomás Moore,
pareciéndonos que Stephen Gwynn está más en lo
justo y equitativo cuando nos dice : — "En verdad de
verdades, como los poetas del siglo diez y ocho, —
por los que siempre se manifiesta más influenciado
que por sus contemporáneos ilustres, — Moore usa
una dicción que, por lo común, se aleja muy poco
de la prosa etiquetera, ceremonious prose." — "La
poesía, para mí, sugiere algo más de lo que realmente
las palabras nos comunican, more than the words ac-
tually convey, y es por esta virtud que una idea y un
tropo, por muy distantes que estén de nuestro espí-
ritu, se dejan encerrar, con smna rapidez y destreza
suma, en un par de cuartetos, manteniéndose tan com-
pletas como cuando aún vivían únicamente en el
mundo de nuestra imaginación." — No es, pues, su
DE LA LITERATURA URUGUAYA 435
fraseo, sino su facultad de sugestionarse y de suges-
tionarnos, lo que explica la duradera fama de Tomás
Moore según Stephen Gwynn. El artificio pasa,
cuando la moda se modifica; pero como la nación,
el pago, la tierra nativa, no mueren cuando muere
la moda, permanece y perdura todo lo que tocó la
mano embrujadora de lo regional. Eso es lo que ha
sucedido con Moore. Gwynn nos dice que las can-
ciones de éste, por la calidad de su vocabulario, pue-
den parecer inadecuadas para el fin con que fueron
escritas; pero que "jamás otro alguno ha expresado
tan bien y tan jubilosamente las emociones sociales,
el consorcio del placer con la pesadumbre, pues sus
versos nos comunican el ímpetu y la exaltación, lo
mismo que el desmayo y la cólera, con sus hinchados
sones de cristal." — Y Gwynn agrega: "Ningún poeta
debe ser tan recordado como este poeta que vivifica
y sostiene á la nación lo mismo en sus horas afortu-
nadas que en sus horas obscuras." — Y Gwynn con-
cluye:— "Ningún cantar, tan profundamente como
estas canciones, ha dejado estampada su impresión
en el alma y en la voluntad de sus conciudadanos,
como ninguno supo ganarse el eterno amor y la eterna
gratitud de los irlandeses como este noble y antiguo
cancionero, que asocia eternamente, en el mundo de
su imaginación, la dolorida música de su tierra natal
con la esperanza invencible de su país nativo, the
plaintive music of his country with his country's una-
bandoned hope."
¡El amor de la patria será siempre, como siempre
fué, el rocío vivificante de las flores del genio ! ¡ Sa-
bedlo los que vais á buscar, cruzando los mares, per-
fumes para la cabellera de vuestra musa ! ¡ El arte,
la inspiración, la gloria, el beso cariñoso y agrade-
cido de lo futuro, están aquí, en la tierra de la calan-
436 HISTORIA CRÍTICA
dria canturreadora y del hornero trabajador! ¡Aquí,
donde espera que alguno la descuelgue del ombú con
churrinches, donde quedó olvidada, la lira de Alejan-
dro Magariños Cervantes!
Entremos, ahora, en el sucinto estudio de los ver-
sos dobles; pero, ¿acaso sus versos fundamentales son
series sencillas? De ningún modo. Sus versos funda-
mentales son, cuando menos, versos de dos series.
Entonces, para la más perfecta comprensión de lo que
decimos, establezcamos una fórmula general para las
series bisilábicas y trisilábicas. Indiquemos por la le-
tra A todas las sílabas con acento tónico, y por la
letra S todas las sílabas sin acento característico. Así
lo hace, empleando otras letras, la prosodia británica
de Meiklejohn.
Troqueo: A S.
Yambo: S A,
Dáctilo: A S S.
Anfíbraco: S A S.
Anapesto: S S A.
Con colocar, delante de esas cinco fórmulas ó se-
ñales, la cifra correspondiente al número de las series,
tendremos especificada la contextura de cada bordón
compuesto. Busquemos los siguientes ejemplos en
Zorrilla:
De seis sílabas:
Sutiles — vapores
2 6
Le impelen — suaves,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 437
Y costas — y naves
2 5
Se dejan — atrás.
2 5
El verso de seis sílabas se halla comprendido, por
lo tanto, en la siguiente fórmula 2 S A S. Entonces
el dodecasílabo, ó verso de doce sílabas, se compondrá
de dos versos elaborados por series anfíbracas, ó lo
que es lo mismo por 4 S A S.
Del ala — mo blanco — las ramas — tendidas,
2 5 2 5
Las copas — ligeras — de palmas — y pinos,
2 5 8 n
Las varas — revueltas — de zarzas — y espinos,
2 5 2 5
Las hiedras — colgadas — del brusco — peñón.
2 5 8 11
Vése, por poco que se mire, que los versos compues-
tos guardan las acentuaciones caracterizantes de las
series sencillas por que están formados, sin que la
ley se altere cuando concluyen con una sílaba tónica,
desde que esta sílaba, en virtud de su intensidad, se
transforma en dos, de las cuales la primera es larga
y la segunda es muda. Pero el caso anterior pertenece
á los bordones de movimiento puro. Lo general es
que el acento anfíbraco no sea imperioso ni en la pri-
mera ni en la penúltima de las cláusulas métricas,
de lo que resulta que nuestros bordones de doce sí-
labas se parecen no poco, por sus acentos en undé-
cima y quinta, á los bordones decasílabos del lenguaje
francés, cuémdo estos decasílabos se componen de dos
hemistiquios iguales, y á los hexámetros de la britá-
nica metrificación, cuando estos hexámetros tienen el
movimiento troqueo.
438 HISTORIA CRÍTICA
Véase en Víctor Hugo:
Quand le ciel charmant — se mire á la source,
5 10
Quand les autres ont — Táme et le baiser,
5 10
Faire la grimace — est une resource.
5 10
N'étant pas heureux, — il faut s'amuser.
ó 10
De Jorge Borrow;
Love with rosy f ett'er — held us f irmly bóund ;
5 10
Puré un mixed en joy'ment — gratef ul heve we f óund.
5 10
Bosom, bosom meet'ing — gains youths we préssed ;
5
Brigth the morn a rose — then glad to see us bléssed.
5
El bordón heptasílabo, que se acentúa invariable-
mente en la penúltima de sus sílabas, es yámbico en
su forma más pura, siendo su signo caracterizante
S S A. Debo advertir que no empleo las letras y los
números como los emplea el autor de A new grammar.
La versificación inglesa se acerca más que la caste-
llana á las estricteces de la cantidad latina. Sólo ex-
cepcionalmente hace uso de los pies de acento va-
riable ó móvil. Eso impide que mis fórmulas sean
iguales á las de Meiklejohn.
De José Zorrilla:
Bebamos, Blanca hermosa.
2 4 6
Estar lidiando siempre.
2 4 6
Porqué el cendal descíñes.
2 4 6
Así se goza, Blanca.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 439
LfOS versos castellanos son siempre flexibles. Es
maravillosa su elasticidad. El número de sus acentos
imperiosos nunca es muy grande. Sus sílabas tónicas
jamás son un obstáculo para la gracia, la ligereza y la
armonía de su sonoro vuelo. El heptasílabo, á pesar
de lo yámbico de sus orígenes y de su forma pura,
sólo es de hierro en el acentuar de su sílaba sexta.
De ahí que, en su estructura, el acento varíe ince-
santemente sin que padezca el donaire musical del
bordón.
De Zorrilla:
Caiga el cabello en rizos.
1 4 6
Cuándo la luz se quiebra.
I 4 6
Entre las copas jueguen.
1 4 6
Cuál pabellón que guarda.
1 4 6
Adiós, hermosa Blanca.
2 4
De Meléndez:
Las rosas á porfía.
S 6
Tus plumas se dilatan.
i 6
El sol cuyos cambiantes.
2 3 6
¡Qué púrpura tan fina!
12 5 6
¡Qué nácar, azul y oro!
12 5 6
El fresco alhelí meces.
a 6 6
Placeres mil varías.
440 HISTORIA CRÍTICA
De Cadalso:
Y para qué sus voces
2 4 6
A los ecos admiren,
3 6
Y repitan tus versos
3 6
Los melodiosos cisnes,
4 6
Vuelve, mi dulce lira,
1 4 6
Vuelve á tu tono humilde
1 4 6
Y deja á los Homéros
2 6
Cantar á los Aquíles.
2 6
El heptasílabo puede ser, en consecuencia, yambo
ó semi - yambo, de acentuación fija en todas sus síla-
bas pares ó de acentuación que sólo se apoya en el
acentuar del sexto número del pie bordónico. Del
verso heptasílabo desciende el verso de catorce síla-
bas. Como nos dice don Eduardo de la Barra, el ale-
jandrino clásico, más metódico que sus sucesores,
componíase de dos heptasílabos de movimiento puro,
lo que le daba rapidez extrema. Ya Mena, Santillana
y don Juan Manuel convirtieron en semi - yámbico el
acento yámbico de los alejandrinos, contentándose
con que estuvieran acentuados en sus sílabas segunda
y sexta cada uno de los heptasílabos que los forma-
ban. Como en todos los versos dobles, el final del pri-
mer hemistiquio, en el alejandrino, debe considerarse
como final de verso, y como en todos los versos cas-
tellanos, nótase, en el alejandrino, una gran variedad
de combinaciones acentuales.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 441
De José Zorrilla:
¡ Las nubes solamente ! — ¡ Las nubes se acrecientan
2 6 i 6
Sobre el dormido mundo! — ¡Las nubes por dó quiért
4 t; 2 5 (i
A cada instante que huye — la lobreguez aumentan,
•-• l fi 4 6
Y se las vé en montones — sin límites crecer.
4 « se
Del mismo:
Te acercas, sí ; conozco — las orlas de tu manto
¿ 4 fi 2 fi
En ésa ardiente nube — con qué ceñido estás ;
■2 4 6 -2 i H
El resplandor conozco — de tu semblante santo
4 tí 4 6
Cuándo al cruzar el éter — relampagueando vas.
4 ü 4 tí
Del mismo :
¿Quién ante tí parece? — ¿quién és en tu presencia
-2 i fi 2 6
Más que una arista seca — que el aire vá á romper?
2 Á (j 2 4 6
Tus ojos son el día; — tu soplo es la existencia;
2 4 2 tí
Tu alfombra el firmamento; la eternidad tu ser.
2 6 4
He señalado, en los versos que anteceden todos los
acentos de carácter tónico, á fin de que el lector pu-
diera notar que hasta los más insignificantes son de
tenerse en cuenta en los bordones de movimiento yám-
bico. Las otras acentuaciones desaparecen, absorbidas
por la cadenciosa y bien perceptible tonalidad rit-
mial. Lo mismo ocurre siempre, cuando es armónico
442 HISTORIA CRÍTICA
el verso de catorce sílabas. Recordad á Gómez ó á
Magariños.
Del primero:
América desploma — sus ríos como mares,
2 6 2 6
Las cumbres de sus montes — se ocultan al mortal,
8 6 2 6
Sus bosques están llenos — de místicos cantares
2 6 2 6
Que acaso son los ecos — del coro celestial.
2 6 2 6
Del segundo:
Bendeciré los golpes — de tu inflexible mano,
4 6 4 6
Si al mundo, antes que muera, — revelo algún arcano,
2 6 2 4 6
Si enseño á los mortales — alguna gran verdad;
2 6 2 4 6
Si la existencia mía, — sirviéndoles de ejemplo,
4 6 2 6
Ofrenda eterna deja — de la virtud al templo,
2 4 6 4 6
Y un astro más al cielo — del alma libertad !
2 4 6 2 6
En el alejandrino, como en todos los bordones com-
puestos, cada hemistiquio forma un verso aislado. Si
el primer hemistiquio termina con una palabra aguda,
— lo que rara vez sucede en castellano, — la última
silaba de esa palabra aguda se cuenta por dos. En
cambio si el primer hemistiquio concluye con una pa-
labra esdrújula, el primer hemistiquio pierde una sí-
laba en virtud de ese acento.
De Gómez:
Que fuiste en las Pirámides — tu luz á reflejar.
6 6
No importa que las páginas — brillantes de tu gloria.
6 6
DE LA LITERATURA URUGUAYA 443
La tempestad sordísona — retumba en el confín.
6 6
Para el vencido lágrimas, — al vencedor cipré.
6 (i
En todos los idiomas, el alejandrino es más ó me-
nos móvil en su acentuación, iniciándose muy fre-
cuentemente con un giro troqueo en español, en fran-
cés y en italiano. A pesar de esta semi - autonomía
acentuadora, el alejandrino tiende, siempre y en todas
las lenguas, al movimiento yámbico, que es su movi-
miento de origen y que es su movimiento más melo-
dioso. El alejandrino inglés, en su forma normal, es
yámbico puro, acentuándose en todas sus sílabas pares.
De Víctor Hugo :
Tout en cueillant des fleurs — jamáis sa main novice.
4 H S 4 í>
Comme l'oiseau des bois — devant l'aube vermeille.
Qui dépose sa chárge — aux bornes du chemin.
2 6 2 U
Comme un pavé d'autel — qu'on lave touts les soirs.
4 6 2 •;
De Ada Negri:
La térra néra e fátta — di sángue e pólve un grumo.
2 4 6 2 4 6
La liberta dei vénti — il verde delle aiuóle.
4 6 2 6
Tutto ció che é respiro — e vita, vita, vita!
4 6
De Guerra Junqueiro :
Dos odios, das paixoes, — das lepras, da vingánga.
2 6 2 6
Rumínan día e nóite; — engólem; nao tém déntes.
2 4 6 2 4 6
444 HISTORIA CRÍTICA
De Tennyson:
And sweet'er is the young lamb's volee, — to me that can'not risel
2 6 8 2 ~T~ ~
El alejandrino británico no es, por lo común, sino
un compuesto de cuatro y de tres modulaciones yám-
bicas.
No me ocuparé de los versos españoles de trece sí-
labas, pues no me suenan, y cuando me suenan pecan
de monótonos ó de incorrectos. Este bordón es un
combinado de dos cláusulas yámbicas, la primera de
seis y la segunda de siete sílabas. Su primer hemis-
tiquio, por lo general, termina con un agudo, lo que
las convierte en simples y en martilleantes alejandri-
nos de corte clásico. Lo mismo diré de los versos de
quince sílabas, que tampoco me suenan, ó que me sue-
nan demasiado cuando se forjan colocando sus ritmos
6 acentuaciones en las sílabas dos, cinco, ocho, once
y catorce. Me parecen, cuando así se labran, verses de
artificio, siendo, cuando se labran de otro modo, —
con un heptasílabo y un verso de ocho sílabas, — de
mal sonar. Don Sisibaldo Mas, en 1845, publicó un
Sistema musical de la lengua castellana. Sostenía que
el verso y la música son primos hermanos, pues los
acentos equivalen á las notas, la cantidad silábica al
valor de las notas, y los pies métricos á los compases.
Muy latinista, trató de conciliar nuestra versificación
con la horaciana, creando nuevas acentuaciones y nue-
vos metros. Estudió bien las tónicas de nuestros en-
decasílabos, que conoció á fondo; pero acertó poco
en las innovaciones que orquestó y propuso con in-
sistente ahinco. Tradujo en versos de diez y siete sí-
labas, cuyas cinco últimas eran siempre un adónico,
la Eneida de Virgilio. Aquello era prosaico y era duro.
Ved estos bordones con que termina uno de los cantos
de la versión de Mas:
DE LA LITERATURA URUGUAYA 445
Sobre el monte Ida — el lucero alzábase, prueba patente
De que el día se acercaba. — Guardaban las puertas á cientos
Los griegos; y ninguna — ya quedaba esperanza. Vi fuerza
Era ceder ; y con mi padre, — dirigí al monte la planta
Otros del mismo autor:
La rama que arranco — por su raíz mana sangre que mancha
El suelo. Me horrorizo, — y de pasmo y estupor quedo yerto.
Vuelvo á coger un tallo, — la causa penetrar deseando
Del misterio, y de nuevo — destila en corteza la sangre.
Muy caviloso y agitado — invoco á las ninfas agrestes.
Finalicemos. Lo que antecede basta y sobra para
que el lector comprenda lo difícil que es innovar. Lo
más que puede hacerse es yuxtaponer lo ya conocido
para salirse un poco de lo común. El verso moderní-
simo de diez y seis sílabas usólo ya doña Gentrudis
Gómez de Avellaneda. Hay ejemplos de él en las obras
poéticas que esta señora editó en París. Salvador
Rueda, tomando por base la cláusula de cuatro sílabas
más que el octosílabo, nos ofrece un compuesto sin-
fónico no falto de novedad ni exento de armonía en
sus admirables Trompetas de órgano. Ved un trozo
de esos versos de Rueda:
De la bóveda del templo,
Donde mil estalactitas se entrelazan
Cual trompetas fabulosas de un gran órgano salvaje
Que responden á otros tubos que del suelo se levantan,
La colgante lira nueva, la sutil estalactita,
Una gota de luz clara
La desprende á la otra lira que en el fondo espera, espera.
El porrazo de la perla en su punta congelada.
Volvamos atrás.
El romance es el mágico prodigioso de la lengua
446 HISTORIA CRÍTICA
española. El romance permite al pensamiento, por
sutil que sea, disolverse en la música. La idea, en el
romance, resalta y brilla envuelta por el ritmo, como
el mármol pentélico, como la carne desnuda de la
estatua se impone y refulge bajo un cendal ligero y
transparente. El romance nos deja pintarlo todo y
sentirlo todo; es épico y lírico; es un rayo de sol
sobre las cosas y una ventana abierta sobre las almas.
El romance es un pentagrama inmenso y una paleta
enorme, porque tiene todos los timbres y todos los
tonos, todos los colores y todas las sombras. El ro-
mance es copa de oro y vaso de arcilla, pues puede
contener, según lo labre el numen, todas las esencias
de lo suprasensible y todos los amargores de lo hu-
mano. El romance es búcaro de cristal y tiesto de la-
drillo, porque en el agua fecundadora de sus asonan-
tes lo mismo cría el tulipán rarísimo que el clavel
gitano. El romance es órgano, laúd, clarín, guitarra,
pandero y dístico de crótalos. El romance es la poesía
naturalísima, le bastan cuatro versos para engendrar
belleza, teje primores trenzando los hilos anaranja-
dos del sol de la raza y los humedece, para hacerlos
flexibles, con el unto de la médula del espíritu po-
pular. Eso, lectores míos, es el romance.
El romance parece hecho para andar por todos los
trampolines, para mecerse en todos los trapecios, para
ejercitarse en todas las argollas y pzira atravesar los
aros de menor círculo, por lo descoyuntado de su
cuerpo fuerte y gracioso, fino y varonil. Con lo poco
tiránico de su rima y la variedad de su acentuación,
el romance es el diablo cojuelo de nuestra métrica^
pues sube á las torres para impresionar á la multitud
con ruido de campanas, penetra en los palacios resu-
citando cuentos de andariega caballería, se pierde por
los valles para ceñir la frente de las pastoras coa
DE LA LITERATURA URUGUAYA 447
guirnaldas de flores de olor boscano, ó pernocta en
las casas de los suburbios para decir consejas de bru-
jerías y latrocinios. Es el romance, poliforme y poli-
sonoro, el mejor amigo de los poetas eruditos ó calle-
jeros, de prosapia azul ó de linaje humilde, porque
dotado de cien mil ojos, de cien mil oídos y de cien
mil memorias, ¿qué habrá que no sepa? ¿qué habrá
que se le oculte? ¿qué habrá que se le escape? Ale-
grías, dolores, creencias, dudas, esperanzas, desenga-
ños, ensoñamientos, desdenes por lo azul, alas en vi-^
bración, alas yertas ó rotas, cuando el romance pasa,
¡ cómo os estremecéis ! ¡ cómo sentís que el romance
puede inmortalizaros, enredando lo más íntimo de
vuestra substancia en la red musical de los asonantes
de dulce dejo !
Me explico lo mucho en que al romance tienen Du-
ran y Revilla. ¿No fué el romance el útil más útil que
tuvo el teatro en horas de Moreto y Calderón? Sí
que lo fué, que al romance apelaron, siendo favore-
cidas siempre por el romance, las dramáticas musas
de Lope y Rojas, Tirso y Montalván. Del romance
se valieron los reyes en triunfo, los duques en derrota,
los galanes en ascuas, las doncellas en abandono, los
criados en tren de bufonería, los malsines en acecho
de la virtud, poniendo la franqueza proba del romance
bien de relieve portentosas hazañas, amorosos senti-
res, tristes desengaños, palaciegos derrumbes, men-
tiras crueles y jácaras sin hiél, pues el romance ba-
talló con los tercios del Cid en campos de Valencia
como el romance fué la escala de seda de que se sirvió
el garrido don Juan para escalar los muros de los
jardines que plateaba la luna de Sevilla.
El romance se aviene con todas las medidas, con
todos los acentos, con todos los tonos. Es graznido
de águila, es silbo de zorzal, es alerta de tero, es
448 HISTORIA CRÍTICA
charla de gorrión, y es romántico nocturno de chin-
gólo. El de cinco números, como ya dije, acentúase
á veces en las sílabas primera y cuarta, y á veces en
las sílabas cuarta y segunda. El de seis sílabas, siendo
más variado, tiende á lo troqueo, lo que no le impide
aceptar el acento en los números pares. El de siete
sílabas, dúctil y móvil, es armonioso como una vi-
huela que pulsa el cariño, siendo el de ocho, de cam-
biadizo acento y melodía grande, el metro castellano
por excelencia. Es oda y es silva en sus combinacio-
nes, pues mixtura sus versos de seis pies con sus
pies decasílabos y de doce números, como mixtura
sus pies de ocho compases con los bordones de dieci-
séis y aun de veinticuatro medidas silábicas. Y no
creáis que me ciega mi ardiente cariño por la rima
asonantada de los españoles, que huele á zarzo agudo
y á cedrón silvestre bajo el sol de mi tierra. Los crí-
ticos germánicos, que suelen ser muy doctos, piensan
como yo. Abrid el teatro del siglo de oro, y apren-
deréis lo que puede el romance. En asonancias suele
hablar aquel Pedro Crespo, labrador y alcalde de
Zalamea, que agarrota á don Alvaro y discute de co-
sas de justicia con Felipe II, como en asonancias
suele hablar aquel don Gutierre Alfonso que, trans-
formado en médico de su honra, cura recelos de de-
coro con una sangría en un terrible drama de Calde-
rón. En asonantes suele hablar aquella nobilísima
dama que, convertida en plebeya moza de cántaro, nos
pintó la musa de Lope de Vega, como en asonantes
suelen hablar también los criados, pródigos en verdad
y en chiste, que puso en sus comedias Francisco de
Rojas. En asonantes hablan las pastoras á lo Leonisa,
los paladines á lo Garci Pérez y los bandidos á lo
Marbelio en el teatro de Tirso de Molina, como en
asonantes suelen dialogar Diana con Carlos, para es-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 449
carmiento de desdeñosos, y Mendo con Leonor, para
escarmiento de barbilindos, en el teatro de Moreto
y Cabana. ¡ Qué no hará el romance si le tratan con
mimo y le pulsan bien ! ¡ Qué no hará el romance, que
es brezo en carrascal y rosa alejandrina en jardín de
hadas! Góngora, en romance, os contará de Angélica
y Medoro ;• Quevedo, en romance, os hablará de Zam-
borodón y doña Dinguindaina; en romance escriben
sus anacreónticas don José Cadalso y don Juan Me-
léndez; el duque de Rivas trata, en romance, del mar-
qués de Lombay y del conde de Villamediana; y don
José Zorrilla zurce, en romance, las leyendas román-
ticas de doña Luz, Aurora, Margarita, el juez Osorio,
el alcalde Ronquillo y el capitán Montoya.
Salvador Rueda ha utilizado las asonancias con una
maestría que no encontraréis en poeta castellano al-
guno. El romance tiene, entre las manos suyas, flores
y luces como un patio andaluz, flecos como un man-
tón de manóla y sederías más irisadas que las plumas
de la cola de un pavo real. Largo ó corto en la lon-
gitud de su bordoneo, es el romance de este poeta,
por lo castizo de su lenguaje y por lo múltiple de su
tonalidad, gloria y orgullo, gala y regocijo del idioma
español, ya imite el zumbo de la mariposa, cuyas alas
son hélices del viento, sobre los clavos de la pasio-
naria y sobre las azules corolas de las campanillas;
ya trate de copiar el eco que levanta la clueca, lla-
mando á sus hijos, cuando la avispa y el tábano an-
dan, rezonga que rezonga, de la viña al lagar, del
membrillo al sauce, del clavel purpúreo de la reja en
verdores á la rosa lacia que dormita en el búcaro del
salón quintero ; ya nos pinte á la monja de manos de
jazmín y actitud estática, transparente á manera de
chorro de luna, que reza detrás del coro del templo,
como muerta en vida y como circundada por la luz
29. — m.
450 HISTORIA CRITICA
irreal de un místico lampadario; ya escuche á la ci-
garra que, gota de sol convertida en verso, bendice
el ardiente afán de vivir con sus dos élitros sonorosos,
desde un chumbo dorado por la luz de la siesta ena-
morante y ensoñadora; ya loe á la guitarra, de forma
de pecho, en cuyo seno músico palpitan los placeres
y penas de la raza, fingiendo risas, desdenes, zumbas,
y articulando besos, suspiros y promesas que el co-
razón recoge con avidez, como recoge la tierra en se-
quía la generosa humedad de la lluvia; ya le diga
á la madre de ochenta inviernos y encorvadita mar-
cha, que le daría los ojos jóvenes para animar sus ojos
mustios y cansados, cuya luz se ha extinguido á fuerza
de esparcirse en raudales de amor; ya se mezcle al
baile macabro que danzan por los caminos, á modo de
ilusiones tristes y desmayadas, las hojas secas del
álamo blanco, del pomposo parral y del sauce en luto,
que se mira en las aguas del estanque azul, por donde
van los cisnes enfermos de frío ; ya salte con los brin-
cos del surtidor que, ansioso de besar á las nubes de
topacio y rubí, parece un vegetal de urdimbre suti-
lísima é incolora que abre los pétalos de su flor única
en el zafirino seno de los aires; ya inciense á su ban-
dera audaz y conquistadora, romántica y amiga de
aventuras, cuyo amarillo es barra de oro y cuyo rojo
es prenda de arrogante empuje, en cuyos pliegues vi-
bran, cuando el viento sopla, la gaita y el zortzico, la
jota aragonesa y el cantar sevillano ; ya espíe el sueño
de las crisálidas, espíritus que duermen aguardando
la hora de convertirse en capullos con alas, encarnán-
dose en flores policromas que suben, por los hilos
del sol, como pájaros de juguete tejidos en el em-
brujado telar de los gnomos; ó ya, en fin, nos rime,
siempre en asonancias, la armonía del mar, el himno
DE LA LITERATURA URUGUAYA 451
de las olas que ruedan, el tumulto que alzan las cres-
tas hervorosas, donde flotan, persiguiendo á las si-
renas germánicas, los tritones griegos, aquellos tri-
tones que unció la antigüedad al carro de Neptuno
y á la urna que pone la sonrosada carne de sus muros
de nácar en los redondos senos de Anfitrite.
El romance es, pues, una maravilla, cuyo cultivo
será eternamente pródigo en dones para las musas
de progenie hispana, no teniendo, en los laboratorios
de nuestra métrica opulentísima, otro rival que el
endecasílabo flexible, valiente, armonioso y reque-
brador.
Es el endecasílabo principal elemento de nuestra
lengua versificada. Cuentan las crónicas que Andrés
Navagero, embajador de la esposa del mar, de la re-
pública veneciana, de la comerciadora en nórticas cur-
timbres y en especias meridionales, de la dada al trá-
fico de seda y algodón y dátiles y azúcares, enseñó
á los hespéricos el ritmo del bordón de once pies si-
lábicos, por el que se morían la teológica musa del
Dante y la caballeresca musa del Ariosto. Cuentan las
crónicas que Andrés Navagero descubrió á Boscán
las excelencias del ritmo aquel bajo el cielo purísimo
de Granada, limitado por las sierras vestidas de nieve
de Guardia y de Ronda, siendo bien recibido, allí
donde se crían el almendro y la caña de azúcar, el
retórico acorde que nos aportaba la brisa que mueve
las lagunas negras, donde hay góndolas á manera de
túmulos y barqueros que cantan pesares del querer,
cuando la luz se amustia entre celajes rojos y la no-
che se ciñe su diadema de astros. La crónica no sabe
lo que se pesca. Antes que Boscán, que fué barcelonés
y que fué petrarquino en sus sonetos y en sus can-
ciones, ya Santillana conocía y usó los itálicos me-
452 HISTORIA CRÍTICA
tros, diciéndonos que, desnudo de esperanzas y rico
en congojas,
La mi vida me huye mal mi grado,
La muerte me persigue sin pereza.
No fué el verso toscano propicio á Santillana, como
tampoco supo tejerlo con dulzura la lira de Boscán.
Garcilaso hizo amable al extranjero, dándole la mú-
sica y la belleza que le son propias, vistiéndole con
el vestido de sus imágenes naturalísimas y encendién-
dole con el vital calor de sus afectos. Bucólico, vir-
giliano, con sones de égloga, llora el endecasílabo en-
tre los blancos lienzos de su cuna española, contán-
donos los sentires y lamentares de Tirreno y Alcino,
Salicio y Nemoroso. Alzase luego hasta los primores
de la oda horaciana con fray Luis de León y hasta
la majestad de los himnos hebraicos con las pindá-
ricas canciones de Herrera, gozándose en lá sátira
con Argensola, y en lo sáfico con Villegas, y en lo
pastoril con Montemayor, y en los dúlceos del ma-
drigal con Gutierre de Cetina. Es verdad que antes
de llegar á esto ya se educó para todos los ejercicios
de la cadencia y de la hermosura, combinándose con
el verso de siete números, cuando alababa á la rosa,
al jazmín, al clavel, á la arrebolera, á todas las flores
que produce el verano, bajo la dirección de la musa
insigne de Rioja. Salido de pañales, fuerte de pecho,
redondo de garganta, con mucho corazón y aficionado
á ver, llega el endecasílabo rápidamente á la mocedad,
haciéndole suyo los númenes épicos, y entonces Er-
cilla le impulsa á que cante las glorias de Arauco,
Valbuena le mete por los desfiladeros de Roncesvalles,
Hojeda le postra á los pies de Cristo, Virués le guía
por las asperezas de Monserrat, y Villavicicsa, de ojos
negrísimos y cuerpo de púgil, hácele narrar en octava
DE LA LITERATURA URUGUAYA 453
rima el furibundo encuentro en que Minurca toma la
fortaleza que defendió con brío Sicaborón.
También brilló á la luz de las candilejas el bordón
toscano, aunque el verso de ocho medidas ó números,
pareciéndose más al decir de la prosa, se aviene me-
jor con las necesidades de la musa dramática. En
endecasílabos hablaron muchísimas veces, en el siglo
de oro, los galanes de capa y espada con las doncellas
de manto al rostro y con las campesinas que resultan
duquesas al fin del lance, como en endecasílabos ha-
blaron muchísimas veces, entre los bastidores de la
edad romántica, los paladines de yelmo y coselete con
los moros que visten albornoz y turbante. Sonó el
endecasílabo en la mazmorra obscura de la torre mus-
lime y en la sala creyente de la torre feudal, casán-
dose las rimas de los pies de once al compás del
chispeo de los corvos alfanjes con las espadas rectas,
entre desmayos de castellanas mal feridas de amor
ó lamentos de infieles que dejaron el alma en los en-
cajes de las columnas del jardín del serrallo por
donde vaga la nubecilla azul del perfume arabesco.
Entró el bordón toscano de esta manera, por gusto
del oído y por ley del uso, en las fantásticas here-
dades de Talía y Melpómene. Calderón de la Barca,
en La vida es sueño, se valió de la música del ende-
casílabo para poner galantes discreteos en los ardien-
tes labios de Segismundo y en los jóvenes labios de
Rosaura. Lope de Vega, en La esclava de su galán,
se valió de la música del endecasílabo cuando quiso
que Elena nos relatase la breve historia de su linaje
azteca y sus firmes amores. Francisco de Rojas se va-
lió de la música del endecasílabo, en el acto segundo
de Don Lucas del Cigarral, para que don Pedro pu-
diera narramos cómo, en horas de luz y oculto entre
las ramas que sombrean el río, sorprendió solazándose
454 HISTORIA CRITICA
en los goces del baño á la dulce belleza de Isabel de
Peralta. Sirviéronse igualmente de la armoniosa mú-
sica del endecasílabo, para contarnos lances de gue-
rra ó de ambición, Agustín Moreto en 'La fuerza de
la ley y Tirso de Molina en La venganza de Tamár.
Si no resplandece el compás toscano al fulgor maña-
nero de los coloquios de Rodrigo de Cota, de las
églogas de Juan de la Encina y de los pasos de Lope
de Rueda, no bien se afirma el arte de hacer come-
dias, no bien la musa de la escena abandona la cuna
en que la amamantaron viejos y pastores, rufianes y
simples, — la máscara trágica de los enredos de honor
y lealtad pide el auxilio del compás de once, utili-
zándole el mismo Juan Ruiz de Alarcón en El tejedor
de Segovia y en Ganar amigos, en La verdad sospe-
chosa y en Los pechos privilegiados. Es cierto que
el endecasílabo no reina solo, sino repartiendo su
reyecía con el pie de ocho números; pero, á pesar de
que el pie de ocho números se armoniza mejor con
la musa dramática que el bordón toscano, el bordón
toscano sube á la escena en forma de silva, de
soneto y de octava real. Al siglo de oro van á
buscarle los romanticismos del siglo diecinueve, va-
liéndose del endecasílabo para cantar proezas, cariños,
desdenes, celos, agravios, venganzas, ambiciones ó
desventuras, el Edipo de Martínez de la Rosa, el
Maclas de 'Larva, el Alvaro del duque de Rivas, el
Manrique de García Gutiérrez, el Diego de Hartzen-
busch, el Gabriel de Zorrilla, el Colón de Rubí y el
buen Alonso de Gil de Zarate.
Es el endecasílabo joya de mucho precio, y útil
que se merece grandes alabanzas. Al endecasílabo, de
buen acomodo, le basta un simple acento, un acento
en sexta, para sonar á clarín ó á zampona. Eje central
de la melodía, es ese acento en sexta de fácil trato
DE LA LITERATURA URUGUAYA 455
para los demás acentos del pie bordónico. Sólo suele
reñir con el acento en quinta, cuando éste le supera
en intensidad. Y también es amable el endecasílabo
de doble acento tónico, el que tiene la cadencia rit-
mial en sus sílabas cuarta y octava, siempre que el
imperio de esos gravámenes se imponga al oído ha-
ciendo que la música del bordón sea perceptible y
arrulladora. Cuando le ofendéis, posponiendo sus acen-
tuaciones de dulce oir á las acentuaciones obstruc-
cionistas en tercera y séptima, el bordón toscano se
queja con justicia de que no sepáis lo que pueden la
gran virtud de las pausas y el buen juego de las ar-
mónicas de las vocales. Esta flexibilidad, este cambio
de acentos, esta doble estructura, este trato amení-
simo, que le permite reflejar en las ondas de su me-
lodía todas las nubes y todas las fulgencias del cielo
del alma, dan razón al prestigio de que goza el verso
de once en la métrica de Castilla. Recordad como lo
manejaban el desaliño de la musa de Campoamor y
el atildamiento de la musa de Núñez de Arce.
Y el endecasílabo se merece su buena reputación,
pues es tanta su docilidad que, si no destruís el po-
derío de los constituyentes, os permite hasta el uso
de los acentos obstruccionistas. Débese esto á que la
fuerza del tono y el peso acentual, en los bordones,
son el lógico resultado de la intensidad de la posición
y de la intensidad natural de sus sílabas esenciales.
Más aún de la primera que de la segunda, como fá-
cilmente podréis advertir analizando los versos que
siguen.
Con el acento en sexta:
Habíame de su voz encantadora,
1 6 10
Vencido por la fé de mis abuelos.
2 6 10 '
456 HISTORIA CRÍTICA
Lentamente la tarde declinaba.
3 6 10
Aspiración del ínclito soldado.
4 6 10
Adelante, vil sombra de la aruéra.
5 6 10
Vestidas de carmín, pálidas rosas.
6 7 10
Tragada por el mar, la luz moría.
6 8 10
Te complace sufrir, corazón mío.
6 9 10
Se emborrachan los tordos en la vid.
6 10
Con el acento en cuarta y octava:
Castos amores que en secreto pecan.
14 8 10
Llenar de luz mi lobreguez sombría.
2 4 8
Pensará en mí cuando la tarde muera.
3 4 8 10
Sus manos blancas y su traje obscuro.
4 8 10
¡ Calcina, luz ! ¡ sol infernal, destruye !
4 5 8 10
Y pasarás, mi bien: las rosas pasan.
4 6 8 10
Con los embustes que tú misma hilaste.
4 7 8 10
Tiende la luna su mantel plateado.
4 S 10
Callo las penas de mi amor, bien mío.
4 8 9 10
Como los astros por el cielo van.
4 S 10
Es indudable, pues, que la fuerza del tono y el peso
del acento dependen más de la posición que de la
intensidad de las sílabas tónicas ó esenciales. Como
DE LA LITERATURA URUGUAYA 457
Verón nos dice, el lenguaje poético no es otra cosa
que la exaltación del idioma convencional por todos
los medios de expresión que posee el decir castellano.
Para transmitir una emoción, és preciso sentirla,
siendo indispensable que el poeta elimine de su vo-
cabulario todo lo inútil y todo lo perjudicial al es-
parcimiento de la emoción. Cuando necesitáis hacer
un esfuerzo penoso y sostenido para interpretar el
significado de las frases poéticas, la emoción caloló-
gica no se produce ó se produce mal. Esta emoción
es, entonces, á modo de fuerza que se gasta destru-
yendo obstáculos. La poesía, como la prosa, necesita
del auxilio de la claridad en las voces y en los tim-
bres. Así, para la melodía de los bordones, es nece-
sario que las palabras tónicas ó de posición, — por
su índole, su sentir, su volumen y su sonido, — se
acerquen cuanto sea posible á la naturaleza del pen-
samiento ó de la emoción de que son signos evocado-
res. — "Es por esto, como enseña Verón, que la ar-
monía imitativa produce, por lo general, tan dichosos
efectos." — "Ejerciendo sobre nuestros sentidos una
impresión vecina á la de la idea, la suscita espontá-
neamente, ó, cuando menos, nos evita una parte del
esfuerzo necesario para hacerla nacer, dejando libre
la mejor parte de la atención para la idea misma." —
Así cuanto más concuerden los signos traductores
con el modo de ser del pensamiento ó de la emoción,
más fácilmente la emoción ó el pensamiento nos ga-
narán el alma, generalizando su ritmo particular. —
"Los tropos ó figuras rinden á la idea un servicio
análogo al que le prestan los sones imitativos. Ellos
la ponen más directamente en presencia de los obje-
tos mismos, presentándolos bajo la faz que queremos
poner en transparencia ante los ojos del pensamiento."
— El objeto del arte no es. otro que "el de sugerir
458 HISTORIA CRITICA
al espíritu un gran número de ideas con un pequeño
número de esfuerzos." — El procedimiento usado por
la poesía es el mismo procedimiento que sigue la
música. Ambas se valen "de la variedad, que pone en
movimiento distintos órganos; de la graduación, que
no es otra cosa que el empleo inteligente de la va-
riedad; y de las oposiciones ó antítesis, que hieren
más hondo cuanto más opuestas son las impresiones."
— "La poesía toma su técnica de la realidad viviente,
sistematizando é idealizando sus medios de expresión
para que sean lo más intensos posible, exactamente
como la música constituye sus melodías por el arre-
glo y la combinación de los sones, cuyo objeto no es
otro que el de recordar y reproducir los estados emo-
cionales de que son producto." — De esto nace la im-
portancia de la versificación y esto prueba el engaño
de los que creen que gana la métrica de que nos ser-
vimos, imponiéndole acentos y vocablos que dismi-
nuyen la variedad acentuadora y el decir clarísimo
de nuestro modo de componer.
Me detengo ahí. Ya insistiré, ampliándolo á su de-
bido tiempo, en el estudio del ritmo y de la rima. Lo
más substancial, lo más común, lo que más le inte-
resa conocer al lector, paréceme que está de sobra
especificado. La poética de los decadentes requiere
y exige capítulo aparte, aunque su novedad sea, mu-
chas veces, novedad mentirosa y artificio resucitado.
En cuanto al fondo de los bordones, contentaréme
con daros á conocer lo que de la poesía dijo Martí, to-
mándolo de una correspondencia de Rubén Darío.
Martí afirmaba: — "La poesía vive de honra." — "Poe-
sía es un pedazo de nuestras almas, ó el aroma del
espíritu recogido, como en cáliz de flor, por manos
delicadas y piadosas." — "Lo que importa, en una
poesía, es sentir, parézcase ó no á lo que haya sentido
DE LA LITERATURA URUGUAYA 459
Otro; lo que se siente nuevamente, es nuevo." — "El
verso, hijo de la emoción, ha de ser fino y profundo,
como una nota de arpa. No ha de decir lo raro, sino
el instante raro de la emoción noble ó graciosa." —
"Un grano de poesía sazona un siglo." — "El genio
poético es como las golondrinas: posa donde hay ca-
lor." — "Hay versos que se hacen en el cerebro : estos
se quiebran sobre el alma: la hieren, pero no la pene-
tran." — "Hay versos que se hacen en el corazón. De él
salen y á él van. Sólo lo que del alma brota en guerra,
en elocuencia, en poesía, llega al alma." — Y Martí
agregaba: "En el aparato no está el arte, ni en la hin-
chazón, sino en la conformidad del lenguaje y la oca-
sión descripta, y en que el verso salga entero del
horno, como lo dio la emoción real, y no agujereado
y sin perfiles, para atiborrarlo después, en la tortura
del gabinete, con adjetivos huecos, ó remendarle las
esquinas con estuco." — "Poesía es poesía, y no olla
podrida, ni ensayo de flautas, ni rosario de cuentas
azules, ni manta de loca, hecha de retazos de todas
las sedas, cosidos con hilo pesimista, para que vea el
mundo que se es persona de moda, que acaba de reci-
bir la novedad de Alemania ó de Francia." — "En su
marcha gloriosa, y en la función y armonía de sus ele-
mentos, el poeta sazonado por el dolor, vislumbra,
para cuando se perfeccione la sabiduría, el canto
triunfal de la última epopeya." — "La poesía ha de
tener la raíz en la tierra y base de hecho real." — "Se
desvanecen los castillos de nubes. Sin emociones se
puede ser escultor en verso, ó pintor en verso; pero
no poeta." — "No han de ser los versos como la rosa
centifolia, toda llena de hojas, sino como el jazmín
del Malabar, muy cargado de esencias. La hoja debe
ser nítida, perfumada, sólida, tersa. El verso, por
donde quiera que se quiebre, ha de ser luz y perfume.
46o HISTORIA CRÍTICA
Han de podarse de la lengua poética, como del árbol,
todos los retoños entecos, ó amarillentos, ó mal naci-
dos, y no dejar más que los sanos y robustos, con lo
que, con menos hojas, se alza con más gallardía la
rama, y pasea en ella con más libertad la brisa y nace
mejor el fruto." —
Y Martí concluía:
" — Pulir es bueno, mas dentro de la mente y antes
de sacar el verso al labio. El verso hierve en la mente,
como en la cuba el mosto. Mas ni el vino mejora, luego
de hecho, por añadirle alcoholes y taninos; ni se aqui-
lata el verso, luego de nacido, por engalanarlo con
aditamentos y aderezos. Ha de ser hecho de una pieza
y de una sola inspiración, porque no es obra de arte-
sano que trabaja á cordel, sino de hombre en cuyo seno
anidan cóndores, que ha de aprovechar el aleteo del
cóndor." — "Ni en el pulimento está la bondad del
verso, sino en que nazca ya alado y sonante. No se
dé por hecho el verso en espera de acabarle luego,
cuando aun no esté acabado; que luego se le rematará
en apariencia, mas no verdaderamente ni con ese en-
canto de cosa virgen que tiene el verso que no ha
sido sacado ni trastojado. Porque el trigo es más fuerte
que el verso, y se quiebra y amala cuando lo cambian
muchas veces de troje. Cuando el verso quede por
hecho ha de estar armado de todas armas, con coraza
dura y sonante, y de penacho blanco rematado el buen
casco de acero reluciente." — "No está el arte en me-
terse por los escondrijos del idioma, y desparramar
por entre los versos palabras arcaicas ó violentas; ni
en deslucirle la beldad natural á la idea poética po-
niéndole de tocado, como á la novia rusa, una mitra
de piedras ostentosas; sino en escoger las palabras
de manera que con su ligereza ó señorío aviven el
verso ó le den paso imperial, y silben ó zumben, ó se
DE LA LITERATURA URUGUAYA 461
arremolinen y se arrastren, y se muevan con la idea,
tendiendo y combatiendo ó se aflojen y arrullen, ó
acaben, como la luz del sol, en el aire incendiado." —
"Cada emoción tiene sus pies, y cada hora del día, y
un estado de amor quiere dáctilos, y anapestos la
ceremonia de las bodas, y los celos yambos. Un juncal
se pintará con versos leves, y como espigados, y el
tronco de un roble con palabras rugosas, retorcidas
y profundas."
Sinteticemos.
Hemos visto nacer á nuestra literatura, á la litera-
tura con carácter nativo y sello regional, junto á las
corrientes por donde boga el camalote en flor y al
pie de las cuchillas donde los espinillos sueltan su
perfume selvático. Fué el guitarrero, el gaucho, el
sedicioso, el perseguido por la ley injusta y por la
ciudad europeizada, nuestro primer rapsoda. Es en
el campo, es en el culto del potro y del facón; es en
el campo, es en el culto de la libertad y la naturaleza,
donde enfloran las margaritas blancas y las zarceras
de rojo carmín con que ciñen sus sienes infantiles
nuestras musas de trigueño color y de ojos negrísi-
mos. El amor á lo griego, á lo latino, á lo que deifican
los frailes tonsurados en las reuniones de la ciudad
monárquica y goda, no llega á la campiña triste y en
abandono, donde el concolor ruje y sobre la que pasa
la nube cenicienta de la torcaz. El corazón del campo,
que también necesita la válvula del ritmo para sus
sentires, se abre á la generosa sed de lo bello en la
contemplación de su propia tristeza y de sus propias
galas. El guitarrero fué por la virtud del horizonte
resplandeciente donde flota el polvo dorado por el
sol, del alazán con zarcillos de abrojos en las ondean-
tes crines y de la res que lleva dulces mirras de trébol
en las pezuñas escarbadoras. El guitarrero fué por
462 HISTORIA CRÍTICA
la virtud de las siestas pasadas, vigilando el confín,
junto al fogón donde circula el mate entre la sombra
de dos carretas que, cuando caiga el día, subirán re-
chinando por las curvas del cerro en cuyo lomo se
mueven los ramajes del ombú de dos siglos. El gui-
tarrero fué por la virtud de la moza de doble trenza
y de saya al tobillo, que pone en la guitarra, que la
requiebra, un beso sonoroso y una moña con cintas
de crugir sedeño, cuando la tarde muere sobre el
sauzal, que lánguido se mira en el río, y vuelan los
churrinches, como un trozo de brasa desprendido del
sol, con rumbo hacia lo inmóvil de los pajonales. El
guitarrero fué por la virtud de las perezas y las
añoranzas del pastoreo, de la vida en peligro, del va-
gar sin rumbo, obedeciendo á las mismas leyes natu-
rales á que debe su numen el rawí arábigo. El gui-
tarrero fué por la virtud de la soledad, la incultura,
la pobreza, el ocio, la persecución, la lucha con la res,
el mateo en grupos, el gato en los bautizos, la pen-
diente con gramillas de olor, el prado con alfombra
de macachines azucarados, el matorral con nupcias
de cardenales repicadores, el río con revuelos de gar-
zas zambulli(^oras, el trotar bajo el cielo con luces
pálidas de la llanura, y el mal dolorosísimo de la au-
sencia que rompe en el sollozo de las vidalitas.
El guitarrero, más que hacia el campo, miró hacia
su espíritu. El agua, que cae desde la meseta de la
cuchilla, rompiéndose en lo espinoso de los arbustos;
la cuchilla, que baja con suavidad y sembrando ver-
duras desde el cono al llano ; el cono, con aguiluchos
recién nacidos, y el llano con tréboles, en que sestea
la mariposa azul y en que pace la res de cornamenta
larga; el matorral cerril, con aperiáes siempre avi-
zores, y la espesura virgen, con calandrias en coro
siempre acordado, no se plasman en los arpegios del
DE LA LITERATURA URUGUAYA 463
laúd sexticorde del rapsoda indígena. El hombre se
hunde en la profunda soledad de su alma, como se
hunde, al correr de su potro, en la hermosa soledad
de la naturaleza. El hombre es el objeto, único y esen-
cial, del canto del hombre. No tiene el poder de re-
producir las formas desnudas, ni se complace en en-
gendrar una mitología, ni se reviste de la calma serena
de los dioses olímpicos. Le faltan la objetividad, la
generalización, la hermosura ordenada, todas y cada
una de las condiciones del arte clásico. Los dolores
que canta son sus dolores; pero, por una casualidad
feliz, esos dolores resultan ser los íntimos dolores
de su casta, del medio en que vive, de su mundo re-
belde y anárquico. Los ojos de su china, el corte de
su daga, el lujo de su apero, la agilidad veloz de su
pangaré, la dureza del código desigual y las fatali-
dades de su destino vibran en lo tosco de su cadencia,
sin que jamás los capullos del monte ó las curvas del
llano se agrupen en imágenes que reflejen su encen-
dido color ó la dulce redondez de sus líneas. La re-
volución no cambiará su modo de canturía, como no
cambiará su suerte infortunada. Será el reprobo, será
el perseguido, será el expoliado, será el que sobra,
será el juguete y la escalera de todas las ambiciones
lo mismo antes que después del épico batallar por
las patrias, lo que explica el que su canto sea igual-
mente, antes y después de la epopeya larga y sublime,
el canto melancólico y descontentadizo del que vivió
en destierro y en orfandad lo mismo en el ayer de
la monarquía que en el hoy con soberbias de demo-
cracia. No importa. La carne de cañón, el asta de
bandera con melladuras trazadas por el plomo ó por
el acero, fué nuestro primer bardo. No llevaba birrete
con plumas flexibles; pero llevaba, sí, chambergo con
barbijo. No colgaba en sus hombros la luenga capa
464 HISTORIA CRÍTICA
de los siglos medios; pero colgó en sus hombros el
poncho que se mueve al impulso del aire como las
alas grises de un ave caudal. No lucía calzas que se
anudan á la rodilla con lazos de seda; pero lucía el
chiripá bordado y el calzoncillo con encaje criboso.
No llevó borceguíes de retorcida punta; pero llevó
nuestra bota de potro con nazarenas que cantan al
andar. No ciñó espada; pero tuvo en el cinto un puñal
que sabía defender sus derechos, custodiar sus amores
y vengar sus odios. No lució, entre sus pectorales de
fibra recia, el escudo de armas de una señora; pero
siempre lució, grabada á cincel sobre su corazón, la
imagen soberana de los bosques y de los ríos y de las
lomas en que tejía su canto inhábil, sabiendo, mejor
que Macías el Enamorado, morir por esa imagen en
la sorpresa trágica del Arapey ó en el triunfal em-
puje del galope frenético de Sarandí!
Esa entristecida subjetividad, generalizadora por el
poder igualador de la desventura, une y enlaza los
rústicos cantares de la musa campera con los cantares
retóricos y flébiles del numen romántico. Este, á pe-
sar de su individualismo, generaliza de la misma
suerte que el numen gauchesco generalizaba, por ser
uno solo el ideal sublime á cuyos pies rimaron sus
alejandrinos las romancescas arpas, en cuyas cuerdas
de oro sin pulir anidan las torcaces del amor plató-
nico y se enredan los vientos del civismo exaltado.
El gaucho canta sus propias penas, que son las penas
de los ranchos tendidos en los declives de las lomadas,
como los trovadores románticos cantan sus propios
ensoñares, que son los ensoñares de todos los espíritus
de su batalladora generación. Heredan los segundos
de los primeros los caracteres fundamentales con que
se adornará la estirpe futura, es decir, el denuedo,
la independencia, el desinterés, las ansias de justicia
DE LA LITERATURA URUGUAYA 465
y el cariño al pago; pero heredan también sus odios
al orden, á lo convencional, á lo que regló el uso, á
lo que detiene su acción autónoma, y la escasez de
tintas para reproducir los encantos de la naturaleza
iluminada por el brillar de los horizontes que cruza
la nube de rosados matices del flamenco indígena. Así
el romanticismo de nuestros padres, por ley de am-
biente y por el influjo del trovar europeo, se nutre
y fortifica con lo individual y con la añoranza de lo
absoluto, que son también las condiciones engendra-
doras de todas las romancescas modalidades que es-
tudia Richter. Este nos dice en sus Teorías estéticas:
— "Se observa que en las poesías griegas todas las
figuras aparecen sobre la tierra como otras tantas
estatuas que andan y están llenas de cuerpo y movi-
miento, mientras que en los poetas modernos las fi-
guras se elevan más bien hacia el cielo como nubes,
cuyos contornos inmensos, pero indecisos, se modi-
fican según la imaginación de cada lector." — "Lo
romántico es lo bello indeterminado, ó lo infinito be-
llo. Hay más bien una semejanza, una metáfora, cuando
se dice que el romanticismo es el sonido moribundo
y onduloso de una cuerda ó campana que se pierde
alejándose y concluye por extinguirse por completo
para nosotros, no sin haber resonado todavía en nues-
tro oído, cuando ya había cesado fuera de nosotros,
así también un rayo de luna es á un mismo tiempo
una figura y un ejemplo romántico." — "Si la poesía
es una especie de profecía, la poesía romántica es en
particular el presentimiento de un porvenir dema-
siado grande para tener cabida aquí abajo : así las
flores románticas nadan á nuestro alrededor como se-
millas desconocidas que provienen de un nuevo mundo,
no descubierto aún, y que el mar, que une todas las
partes del universo, lleva á las costas de la Noruega."
30. - III.
466 HISTORIA CRÍTICA
La claridad dudosa del romanticismo no se advierte
en la musa campera del período emancipador, porque
las ansias particulares se generalizan en lo doloroso
del sentir común ; como la claridad dudosa del roman-
ticismo tampoco se advierte en el retórico guitarreo
del año cincuenta, porque las ansias particulares son
las ansias de todos los empujados por los torbellinos
aturdidores de la lucha civil. La claridad existe y la
imprecisión está, sin embargo, en la melancólica musa
de las dos épocas, cuyos ideales siempre confusos,
cuyos tedios inapagables, cuyos amores jamás satis-
fechos, nos prueban que la flor exquisita del numen,
que vaga á merced de los vientos y de las olas del
ensueño impreciso y azul, no encuentra playa donde
arraigar ni encuentra costa en que detenerse. Espe-
rad á que nuestro romanticismo llegue á su plenitud,
y toda la claridad dudosa del alma romancesca del
tiempo que fué, se hará carne en el charrúa enfermo
y en la virgen cristiana del popular poema de Juan
Zorrilla de San Martín. Y más quiero deciros en esta
breve síntesis, porque quiero deciros que hay dos se-
millas en la flor gaucha. Quiero deciros que la noción
de lo verdadero no es sólo europea, sino que nació
aquí, bajo el sol de mis lomas y en los bordones de
la guitarra del cantor errante. Este fué romántico
por la soledad, que induce al ensueño, y por el espí-
ritu de la raza, siempre cabalgadora y aventurera;
pero fué realista por lo sobrio de su pincel y por lo
gráfico de los modismos de su decir, por lo constante
de su comercio con la tristeza y por lo omnipotente
de la sugestión del instinto selvático. El monte, con
sus largos racimos de gusaneras y sus tiernos acoplos
de cardenales; la cañada, con colgaduras de culan-
trillo, por cuyo fondo corre el agua que blanquea
sobre los guijarros que el musgo verdeó ; la llanura
DE LA LITERATURA URUGUAYA 467
sin fin, en que el potro relincha y muge la res y flota
el terutero y huye el ñandú; la naturaleza, con sus
lubricidades, y el sol canicular, con sus ardentías, le
enseñaron la dolorosa verdad del amor. El degüello
de la vacada, á la luz de la aurora, cuando el lazo silba
y se extiende el ganado por los quebrachales; el fiero
batallar por la independencia, con sus salves de obús
y sus brillos de lanza, con sus triunfos crueles y sus
muertos sin ojos, cuyas heridas abre, en busca de la
entraña, el pico del carancho, así como también los
múltiples peligros de la soledad, que adoban el coraje
y acrecen la osadía, le enseñaron á despreciar estoi-
camente la vida del hombre y la vida del bruto. La
ley, que le persigue con injusticia; la ambición, que
le explota sin generosidad; lo inútil de sus sacrifi-
cios por el pago autónomo ; lo que vé en sus vagan-
cias y lo que le descubre su innato ingenio; el gringo
laborioso que lo deshereda y la sociedad naciente que
lo rechaza, sin saber educarlo para la cultura, todo
pondrá en lo burdo de sus romances la nota realista
que se advierte en los ritmos sin filigranas de Bar-
tolomé Hidalgo.
Nuestro romanticismo no fué del todo el romanti-
cismo de que nos hablan Bouterweck y Schlegel, como
nuestro realismo no fué ciertamente, ni aun en sus
albores, el realismo que hallaréis en las obras de Dic-
kens ó Daudet. Los nuestros tuvieron lúgubre la tris-
teza, el trazo muy seguro y la gracia con púas. No
habrá en el primero, como quiere Richter, aquella in-
finitud del sujeto, "que es á manera y modo de espa-
cio en que el mundo objetivo pierde sus líneas, como
si navegase y como si se hundiera en un rayo de luna."
Tampoco el segundo se distingue por su carácter uni-
versal, porque nuestro realismo no supo en ningún
caso ser humorista, aunque utilizó á veces la sátira
468 HISTORIA CRITICA
cómica, faltándole "la dulzura y la tolerancia del hu-
morismo para con las tonterías individuales", del
mismo modo que nuestros románticos carecieron de
la habilidad que se necesita para poner en contradic-
ción la idea de su mundo espiritual con "el mundo
sensible, suelto, ampuloso y prolongado como un es-
pejo cóncavo." — A pesar de esas fallas, y eso es lo
que me interesa poner en claro, el numen criollo fué
romancesco con ribetes de realista desde el primer
instante, por las razones que ya indiqué y que segu-
ramente ya descubrió vuestro propio análisis. Esta
doble naturaleza, este antinómico y singular carácter,
este sello que la crítica no puede silenciar ni desco-
nocer, persiste aún en las décimas cantadoras y bien
amadas de Elias Regules.
La tierra del país estaba, pues, abonada para el rea-
lismo. Habíamos sufrido demasiado para no conocerle,
y nos halló sin muchas confianzas en las promesas
engañadoras del ideal. Ya sabíamos lo que valen la
libertad, la república, la fe y hasta el progreso nive-
lador. Ya sabíamos lo efímero y pueril de todas las
quimeras sentimentales que arroban ó enardecen el
corazón de la juventud. Así el realismo no nos supo
á acíbar ni nos turbó el sueño, porque sólo los entu-
siasmos de la raza manchega lo resistían con brío
generoso; pero, por la ingénita virtud de esa raza
caballeresca y conquistadora, nuestro realismo, que
dio en ser siempre naturalista, tuvo algo de román-
tico hasta bajo la pluma varonil y elegante de Carlos
Reyles. ¿Qué son sino el romántico grito de la fuerza
y del oro, ó si se quiere, el grito de combate con que
el oro y la fuerza entran en el torneo del hoy con
el mañana, las páginas pulidas, las primorosas pági-
nas, las páginas de fuego y de predicación de La
muerte del Cisne? ¡No iniporta! Como ya varias ve-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 469
ees manifesté, los ideales muertos serán sustituidos
por otros ideales mucho más puros, en virtud del
principio hegeliano de que todo lo que existe en la
idea se transfigura en carne de dominadora realidad.
Aladino, frotando la lámpara de su corazón, hará que
el genio de lo futuro ponga á sus pies el rubí y el dia-
mante de las evoluciones ennoblecedoras y definiti-
vas. Lo venidero es luz, bondad, pureza, saber, armo-
nía, y es hacia lo venidero que el mundo marcha, como
marchan hacia un punto luminoso del espacio infi-
nito, las estrellas que azulan con sus claridades la
negrura sin fondo de la noche. ¡La conciencia humana
se despertará un día envolviéndose santamente en el
velo blanquísimo de Sherazahada, y entonces el mundo
comprenderá el encanto inefable que encierran las dos
sílabas de la palabra Amor ! ¡ Aunque mis ojos no te
verán, creo ardientemente en tus perfecciones y en
tus misericordias, oh Porvenir!
CAPITULO VI
La prosa artística
SUMARIO:
I. — Filosofía del lenguaje. — El libro de Dauzat. — El sentido de
las voces y la forma de las palabras. — Transmisión verbal
del lenguaje. — Todos contribuímos á su evolución. — Doble
fenómeno evolutivo. — Relaciones del lenguaje con otras cien-
cias. — El lenguaje como vehículo del pensamiento. — El len-
guaje y la memoria. — El lenguaje y la lógica. — Los signos
sonoros. — El por qué de la retórica. — El lenguaje es un hecho
social. — El artista debe servirse del idioma de su país y de su
tiempo. — Órganos emisores de los sonidos articulados. — La
física y los sones laríngeos. — La fonética y la psicología. —
De las estrañezas de dicción. — Influjo de la forma sobre el
fondo. — Del lenguaje escrito. — El signo y la cosa significada.
— La escritura como representación de nuestros estados psí-
quicos. — El genio y el estudio. — Cada nación tiene su parti-
cular sistema de sonidos. — El lenguaje de cada pueblo es la
fórmula de su mentalidad colectiva. — Debe pensarse em-
pleando el idioma propio. — Relaciones entre el país y la len-
gua que habla. — De las vocales. — De las consonantes. — El
acento de los vocablos y de las frases. — El ritmo de los sones
y de las ideas. — Los estudios fonéticos de Cejador. — Los es-
critores no son seres de excepción. — El escritor y el trabajo.
— La literatura debe aprenderse.
II. — Eí lengua.je por Cejador. — Vínculos entre la filosofía y
la fonética del lenguaje. — Sones y ruidos. — En qué consis-
ten. — La intensidad y el tono. — El timbre. — Las vocales
son músicos timbres. — El timbre y la prosa. — La nota in-
confundible de cada vocal. — Cómo se produce fisiológica-
472 HISTORIA CRÍTICA
mente. — El lenguaje y la idea. — El movimiento de las pala-
bras y eí de las emociones. — Cada sensación da lugar á una
voz. — Las emociones y las vocales. — De la metáfora. — Es
el tropo por excelencia. — El lenguaje expresa las sensacio-
nes ya inteligenciadas. — El lenguaje y la idea artística. —
Síntesis.
III. ^ Un libro de Udine. — El arte y el gesto. — La literatura
como conjunto de signos representativos. — Deformación y
multiplicación de éstos. — La imitación verbal de los signos
naturales. — Los ritmos y las pasiones. — El estilo. — Valor
de las gramáticas. — El ritmo objetivo y el ritmo estético. —
Lo que dice Scrgi. — Reglas sintáxicas y prosódicas. — Un
tratado sobre el arte de componer. — Excelencia de la prosa.
— De la pureza. — De la propiedad. — Leyes y ejemplos. —
Una cosa es predicar y otra cosa es hacer.
IV. — De la hipotíposis. — De la etopeya y la prosopografía. —
Asuntos y condiciones de la etopeya. — Ejemplos de la se-
gunda. — El Robespierre de Lamartine. — Como puede actuar
lo etopéyico. — Junción habitual de la etopeya y la prosopo-
grafía. — El príncipe de Bene'vento de Chateaubriand. — La
Hipa.Ha de Emilio Castelar. — El procedimiento de los nove-
listas. — El naturalismo existía ya en el siglo diez y seis. —
Platón y Aristóteles. — Como retrata Insúa. — Modo de eto-
peyar de Trigo. — De la narración. — El ensueño de fray
Benito.
V. — La descripción. — Debe ser concentrada é intensa. — De
Domingo Arena. — De Francisco Bauza. — De Santiago Ma-
ciel. — El por qué se parecen nuestras descripciones. — La
descripción vivida. — El realismo homérico. — Chateaubriand.
— De Sarmiento. — De Eduardo "Wilde. — De Manuel Ber-
nárdez. — De Daniel Muñoz. — De lo didáctico. — Defensa
de mi estilo. — Ojeada general sobre la prosa. — Conclusión.
Comencemos, como necesaria introducción á este
capítulo por demás somero, dedicando algunas pala-
bras á la filosofía del lenguaje. Extractemos, para
ello, algunos párrafos de la importante obra de Al-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 473
berto Dauzat. Apartándome de mi costumbre y de
mi deseo, comentaré muy poco, no deteniéndome en
lo que traduzca y transcriba sino cuando me lo im-
pongan, con mucho imperio, la claridad ó el fin que
persigo. Dice Dauzat: — "El lenguaje tiene dos as-
pectos distintos: los sones y los sentires. La palabra
es un conjunto de signos sonoros, y tiene por norte
la expresión ó la transmisión del pensamiento entre
los humanos. De estos dos elementos, el segundo es
el que domina en el espíritu de aquellos que hablan
c que escuchan : se piensa en el sentido de las voces,
sin preocuparse mucho de la forma de las palabras.
Y sin embargo, esta forma juega un predominante
papel en las evoluciones del lenguaje." — "En tanto
que nosotros pensamos tan sólo en las ideas expresadas
ó por emitir, los cambios que afectan á la pronuncia-
ción y á la fisonomía externa de las voces, casi se
nos escapan en su totalidad. Casi todos los lingüistas
contemporáneos reconocen la inconsciencia de los
fenómenos del lenguaje, ya se trate de las evoluciones
seguidas por las vocales y las consonantes, ó ya se
trate de las analogías modificadoras de los términos
aislados y de los sistemas de flexiones gramaticales."
— "En todos los momentos de su historia, el edificio
complejo que constituye un idioma dado, se explica
y no se explica sino históricamente: la razón de ser
de sus caracteres generales, como de las particulari-
dades que los acompañan, no debe ser buscada sino
en sus antecedentes, sin demandársela jamás á la ló-
gica, como si se tratase de un sistema racional con-
cebido de avance y realizado según un plan metódico.
Los gramáticos antiguos, desconociendo este princi-
pio capital, erraron el sendero." — "El lenguaje se
transmite verbalmente de una generación á otra. El
hecho de mayor transcendencia es el aprendizaje de
474 HISTORIA CRÍTICA
los niños en la familia: la escuela, el libro, el diario,
la instrucción, el trabajo personal, pueden también
contribuir á la formación del lenguaje en el indivi-
duo, pero en una medida limitada por lo común. De
la madre al hijo, el lenguaje se modifica: errores
de transmisión, reproducciones imperfectas, — pero
sobre todo transformaciones lentas y progresivas de
los hábitos fisiológicos y psicológicos, — articulación
de los sonidos y asociaciones de ideas. Cada individuo
contribuye por una parte ínfima á la evolución del
lenguaje, y esta evolución es insensible entre dos ge-
neraciones contiguas: las diferencias muy ligeras, que
van acentuándose y distanciándose siempre del punto
de partida, bastan sin embargo para efectuar, al cabo
de algunos siglos, cambios considerables en el ser
del idioma."
Nos encontramos pues, aunque Dauzat lo calle, en
presencia de un doble fenómeno evolutivo: por una
parte, las modificaciones que sufre el lenguaje vulgar,
y por otra parte las modificaciones que el lenguaje
literario engendra, desde que el lenguaje literario se
preocupa de los sones casi tanto ó más que de los
sentires. La primera de estas modificaciones es ins-
tintiva, parte del hogar y acaba en el taller, en la
plaza pública y en el hogar nuevo. La segunda es
mucho más razonada, aunque está sujeta á los influ-
jos de la moda y de la pasión, explicándose que la se-
gunda de estas modificaciones sea más razonada que
la primera, porque la segunda no desconoce que la
ciencia del lenguaje está muy estrechamente ligada
á otras ciencias humanas y de compleja índole. Dauzat
las cita. — "Son éstas la acústica, que analiza los sones ;
la anatomía y la fisiología, que tratan de la estructura
y del funcionamiento de los órganos de la palabra;
la psicología, á la que competen el juego de las imá-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 475
genes auditivas, el juego de las imágenes motrices y
las leyes de la asociación de las ideas; la sociología,
á la que incumben los caracteres sociales del len-
guaje y las condiciones del desarrollo de esos carac-
teres; y por último, la geografía y la historia, que
señalan y fijan las relaciones de los hechos lingüís-
ticos con la configuración del suelo y con los acon-
tecimientos de lo pasado." — Estos vínculos, que
demuestran una vez más la solidaridad existente
entre todos los conocimientos humanos; estos víncu-
los, que no pueden romper ni las modificaciones
vulgares ni las modificaciones de índole literaria;
estos vínculos, cada vez más fuertes y más percepti-
bles, nos denuncian que son las mismas leyes las que
presiden, siempre y en todas partes, la evolución
progresiva del lenguaje humano, como son las mismas
leyes, siempre y en todas partes, las que presiden la
evolución progresiva de la inteligencia y del cuerpo
del hombre.
"El lenguaje presenta cierto número de caracteres
generales que piden que los hagamos sobresalir, ya
se los considere en sus relaciones con la escritura,
ó ya se los considere con un conjunto de sonidos
articulados, como un instrumento de la inteligen-
cia y como un hecho social." — Considerado el len-
guaje bajo su forma de vehículo del pensamiento,
podemos decir, siguiendo á Dauzat, "que el len-
guaje, como la mímica, es un sistema de signos, el
más elástico y el más complejo y el menos imper-
fecto de que nos servimos para objetivar los hechos
psicológicos." — "La formación y el desenvolvimiento
del lenguaje están, entonces, íntimamente asociados
á la formación y al desenvolvimiento de nuestro
pensar. Las leyes psicológicas de la inteligencia
se hallan en relaciones directas con las leyes psico-
476 HISTORIA CRITICA
lógicas de la palabra, no pudiendo concebirse la
elaboración y la conservación del conocimiento si se
lo separa de los signos que fijan las ideas" — El ob-
jeto más alto del lenguaje es traducir las ideas por
medio de palabras, y los juicios ó razonamientos por
medio de frases. Donde la idea falta, el lenguaje so-
bra. El que dice lenguaje dice acción de pensar. La
palabra no es la verdadera expresión de la idea. —
"La palabra la evoca, imperfectamente. La palabra la
evoca, en tesis general, por medio de una imagen."
— "El análisis de la formación espontánea y hasta
artificial de las palabras demuestra bien, conforme
á las teorías de los psicólogos ingleses y contradi-
ciendo á los antiguos lógicos, que le está reservada
á la imaginación una parte preponderante en las ope-
raciones de la inteligencia, siendo mínimo el papel
jugado por las abstracciones hasta en la primitiva for-
mación de las ideas generales." — La asociación de
las ideas reposa especialmente en la metáfora, siendo
por el procedimiento metafórico que se han tradu-
cido, en sus orígenes, las ideas abstractas. — "El len-
guaje está, también, íntimamente relacionado con la
memoria, de la que la asociación de las ideas es el
principio fundamental. Sea auditora, motriz ó visual,
la memoria está facilitada por el lenguaje, desde que
la palabra es, bajo cualquier punto de vista que se la
considere, un conjunto de sones preferidos 6 ya es-
cuchados, que la misma memoria puede traducir en
signos visibles. Del mismo modo que es más hacedero
evocar imágenes que ideas abstractas, del mismo modo
el cerebro puede evocar más fácilmente los signos
sonoros ó visuales que las imágenes por ellos repre-
sentadas. La memoria de las palabras que puede subs-
tituirse á la memoria de las ideas, varía en razón de
la vivacidad y de la repetición de la frase primera,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 477
no siendo, en resumen, la mnemotenia otra cosa que
una aplicación particular de la asociación de las
ideas."
El lenguaje, en cambio, no está relacionado con
la lógica de un modo tan estrecho. El lenguaje
ignora las operaciones de abstraer y de generalizar.
— "Como los juicios y los razonamientos se exprimen
con la ayuda de las frases, se ha creído durante largo
tiempo que la gramática general era la lógica del len-
guaje, y que el lenguaje obedecía y debía obedece?:
á las leyes de la razón. Nada existe de menos exacto.
Las formas y la sintaxis se explican históricamente
por las evoluciones en las que tan sólo interviene la
psicología analizadora, siendo el pensamiento, por el
contrario, el que se funde en el molde de la frase
y el que se plega al orden de las palabras. Hasta los
espíritus más vigorosos, cuando llegan á imprimir á
su estilo el sello de su pensamiento, son impotentes
para transformar la sintaxis de la lengua que hablan."
"El lenguaje se ha convertido en algo casi inseparable
del pensamiento. Pensar no es, en general, sino ha-
blarse á sí mismo. El lenguaje es la palabra interior,
tan finamente analizada por Víctor Egger. El len-
guaje, que tiene por objeto la comunicación del pen-
samiento, tiende á formarle, fijándole por medio de
signos sonoros, precisos y objetivos, que nos permi-
ten no sólo analizarle de un modo más riguroso, sino
que también nos permiten simplificarle, substituyendo
las imágenes y las ideas con fórmulas habladas. El
signo, creado para el servicio del pensamiento, reac-
ciona sobre él, y facilita el trabajo intelectual, pues
al permitirle pensar con palabras, más que con ideas,
el signo tiende á revestirse de un valor propio." —
Ya tenemos, pues, un primer punto de apoyo y de
partida. Desde que la imagen es el útil de que la pa-
478 HISTORIA CRÍTICA
labra se sirve para la evocación de las ideas; desde que
lo traslaticio de la metáfora y la memoria de las so-
noridades evocadoras del pensamiento tienen tanto
poder y tanta virtud, es lógico y natural que el ar-
tista se preocupe de aguzar sus armas, de adiestrarse
en el docto manejo de las mismas, y de conocer todos
los secretos del decir retórico, puesto que la retórica
enseña á servirse de las metáforas y regula el empleo
de la memoria de los sonidos.
Sigamos adelante. — "El lenguaje es un hecho so-
cial. El lenguaje tiene por objeto el intercambio de
las ideas. Bien que el sistema de asociaciones, de mo-
vimientos y de sentires, que el lenguaje presume en
los individuos, sea propio de cada uno de éstos y no
sea jamás rigurosamente idéntico en dos personas,
debe ser, sin embargo, y es en el hecho, sensiblemente
el mismo en los hombres de un mismo grupo social.
La lengua, como dice A. Maillet, siendo inmanente
en los individuos, se impone á todos ellos, como todas
las demás instituciones sociales." — "Tomado en su
conjunto, el lenguaje es, de un modo incontestable,
una forma colectiva, con el mismo título que la re-
ligión ó las instituciones sociales. Todos colaboran
y han colaborado á su constitución, á su evolución,
á su renovamiento, bien que la parte de cada uno sea
imposible de precisar." — "Bajo un punto de vista
más concreto, cada lenguaje, en todo período de su
historia, exprime las concepciones espirituales corres-
pondientes á un estado social determinado, y cons-
tituye el inventario de los conocimientos, ideas y
objetos de los hombres que los utilizaban en el mo-
mento aquel. Así el examen de un idioma antiguo
permite inferir, para una época dada, el género de
vida, las ocupaciones y los pensamientos dominantes
de los individuos que lo emplearon. Hasta cuando el
DE LA LITERATURA URUGUAYA 479
conocimiento de esta lengua es imperfecto, fragmen-
tario, casi conjetural, la presencia ó la ausencia de
ciertas palabras, en ciertas condiciones, bastará mu-
chas veces para reconstruir uno de los aspectos de
un estado social." — Dedúcese de esto, en primer lu-
gar, que el artista que habla la lengua de su tiempo
y de su país, cristaliza y transmite el estado del es-
píritu de su país y de su tiempo; y dedúcese, en se-
gundo lugar, que siendo el idioma una cristalización
de estados de alma, cuanto más limpios y más ro-
bustos sean esos estados espirituales, con más fijeza
y con más vigor quedarán cristalizados en el molde
que transmite al futuro el modo de ser espiritual de
un período y de una raza. Ser uno, es mucho ; ser su
pago y su tiempo es muchísimo más, siendo justo
que el artista recuerde que, al vivir la vida de la mul-
titud, llega más fácilmente á la posteridad que cuando
vive la vida de su ser aislado, puesto que, al trans-
formar á su lenguaje en un transmisor de sus parti-
culares estados psíquicos, — si éstos están en pugna
con el medio, — olvida que el lenguaje de que se sirve
es un útil social, destinado á perpetuarse, más que
como obra artística, como reflejo histórico y signo
de una época. Así el Ismael de Acevedo Díaz, la Beba
de Reyles y los cuentos Campo de Viana, — siendo
de diverso valer como obra de escuela, de estilo y de
personal modo de sentir, — perduran como documento
histórico de una vida sociológica que desaparece con
los modismos y con los hábitos de un pueblo pastor.
¿Por qué perduran si su belleza, distinta en las tres
obras, no es la misma belleza cuyo culto proclaman
los novísimos cánones estéticos? Perduran porque el
soplo que las anima es superior á todas las leyes que
impone la moda y que el gusto variable metamorfo-
sea, desde que este soplo, recogido de los labios de
48o HISTORIA CRÍTICA
la realidad, es el soplo que cimbraba los árboles de
los viejos bosques y se llevaba el humo de los viejos
ranchos de la patria que fué. Perduran, porque, al
tomar su fraseología retórica y sus elementos pasio-
nales del medio nativo, han encarnado en sus héroes
y en sus descripciones el alma del medio, cuyos áto-
mos fundamentales no cambiarán jamás, porque la
familia, la región y la raza mantienen inalterables lo
plotomásmico y esencial de su naturaleza. Perduran
porque una época resurge en Acevedo, como otra
época palpita en Reyles, y como lo caracterizante de
la fibra interior de esas dos épocas revive en los co-
loquios y en los dolores de los campuzos de Javier
de Viana. Perduran porque el criollo que va á venir,
moldeado por la atmósfera de lo natal, — á pesar de
la mixtura de civilizaciones y de linajes que le for-
marán para lo mañana, — ha de tener, en el fondo
del fondo de su persona, mucho ^e Ismael, mucho
de Beba y mucho de Campo. — Y quiero añadir, se
me entienda ó no, que generalizan humanizando los
que así desentrañan los caracteres particulares de un
medio social, pues siempre resultan más universales
y más humanos que los tipos cosmopolitas y sin sello
de patria, el Pickwick de mi Dickens,*el Tartarin de
Alfredo Daudet, la Sinfora de nuestro Acevedo y el
Cacio que marcó con sus puntas de acero agudísimo
la pluma de Reyles.
Estudiado el lenguaje como transmisor de nuestras
ideas y como hecho social, — y al decir lenguaje, digo
literatura, — estudiémosle como conjunto de sones
articulados. Para más claridad sigamos extractando,
mejor que traduciendo, el libro filosófico de Alberto
Dauzat. Éste nos dice : — "El estudio racional de los
sones del lenguaje se debe remontar á las fuentes de
la palabra: conocer, primero, la estructura de los ór-
DE LA LIIERATURA URUGUAYA 481
ganos llamados á concurrir á la emisión de los sonidos
articulados, y, después, el funcionamiento de estos
órganos de articulación. El pulmón envía el soplo;
las cuerdas vocales de la laringe emiten, al vibrar, un
son que después modifican las posiciones diversas
de la boca; la separación de los dientes y de los la-
bios, el modo de articular de la lengua, el alzamiento
y la depresión del velo del paladar, etc., constituyen
el resto de este útil estudio. A su vez, el son debe
ser analizado en sí mismo, aparte de las circunstan-
cias en que se produce. De este modo, los sones de
la laringe dependen de la acústica, es decir, de la
física. Es esta última ciencia la que nos permite es-
tudiar las vibraciones de los sones y sus múltiples
cualidades, — duración, altura, intensidad y timbre.
La física nos dirá, por ejemplo, el por qué y el cómo
la laringe produce el son fundamental, en tanto que
la boca actúa como agente resonador, valorizando se-
gún los casos, esta ó aquella armónica." — Algo de
ello dijimos en nuestros capítulos anteriores; pero
este estudio no tan sólo es útil á la métrica, sino que
también es necesario á la prosa, puesto que, como
pronto veremos, también la prosa tiene leyes esen-
ciales de ritmo y de armonía. — "La psicología está
igualmente relacionada con la fonética. Todo movi-
miento orgánico depende de la voluntad, como la pa-
labra resulta, si bien se mira, de una impulsión ce
rebral, del mismo modo que toda sensación se traduce
por una impresión psíquica. El estado mental, ordi-
nario ó de accidente, no deja de repercutir en la pro-
nunciación, que varía según las nerviosidades del que
escucha ó habla. Lo mismo ocurre con la imperfec-
ción de las imágenes auditivas, que ejercen cierta
influencia sobre la transmisión de la palabra de una
generación á otra y sobre las modificaciones que les
3t. — ra.
482 HISTORIA CRÍTICA
imponemos á los vocablos que recibimos de una len-
gua extranjera." — El que escribe, habla mentalmente,
de modo que todos los fenómenos del lenguaje oral se
producen y se suceden en el acto de producir, lo que
nos demuestra la necesidad en que el escritor se halla
de conocer todo lo que se relaciona con los fenómenos
de que trata Dauzat. La imperfección de las imágenes
auditivas, porque el que escribe se oye al escribir, ac-
túa sobre el estilo, haciéndole imperfecto, como ac-
túan sobre el estilo todas las nerviosidades de la vo-
luntad y todos los extravíos de la red nerviosa. Del
mismo modo una impresión psíquica, confusa ó vaci-
lante, influye sobre la sensación que el verbo traduce,
que será también confusa y vacilante, haciendo vaci-
lante y confuso al giro metafórico que empleamos.
Lo bien sentido y lo claramente experimentado se
dicen claro y bien. La impresión limpia y la impre-
sión sincera hacen limpio y sincero á nuestro lenguaje.
Así, ciertas extrañezas de dicción, que el vulgo toma
por originalidad, no son, científicamente consideradas,
sino modos confusos de traducir una confusa impre-
sión psíquica.
"El lenguaje, como conjunto de signos sonoros,
depende estrecha y rigurosamente de la forma de
nuestros órganos vocales y de las habitudes ad-
quiridas, que la herencia se encarga de fortificar.
La pronunciación, que es en los niños un fenómeno
adquisitivo y que se elabora lentamente en la pri-
mera edad, se vuelve luego maquinal é instintiva,
siendo difícil, muy difícil á los adultos modificar el
hábito adquirido. Precisamente porque la pronuncia-
ción no es el objeto de nuestros pensamientos cuando
hablamos — y cuando escribimos, — la forma de las
palabras, su fisonomía verbal y auditiva juega un
papel de mucha importancia en el mecanismo del
DE LA LITERATURA URUGUAYA 483
lenguaje nuestro. Muchas veces, al revés de lo que se
piensa, la forma influye sobre el fondo y el son sobre
el sentido. Por el lenguaje, nuestro pensamiento su-
fre la tiranía del oído, la laringe y la lengua." — No
insistiré, comentando lo que antecede, sobre la ne-
cesidad de dominar el útil de que nos servimos en
todas las particularidades de su fonética, creyendo
que basta con lo manifestado para que la física de
los sones y la gramática del idioma propio sean más
consideradas de lo que suelen serlo por los que creen
que para escribir basta saber enlazar períodos que
se entiendan por el que los enlaza y que suenen á
novedad.
Hablemos ya del lenguaje escrito. Sigue Dauzat: —
"Los signos de la escritura evocan los términos de
que se sirve el lenguaje oral, los que á su vez evocan
las imágenes y las ideas; pero el intermediario
suele desaparecer en las operaciones del espíritu. El
signo trata, más de una vez, de substituir á la cosa
significada. Por el juego de la asociación, la palabra
escrita concluye por evocar directamente la idea, y
concluímos por pensar directamente por imágenes
visuales, lo mismo que pensamos directamente por
imágenes sonoras." — "Representación convencional,
como la palabra, de nuestros estados psíquicos, la es-
critura adquiere á su vez un valor propio á los ojos
de los escritores, que se sirven constantemente de
este intermediario para traducir su pensamiento per-
sonal ó para conocer los ajenos pensares. La costum-
bre da una forma especial á la forma gráfica de las
voces, que por sí misma se convierte en evocatriz.
Así créase, á veces, una asociación de ideas muy cu-
riosa, hasta tal punto que se ha llegado á hablar del
color de las vocales. Esto explica el por qué los es-
critores suelen experimentar una verdadera tortura
484 HISTORIA CRITICA
cuando se quiere modificar la forma visual de las pa-
labras, y protestan instintivamente hasta de las más
justificadas reformas de la ortografía." — "Sin em-
bargo, siempre y en todo tiempo, la preeminencia de
la lengua hablada sobre la lengua escrita es incon-
testable, y el escritor no debe nunca perder de vista
que la escritura no es nada más que el vestido del
lenguaje." — Es decir que la policromía de las voces
nace de la asociación de las ideas, y que las únicas
reformas que subsisten son aquellas que hace suyas
el lenguaje hablado. Resulta, pues, que todo lo que
dijimos antes de ahora es hijo de la experimentación,
de la filosofía del lenguaje, de la ciencia de las pa-
labras, como todo lo que vamos á decir está basado
en las mismas leyes fonéticas ó lógicas en que se
funda lo antes expuesto. Resulta, igualmente, que
escribir bien no es un acto instintivo, sino una ele-
vada labor cerebral, que requiere doctrina severa y
que requiere aprendizaje práctico, sobresaliendo en
esta labor del espíritu, como en todas las labores del
espíritu, el que mejor conoce y el que mejor emplea
los útiles de que el espíritu se sirve en el acto de
concebir y en el acto de ejecutar. En esta centuria
laboriosa, científica é igualitaria se ha concluido la
absurda creencia de que el genio crece como los hon-
gos. El hombre de hoy es hijo de su propio esfuerzo,
porque, dado el desarrollo de la inteligencia, y la
divulgación de la cultura fundamental, el artificio
ya no seduce sino al artificio y el artista que no co-
noce su arte, es un artista fracasado, un artista á me-
dias, un albañil genial á quien su ignorancia no le
permite levantar santuarios á la hermosura que con-
viene al siglo en que el hombre vuela como las aves
y nada como el pez. Este siglo es, en sus pañales, el
siglo de Edison. Edison es genio, pero también es
DE LA LITERATURA URUGUAYA 485
ciencia, como Shakespeare fué genio, pero también
fué técnica teatral, y el que lo dude puede leer lo
que dijo á los cómicos el príncipe sin ventura de
Dinamarca.
Continuemos aún con el examen de la obra de Dau-
zat. — Éste nos enseña que "sea étnica, social, clima-
tológica ó mixta la causa, lo cierto es que las dife-
rencias de pronunciación son evidentes é irreducti-
bles entre las diversas nacionalidades." — Así, aun
en los núcleos más próximos, — franceses y alemanes,
ó celtas é ingleses, ó galos y españoles, — se observa
que cada núcleo tiene un particular sistema de soni-
dos,— vocales y consonantes, — distinto completa-
mente del sistema de sonidos de que se sirve la na-
ción vecina, y que este sistema, creado por las dispo-
siciones hereditarias de los órganos, no coincide bajo
ningún aspecto con el sistema verbal de la nación
próxima. — No porque sean menos aparentes, añade
Dauzat, son menos profundas las diferencias en la
emisión del pensamiento ó en las relaciones entre las
ideas y las palabras, entre los raciocinios y las frases
de las diversas lenguas, aun en el mismo período
histórico. — "Cada pueblo se constituye, poco á poco,
una verdadera mentalidad colectiva. Cada pueblo
tiene un conjunto de asociaciones comunes, una vi-
sión particular de las cosas y de las costumbres so-
ciales, que se traducen en las formas de su gramática,
en su sintaxis, en el valor que da á sus vocablos, en
los caracteres de sus metáforas." Y Dauzat nos trans-
cribe, haciéndola suya, esta frase de Julio Cejador:
— "Las palabras son la representación subjetiva de
los objetos; ellas traducen la idea que de ellos nos
formamos y que varía de una nacionalidad á otra; el
idioma es el espejo de los pensares de una nación;
la mentalidad de cada raza está estereotipada en su
486 HISTORIA CRITICA
lengua, donde se acuña como sobre una medalla." —
"Los matices de los pensamientos expresados por
ciertas combinaciones de palabras, concluye Dauzat,
son intraducibies en los idiomas que no tienen la
misma construcción gramatical." — Es lógico, pues,
que para escribir con limpieza y con elegancia en el
idioma propio, hay que pensar siempre con los giros
del propio idioma, porque, como ya dije, el que es-
cribe, no sólo escribe, sino que habla, dialoga, con-
versa con su propio espíritu ó con el espíritu de aque-
llos para los que escribe. El que piense en francés ó
en alemán, nunca escribirá de un modo claro y per-
fecto en castellana lengua, porque los matices de sus
pensares requieren combinaciones de palabras que no
se amoldan á la construcción del idioma nativo. Es
en éste, y no en otro, que hay que acostumbrarse á
pensar y á sentir, recordando lo dicho por Julio Ce-
jador y Alberto Dauzat.
Este último insiste, varias veces, en que "son es-
trechísimas las relaciones entre la lengua y la nacio-
nalidad."— "El idioma, en nuestra época, se ha con-
vertido en el símbolo más tangible de la nación."
— "El idioma constituye el más poderoso de los
lazos que unen entre sí á los miembros de una co-
munidad social." — "El idioma es el producto de
una sociedad, y el signo de una civilización." —
"En las naciones centralizadas de la Europa occi-
dental, Francia, Inglaterra, España, la lengua común
se ha desenvuelto en torno de la capital, París, Lon-
dres, Toledo y después Madrid. El italiano, por el
contrario, fué lengua literaria antes de ser idioma
nacional, debiéndose al alto valor de la literatura tos-
cana el dominio que el dialecto de Florencia ejerció
lentamente sobre el resto de Italia." — Entre nosotros,
nación centralizada y sin dialectos perturbadores, el
DE LA LITERATURA URUGUAYA 487
idioma se desenvuelve en torno de Montevideo. La
capital acepta los modismos camperos, cuando son
gráficos ó signos de cosas que el pago engendró, pero
calcándolos sobre el molde en que se ha construido
la lengua de España. Y Dauzat nos repite esta frase
de Bruntschli: — "El idioma es el más esencial
de los bienes del pueblo, la más viva de las mani-
festaciones de su carácter, y el más enérgico de
los vínculos de la cultura colectiva." — ¡ Cuidad,
pues, el idioma en que habéis ensayado vuestros pri-
meros arrullos de amor! ¡Preferid á todas las lenguas
del mundo, la lengua en que vuestra madre os enseñó
á entonar el himno del país! ¡Esa lengua es el más
fuerte de todos los lazos que os unen á la patria en
que estuvo el hogar donde nacisteis al sol charrúa y
donde los huesos de vuestros cariños duermen calen-
tados por ese ardiente sol ! ¡ La lengua es una de las
condiciones esenciales de la unidad psíquica de la
patria, el sonador cristal en que se miran su gloria y
su cultura, el ritmo á que obedecen el libre crujir
de sus estandartes y el dulce florecer de sus aspira-
ciones! jLa lengua es el pago, la ciudadanía, la casa,
el gozo que cayó sobre vuestra cuna y el llanto que
caerá sobre vuestro sepulcro !
En castellano, como en todos los idiomas fonéticos,
el estudio de las vocales tiene un alto interés, no
sólo para la poesía, sino también para la prosa lite-
raria, porque la prosa literaria es una cadencia. El
pensamiento es ritmo, y la prosa, que lo traduce, debe
reproducir su marcha ritmial. Dauzat nos dice: "La
vocal es el son por excelencia, la emisión vocal en
toda su plenitud. Ella posee las cuatro cualidades
de los sonidos músicos: la altura, el timbre, la inten-
sidad y la duración." — "Las consonantes, por el con-
trario, no son sino ruidos, sones incompletos. Si su
488 HISTORIA CRITICA
timbre y su intensidad nos parecen tan característi-
cas como las de las vocales, en revancha su duración
es más difícilmente apreciable y muchas de ellas es-
capan á toda medida de altura." — "Una vocal varía
según la posición que ocupa en el vocablo, siendo unas
veces tónica y otras veces átona." — "El valor respec-
tivo de las palabras por lo más ó menos intenso de
sus sones, fué poco conocido por las lenguas de la
antigüedad clásica. En cambio ese valor adquiere mu-
cha importancia en las lenguas vivas, que no pueden
prescindir de los acentos de intensidad, ó sea, del
acento tónico y los secundarios." — "El valor del
acento tónico cambia notablemente según las lenguas:
adquiere el máximo de su valer en los idiomas que,
como el español y como el italiano, admiten muchas
sílabas después de la tónica, y es mínimo en su vali-
miento en las lenguas que, como el francés y el in-
glés, se acentúan por lo común en su sílaba final." —
"El acento de la frase no tiene menos importancia
que el acento de los vocablos; sobre todo, para las
lenguas modernas que se sirven, en lo sinfónico de
sus compuestos, de diferentes distribuciones de in-
tensidad."— "Es capital el estudio de los sones se-
gún sea la posición que ocupan en la frase ó en el
vocablo." — ¿Recordáis lo que aprendimos en Roque
Barcia? Es lo mismo, absolutamente lo mismo que
nos dice Dauzat. No faltará quien crea que todo esto
no tiene importancia alguna. No le hagáis caso. La
ignorancia es, á veces, muy atrevida. Todos los que
hablan ó escriben para el público, con algún acierto,
saben que hay períodos cuyo vigor aumenta ó de-
crece según el lugar en que colocamos las palabras
agudas. Todos los que hablan ó escriben para el pú-
blico, con algún acierto, saben por experiencia que,
DE LA LITERATURA URUGUAYA 489
según sea la colocación de los vocablos de que nos
servimos, será más ó menos acalorada la frase pa-
sional ó emotiva. Hay cosas que sólo se pueden decir
del modo que nos impone el movimiento rítmico de
la idea ó del afecto que traducimos ó manifestamos.
El que no sepa esto, el que de esto se burle, el que
esto considere cosa trivial, jamás será orador como
Ramírez, como Ciganda, como Bauza, y no será nunca
un estilista como Rodó, como Reyles, ó como Eduardo
Acevedo Díaz.
Oíd á Dauzat : "Interesa la consideración del lugar
que corresponde al acento tónico. Es el acento lo que
da á las palabras la unidad que requieren. Así, por el
acento, la unidad de la frase se conserva al través
de las evoluciones sucesivas de los vocablos, debiendo
advertirse que esta unidad depende también de la
intensidad, la duración y la altura de los sonidos."
— "Los cambios de timbre tienen por base el lugar
que ocupan los sones y las posiciones respectivas de
éstos. Las vocales tónicas evolucionan de diverso
modo que las vocales átonas. Las primeras tienden
á diptongarse y las segundas á contraerse, fenómeno
que se observa en todas y cada una de las lenguas
indo-europeas á medida que los idiomas se van des-
envolviendo en concordancia con el acento de inten-
sidad."— ¿Os reís de estas minuciosidades? Está
bien ; pero experimentad antes de reír. Tomad una
frase corta, de esas que penetran en el sensorio como
una clarinada. Tomad una frase de esas que relum-
bran y aturden como un relámpago. Cambiad el lugar
de sus términos, modificando su son fundamental, su
unidad fonética. ¿La frase es la misma? Sí. ¿Su efecto
es el mismo? No. ¿Por qué? Porque el ritmo de la
frase no responde al rápido movimiento de la idea
490 HISTORIA CRITICA
al nacer, y al destruir la armonía de ese movimiento,
habéis arrebatado á la frase su altitud máxima de
fuerza, concisión y hermosura.
La filosofía del lenguaje de Dauzat tiene no pocos
puntos de contacto con los estudios de fonética de
Cejador. Es indudable que ni aquélla ni éstos tienen
prácticamente una gran importancia; pero es indu-
dable que, siendo el lenguaje el útil de que se sirven
el tribuno y el prosador, — lo mismo que el poeta, —
el prosador y el tribuno deben conocer de un modo
substancial el útil de que se sirven para emocionar
y para persuadir. Los escritores se quejan de que su
arte no sea todavía una profesión tan bien reputada
como otras profesiones menos difíciles y mucho me-
nos civilizadoras. Es que el público cree que la prosa
y el verso se tejen por instinto, sin necesidad de ma-
yores afanes ni de previos estudios. Es que el público
cree que la prosa y el verso son afeminadas labores
de ociosos, labores que se ejecutan por divino man-
dato de la naturaleza, labores que no tienen necesidad
de aulas y de libros y de aprendizajes. Es que los
mismos artífices de la palabra, los bohemios de todas
las escuelas, quieren que el público los clasifique
como si formaran una humanidad de excepción, á
modo de poseídos y de embrujados por los demonios
de que nos habla la estética platónica. Ese orgullo
ridículo, merecedor de azotes, los desprestigia y des-
prestigia á las bellas letras, cuyo buen cultivo requirió
siempre vigilias laboriosas y aprendizajes largos. ¡ Qué
el diablo se lleve á las cigarras de Lafontaine ! ¡ El
que quiera saber lo que cuesta ser genio, que vea lo
que de tecnicismos y de lecturas y de estudios de
almas representan la obra gigante de Shakespeare ó
la oratoria tormentosísima de Mirabeau !
Deshacer lo hecho por la estúpida vanidad de los
DE LA LITERATURA URUGUAYA 491
que blasonan de predestinados, — convirtiendo á la
literatura en un arte de hechicería, de adivinación y
de morbosa nerviosidad, — es lo que me propongo en
estos mal hilvanados períodos. Es honroso para los
que escriben, sacrificando su juventud al culto de lo
bello, que el público sepa que el verdadero artista,
que el artista digno de que así le llamen, no nace ge-
nio ni cosa que lo valga, ni aprende en el café las
cosas de su oficio, ni encuentra en el desorden la
inspiración que hará perdurable su obra, ni se dife-
rencia de los otros profesionales en cosas de práctica
ni en cosas de libros. Como el médico, como el abo-
gado, como el ingeniero, como el agricultor, como
el comerciante, como el albañil, como todos los que
tienen un regular y honorífico modo de vida, el lite-
rato es un hombre que estudia, que trabaja, que sufre
en el desempeño de su tarea, que está tan sujeto como
el que más á cánones de oficio y de honradez, que
vale por la cantidad de esfuerzo y de bravura y de
sabiduría que su obra representa, j Son los simula-
dores, los cómicos, los hijos malos de la gran familia
del arte para el bien y para la hermosura, los que le
han dado al público la injusta idea que el público
tuvo siempre del escribir en verso y en prosa, á pe-
sar de lo que arguyen en contra de esa creencia la
laboriosísima solicitud de Voltaire, de Hugo, de Zola
y de nuestro Alejandro Magariños Cervantes !
Probar que la literatura debe aprenderse, que no se
nace literato por decreto providencial, que el arte de
escribir no es arte de magia, es lo que me propongo.
El escritor se sirve del lenguaje. Necesita, entonces,
conocer la ciencia del lenguaje. Esta ciencia es difícil
y de largo estudio. ¿Para qué quieren esa ciencia los
que la utilizan? Para esparcir ideas y sembrar emo-
ciones. El escritor, entonces, necesita conocer el me-
492 HISTORIA CRITICA
canismo de las ideas y el de la emoción. El cerebro
humano y el alma humana son los dominios que el
escritor cultiva. No le basta, entonces, con ser gra-
mático y con ser retórico. La gramática y la retórica
no son los solos útiles que requiere su profesión. La
psicología, la lógica, la ética, el hombre como ser so-
cial y ser fisiológico, son estudios que ni el poeta
ni el prosista pueden desconocer. ¿Les basta con esto?
No, no les basta. El artista persigue, como ciudadano,
un fin civilizador; pero persigue, como artista que
es, un fin de belleza. Entonces la estética, ó si se
quiere, la filosofía de la hermosura, es también uno
de los conocimientos sustancialísimos del escritor.
Éste no es un vago, éste no es un desecho social, ést2
no es un niño que nació llevando un lucero en la
frente. ¿Qué mérito tendría si fuera así? Es un hom-
bre que educa y vigoriza sus aptitudes en el trabajo,
en el estudio, en la soledad, en la virtud, en el des-
interés, en el culto de la gloria y el amor de la patria.
Y lo que digo del poeta y del novelador, digo del crí-
tico y del preceptista. Éstos también son unos traba-
jadores y unos estudiosos, como Sainte - Beuve, como
Brunetiére, como Hipólito Taine, como Leopoldo
Alas.
II
La filosofía del lenguaje no es comprensible cuando
se desconoce la fonética del lenguaje. Procuremos
armonizarlas, apoyándolas la una en la otra. En el
lenguaje hay ruidos y sones. Julio Cejador, en el
tomo segundo de su importante obra, nos dice que
"los sonidos consonantes son ruidos siempre, ya sean
puros ó ya se hallen mezclados con el sonido mu-
DE LA LITERATURA URUGUAYA 493
sical laríngeo." Las vocales, en cambio, son sonidos
musicales en todos los casos y circunstancias dentro
de nuestro idioma, donde las vocales jamás son mu-
das. — "El sonido musical es aquel cuyos sobretonos
forman un acorde con el fundamental, siendo ruido
el sonido cuyos sobretonos forman con el fundamen-
tal una disonancia." — "Esta discordancia puede ser
mayor ó menor, y hasta puede ser insensible al oído,
como acontece con ciertas consonantes semisonoras."
— "Estas consonantes semisonoras contienen un ele-
mento musical, el laríngeo ; pero no por eso dejan de
ser ruidos, es decir, vibraciones isócronas, no regula-
res, porque contienen otro elemento discordante, que
es el oral." — ¿Qué resultará, entonces, con las con-
sonantes insonoras? Que serán meros ruidos, nada
más que ruidos, porque estas consonantes difieren
entre sí sólo en el tono y la intensidad, pero no en
el timbre. La intensidad y el tono sólo sirven en el
habla para la euritmia y para expresar las emociones
espirituales, pero no las ideas, que sólo pueden mani-
festarse en virtud del timbre, de la variedad de las
voces, de lo que es la esencia específica del sonido.
Sólo los sonidos que tienen distinto timbre, como las
vocales, pueden expresar ideas distintas. Las conso-
nantes pueden ser explosivas y fuertes, explosivas y
suaves, silbantes ó gangosas, golpeadas contra el pa-
ladar y entre los labios. En el primer caso se encuen-
tra la t, la d en el segundo, la s en el tercero, en el
cuarto la m, la k en el quinto y la 6 en el sexto. Las
consonantes lo pueden ser todo, menos timbradas.
Este es un atributo de las vocales, cuyo timbre varía
en agudez y altura, repartiéndose en escala ascen-
dente desde la u á la 2. Digamos aún, siguiendo á
Cejador, que los sonidos pueden ser compuestos y
complejos. Complejos son todos los armónicos de
494 HISTORIA CRÍTICA
un solo fundamental. Los compuestos están formados
por varios fundamentales cada cual con sus armóni-
cos.— Cuando todos los componentes son sonidos mu-
sicales y se armonizan entre sí, "el sonido compo-
nente resultante es musical"; pero si alguno de los
componentes es ruido ó si los componentes no se ar-
monizan, "el sonido componente resultante será ruido
en sí y físicamente." — El ruido es un sonido cuyo
tono ó altura no se puede determinar, porque no
existe un sonido fundamental del cual los demás sean
sonidos armónicos. Los sonidos musicales, "combi-
nados con arreglo á las leyes de la armonía", no for-
man un ruido, porque tienen una nota que les da el
tono. — "La intensidad y el tono son cualidades del
sonido." — "El timbre es, en cambio, la misma esencia
del son." — "En el lenguaje humano, cada sonido,
con su timbre propio, expresa una idea." — Resulta,
pues, que la armonía fonética del decir depende del
modo cómo las vocales están combinadas, porque ellas
son los únicos sonidos musicales con que cuenta el
idioma, y resulta también que los únicos sonidos en
que se encarnan nuestras ideas son las vocales, por
la virtud esencial y especificadora del timbre. Así,
al menos, parece deducirse de las sabias lecciones de
Cejador.
Cejador añade: — "Las vocales son timbres musi-
cales, ó sea regulares, de un común sonido regular
laríngeo, que se modifica en la cavidad oral, como
en una caja de resonancia, por el variado refuerzo
de sus armónicos ó sobretonos." — "Las consonantes
convienen todas en ser sonidos compuestos, pero irre-
gular é inarmónicamente, de multitud de sonidos y
armónicos parciales." — Cejador agrega que el len-
guaje emplea lo esencial de los sonidos, que es su
propia naturaleza, el timbre, para expresar las ideas,
I
DE LA LITERATURA URUGUAYA 495
y los demás elementos secundarios, el tono, la inten-
sidad y el tiempo, para la euritmia y para traducir
los estados emocionales. Esto, como después veremos,
tiene una singular importancia, porque en el lenguaje
el timbre es el elemento psicológico, siendo los otros
únicamente elementos estéticos. — "Las letras, como
tales, lo que indican son los diversos timbres, que
constituyen casi por sí solos todo el material del
lenguaje." — "El alma del lenguaje, considerado en
su elemento material, las voces, es el timbre, que re-
fleja, él solo, el pensamiento, rodeándolo de la expre-
sión emocional y halagando al oído con sus elementos
musicales." — Tendremos entonces que, según Barcia,
la intensidad de las voces es el elemento fundamental
de la poesía, como el timbre, según Cejador, es el ele-
mento principalísimo de la prosa. En el orquestado
poético la armonía nace de las combinaciones de inten-
sidad, como la armonía de la prosa depende del modo
con que se enlazan y asocian los timbres. Y esto es lo
lógico si se tiene en cuenta que los timbres son la ma-
lla psicológica del lenguaje, porque el fin de la prosa
son las ideas, y que la intensidad es uno de los ele-
mentos estéticos del idioma, que por la intensidad
traduce las emociones, que son el fin de la poesía
más alta y más pura. Véase, pues, como acertábamos
al decir que era muy importante la distinción fonética
establecida por Cejador.
Las vocales son sonidos musicales: las consonantes
no. Las vocales vibran á modo de sones; las conso-
nantes no son sino ruidos. Las primeras cantan ; las
segundas aturden sin deleitar. — "En la articulación
oral de las vocales el aire vibra libremente en la ca-
vidad de la boca." — "En las consonantes el aire choca
con alguno de sus órganos, resultando, por lo mismo,
en el primer caso un sonido musical y en el segundo
496 HISTORIA CRÍTICA
un ruido." — "La naturaleza de las vocales está en ser
timbres diversos de un común sonido laríngeo." — En
efecto, cada posición de la cavidad oral, en las voca-
les, refuerza tanto uno de los armónicos que éste so-
brepuja al tono fundamental y á los demás armónicos,
dando tonalidad al instrumento de la dicción, que es
muy parecido al oboe. La boca, cuando se dispone
para emitir una vocal, toma una nota propia, que re-
suena más fuertemente y que es fija, no confundible,
siempre semejante para cada vocal, sea como sea la
nota fundamental de lo que decimos. La u, que es la
más baja, tiene tan sólo 450 vibraciones. En cambio
la O, con 900, equivale a si., bemol; la A, con 1800, á
SÍ4 ; la E con 3600, á si- ; y la /, con 7200, á re,; bemol.
— Agreguemos que los cinco sonidos de las vocales
son los cinco sonidos primitivos del lenguaje hu-
mano. Ellos se encuentran en todos los idiomas. To-
dos los pueblos han escogido ciertos tonos, que son
los mismos en todas partes y que en todas partes cons-
tituyen la escala natural del decir. Podrá haber otros ;
pero los cinco, que hemos señalado, existen siempre
y en todas las latitudes. Del mismo modo, en todas
las zonas y en todas las lenguas, existen cinco vocales
comunes, ó sea cinco timbres de sonido musical la-
ríngeo y análogo. ¿Cómo dudar, entonces, de la im-
portancia de las vocales? Ellas son el cerebro y el
alma del idioma, porque el idioma se sirve de ellas,
de sus cinco timbres é intensidades, para pensar y
para sentir. ¿Es inútil, esta enseñanza, para el crítico
y para el artista? Yo creo que no, porque el que co-
nozca lo que decimos, instintivamente buscará en las
vocales el último secreto de la armonía pensante ó
enternecedora. Bueno es saber que si no estorba lo
que dicen Quintiliano y Camus, tampoco estorba ho-
jear á Barcia y á Cejador.
DE LA LITERATURA URUGUAYA 497
Continuemos, entonces. Cuanto más disminuye la
cavidad bucal, — de la Í7 á la /, — mayor es el número
de vibraciones y más alto el tono. Cuando el tono se
aguza, se aguza el timbre, porque "el timbre no es sino
el tono resultante de la suma algebraica de los tonos
de los sonidos simples componentes." A más vibracio-
nes, en el mismo tiempo, más agudez y más tonalidad.
La entonación, en prosa, obedece al timbre, así como,
en verso, las entonaciones se agrupan en torno de la in-
tensidad máxima. Al pronunciar sucesivamente U, O,
A, E, I, la lengua se va alzando cada vez más hacia
el velo del paladar, de manera que la caja de reso-
nancia se hace cada vez más vibrátil y estrecha. Así
la U , con mayor caja de resonancia, es baja en el tono
y baja en el timbre. La /, con menor caja de reso-
nancia, tiene muy agudos el timbre y el tono. Y Ce-
jador se apoya, para decirlo, en los experimentos de
Helmholtz, Heyse, Donders, Tyndall, Auerbach y
Koenig.
Todos sabemos que los elementos constitutivos del
lenguaje son el sonido y la idea. La ideología se ocupa
de las voces y de sus formas, ó del valor y del sig-
nificado de los signos de que se vale el que habla ó
«scribe. — "En la formación fisiológica de la palabra
se pueden distinguir dos elementos principales: pro-
ducción de una columna de aire, y modificación de
la misma por medio de obstáculos que se le oponen."
— La producción de la columna aérea depende de los
órganos respiratorios, del pulmón y de los músculos
torácicos, así como también de los músculos del abdo-
men y del diafragma, que ensanchan y comprimen
la caja del pecho. — La modificación se opera en la
laringe oponiendo la glotis al aire aspirado, y se
opera en la boca oponiendo las glotis parciales al aire
en movimiento. Actúan también, en el fenómeno mo-
32. -ra.
498 HISTORIA CRITICA
dif icador, la laringe y la cavidad bucal. — "Todos es-
tos órganos se modifican notablemente en toda acción
producida por una emoción cualquiera; el pecho, la
laringe y la boca se resienten desde que el organismo
entra en conmoción." — La disposición de estos ór-
ganos cambia según sean las emociones, que influyen
así muy poderosamente en la producción de la pa-
labra. Esta, se hable ó se escriba, sigue el movimiento
de la emoción que nos turba el espíritu, no siendo el
sonido traductor de lo emocional sino un efecto fi-
siológico de la disposición de los naturales órganos
del decir. Por eso, en la poesía espontánea y en la
prosa sentida, las acciones motrices externas, que
acompañan á las emociones agradables, son contra-
rias á las acciones motrices externas que acompañan
á las emociones de desagrado. La fonética del es-
cribir está, pues, vinculada estrechísimamente con
la fisiología de la emoción, desde que el lenguaje
no es otra cosa que una de las acciones motrices
externas que acompañan á las emociones y que mejor
traducen nuestros estados emocionales. Leed, res-
pecto á las emociones, lo que nos dicen Bourdon y
Wundt.
— "Cada sensación produce una voz, como cada
voz produce una sensación." — Las emociones amplias
responden á la disposición extendida de los órganos
en la letra A ; las sutiles y penetrantes á la letra /;
las confusas y tristes á la letra U ; el asombro y la
admiración á la disposición hueca y cóncava de los
órganos en la letra O; las emociones indeterminadas
é indiferentes á la letra E. Ved lo que ocurre en las
interjecciones y ved lo que sucede con la armonía imi-
tativa de todos los idiomas. Es claro que cuanto más
la dicción se aleja del lenguaje natural, más imper-
ceptible resulta el fenómeno; pero es claro, también»
DE LA LITERATURA URUGUAYA 499
que cuanto más primaria sea la emoción, más cerca
nos hallaremos del lenguaje natural. ¿Cómo se ex-
presan la cólera suprema y el supremo terror? Por
medio de gritos. Profundicemos más, cavemos más
hondo. Recordemos que en el lenguaje existen el so-
nido y la idea. Siendo esto así, "el lenguaje humano
tiene que ser un signo del pensamiento." — El que
quiere analizar el lenguaje tiene, entonces, que ana-
lizar el pensamiento, porque uno mismo es, en el
fondo, el proceso y la marcha de entrambos. De
hecho podemos decir que, así como siempre que pen-
samos le pedimo